El holocausto y Auschwitz, una guerra abierta entre Polonia, Israel y Rusia 75 años después
Cuando se cumplen 75 años de la liberación del campo nazi de Auschwitz, Polonia, Israel y Rusia cruzan acusaciones y reproches que enturbian la ceremonia y el recuerdo de las víctimas
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El decoro y la solemnidad de la ocasión harán que los ilustres asistentes al acto que conmemora la liberación de Auschwitz guarden silencio. Pero antes y después de este día, algunos de sus protagonistas seguirán cruzando reproches, acusaciones e insultos. Cuando se cumplen 75 años del fin del horror para los supervivientes del mayor campo de exterminio nazi y décadas después de que se firmasen armisticios, rendiciones y tratados; la paz, esa que llega solo cuando se sabe y se acepta todo lo que pasó, aún no ha llegado.
La mayor muestra de ello es el hecho de que hayan tenido que celebrarse dos actos diferentes, uno en Israel y otro en el propio Auschwitz, para conmemorar la liberación de un lugar donde se asesinó a más de un millón de personas. En 2015, al conmemorarse los 70 años de la liberación del campo nazi, el protagonismo, tiempo de comparecencia y espacios para las delegaciones se repartió al 50% entre las autoridades polacas e israelíes.
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Incluso el grupo de supervivientes que asistió fue dividido en dos grupos (polacos y judíos), que asistieron, uno frente a otro, al acto. Rusia no estuvo presente porque el entonces ministro de exteriores polaco dijo que no fue el ejército soviético, sino el ucraniano quien liberó Auschwitz (fue, en efecto, un destacamento de ucranianos, si bien parte del Ejército Rojo). Tras calificar de "blasfema y cínica" esa afirmación, Vladímir Putin boicoteó la ceremonia.
Choque entreRusia, Polonia e Israel
En esta ocasión, tal como revancha, el propio Putin ha enervado los ánimos afirmando hace poco que Polonia debería aceptar su responsabilidad y admitir que comenzó la Segunda Guerra Mundial. En respuesta, el presidente polaco, Andrzej Duda, pidió intervenir en los actos de Israel antes o después de Putin, previsiblemente para dejar constancia del malestar polaco por estas afirmaciones.
En vez de intentar acercar posturas, el Gobierno israelí (cuyo ministro de Exteriores dijo no hace mucho que "los polacos maman el antisemitismo desde el nacimiento") ha terminado cediendo el protagonismo al mandatario ruso y montando un acto paralelo en Jerusalén el que se lamenta la muerte de cientos de miles de ciudadanos de un país cuya representación ha sido vetada. Finalmente, en la ceremonia de Auschwitz será exclusivamente el presidente polaco quien tendrá el honor de hablar en un escenario que debería simbolizar la tolerancia, la memoria histórica y el respeto.
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Los cerca de 200 supervivientes del campo nazi que asistirán, "siendo los más distinguidos invitados", según las autoridades que administran el museo actualmente, tendrán ante sí un ejemplo de cómo, 75 años después, el eco de un pasado beligerante y trágico sigue levantando polémica.
Aunque no es nada nuevo, en los últimos meses se han multiplicado las acusaciones judías contra el papel polaco en el Holocausto ("negarlo es caer muy bajo", llegó a decir el presidente israelí) y el colaboracionismo judío en la masacre ("hubo una mano judía", dijo el 'premier' Morawiecki).
Ley que prohíbe acusar a Polonia
La ley polaca que penaliza acusar a esta nación de haber participado en el Holocausto, una ley que ha sido mal entendida por casi todo el mundo y que no criminaliza negar hechos históricos probados, sino difundir afirmaciones similares a las de Putin, ha ayudado poco a aflojar las tensiones que, ocho décadas después, parecen seguir a flor de piel.
Por otro lado, hechos poco conocidos como que la mayoría de los "justos entre los justos" que dieron o arriesgaron sus vidas para salvar judíos eran polacos, o el hecho evidente de que cientos de miles de los judíos exterminados en suelo polaco eran, precisamente, ciudadanos polacos, además de judíos, hacen que mucha gente en este país sienta que Israel intenta apropiarse de la historia y reclama el “monopolio del sufrimiento” que afectó a millones de personas en todo el mundo.
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Un héroe polaco
Quizás, la historia del héroe polaco Witold Pileck, que se dejó capturar y enviar a Auschwitz de manera voluntaria para reunir pruebas de lo que estaba ocurriendo, y las presentó a los aliados sin obtener apenas reconocimiento ni apoyo, resuma apropiadamente la mezcla de desconocimiento, contradicciones, acusaciones sin fundamento y remordimientos de conciencia que aún hoy rebrotan en Europa.
En el desfile del Día de la Victoria en París, la única nación vetada por los aliados, para no herir la susceptibilidad de Stalin, fue Polonia
Lo cierto es que, en medio de una guerra mundial en la que los dos ejércitos más poderosos del mundo se cebaron con un país para reducirlo a cenizas primero y someterlo al totalitarismo después, nadie pudo hacer tan poco e hizo tanto por los judíos como los polacos y nadie pudo hacer tanto e hizo tan poco como los aliados y los soviéticos. Cabe recordar que, en el desfile del Día de la Victoria en París, la única nación vetada por los aliados, para no herir la susceptibilidad de Stalin, fue Polonia.
Como el periódico israelí Haaretz publicaba en su editorial de hace pocos días, “Israel mantiene actualmente dos narrativas diferentes sobre el Holocausto. Una es la de los historiadores del Yad Vashem, los custodios nacionales de la memoria e investigación del Holocausto, que normalmente lucha por la veracidad y objetividad históricas, si bien poniendo el sufrimiento judío de relieve. La otra es la narrativa que resulte políticamente útil al gobierno de turno. Netanyahu puede ser uno de los mayores explotadores del holocausto en favor de su agenda política, pero no es ni mucho menos el primero (…) desde Ben Gurion en adelante, todos han instrumentalizado el Holocausto”.
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El lugar que no dejó la ausencia polaca en Jerusalén fue ocupado por Moshe Kantor, presidente del Congreso Judío Europeo, una especie de escisión regional mal avenida con el Congreso Judío Mundial. Kantor (que hizo su fortuna en Rusia, donde es conocido como "el rey de los fertilizantes") ya intentó, sin éxito, montar un acto similar al de hoy en Praga, con el patrocino de Putin, para prestarse a sí mismo una plataforma desde la que seguir despotricando contra todos los gobiernos europeos y el -según Kantor, antisemitismo que en mayor o menor medida todos los países europeos exhiben.
Si ni siquiera 75 años después es posible ponerse de acuerdo sobre el lugar ni la forma de mostrar respeto hacia un millón de víctimas, independientemente de su nacionalidad o religión, y si se dejan oír los insultos y acusaciones de un grupo de políticos en vez del silencio ensordecedor de los que ya no están, es, seguramente, porque el pasado aún está presente dentro de los muros de Auschwitz.
El decoro y la solemnidad de la ocasión harán que los ilustres asistentes al acto que conmemora la liberación de Auschwitz guarden silencio. Pero antes y después de este día, algunos de sus protagonistas seguirán cruzando reproches, acusaciones e insultos. Cuando se cumplen 75 años del fin del horror para los supervivientes del mayor campo de exterminio nazi y décadas después de que se firmasen armisticios, rendiciones y tratados; la paz, esa que llega solo cuando se sabe y se acepta todo lo que pasó, aún no ha llegado.