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¿Perdió la magia el bufón favorito de Reino Unido? La caída infinita de Boris Johnson
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¿Perdió la magia el bufón favorito de Reino Unido? La caída infinita de Boris Johnson

Su criticada gestión del covid-19 y la estrategia a base de amenazas en la recta final de las negociaciones con Bruselas han hecho que su popularidad haya caído en picado en las encuestas

Foto: El primer ministro británico, Boris Johnson. (EFE)
El primer ministro británico, Boris Johnson. (EFE)

No hay nada que le guste más a Boris Johnson que subirse a un escenario. Más que la gestión del poder, lo que a él siempre le ha obsesionado es la imagen de poder. En definitiva, estar en el foco. Y hay que reconocerle que la faceta de 'entertainment' la borda. Ya incluso en su etapa como alcalde de Londres, sus intervenciones en el congreso anual del Partido Conservador eran de las más esperadas. En aquel momento, se le veía más como un inteligente 'bufón' que como un candidato a primer ministro. Pero la causa euroescéptica le dio el impulso que necesitaba. En los últimos años, las colas que se formaban para escuchar sus discursos en la importante cita otoñal que los 'tories' tienen con sus bases daban, literalmente, la vuelta a la manzana.

Tras haber logrado una aplastante mayoría absoluta en los comicios del pasado diciembre y haber conseguido ejecutar el Brexit, Johnson debería haberse dirigido este martes a los suyos más que nunca cual héroe. La pandemia, sin embargo, ha truncado los planes, porque todo se debe hacer ahora 'online'. Y, de alguna manera, el 'premier' debió agradecer el hecho de cambiar el escenario por un frío estudio de grabación en Birmingham. Porque su criticada gestión ante la crisis del covid-19 y la estrategia a base de amenazas en la recta final de las negociaciones con Bruselas para cerrar un acuerdo comercial han hecho que su popularidad haya caído en picado en las encuestas. El liderazgo del que fuera 'rockstar' está más cuestionado que nunca, tanto fuera como dentro de sus filas.

Foto: Allegra Mostyn-Owen, primera pareja de Boris Johnson, en Oxford en 1987

Ya no solo se trata del virus y del Brexit. El rumbo que la formación ha tomado en otras muchas otras cuestiones en estos 10 meses que Johnson lleva en Downing Street no agrada. Algunos de los diputados que apostaron por él en las primarias confiesan en privado estos días que se sienten como compradores estafados. En definitiva, una cosa es lo que se anunciaba de manera tan atractiva en internet y otra muy distinta lo que luego les ha llegado a casa. ¿Ha perdido el bufón su magia?

El propio protagonista quiso despejar dudas. “He leído muchas tonterías sobre el modo en que la enfermedad me había robado la magia. Simplemente, estaba demasiado gordo y ya he perdido 12 kilos”, señaló el 'premier', utilizando su propio caso ante el covid (que le llevó incluso a estar ingresado en la UCI) como mejor metáfora para explicar que el Reino Unido saldrá reforzado de la crisis.

placeholder Foto: Parlamento británico.
Foto: Parlamento británico.

Ante la excepcionalidad de las circunstancias, la pandemia protagonizó su discurso. Explicó que la misión del “Gobierno no puede reducirse a la mera recuperación de la normalidad”, sino que la crisis debe ser un catalizador para cambiar las cosas. En este sentido, Johnson prometió impulsar la transformación ecológica del Reino Unido, con una inversión de más de 170.000 millones de euros para que en una década todos los hogares británicos obtengan su electricidad de esta fuente renovable. Él, que tantas veces se había mofado de las fuentes renovables, se reinventa ahora como embajador de la revolución verde.

En contraste con sus últimas apariciones, en las que parecía un niño pequeño al que le han dicho que no puede correr en un funeral familiar, al discurso no le faltaron las metáforas y florituras marca de la casa. “No sé ustedes, pero yo ya he tenido más que suficiente con esta pandemia”, aseveró.

Metido en la segunda ola

El problema es que, lejos de estar en el punto de reconstrucción, el Reino Unido está metido de lleno ya en una segunda ola. La tasa de contagios es ahora de 125,7 casos por 100.000 personas, frente a los 63,8 de hace una semana. En Inglaterra, los casos se incrementaron un 25% en un solo día, después de que 478 personas tuvieran que ser ingresadas el domingo. Los muertos superan ya los 42.000, la cifra más elevada de Europa. Por lo tanto, el futuro verde y esperanzador que promete Johnson va a tener que esperar. El presente ahora se llama covid-19 y el Gabinete no puede estar más dividido a la hora de gestionar la crisis.

El martes por la noche, 14 'tories' rebeldes (entre ellos, pesos pesados como Graham Brady, responsable del llamado Comité 1922, que agrupa a los conservadores sin cartera) votaron en contra de las prohibiciones de reuniones de más de seis personas. Y la próxima semana se espera que más de 40 rebeldes planten cara al Ejecutivo para que retire el toque de queda de pubs y restaurantes, que ahora deben cerrar sus puertas a las 22:00. En esta ocasión, sí puede haber humillante derrota para Johnson.

