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Italia se rebela contra la pobreza: auge de samaritanos en un país devastado
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UN 30% MÁS DE GENTE PIDIENDO AYUDA

Italia se rebela contra la pobreza: auge de samaritanos en un país devastado

La disfunción económica provocada por la pandemia corre ahora el riesgo de ser más viral que el virus mismo. Sin embargo, al mismo tiempo, el número de iniciativas solidarias no para de aumentar

Foto: Un mural ilustrando al papa Francisco como un vagabundo pidiendo en Milán y titulado 'Cáritas'. (Reuters)
Un mural ilustrando al papa Francisco como un vagabundo pidiendo en Milán y titulado 'Cáritas'. (Reuters)
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“Sí, soy uno de los nuevos, los que caímos con la pandemia. Y no me avergüenzo de reconocerlo”. Sentado en un silla de plástico en el refugio para personas desamparadas de la Asociación de Sant’Egidio de Trastevere, un gran edificio situado en este barrio céntrico y turístico de Roma, Alessandro mantiene una sonrisa al hablar. Son las 11 de la mañana y, a esta hora, él y el resto de las personas que han venido hoy ya han recibido una bolsa con alimentos básicos. Pero, inmediatamente, este italiano de 40 años dirige la atención hacia los más mayores.

“Ellos son el verdadero drama. Algunos casi no pueden andar. Y, sin embargo, se vienen hasta aquí a buscar algo de comida, tal vez para ayudar a algún hijo o hija en dificultades económicas”, cuenta Alessandro. “Por suerte, estas personas son buena gente y les ayudan. Yo también he empezado a hacerlo. Le hago recados a un hombre mayor que tiene escasa movilidad”, dice en referencia a los voluntarios, manteniendo la mirada fija.

Foto: Una manifestación de residentes médicos por los derechos laborales. (Reuters)

Por la tranquilidad con que habla, da la sensación de que Alessandro, un hombre procedente de una familia acomodada, lleva una vida sin carencias. Pero el cataclismo de la pandemia ha inoculado en su vida otro relato. Perdió los dos negocios que tenía poco después de que el covid-19 se descontrolara en el norte de Italia y el Gobierno decretara el confinamiento más estricto en marzo. Primero le tocó a la pequeña empresa que se había montado para hacer páginas web para hoteles. Luego, otra con la que ofrecía servicios de limpieza.

Alessandro lleva un mes durmiendo en su coche, aparcado en una plazoleta del barrio del EUR, una zona suburbana de Roma, a la que se desplazó con su vehículo tras que le dieran una paliza en otra parte de la ciudad. “Me rompieron el tabique nasal para robarme 10 euros”, cuenta mientras se toca la cicatriz en la nariz. Sin trabajo (“no encuentro nada”) ni móvil, ha decidido ayudar a personas aún más perjudicadas que él: “Me gusta ayudar a este hombre mayor. Nunca lo hubiera pensado, pero quizá podría ser un futuro trabajo”.

Auge de los voluntarios

En Italia, el país de la Unión Europea con más muertos por el covid-19, la disfunción social y económica provocada por la pandemia corre ahora el riesgo de ser más viral que el virus mismo. Sin embargo, al mismo tiempo, el fenómeno ha producido paralelamente otro, menos obvio: han aumentado el número de donaciones y de iniciativas solidarias en todo el país como último sostén.

placeholder Foto: EFE.
Foto: EFE.

Un ejemplo es el de Cáritas Italia. En total, hasta el mes de mayo, esta organización había recolectado casi dos millones de euros, entregados por 3.760 donantes, para el proyecto “Emergencia coronavirus”. Además de ello, “también habían aumentado de manera significativa el número de jóvenes menores de 34 años que se habían puesto a disposición, una franja de edad que habitualmente participa menos a nuestros proyectos”, afirma Walter Nanni, responsable del centro de estudios de Cáritas Italia.

