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Los estudiantes humillan a Boris y acaban en las calles con su algoritmo de selectividad
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las notas bajaban un 40%

Los estudiantes humillan a Boris y acaban en las calles con su algoritmo de selectividad

Los estudiantes han echado un pulso a Boris Johnson en las calles y han ganado: serán los profesores y no el algoritmo del Gobierno los que pongan las notas de la selectividad

Foto: Protestas de estudiantes en Reino Unido. (Reuters)
Protestas de estudiantes en Reino Unido. (Reuters)

No se había visto nunca un volantazo de tal calibre durante el Gobierno de Boris Johnson. Ni con la pandemia. Ni la economía. Ni siquiera con el Brexit. Pero lo que no han conseguido los políticos o el covid-19 lo han logrado los estudiantes británicos, que no estaban dispuestos a que un polémico algoritmo determinase su futuro. Finalmente, serán los profesores y no las máquinas los que tengan la última palabra sobre los 'A-Levels' (los exámenes equivalentes a la selectividad en Reino Unido).

Jueves, 13 de agosto. Tras el curso más atípico de sus vidas, los alumnos reciben las notas finales que determinará su acceso a la universidad. Y se vive un auténtico drama. Casi el 40% obtiene una evaluación muy inferior a la estimación que habían realizado los maestros. Adiós al sueño de estudiar la carrera deseada. ¿Qué había pasado? Pues que el coronavirus había obligado a cerrar los centros y cancelar los exámenes. Y, como alternativa, el Ejecutivo había encargado al ente público Ofqual (responsable de las reglas generales de cualificaciones) un método para calcular las notas.

Foto: Foto: Reuters

Un algoritmo cargado de polémica que ponderaba el resultado previsto para un alumno no solo con la evaluación del profesor, sino incluyendo además otros factores externos como el historial del centro educativo. No toma en consideración las notas de los exámenes del alumno en particular desde los 16 años, sino que le aplica un factor deducido del grupo al que pertenece en la división de las notas por percentiles.

La fórmula empleada se explica en un farragoso documento técnico de 300 páginas. Pero, en cristiano, se da más protagonismo al centro que a la trayectoria individual del estudiante. Y esto, entre otros efectos secundarios, ha provocado una gran brecha social entre los distintos colegios —favoreciendo a los privados— y perjudicando gravemente a los alumnos más brillantes de escuelas de bajo rendimiento.

Derrotar al algoritmo en las calles

Cuando se conocieron las notas, los estudiantes decidieron salir a protestar a las calles. Uno de los cabecillas de la 'rebelión' ha sido Curtis Parfitt-Ford, de 18 años, quien llegó a preparar una demanda contra Ofqual por una situación que veía “ilegal e inmoral”. Con una media de sobresaliente, él personalmente no se veía afectado. Con algoritmo o sin él, la nota le da de sobra para estudiar Informática, la carrera que siempre ha querido. Pero, al ver lo que estaba pasando, el joven —que también ha sido muy activo con la causa pro UE tras el triunfo del Brexit— recalca que “no se podía quedar sentado en su sofá”.

Había mucho en juego y las cosas no se podían quedar así

“El algoritmo era completamente injusto. Es más, en un principio querían dar prácticamente todo el protagonismo a la evaluación del centro por diferentes asignaturas sin tener siquiera en cuenta la valoración del profesor. En mi propio colegio hay gente que se ha visto perjudicada, según las asignaturas que cursaba. Había mucho en juego y las cosas no se podían quedar así”, explica a El Confidencial.

En menos de una semana, su campaña de 'crowdfunding' para cubrir los costos legales recaudó alrededor de 30.000 libras. Ahora que le han ganado la batalla al Gobierno, ofrecen devolver el dinero a los correspondientes donantes o destinarlo a causas benéficas. En cualquier caso, hay muchas universidades que ya tienen sus plazas cogidas y, ante la polémica, lo único que pueden ofrecer ahora a los estudiantes es guardarles la nueva nota que reciban para el próximo año.

