Cómo hacer 'bullying' a la UE: por qué China y Turquía siguen ahora los pasos de Rusia
En teoría, la Unión Europea parece decidida a “usar el lenguaje del poder”, pero en la práctica otras potencias están empezando a imitar a Rusia a la hora de enfrentarse a Bruselas
La crisis del covid-19 puede haber ralentizado la economía global, pero no la inmersión del mundo en formas cada vez más brutales a la hora de jugar a las relaciones internacionales. La Unión Europea parece decidida a "usar el lenguaje del poder", pero, de momento, sigue tímida a la hora de hacerlo público.
En primavera, la imagen internacional de China cambió muy rápido desde la llamada 'diplomacia de las mascarillas' a la 'diplomacia Wolf Warrior', acabando con décadas de prácticas diplomáticas de perfil bajo. Turquía envió tropas y armas a Libia para apoyar al Gobierno internacionalmente reconocido en el país (pero rompiendo el embargo de armas firmado). Los barcos de Ankara llevaron a cabo maniobras amenazadoras contra un barco francés que formaba parte de una misión naval cerca de Libia. Incapaz de conseguir un apoyo explícito lo suficientemente fuerte de la Alianza, el Gobierno francés suspendió su participación en la misión naval de la OTAN. Rusia, por su parte, envió aviones a Libia para apoyar a un señor de la guerra, pero de alguna forma eso provocó menos rechazo que lo hecho por Turquía.
Ninguna de estas prácticas es nueva. Durante la última década, Rusia ha ido modelando y perfeccionando su comportamiento más allá de sus fronteras. Lo que es nuevo, sin embargo, es que varias potencias estén siguiendo el guion ruso. Por un lado, el anterior y aburrido discurso diplomático del Ministerio de Asuntos Exteriores chino ha sido sustituido por un tono engreído similar al de sus colegas rusos. Y la intervención turca en Libia no es muy diferente a la rusa en Siria (aunque, de momento, con un número de víctimas mucho más bajo).
El control de vastos territorios de Turquía en el norte de Siria no solo recuerda al dominio pasado de Turquía en el norte de Chipre, sino también al poder de varias 'zonas conflictivas' como Abkhazia y el sur de Osetia, en Georgia, Transnistria, en Moldavia, y el Donbas, en Ucrania. Una perspectiva similar de repartición espera a Libia, con varias partes siendo apoyadas por diferentes superpotencias extranjeras.
¿'Déjà vu' geopolítico?
Hasta cierto punto, Rusia no es responsable de que otros Estados estén adoptando con más asiduidad su guía para lanzar escaramuzas geopolíticas tanto en la UE como en Estados Unidos. Sin embargo, al empujar los límites de lo internacionalmente aceptable con tanta facilidad, Moscú ha conseguido que este comportamiento sea cada vez más atractivo para otras potencias, sobre todo cuando Occidente se muestra tan receptivo.
Las reacciones usualmente mansas de Occidente ante la escaramuza diplomática, cibernética, de propaganda e inteligencia de Rusia han enseñado a todos los que estén dispuestos a desafiar a Estados Unidos o provocar a Europa que no hay que ser tímidos. Un ejemplo son las ciberintrusiones, que, desde al menos finales de los ochenta, las superpotencias han usado para espiar.
Rusia ha sido pionero en los ciberataques contra infraestructuras civiles críticas como redes eléctricas
En la última década, Rusia ha sido pionera en los ciberataques contra infraestructuras civiles críticas como redes eléctricas de una forma que ni China ni EEUU habían hecho antes (el virus de Stuxnet, supuestamente desarrollado por EEUU, tuvo como objetivo las centrifugadoras nucleares iraníes, no los proveedores de electricidad civiles en Irán, por ejemplo).
Poco después, el número de ataques contra las infraestructuras civiles críticas empezaron a aumentar. Incluso Estados miembros de la OTAN, entre ellos EEUU, Reino Unido, Francia y Países Bajos, adaptaron su doctrina de ciberseguridad para un mundo cibernético mucho más agresivo.
Los intentos de influir en las elecciones de otros países cuentan una historia muy parecida. La primera granja de ‘trolls’ rusos, a veces llamada brigadas-web, data de la primera década de los dos mil. En un principio, se diseñaron para la política nacional. Varias docenas de países conducen operaciones igualmente agresivas a nivel doméstico. Y Rusia ha sido el primero que ha intentado internacionalizar esas operaciones intentando influir en las elecciones de EEUU en 2016 y en las presidenciales francesas en 2017.
En 2020, muchos más países han entrado en el juego. Irán, China, Israel y Turquía están entre ellos. Al tiempo que infinidad de potencias están intentando jugar con los límites de lo permisible y punible, son la UE y EEUU quienes permiten que estos límites sean modificados. Cuanto más dócil sean EEUU y especialmente la UE ante estas tácticas cada vez más agresivas, más se sentirán tentadas las otras potencias de imitarse entre ellas y de llevar a cabo nuevas formas de ignorar, retar y atacar abiertamente los intereses de la UE y EEUU.
Una UE sin ganas de poder
Desde una perspectiva teórica, los líderes europeos entienden lo que está ocurriendo. El tono de China y Turquía se ha endurecido. La sanciones a Rusia no han hecho que Moscú vacile en sus objetivos. Hay discusión para hacer la UE más geopolítica y más soberana desde un punto de vista estratégico.
Pero esta conceptualización teórica de las nuevas realidades geopolíticas tiene que traducirse en políticas concretas. La relación de la UE con Rusia, Turquía y sus socios tanto del este como del sur sigue siendo mayoritariamente antigeopolítica. Con la crisis economía causada por el coronavirus, el gasto en defensa disminuirá, en vez de seguir con su lento aumento. Aunque la UE adoptó un marco legal que permite la introducción de sanciones contra los autores de ciberataques (presumiblemente identificados y financiados por los Estados), nunca han sido usadas. La UE no tiene absolutamente ninguna relevancia geopolítica tanto en Siria como en Libia.
La relación de la UE con Rusia, Turquía y sus socios tanto del este como del sur sigue siendo mayoritariamente antigeopolítica
Por miedo a irritar a Rusia, la UE todavía tiene miedo de su propia sombra cuando hablamos de desarrollar una seguridad compartida (no hablemos ya de defensa) con países como Ucrania o Georgia. Mientras sigan sin existir políticas europeas concretas más allá del deseo explícito de la UE de hablar el lenguaje del poder, es muy probable que la indiferencia geopolítica hacia la UE, que en ocasiones roza el 'bullying', siga creciendo.
*Artículo escrito por Nicu Popescu, analista del European Council On Foreign Relations, originalmente en el 'EU Observer' con el titular "Russia showed Turkey and China how to bully EU".
La crisis del covid-19 puede haber ralentizado la economía global, pero no la inmersión del mundo en formas cada vez más brutales a la hora de jugar a las relaciones internacionales. La Unión Europea parece decidida a "usar el lenguaje del poder", pero, de momento, sigue tímida a la hora de hacerlo público.