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El coronavirus asedia Holanda: "Si sigue así, la segunda oleada va a ser un tsunami"
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El coronavirus asedia Holanda: "Si sigue así, la segunda oleada va a ser un tsunami"

Países Bajos ya supera en contagios acumulados a España, Francia y Reino Unido. El primer ministro intenta evitar medidas drásticas, pero la pandemia se está saliendo de control

Foto: Figura de cera de Donald Trump en el museo Madama Tussauds de Ámsterdam. (Reuters).
Figura de cera de Donald Trump en el museo Madama Tussauds de Ámsterdam. (Reuters).

Después de meses de confiar el devenir de la pandemia al sentido común de sus ciudadanos, Países Bajos se ve obligada ahora a abrir los ojos ante la amenaza del coronavirus. El objetivo del Gobierno es evitar a cualquier precio un confinamiento, ya sea en su variante 'inteligente' -como hicieron durante la primera oleada- o con medidas más estrictas -como el resto del mundo-. Pero la estrategia de cerrar los restaurantes a las 22:00 horas, limitar el aforo a 30 personas en el interior y libertad que los que quieran usar las mascarillas lo hagan no parecen que estén siendo efectivos para frenar el auge de contagios, disparado desde mediados de septiembre y sin visos de control.

El Gobierno tiene su propia explicación para unas cifras que colocan a Holanda como el tercer país más afectado por la segunda ola en Europa. Las cifras son “muy malas” porque la gente “no se están tomando en serio las reglas básicas”, aseguró el primer ministro Mark Rutte, cuyo mantra durante la pandemia para evitar cerrar el país fue confiar en la "responsabilidad individual y el sentido común" que, dice, caracterizan a sus compatriotas.

Sin embargo, a la Federación de Médicos Especialistas no les convence el planteamiento y pide medidas más estrictas para cambiar el rumbo. “La pasada primavera, tuvimos una oleada de pacientes con covid-19. Pero ahora, si esto sigue así, lo que parece que se avecina es un tsunami”, advirtió su presidente, Peter Paul van Benthem.

Foto: Una protesta en La Haya contra las medidas adoptadas en Países Bajos contra el confinamiento. (Reuters)

Sea por el exceso de confianza del Gobierno hacia sus propios ciudadanos o por un error de cálculo a la hora de valorar riesgos, Países Bajos se ha colado en el medallero de contagios en Europa. El país, de 17 millones de habitantes, ha registrado 6.854 positivos en las últimas 24 horas. En los últimos 14 días, acumuló 344.6 casos por cada 100.000 habitantes, superando a España (308) y solo por detrás de Bélgica (364) y República Checa, a la cabeza con 432,7 positivos por cada 100.000 habitantes. Como comparativa, Países Bajos ha tenido en las últimas dos semanas más contagios acumulados de los que suman, juntos, Italia, Alemania, Suecia, Grecia, Noruega, Finlandia y Chipre.

“Los pacientes se enfrentan a no poder someterse a la operación que estaban esperando, morirá más gente, muchos están preocupados por su trabajo y por la soledad… y existe el riesgo de que las operaciones cardíacas y de cáncer también tengan que posponerse”, avisó el jefe del Gobierno en rueda de prensa, en un intento de convencer a la población a respetar el distanciamiento social que evite medidas más drásticas, como el cierre de los principales lugares de reunión. “Solo podemos vencer al virus a través de nuestro propio comportamiento, no de las normas”, insistió.

A los holandeses no se le dan órdenes

Tocar la libertad individual en Países Bajos es un tema muy sensible. Así que el Gobierno holandés ha evitado cualquier nota agresiva o amenazante en su discurso, apelando a la “inteligencia” social, a la responsabilidad, el raciocinio, el sentido común y la madurez ciudadana para comprender los peligros de la pandemia. A los holandeses no se les dan órdenes, y menos a cinco meses de unas elecciones en las que el propio Rutte es uno de las opciones sólidas ante la constante subida de la ultraderecha.

Sin embargo, los últimos rebrotes se deben, en su mayoría, a encuentros sociales: cenas familiares, fiestas de cumpleaños, bodas o improvisados botellones en sustitución a las discotecas (cerradas desde marzo). Este escenario pone sobre la mesa la gran pregunta que muchos, entre ellos España e Italia, se han hecho desde marzo: ¿somos en el sur menos responsables y maduros que los holandeses? ¿Necesitamos nosotros un confinamiento total con multas y amenazas, mientras que en Países Bajos se puede superar la amenaza con el llamado 'confinamiento inteligente'?

Foto: Un hospital en Holanda. (EFE)

En Holanda no hubo cuarentenas claustrofóbicas. Se cerraron los lugares de ocio y reunión social, así como las escuelas (que reabrieron antes de las vacaciones de verano). Pero todo lo demás se dejó en manos de los ciudadanos: desde cuándo y con qué frecuencia salir a la calle a si abrir o cerrar sus negocios, con alguna sugerencia como controlar el aforo. De hecho, en marzo y abril, las excursiones a los parques o las visitas por el centro de la ciudad -insólitamente despejados de turistas- recordaban a aquellos tiempos de normalidad en los que nadie temía al nuevo coronavirus.