Sant’Egidio ha vivido una experiencia similar. Tan solo en Roma, esta organización ha obtenido el soporte de unos 1.200 voluntarios más que antes del covid. En Nápoles ha ocurrido algo parecido, pues el número de samaritanos creció allí en 500 personas. Esto ha permitido a la asociación —pese a la disminución del número de trabajadores sociales mayores, que han tenido que dejar de trabajar por el mayor riesgo de complicaciones derivadas del contagio— mantener sus numerosas iniciativas en pie e incluso ampliarlas: desde el servicio de duchas y lavandería para los 'sintecho' a la entrega de ropa, pasando por la distribución de comida y la ayuda psicológica y orientación laboral.

Foto: Desfile del Día de la Victoria en Moscú. (Reuters)

Desde el “quien puede, deje. Quien no puede, agarre” que apareció en las puertas de los supermercados al comienzo del confinamiento, la solidaridad colectiva también ha involucrado a asociaciones más estructuradas, como la Cruz Roja, que tan solo en Milán distribuyó 600 toneladas de alimentos.

En el norte de Italia, en Vicenza, 173 familias de origen chino incluso se autoimpusieron un impuesto para donar 7.600 euros a la Protección Civil alpina. De hecho, las donaciones a la Protección Civil italiana, uno de los organismos con mejor fama de Italia, superaron los 160 millones de euros, la cifra más alta de la historia de esta organización en Italia. Pero las ayudas no solo se han vehiculado a través del sector humanitario.

Desde marzo hasta mayo, ciudadanos, asociaciones, fundaciones y una de cada tres empresas han donado dinero hasta sumar cerca de mil millones de euros en la lucha contra el coronavirus, según un reciente estudio de ConsumerLab, una entidad que reúne a varias asociaciones de consumidores. En este contexto, las instituciones sanitarias y la administración regional de Lombardía, la región más castigada por el virus (16.000 fallecidos de 34.000, según los últimos conteos), obtuvieron unos 184 millones de euros, según otra investigación, realizada por el diario económico italiano 'Il Sole 24 Ore'.

Desde marzo hasta mayo, ciudadanos, asociaciones, fundaciones y una de cada tres empresas han donado dinero contra el covid

Asimismo, otras regiones también se han beneficiado de gestos de solidaridad de este tipo. La región Emilia Romaña, por ejemplo, recibió donaciones de hasta 70 millones de euros, según comunicaron ellas mismas. También han surgido iniciativas de economía circular, como la entrega de alimentos de empresas agrícolas a personas en riesgo de pobreza u otros como el proyecto Spesa Sospesa, implementado en Roma, Milán y Nápoles por la colaboración entre Uber Eats y la Fundación Banco Alimentario, una organización no gubernamental con 7.500 centros de ayuda en toda Italia.

En este sentido, la pandemia ha dado en parte un revés a la retórica hostil a las organizaciones no gubernamentales, alimentada por años por la Liga de Matteo Salvini, que en los últimos años polarizó la población y provocó grandes debates en Italia.

Hecatombe económica

El desafío, en verdad, es mayúsculo. Según las últimas previsiones del Banco de Italia, este año el PIB italiano se desplomará al menos un 9,5%. Un dato que podría ser incluso peor si se producen nuevos rebrotes de importancia. Y todo esto con duras repercusiones para la población. De hecho, según un cálculo efectuado por la Confederación Nacional de Agricultores Directos (Coldiretti), el número de los nuevos pobres necesitados de ayuda alimentaria por la crisis económica ya ha alcanzado el millón. Y se teme que crezca aún más.

Las propias asociaciones han visto cómo la crisis económica está haciendo mella en los hogares italianos. “En nuestro centro de Roma, el número de necesitados se ha triplicado y, a la vez, hemos abierto otros 23 puntos de ayuda en zonas suburbanas de la ciudad, donde la mayoría de los que vienen son familias”, cuenta Giovanni Impagliazzo, voluntario de la Comunidad de Sant’Egidio. “Ha venido también gente que antes trabajaba en el turismo y en el cine”, añade, mientras esquiva las colas de personas de distintas edades que aguardan pacientemente su turno para recibir la ayuda ofrecida.

