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Brexit, 'the endgame': la UE juega la carta de la pesca en los compases finales
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Brexit, 'the endgame': la UE juega la carta de la pesca en los compases finales

Los líderes europeos toman la temperatura a unas negociaciones que se intensificarán en las próximas semanas. Coreografías, cesiones e imagen: todo listo para el capítulo final del Brexit

Foto: Michel Barnier, negociador jefe de la Comisión Europea. (Reuters)
Michel Barnier, negociador jefe de la Comisión Europea. (Reuters)

Los líderes europeos, que se reúnen este jueves y viernes en Bruselas para el Consejo Europeo regular de octubre, tienen que tomarle el pulso a las negociaciones con el Reino Unido. A menos de 100 días de que finalice el periodo transitorio, una serie de puntos hacen que una salida británica sin acuerdo no sea para nada descartable. El tiempo se agota y la política empieza a ganar peso en los compases finales de las negociaciones.

Los líderes han estado relativamente desconectados del Brexit debido a la pandemia, pero el asunto, aunque haya caído en la lista de prioridades europeas, no deja de ser relevante. “Hace mucho que (los líderes europeos) no hablan del Brexit, y es bueno que vuelvan a hacerlo”, asegura una fuente diplomática. “La pandemia nos ha hecho ver que es un tema menor, pero es importantísimo y hay que cerrarlo cuanto antes”, añade la fuente.

Se impone ahora mismo el pragmatismo: a nadie le interesa que Londres salga sin un acuerdo. El primer interesado en que eso no ocurra es el propio Gobierno británico. Tampoco interesa a la Unión Europea. Lo normal sería que el sentido común se impusiera, y ambos lados llegaran a un acuerdo en las próximas semanas. El negociador jefe comunicó al Consejo hace escasos días que las negociaciones deben estar cerradas en los primeros días de noviembre. Pero apostarlo todo al sentido común no siempre ha sido la mejor jugada en el Brexit.

placeholder La presidenta de la Comisión Europea y la canciller alemana durante el último Consejo Europeo. (Reuters)
La presidenta de la Comisión Europea y la canciller alemana durante el último Consejo Europeo. (Reuters)

Estado de las negociaciones

“El tiempo se agota, por eso esperamos progresos sustanciales en áreas claves, en particular en la gobernanza, el ‘level-playing field’ y, eh… ¿La última? ¿La tercera? ¡Ah, pesca!”. El desliz pertenece a Michael Roth, ministro de Asuntos Europeos de Alemania, y aunque inocente, ese olvido representa bien el estado de ánimo en algunos círculos de Bruselas y de las capitales europeas respecto a las negociaciones con el Reino Unido. A 100 días de que se desconecte a la economía británica de la respiración asistida que le mantiene conectada al mercado interior, Bruselas y Londres no han logrado cerrar un acuerdo. Con el precipicio a la vista, comienza el que parece ser el último capítulo del Brexit. Se mide al detalle cada movimiento de esta fase final, el “endgame” de años de negociación.

La pesca se ha convertido en un punto especialmente sensible, una pieza clave que habrá que saber mover en los compases finales. Porque importa enormemente al Reino Unido y un grupo de Estados miembros, como Francia o Países Bajos, pero no así al resto de países del bloque europeo. Ese desliz de Roth refleja el sentir de muchas delegaciones: sí, la pesca es importante, pero no tan importante como el resto de asuntos. No se puede sacrificar un acuerdo global por mantener una postura demasiado exigente en materia pesquera.

Foto: El primer ministro británico, Boris Johnson.

El Gobierno francés y los otros Estados miembros pesqueros en aguas británicas han defendido vehementemente la necesidad de mantener el acceso para sus pescadores, aunque saben que defender el ‘statu quo’ no es una posición constructiva. Al mismo tiempo, para el Reino Unido este punto no es negociable. De las 120 circunscripciones parlamentarias costeras, unas 100 votaron a favor de abandonar la Unión Europea en el referéndum de 2016. Y son comunidades profundamente convencidas de querer salir del bloque europeo. El Partido Conservador no puede permitirse una derrota espectacular en este punto.

Y es precisamente ahí donde el equipo negociador europeo parece ver una ventana de oportunidad. En Whitehall, el centro de poder de Londres, saben que no es realista mantener una negativa a que haya una salvaguarda fuerte de la igualdad de condiciones, el famoso 'level-playing field' crucial para el lado europeo, si quiere algún acceso al mercado interior. Y en el edificio Berlaymont, sede de la Comisión Europea, saben que la exigencia de mantener el mismo acceso a las aguas británicas para los pesqueros comunitarios es inasumible políticamente. ¿Por qué no ofrecer una cosa a cambio de otra? ¿Por qué no mover todas las cartas para que, más o menos, todos salgan bien parados?