La comunicación también ha sido un dolor de cabeza para las autoridades, que se han tenido que retractar en un par de sonoras ocasiones. En los primeros compases de la epidemia, el Gobierno llegó a insinuar que su estrategia era lograr la “inmunidad de rebaño”, para semanas después corregirse y vender la idea del 'confinamiento inteligente'. Durante meses, el Gobierno se ha negado a exigir el uso de la mascarilla en espacios cerrados bajo la creencia de que no ayudaban de forma decisiva a frenar los contagios y que podrían incluso generar una sensación de falsa seguridad que relajaría la distancia social. Hace dos semanas, Rutte y su ministro de Sanidad, Hugo de Jonge, se desdecían e instaban a toda la sociedad a usar mascarillas en espacios cerrados de acceso público.

No haremos el trabajo sucio al Gobierno

Pero las mascarillas, como el resto de la estrategia, no son una obligación. Se “recomienda urgentemente” su uso, pero no se multará a quienes no la lleven y se deja en manos de los comercios impedir el acceso a los clientes que se nieguen a usarla. “No somos agentes de la ley, ni le vamos a hacer el trabajo sucio al Gobierno”, contestaron desde la asociación de minoristas.

El Ejecutivo tampoco presentó entonces las mascarillas como algo imprescindible y el trasfondo del discurso destilaba escepticismo sobre su uso. Insisten, como lo hace el virólogo Jaap van Dissel (el 'Fernando Simón' holandés), en que no cree que las mascarillas tengan capacidad para frenar contagios, ni que vayan a operar un milagro. “Pero en la situación en la que estamos, hay que probar de todo”, dijo el ministro De Jonge.

placeholder El primer ministro Rutte y el ministro de Salud, De Jonge. (Reuters)
El primer ministro Rutte y el ministro de Salud, De Jonge. (Reuters)

Como muestra de lo ausente que estaba la mascarilla en la sociedad holandesa, es ahora que los medios locales comienzan a publicar los manidos consejos para evitar que se te empañen las gafas, cómo utilizarlas o los tipos que hay, un debate bastante superado allá donde esta “prenda” es ya parte del fondo de armario.

La base del 'confinamiento inteligente' siempre fue mantener la distancia social y evitar aglomeraciones. Este fue de las pocas normas que contemplaban multa para los infractores. Pero las cifras, hasta mediados de mayo, muestran un abismo respecto a otros países europeos. Países Bajos aplicó 8.800 multas (de 390 euros), mientras que Bélgica emitió unas 27.000 (de 250 euros); España, 837.000 (de unos 600 euros y 7.500 detenciones); Italia, 418.222 (de entre 206 y 3.000 euros); y Francia alcanzó el millón de sanciones (de unos 135 euros). ¿Funcionó entonces el 'confinamiento inteligente' durante la primera ola o simplemente no había ánimo recaudador? Nunca lo sabremos.

Foto: Una operación antidroga en Róterdam. (EFE)

El Gobierno nunca estuvo volcado en hacer pruebas PCR a los posibles positivos, así que es difícil sacar conclusiones de cuántos se infectaron en la primera ola. Para hacernos una idea, el dato de fallecimientos oficial sitúa en 6.100 las muertes confirmadas con PCR por covid-19 hasta finales de junio, pero según los certificados de defunción firmados por médicos durante ese periodo, el dato real de muertes se acercaría a las 10.067, un 65% más, según la oficina nacional de estadísticas (CBS).

Casi todos tenían más de 75 años y el 60% vivía en residencias, tanto por achaques de la edad, como por padecer enfermedades crónicas o discapacidad. En junio, cuando se empezó a hablar de la desescalada, el propio Rutte anunció a bombo y platillo que Países Bajos había “ganado” la guerra al coronavirus. Para marcar el acto, regaló un ramo de flores a la intérprete del lenguaje de signos que trabaja en las ruedas de prensa. El verano demostró que dio la señal errónea a la sociedad, haciendo que optaran por reunirse entre abrazos y olvidándose de que el virus no se había ido de vacaciones.

A mediados de agosto, el propio Ejecutivo tenía que interrumpir sus días de descanso ante la peligrosa escalada de los datos.

Un gobierno que duda

Con todo, la mayoría de los holandeses sigue apoyando al Gobierno en su gestión, aunque este respaldo se ha reducido en 10 puntos en las últimas semanas. Del 75% de la primera ola, al 65% en la segunda. Las críticas más frecuentes, según la encuesta de la agencia I&O Research, se centran en la actitud dubitativa de las autoridades para proponer medidas y de ser “inconsistente y poco claro” con su estrategia. Para los detractores del Ejecutivo, las medidas son “ambiguas y confusas” y, aunque el Gobierno haya evitado imponer ninguna “obligación” en todos estos meses, los ciudadanos “prefieren tener una obligación explícita, antes que una recomendación urgente, en la que tienen que concluir” por sí mismos si deben o no cumplir. Así, dos de cada tres holandeses (66%) piden un enfoque más estricto en lo que respecta las pautas de comportamiento.