“No me gusta escuchar que somos la generación perdida. Obviamente, nos jugábamos mucho este año con estos exámenes de acceso a la universidad. Pero hay que poner las cosas en perspectiva. Estamos en medio de una pandemia global. Hay mucha gente que ha muerto o ha perdido a seres queridos”, matiza.

placeholder Protestas de estudiantes británicos. (Reuters)
Protestas de estudiantes británicos. (Reuters)

Grieta, olla y volantazo

La idea del algoritmo comenzó a agrietarse en Escocia. La semana pasada, la ministra principal escocesa, Nicola Sturgeon —quien tiene sus propias competencias en educación— entonó el 'mea culpa' y explicó que las notas finales estarían basadas en la evaluación del profesorado y no la polémica fórmula. Pese a las grandes críticas y el caos que se vivía en Edimburgo, el Gobierno central en Londres permanecía impasible, como si aquello no fuera con él. Es más, el ministro de Educación, Gavin Williamson, se pasó el fin de semana concediendo entrevistas en las que aseguraba que en Inglaterra —donde tiene plenas competencias— no cambiaría nada.

Pero, hora tras hora, la situación se iba calentando como una olla a presión. En el Reino Unido, el sistema electoral no funciona por lista. Cada diputado se tiene que ganar la confianza y el voto del electorado del distrito que luego representa en Westminster. En muchos casos, esto lleva a los parlamentarios a enfrentarse con su propio partido por defender los intereses de los vecinos de su circunscripción. Y con un tema tan sensible como la selectividad, los teléfonos no paraban de sonar. Alrededor de 25 conservadores, incluidos dos miembros del Gabinete de Johnson, criticaron públicamente el polémico algoritmo pidiendo a Williamson que siguiera los pasos de Escocia, Gales e Irlanda del Norte para poner las notas en función con la evaluación de los maestros.

Foto: Una pareja come en un restaurante en Londres. (EFE)

Finalmente, el lunes, el responsable de Educación anunciaba volantazo. “Trabajamos con Ofqual para construir el modelo más justo posible, pero está claro que el proceso de asignación de calificaciones ha dado como resultado inconsistencias”, anunciaba. “Lamento la angustia que esto ha causado a los jóvenes y sus padres, pero espero que ahora tengan la certeza y tranquilidad que merecen”, añadía.

La joven promesa quemada

placeholder El ministro de Educación británico, Gavin Williamson. (Reuters)
El ministro de Educación británico, Gavin Williamson. (Reuters)

Durante toda la polémica, Johnson ha estado completamente ausente disfrutando de sus recién estrenadas vacaciones y baja de paternidad. Fuentes gubernamentales insisten en que Williamson tiene el apoyo del 'premier'. Pero se da prácticamente por hecho que la carrera del titular de Educación tiene los días contados.

No hace tanto, Williamson era una de las jóvenes promesas del Partido Conservador. A finales de 2017, la entonces primera ministra, Theresa May, le entregó la cartera de Defensa, para sorpresa de muchos, ya que nunca había estado al frente de ningún ministerio. Pero en 2019, se vio obligado a dimitir tras ser acusado de haber filtrado información del Consejo de Seguridad Nacional sobre los planes gubernamentales para permitir que Huawei formase parte de la construcción de la red 5G en el Reino Unido, algo que siempre ha negado.

Con las últimas primarias de la formación, Johnson le rescató para ser su director de campaña. Y, tras hacerse con el liderazgo, le devolvió el favor nombrándole responsable de Educación. Sin embargo, su imagen no hace ahora otra cosa que ensombrecer un Gabinete cada vez más cuestionado. Gana el hombre contra la máquina. O ganan los estudiantes. Se mire por donde se mire, pierde Johnson.

No se había visto nunca un volantazo de tal calibre durante el Gobierno de Boris Johnson. Ni con la pandemia. Ni la economía. Ni siquiera con el Brexit. Pero lo que no han conseguido los políticos o el covid-19 lo han logrado los estudiantes británicos, que no estaban dispuestos a que un polémico algoritmo determinase su futuro. Finalmente, serán los profesores y no las máquinas los que tengan la última palabra sobre los 'A-Levels' (los exámenes equivalentes a la selectividad en Reino Unido).

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