Francia y el resto de países pesqueros saben que tienen que ceder, algo que Michel Barnier, negociador jefe de la Comisión Europea, ya comunicó esta semana a los ministros y secretarios de Estado de Asuntos Europeos. De hecho París ya ha empezado a mostrar su predisposición a hacer cesiones en pesca. Esos cambios tienen, eso sí, un precio. En ese intercambio es en el que se juegan las cesiones clave para que un acuerdo sea posible. Y aunque pueda haber cierto cansancio con el asunto pesquero, los Veintisiete saben que la unidad es el principal bien a preservar en este momento.

placeholder Barnier durante una de las últimas rondas de negociación en Londres. (Reuters)
Barnier durante una de las últimas rondas de negociación en Londres. (Reuters)

Las ópticas

Por lo tanto todo el mundo está de acuerdo en que ambas partes necesitan un acuerdo y que todos tendrán que acabar cediendo si se quiere llegar a ese resultado. De hecho, lo único que queda es que llegue la hora de las cesiones que dé paso al de la enorme cantidad de trabajo que queda por delante. El problema es que ahora Londres y Bruselas están pendientes de la coreografía, de la “óptica” del acuerdo, de quién parece que cede y quién gana. El riesgo es que, sabiendo que el tiempo que queda por delante es muy limitado, se dediquen demasiados días a esa escenificación.

Toda la atención está puesta en el momento del “túnel”, esa fase en la que ambos equipos se encierran durante semanas para intentar estirar al máximo su mandato negociador, y solo cuando creen que tienen un acuerdo, lo sacan a la luz. Ahí los equipos hacen cesiones dolorosas, cambios que, de haber filtraciones a la prensa y presión política, serían difíciles de hacer. Es el momento previo al acuerdo político, el momento de la verdad. Cuando se termina de dar el pequeño salto hacia delante, o cuando definitivamente las cosas naufragan.

Foto: Foto: Reuters.

En esa preocupación por la “óptica” del acuerdo, por la coreografía que se debe llevar, parece claro que la carta de la pesca es un desbloqueador de otras cesiones, una carta que puede permitir al Reino Unido cubrir el precio electoral que podría tener que llegar a pagar por saltarse sus supuestas líneas rojas en otros puntos de la negociación.

En cualquier caso eso no será suficiente, la pesca no será el desbloqueador de todo. Sigue habiendo importantes diferencias en lo que se refiere al “level-playing field”, que es el elemento central de la posición negociadora europea: si Londres quiere tener acceso al mercado interior, tiene que dar garantías de juego limpio, de igualdad de condiciones. Es “el corazón” del mercado único, como lo explica una fuente europea. Además, también queda el punto crucial de la gobernanza, que ha ganado peso debido a la decisión británica de introducir como un factor más en las negociaciones una violación del Protocolo de Irlanda y del Acuerdo del Brexit con su Ley de Mercado Interior que ha dinamitado la poca confianza que quedaba y que en Whitehall están convencidos de que se ha tratado de una jugada maestra, una amenaza que, desde su punto de vista, ha asustado lo suficiente a Bruselas, que por su parte ha iniciado un procedimiento de infracción contra el Reino Unido y da por hecho que las cláusulas controvertidas de la Ley antes de que se proceda a la ratificación de un hipotético acuerdo.

placeholder Sala de reuniones del Consejo Europeo. (EFE)
Sala de reuniones del Consejo Europeo. (EFE)

Aunque la situación no es sencilla hay un par de hilos prometedores de los que tirar. El Reino Unido está preparado para hacer cesiones en el ‘level-playing field’, en asuntos como el régimen de subsidios o la autoridad independiente que exige la Unión. Por su lado Barnier ha tenido también que rebajar sus pretensiones, y ahora mismo de lo que se habla es un régimen que Johnson puede llegar a defender frente al ala más dura de Downing Street. Está por ver si esas cesiones serán suficientes.

El ambiente es propicio y el momento es ahora. Sin embargo, nadie descarta posibles “accidentes”. Estaba previsto que los líderes llamaran en este Consejo Europeo a una intensificación de las negociaciones. ¿Qué significa eso? “Intensificar negociaciones significa que hagamos todo lo que podamos” a nivel logístico, asegura la fuente europea. En el último borrador de conclusiones, que se ha actualizado en las últimas horas, cuando ya los enviados de las capitales también comienzan a participar en su elaboración, y también tras una llamada telefónica este miércoles por la noche entre Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, y Johnson, esa llamada a la intensificación ha desaparecido. Eso es una demostración de que quizás unos diplomáticos, con base en Bruselas, cansados y agotados por la negociación, vieron con buenos ojos un primer texto en el que se refleja un mayor apetito por un acuerdo rápido. Las capitales, París entre ellas, son las que han endurecido el tono: todavía se puede apretar un poco más, no hay que sonar demasiado positivos, hay que ser todavía duros.