El paquete de medidas actual no frena nada, solo hay una cosa que podemos hacer: vigilar nuestro comportamiento

Una de las conclusiones de esa investigación social fue alarmante: solo un 46% de los encuestados dijeron que cumplen con las medidas impuestas, casi la mitad de los holandeses reconoce no seguir las reglas para evitar los contagios. Son los pasajeros que van sin mascarilla en el transporte público, los clientes del supermercado que ignoran la distancia de metro y medio y se acercan a coger los tomates sin importarles que haya otros tres clientes esperando turno, o esos jóvenes que no están dispuestos a perderse una fiesta el fin de semana. “El paquete de medidas actual no frena nada, solo hay una cosa que podemos hacer: vigilar nuestro comportamiento”, dijo Rutte. Dice tomarse “muy en serio” la situación y más ahora que Holanda está en peores condiciones que los países del sur de Europa.

Foto: Oficiales de policía en las calles vacías de Ciudad de Panamá. (Reuters)

El propio director de la Asociación de Cuidados Intensivos, Diederik Gommers, instó al primer ministro a “volver al confinamiento, como una cuestión de urgencia” sanitaria, pero “no a un confinamiento inteligente, sino a un confinamiento total”, para evitar que los hospitales se saturen. En una entrevista con el diario holandés 'AD', se declaró “harto” de las “medias” medidas introducidas por el Ejecutivo desde que los rebrotes empezaron a dispararse en todo el país, y sin medidas más estrictas, cree que “nada va a cambiar”. No está claro si el Gobierno escuchará las peticiones de las autoridades sanitarias, pero a lo largo del fin de semana, hubo varias declaraciones de intenciones. “Claramente, las cosas no van en la dirección correcta”, reconoció el ministro de Sanidad. “Esta es exactamente la tendencia que no queríamos ver”, añadió Rutte. Desde el domingo se suceden las reuniones con el Ejecutivo, y quizás este mismo martes, se refuercen las medidas.

Sin test ni rastreo

La falta de capacidad de hacer test es otro de los problemas que Países Bajos no logra resolver desde marzo. En junio, el Gobierno anunció que ya tenía capacidad para hacer 30.000 pruebas PCR diarias a todo el mundo, incluidos aquellos con síntomas leves. Pidió a los ciudadanos llamar para coger cita y prometió reforzar el rastreo de contactos y fuentes de contagio. Una promesa que no duró ni unas semanas. A principios de septiembre, la saturación ya era tal que Rutte tuvo que pedir que solo aquellos que tienen síntomas claros de covid-19 se hagan las pruebas, dando prioridad a los sanitarios y maestros, mientras que el resto tienen que esperar hasta cinco días para obtener la cita y otros tantos para conocer los resultados.

Foto: Un bombero, con una mascarilla con la imagen de la Virgen de La Paloma. (EFE)
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La situación llevó a las autoridades sanitarias a pedir a los países vecinos, Alemania y Bélgica, si podían usar sus laboratorios para analizar los test que se realicen a los holandeses porque la saturación en Países Bajos está provocando listas de espera, retrasos, y una ausencia total de rastreo de contactos. Dado que la oferta en sus fronteras inmediatas resultó insuficiente, La Haya llegó a negociar con Abu Dabi para que los laboratorios Unilabs ayudaran a analizar unas 10.000 PCR al día. Finalmente, Sanidad decidió frenar el plan en el último minuto por “importantes problemas de privacidad” que surgirían enviando las pruebas hasta Emiratos Árabes Unidos.

Tuviera o no éxito el 'confinamiento inteligente' en la primera oleada, las cifras muestran que el exceso de confianza -en el Gobierno, en la responsabilidad individual y en las instituciones- haya hecho que una sociedad prudente y responsable parezca, de repente, algo insensata. Porque los holandeses son lo mejores frenando el mar, pero para frenar al virus se necesitan seguir las reglas de virólogos y epidemiólogos. De pólders sabrán poco, pero de pandemias, mucho más que los Orange.

Después de meses de confiar el devenir de la pandemia al sentido común de sus ciudadanos, Países Bajos se ve obligada ahora a abrir los ojos ante la amenaza del coronavirus. El objetivo del Gobierno es evitar a cualquier precio un confinamiento, ya sea en su variante 'inteligente' -como hicieron durante la primera oleada- o con medidas más estrictas -como el resto del mundo-. Pero la estrategia de cerrar los restaurantes a las 22:00 horas, limitar el aforo a 30 personas en el interior y libertad que los que quieran usar las mascarillas lo hagan no parecen que estén siendo efectivos para frenar el auge de contagios, disparado desde mediados de septiembre y sin visos de control.

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