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Una 'cárcel enorme' en el norte para contener el virus: la receta italiana
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el número de infectados no deja de aumentar

Una 'cárcel enorme' en el norte para contener el virus: la receta italiana

Italia vive momentos extraños porque se lucha contra algo que no se comprende. La sensación hoy es que el contagio es imparable; las dudas son sobre sus efectos

Foto: Un hombre porta una corona de flores y se cubre la boca con una mascarilla en Italia. (Reuters)
Un hombre porta una corona de flores y se cubre la boca con una mascarilla en Italia. (Reuters)

Es una enfermedad de comas, como esta crónica, porque Italia ha entrado en un vértigo en el que siempre se queda algo por contar. El país ha impuesto fronteras a 16 millones de ciudadanos y decidido clausurar buena parte del país. El Consejo de Ministros ha implantado un decreto donde queda prohibido morirse, al menos en compañía, porque quedan prohibidos los funerales. Y las bodas, las obras de teatro, las discotecas, los museos… que serán restringidos para todos aquellos habitantes del norte que están en la zona maldita de la que todos quieren ahora huir. La estación de Milán, tras filtrarse el borrador, se colapsó el sábado por la noche de personas que trataban de tomar un tren y marcharse. "Es una locura haber filtrado el decreto antes de efectuar el cierre porque lo que se ha conseguido es crear el pánico y que muchas personas huyan de la zona roja portando el virus", ha criticado el virólogo Roberto Burioni.

Pero el borrador se ha hecho efectivo esta noche y el presidente del Gobierno italiano, Giuseppe Conte, ha comparecido ante los medios a las 2.30 de la madrugada para dar las explicaciones oportunas. "No podemos hacernos los listos", ha señalado Conte a los periodistas.

Se ha desatado el caos, el miedo, la duda, la sensación y confusión de los que creen que es un virus camuflado de gripe, los que creen que se esconde algo más grave que nadie cuenta, los que hace tiempo que ya no salen de sus casas y los que ya, por norma, no podrán salir porque todos ellos, en bloque, por millones, son un presunto contagio. No hay ya para las autoridades más presunción de inocencia en un virus que se multiplica exponencialmente. No la hay por casos como una pareja de ancianos de Codogno, primer foco del virus en Italia, que se han saltado la cuarentena obligatoria para ir de vacaciones a Trentino y tras sentirse mal han ido al hospital y se les ha diagnosticado el coronavirus. Ahora se intenta saber a cuántos habrán contagiado los "fugados".

Foto: Rueda de prensa de Giuseppe Conte en Roma por el coronavirus. (EFE)

Italia vive momentos extraños porque se lucha contra algo que no se comprende. Parece que era hace un año y es hace un mes que alguien hablaba de una rara enfermedad que había en China, y se veían calles vacías de aquel lejano país de oriente, y nadie teme las cosas que son lejanas hasta que no las tiene encima, y se hacían bromas sobre la velocidad con la que los orientales eran capaces de levantar hospitales y su mal gusto por comer bichos raros.

Y entonces llegó de pronto a Italia el virus, al norte, a las regiones ricas, donde se come pasta y no murciélagos, y se buscaba a un paciente cero como si una persona pudiera ser la causa de tantos males y encontrándolo se pudiera cortar de raíz una infección de tránsito invisible. No se encontró, y comenzaron los contagios, y las imágenes de caras tapadas con máscaras llenaban los telediarios, y el país se sentía el chivo expiatorio de todos los males, y casi había más voluntad de dejar de medicarse que de leer las contraindicaciones. Y en esas estaba Italia hasta que ayer, un sábado por la noche, el sábado por la noche más triste y aburrido que recuerdo haber vivido aquí, un rumor empezó a correr por todas partes: se van a levantar fronteras dentro de las fronteras y el Gobierno puede cerrar casi entera la región de Lombardía y 14 provincias más del Véneto, Emilia-Romaña, Piamonte y Marche. Y al final el rumor se ha hecho realiad.