Foto: El primer ministro británico, Boris Johnson. (Reuters)

Para poder extender sus poderes especiales ante la pandemia por otros seis meses, el Gobierno ha tenido que ceder ante las demandas a los rebeldes para que las medidas se discutan en el Parlamento. Los 'tories' quieren que Westminster tenga más voz y voto. Y las nuevas restricciones no gustan a las filas. Algunas normas se consideran una “intromisión masiva en la libertad y la vida privada de todo el pueblo británico”. Otras se ven como una amenaza a la debilitada economía de un país que ya está en recesión.

Le adelantan por la derecha

Es curioso porque, mientras Johnson se hunde en las encuestas, el responsable del Tesoro, Rishi Sunak, se ha convertido en el 'chancellor' más popular de los últimos 40 años, desde el legendario lord Denis Healey, y su nombre ya va sonando en las quinielas como futuro líder.

Ante la seriedad que representa Sunak, el primer ministro refleja el auténtico caos. Es cierto que el excéntrico político nunca ha reparado en los detalles. Pero sus últimas intervenciones han sido ya bochornosas, porque ni siquiera ha sabido explicar cómo funcionan las restricciones sociales.

Foto: Rishi Sunak. (Reuters)

Pero, más allá de la gestión de la pandemia, la estafa que sienten ahora gran parte de las filas conservadoras es que el 'premier' lidera un Gobierno que es todo menos conservador.

"Destrucción creativa"

El nombre del partido da una pista de dónde se asientan sus raíces. Los conservadores instintivamente quieren conservar. Pero la actual Administración rechaza el tradicional respeto por la continuidad y el compromiso a favor de lo que se ha bautizado como una 'destrucción creativa'. Downing Street está sacudiendo los pilares de las instituciones más arraigadas, como la cadena pública BBC (a la que amenazan ahora con cambiar su modelo de pago) y el propio 'civil service' (servicio de funcionariado), que en los últimos meses ha perdido a gran parte de sus máximos responsables.

Se trata de un Gobierno, además, que está intentando eludir al Parlamento (llegando a derogar de manera ilegal su actividad el año pasado) e incluso amenaza con violar tratados internacionales.

El hecho, por cierto, de estar dispuestos a no acatar ahora el acuerdo de retirada del Brexit no solo está manchando su reputación a nivel internacional, sino que está dando cada vez más alas a los nacionalistas escoceses que, de ganar los comicios al Parlamento de Edimburgo en mayo, van a estar avalados democráticamente para pedir un nuevo referéndum de independencia.

Foto: El primer ministro británico, Boris Johnson. (EFE)

El Gobierno, en definitiva, está dominado por 'outsiders'. Dominic Cummings, el oscuro asesor del primer ministro, ni siquiera es miembro del partido y trata a sus representantes electos con desprecio. Munira Mirza, jefa de política de Johnson, solía escribir para 'Living Marxism', la revista interna del Partido Comunista Revolucionario. Michael Gove, a efectos prácticos el vice primer ministro, tenía una foto de Lenin en la pared de su oficina y comparte su análisis de que “a veces la historia necesita un empujón”.

Se podría decir que esta es una Administración de 'outsiders' que, de alguna manera, guardan rencor contra un sistema que creen que en su momento no los tomó lo suficientemente en serio. El mito que crearon, al fin y al cabo, para conseguir el triunfo de la causa euroescéptica era precisamente eso, el de la lucha contra el 'establishment'. Cuando en realidad muchos de ellos son, de hecho, parte de la élite que pretenden despreciar, empezando por el propio Johnson, que se educó en el elitista colegio de Eton, donde el uniforme de los alumnos es de chaqué negro con pajarita blanca.

Durante un tiempo, fue fácil criticar el 'statu quo'. El problema es que si quieres desmantelar las cosas, tienes que tener un plan para saber qué pones en su lugar. Y, de momento, Johnson no parece haber encontrado una opción que satisfaga ni dentro ni fuera de sus filas.

No hay nada que le guste más a Boris Johnson que subirse a un escenario. Más que la gestión del poder, lo que a él siempre le ha obsesionado es la imagen de poder. En definitiva, estar en el foco. Y hay que reconocerle que la faceta de 'entertainment' la borda. Ya incluso en su etapa como alcalde de Londres, sus intervenciones en el congreso anual del Partido Conservador eran de las más esperadas. En aquel momento, se le veía más como un inteligente 'bufón' que como un candidato a primer ministro. Pero la causa euroescéptica le dio el impulso que necesitaba. En los últimos años, las colas que se formaban para escuchar sus discursos en la importante cita otoñal que los 'tories' tienen con sus bases daban, literalmente, la vuelta a la manzana.

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