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Suecia, la excepción del coronavirus que confirma el gran problema de la UE

Una pandemia requiere una cooperación efectiva con los vecinos. En plena crisis, la exigencia de una mayor solidaridad es más urgente que nunca. Y Suecia desvela las debilidades europeas

Foto: Una cafetería en Estocolmo durante la crisis del coronavirus. (EFE)
Una cafetería en Estocolmo durante la crisis del coronavirus. (EFE)

En Berlín tenemos que quedarnos en casa pero podemos hacer un poco de ejercicio físico. El otro día estuve paseando un rato por mi barrio y mirando las tiendas cerradas y los parques vacíos. Y, de forma natural, mi mente se fue a Suecia, lugar donde viví muchos años. El país parece un paraíso en comparación con la confinada Alemania: los cafés están abiertos, los niños juegan en los parques con sus padres y grupos de gente trabajan frente al mar.

De momento, Suecia permanece abierta para los negocios, con algunas restricciones: trabajar desde casa si es posible, evitar viajes innecesarios, reuniones de más de 50 personas, mientras que los restaurantes, cafés y bares deben espaciar la distancia de los clientes. Las estaciones de esquí han decidido cerrar esta temporada.

Foto: La plaza del Duomo de Milán, vacía por el confinamiento. (Reuters)

Por supuesto, tengo celos. ¿Por qué Suecia no cierra sus colegios y fronteras como hacen otros países europeos? Un periodista televisivo alemán ganó un poco de fama en Twitter el otro día al hacer esta pregunta en cada rueda de prensa de la Autoridad Pública de Salud sueca. Tanto Alemania como Suecia suelen amar las reglas y seguirlas. Pero en su respuesta al coronavirus, Suecia ha impuesto muy pocas reglas y, sobre todo, ha llamado al sentido común de la gente. En Alemania, por el contrario, el gobierno rápidamente estableció una larga lista de regulaciones y publicó un catálogo de multas si las incumplías.

La película de miedo sueca

Los socios europeos han criticado mucho ese enfoque: arriesgado, experimental, cínico, ingenuo, lento y loco son algunos de los adjetivos que han lanzado a su vecino normalmente obediente. Un periodista danés, viendo el modelo sueco, dijo que era “como ver una película de miedo”. Un virólogo noruego añadió que Suecia debería ser tratado como un Estado no-Nórdico, en referencia a los acuerdos de cooperación nórdicos. Una Finlandia más tranquila simplemente le envió un amistoso “buena suerte”.

Sin embargo, el Gobierno sueco se ha aferrado a su estrategia, entonando repetidamente que está actuando de acuerdo con los consejos y los datos científicos; no, insinúa, de acuerdo con las consideraciones políticas que están motivando a algunos de los vecinos de Suecia.

La cultura influye en cómo reacciona un país a una crisis del calado del coronavirus. Las bromas inundan internet sobre cómo de natural es para los suecos el distanciamiento social. Posiblemente, la población sueca se ha pasado años entrenando para este escenario. De hecho, si tú esperas en la parada de un autobús o en una cola en Suecia, difícilmente notarás la presencia de otro ser humano detrás de ti. Normalmente quedas con pequeños grupos de personas en vez de en grandes reuniones familiares. Trabajar desde casa forma parte desde hace tiempo del estilo de vida sueco.

Foto: Norbert Röttgen, candidato a suceder a Angela Merkel en la CDU. (Reuters)

Y los suecos nunca han disfrutado del contacto físico de la misma forma que los europeos del sur. En muchas reuniones, tanto por trabajo como personales, extraños y colegas me saludan con una sonrisa o con un tímido movimiento de la mano desde el otro de la mesa, en vez de darme la mano. Besos de bienvenida, por supuesto, quedan descartados. Si no es anticoronavirus, por lo menos sí que es resistente al coronavirus de una forma muy natural.

El gran problema de la UE

Sea cual sea la razón del excepcionalismo sueco, es sorprendente que otros países nórdicos hayan tenido una respuesta tan diferente a esta crisis. En la mayoría de las circunstancias, los Nórdicos suelen llevar a cabo una respuesta similar y, para el resto del mundo, suelen ser indistinguibles de uno a otro. Por lo tanto, si ni siquiera socios tan cercanos pueden ponerse de acuerdo para una respuesta común al Covid-19, ¿cómo lo hará nunca una Unión Europea de 27 miembros tan diversos?

El Covid-19 sirve como lupa para observar hasta las pequeñas diferencias de gobernanza, sociales y culturales entre los países. Y el coronavirus podría lentamente costarle un ojo de la cara al Consejo Nórdico si el “experimento” sueco fracasa en casa o socava los esfuerzos de contención de los países vecinos. “Ingenuo” o “falto de solidaridad” podrían ser las acusaciones más ligeras que recibiría el país de países que en ocasiones normales son socios tranquilos y educados.

Foto: Personal sanitario en el Hospital St. Thomas, en Londres. (Reuters)

La excepción sueca nos dice algo sobre los límites de la gobernanza europea. En Europa, una crisis sanitaria es, desde el punto de vista de la gobernanza, una crisis casi exclusivamente nacional. La UE tiene muy pocas capacidades y autoridades con las que responder a la epidemia. En una UE culturalmente diversa —dentro, incluso, de la región nórdica, más homogénea— a uno no debería sorprenderle que haya diferencias bastante significativas entre países.

Pero un virus no respeta fronteras y la UE no tiene fronteras. Una pandemia requiere una cooperación efectiva con los vecinos. En plena crisis, la exigencia de una mayor solidaridad europea es más urgente que nunca. Pero si incluso un país tan proeuropeo como Suecia se ha convertido un problema, está claro que simplemente confiando en el sentimiento de la solidaridad europea es una receta para la división. Al igual que en 2008-2010, la crisis del coronavirus ha demostrado que la UE no tiene un mecanismo de gobernanza que garantice esa solidaridad entre sus miembros tan diversos culturalmente. La UE ha aguantado múltiples crisis, pero no sobrevivirá a no ser de que cree un mecanismo que anime a sus diferentes estados miembros a responder de forma conjunta en emergencias como esta.

*Análisis publicado en el European Council on Foreign Relations por Marlene Riedel y titulado 'Sweden goes it alone: the EU's coronavirus exception'.

En Berlín tenemos que quedarnos en casa pero podemos hacer un poco de ejercicio físico. El otro día estuve paseando un rato por mi barrio y mirando las tiendas cerradas y los parques vacíos. Y, de forma natural, mi mente se fue a Suecia, lugar donde viví muchos años. El país parece un paraíso en comparación con la confinada Alemania: los cafés están abiertos, los niños juegan en los parques con sus padres y grupos de gente trabajan frente al mar.

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