La sensación hoy es que el contagio es imparable; las dudas son sobre sus efectos. Eso parte la sociedad en dos. En los últimos días, el punto de inflexión fue el cierre de los colegios del miércoles, creció mucho el miedo y la toma de medidas de prevención. Hay fronteras en las casas, en las familias, en los lavabos. Dar dos besos quedó prohibido. En los ascensores de las casas, en las escaleras de los portales, hay carteles informativos que explican protocolos de actuación en caso de tener síntomas. Eso, que ya había dejado las últimas 48 horas imágenes de ciudades vacías, será desde este domingo aún peor. Una vez adoptada la radical medida del cierre, la imagen es de pandemia descontrolada. Si las calles de Italia eran casi un erial por el que no caminaba nadie, la previsión es que el país se meterá por un tiempo en una cárcel. "Me han dicho que los juzgados tienen pensado cerrarlos hasta finales de mayo". "Hay una norma de comportamiento que dice que se dejará de atender a las personas más mayores si hay contagios masivos y se saturan los hospitales". Rumores. Verdades a medias. Inventos. Parte de esos males que van unidos a este tipo de dolencias. Hoy más que nunca conviene escribir y leer con calma. Una pandemia de miedo puede provocar daños peores e irreversibles a muchas personas. "Hay que esperar y tener paciencia. Se está trabajando en contener el virus y hemos visto que en China ha funcionado la medida drástica de cerrar las ciudades", explica Paolo, un medico de Véneto.

Son varios los restaurantes de Roma, que ni siquiera es una ciudad dentro de la zona roja, que han cerrado o van a cerrar en los próximos días

Pero la calma es complicada cuando está en juego la salud, pero también el pago de una hipoteca, un negocio que se acaba de abrir, el puesto de trabajo. "Es ridículo. Mueren solo los ancianos enfermos, como con la gripe, y la gente entra en pánico. Llevamos dos días sin un cliente. La gente cree cualquier cosa", explicaba el viernes Vladimir, un camarero del restaurante Senza Fiamma de Roma al que entrevistaba para un artículo sobre la desolada Ciudad Eterna. Son varios los restaurantes de Roma, que ni siquiera es una ciudad dentro de la zona roja, que han cerrado o van a cerrar en los próximos días.

Ayer también se supo que Nicola Zingaretti, líder del partido socio del Gobierno, el Partido Democrático, anunciaba que se ha contagiado y está en cuarentena en su domicilio. El guardaespaldas de Matteo Salvini, el líder de la Lega, también está infectado. Hay un caso que se ha producido en el Vaticano. El fútbol, sagrado, se plantea una pausa, quizá una suspensión total del campeonato. Es un goteo, constante, que salpica por todos lados. La cifra de 233 muertos suena por todas partes. Son muchos y son pocos. Todo depende de cómo se mida, con qué se compare. Ya no se trata en todo caso, el valor o el temor, de una decisión personal. El Gobierno ha decidido por miles, por millones, que hasta el 3 de abril, deberían permanecer recluidos en un enorme hospital que se expande por el norte de Italia, hacia Europa, por todas partes.

Es una enfermedad de comas, como esta crónica, porque Italia ha entrado en un vértigo en el que siempre se queda algo por contar. El país ha impuesto fronteras a 16 millones de ciudadanos y decidido clausurar buena parte del país. El Consejo de Ministros ha implantado un decreto donde queda prohibido morirse, al menos en compañía, porque quedan prohibidos los funerales. Y las bodas, las obras de teatro, las discotecas, los museos… que serán restringidos para todos aquellos habitantes del norte que están en la zona maldita de la que todos quieren ahora huir. La estación de Milán, tras filtrarse el borrador, se colapsó el sábado por la noche de personas que trataban de tomar un tren y marcharse. "Es una locura haber filtrado el decreto antes de efectuar el cierre porque lo que se ha conseguido es crear el pánico y que muchas personas huyan de la zona roja portando el virus", ha criticado el virólogo Roberto Burioni.

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