Foto: Entrada de la Comisión Europea en Bruselas. (Reuters) Opinión
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Sin embargo, es cierto que el estilo negociador europeo puede enfrentarse aquí con algunos problemas. Bruselas suele estirar las negociaciones hasta el último minuto de la última noche. Cuando ya solo queda ceder o caer por el precipicio, sin ningún margen de error. Lo que suele pasar es que los contrarios acaban cediendo. Theresa May, antigua primera ministra británica, conoce bien esa estrategia, esa negociación por estrangulación, que no es ni mucho menos nueva. Se está entrando ya en ese terreno, y el éxito de la operación dependerá de que los Veintisiete y el equipo negociador europeo no estén sobrevalorando la voluntad de Johnson de llegar a un acuerdo.

Y es que es difícil conocer las verdaderas intenciones de Downing Street, porque el Gobierno británico está sometido a la atracción de dos polos completamente contrarios: los euroescépticos ortodoxos por un lado, que podrán acusar al Ejecutivo de traición con cualquier acuerdo que incluya demasiadas cesiones, y las consecuencias económicas de un ‘no acuerdo’ por el otro, que serían un duro revés electoral para el primer ministro británico y el Partido Conservador, que cimentan parte de su base electoral en la “buena gestión económica”, que ya de hecho se ha visto afectada por la pandemia. Las empresas británicas, además, están muy mal preparadas para un "no acuerdo".

El primer ministro británico marcó como "fecha límite" para un acuerdo esta semana, una amenaza que nadie en Bruselas se ha tomado demasiado en serio. Si finalmente Boris Johnson no cumple con su amenaza de abandonar las conversaciones, como le recomendará su negociador jefe David Frost, las negociaciones seguirán durante, al menos, dos o tres semanas más. En ese periodo de tiempo debería, en principio y si se cumple con la coreografía esperada, producirse el famoso “túnel”, al que en la capital comunitaria se le ha empezado a denominar también como “submarino”. En los primeros días de noviembre debería salir a la luz un acuerdo que tendrá que recibir la bendición política de los líderes y comenzar el proceso de ratificación.

placeholder Primer ministro británico, Boris Johnson, en Londres. (Reuters)
Primer ministro británico, Boris Johnson, en Londres. (Reuters)

Será entonces cuando los líderes europeos tomen una decisión importante: ¿se trata de un acuerdo de la Unión Europea, o uno mixto? Es decir, ¿requiere solo de la ratificación del Parlamento Europeo, o debe pasar por los parlamentos nacionales? En todo caso, y si se considera un acuerdo mixto, el texto puede ponerse en marcha de forma provisional, mientras se completa el proceso de ratificación nacional. Lo que no podrá dejarse para más adelante es la ratificación del Parlamento Europeo. El texto deberá ser traducido, llevado al Pleno y aprobado por una Eurocámara que ha asegurado que revisará cada detalle para asegurarse de que cumple con todos sus requisitos. Y eso lleva tiempo.

Quizás se pueda notar cierto optimismo en el ambiente. En Bruselas las perspectivas son menos oscuras que en otras ocasiones. Especialmente entre los diplomáticos, que ya llevan años enfrascados en estas negociaciones y ven por fin la línea de meta. Los líderes europeos serán algo más negativos en este Consejo Europeo. La realidad es que hay muy poco tiempo por delante, y una cantidad enorme de trabajo técnico para lograr un acuerdo sobre las relaciones futuras, las cuotas y aranceles. Con, como mucho, unas tres semanas por delante, eso será todo un reto.

Foto: Michel Barnier, negociador jefe de la Comisión Europea. (Reuters)

¿Y después? Si se logra llegar a un acuerdo, será de mínimos. Una maniobra para salvar los muebles. Barnier siempre ha defendido que el primer día de un Brexit sin acuerdo sería el primer día de una nueva negociación. Y en este sentido, si se llega a un acuerdo, la lógica será parecida. Si se cierra, será un pacto “muy básico, que va a haber que ir completando”, explica una fuente diplomática.

Se ratifique o no un acuerdo en el Parlamento Europeo en los próximos meses, entre en marcha o no un acuerdo el día 1 de enero de 2021 que sustituya las relaciones existentes hasta el momento, un teléfono sonará pocos días después. En la Comisión Europea creen que ése teléfono estará en Bruselas, y que la llamada llegará desde Londres. Haya acuerdo o no, días después del 1 de enero tendrán que comenzar las nuevas negociaciones, ya sea para completar el pacto de mínimos o para empezar de cero. Y que quien hará el primer movimiento será el Reino Unido. Lo que nadie duda ya es que no hay salida ahora mismo: en las próximas semanas estaremos ante el fin del culebrón del Brexit, la ‘season finale’, el ‘endgame’ de años de divorcio.

Los líderes europeos, que se reúnen este jueves y viernes en Bruselas para el Consejo Europeo regular de octubre, tienen que tomarle el pulso a las negociaciones con el Reino Unido. A menos de 100 días de que finalice el periodo transitorio, una serie de puntos hacen que una salida británica sin acuerdo no sea para nada descartable. El tiempo se agota y la política empieza a ganar peso en los compases finales de las negociaciones.

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