Los “nuevos” se reconocen rápidamente: los voluntarios apenas les conocen y mantienen un trato más prudente. Incluso, muchos de ellos lo viven con pudor: “Me daba mucha vergüenza tener que pedir limosna para sobrevivir, pero luego vi que otros iban y me animé”, confesaba un hombre de mediana edad, en una reciente entrevista con un periódico local. “Estamos teniendo dificultades para hacer la compra mensual”, explicaba otra mujer.

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“Hay un 30% de personas más que antes pidiendo ayuda, y el 70% de estos son italianos, un buen número de los cuales anteriormente trabajaban en el sector informal”, explica Nanni, quien analizó los casos de las 445.000 personas que pidieron ayuda a 169 centros (de los 218) de Cáritas entre marzo y mayo. “Son números muy llamativos pues, antes de la pandemia, era exactamente al revés. La mayoría de los usuarios de nuestros servicios no eran italianos”, añade. Las solicitudes que están llegando han sido de lo más variadas: desde ropa, comida y orientación laboral, hasta peticiones para pagar el alquiler, los gastos de la casa y la electricidad.

En el barrio romano de Tor Bella Monaca, uno de los más complicados de Roma, voluntarios de la Asociación Articolo 21 distribuyen raciones de alimentos a grupos de mujeres con niños, una categoría que consideran particularmente vulnerable. Es parte de un proyecto de la campaña #NoiNonCiFermiamo, nacida durante el confinamiento para brindar un sostén a familias gitanas cuya situación se ha agravado por el encierro masivo.

Desnutrición en niños

“Tras el confinamiento impuesto el 9 de marzo, hicimos una investigación para entender el impacto de la pandemia en las zonas de chabolas de Roma y descubrimos que, además del hacinamiento, también había un problema de escasez alimentaria, sobre todo para los niños”, explicaba recientemente Carlo Stasolla, director de esta ONG, en declaraciones a un grupo de periodistas. “En particular, hemos detectado casos de desnutrición y deshidratación en niños de cero a los tres años”.

Giorgio, voluntario de RomAmor, una pequeña asociación que también opera en la capital italiana, advierte que la pandemia ha cambiado radicalmente su forma de trabajar. Antes de que se implementaran las medidas de distanciamiento social, los voluntarios llevaban dos ollas con comida a zonas adyacentes de las estaciones ferroviarias de Ostiense y Tuscolana y allí repartían las raciones. Pero ahora ellos también han tenido que cambiar su dinámica. “Ahora preparamos las raciones en nuestra cocina y las repartimos ya empaquetadas, para limitar los contactos. Esto afecta mucho a las personas que atendemos pues no logramos establecer un nexo con ellos y conocer sus problemas”, explica.

Aun así, también en este caso, las peticiones de nuevos voluntarios no han disminuido. “Por suerte siempre hay bastante gente que quiere ayudar, también ahora”, afirma. “Por un periodo tuvimos que suspender la aceptación de nuevas personas, pero ahora ya las hemos retomado”, dice. “Aún hay mucho trabajo que hacer”.

“Sí, soy uno de los nuevos, los que caímos con la pandemia. Y no me avergüenzo de reconocerlo”. Sentado en un silla de plástico en el refugio para personas desamparadas de la Asociación de Sant’Egidio de Trastevere, un gran edificio situado en este barrio céntrico y turístico de Roma, Alessandro mantiene una sonrisa al hablar. Son las 11 de la mañana y, a esta hora, él y el resto de las personas que han venido hoy ya han recibido una bolsa con alimentos básicos. Pero, inmediatamente, este italiano de 40 años dirige la atención hacia los más mayores.

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