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Lipovetsky: "La gente no va a dejar de comer carne ni de ir en coche para salvar el planeta"
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entrevista al filósofo francés

Lipovetsky: "La gente no va a dejar de comer carne ni de ir en coche para salvar el planeta"

El filósofo francés lleva décadas analizando el descrédito de la política y la decepción social. Es autor de 'El imperio de lo efímero' y 'De la ligereza', que podría ser la última crónica parlamentaria

Foto: Gilles Lipovetsky. (Manuel Castells/UNAV)
Gilles Lipovetsky. (Manuel Castells/UNAV)

martEl día que amanecíamos con la noticia de que toca repetir las elecciones por la incapacidad de nuestros políticos para ponerse de acuerdo, aterrizaba en España el filósofo Gilles Lipovetsky. No podía ser más oportuna la visita del autor de ‘La era del vacío’, teniendo en cuenta que lleva cuatro décadas analizando el descrédito de la política y la decepción social. ‘De la ligereza’ es el título de su último libro, pero podía serlo también de nuestra última crónica parlamentaria.

Este profesor de Filosofía de la Universidad de Grenoble y doctor honoris causa por media docena de universidades se reconoce preocupado por el avance en política de lo que llama los neopopulismos: “Los podemos explicar por la inquietud que está aumentando en gran parte de la población, tanto en Europa como en EEUU”. Y, tras enumerar Trump, el Brexit y Bolsonaro, así como el avance de los partidos xenófobos en Alemania, Italia y Francia, añade: “La era del vacío se ha convertido en la era del miedo y la inseguridad. Es la inseguridad vinculada a la globalización y el miedo a que se abran las fronteras, es el miedo a la inmigración y a perder el empleo, pero hay otros temores que los políticos deberían tomarse muy en serio como el de la inseguridad por el deterioro de la ecología y el medio ambiente. Las respuestas a estos miedos que da el populismo son muy dañinas”.

¿La democracia liberal corre peligro?

No quiere sonar catastrófico, pero sí alerta: “Es verdad que en países como Francia, Austria e Italia los partidos populistas de extrema derecha crecen en apoyo y hasta ganan elecciones, pero de momento en la Europa Occidental no están amenazadas las libertades fundamentales ni la independencia de la justicia, las instituciones funcionan. Salvini estaba en el poder y se ha ido”, recuerda en referencia a los cambios del gobierno italiano. Aunque reconoce que el fenómeno afecta Europa de manera desigual y que “en países del este como Polonia, Hungría, y Rumania la democracia sí está amenazada”.

Hay países europeos en los que la extrema derecha crece, pero de momento no están amenazadas las libertades fundamentales

Según Lipovetsky, sin embargo, también hay motivos para inquietarse en las democracias liberales más antiguas: “Tenemos sondeos que dicen que uno de cada tres franceses piensa que la democracia no es el mejor de los regímenes y eso revela un cambio en la cultura democrática. Una parte importante de la población piensa que la desaparición de la democracia no sería un desastre absoluto. Esto sí que da miedo”, advierte. “Pero no es comparable a la situación de los años 30, porque no hay actualmente una ideología alternativa a la democracia. No hay nazismo ni comunismo ni estalinismo. Hay indiferencia a la democracia, sí, pero el sistema no tiene que hacer frente a ideologías alternativas que quieran construir un mundo radicalmente diferente como pasaba entonces”.

Otro motivo para inquietarse es la falta de líderes políticos a la altura del momento. Al comentarle que la desconfianza en los políticos en España está en máximos, según el CIS, apunta al caso francés: “La elección del presidente Macron en Francia nació de la crisis de confianza en todos los demás partidos tradicionales”, recuerda Lipovetsky. “Pero en seguida él también ha sido golpeado por la desconfianza. No veo que haya líderes en Europa capaces de suscitar entusiasmo colectivo a largo plazo y crear confianza en el porvenir. Surgen nuevos líderes, pero son rechazados a los seis meses. ¿El estado de desconfianza extrema en el que estamos es un paréntesis que va a desaparecer poco a poco o bien estamos condenados a vivir en democracias de desconfianza? No lo sabemos”.

placeholder Gilles Lipovetsky. (Manuel Castells/UNAV)
Gilles Lipovetsky. (Manuel Castells/UNAV)

“La política tiene que entender la necesidad de seguridad que está provocando el miedo”, advierte el filósofo, de visita en Pamplona para participar en el congreso internacional de reputación de museos, organizado por la Universidad de Navarra, el Museo del Prado y Corporate Excellence. “Si no se encuentra respuesta en democracia, el modelo liberal está en peligro. No por un rechazo ideológico, sino un rechazo basado en el malestar. El fenómeno de los chalecos amarillos fue la expresión de un enfado de la población que no se siente integrada”. Para el filósofo francés, ni los chalecos amarillos ni el 15-M en España se pueden llamar revoluciones, sino revueltas síntomas del malestar. “No son movimientos que pidan la destrucción del capitalismo, sino que se reconstruya un capitalismo liberal que se ocupe de la gente y mejore la desigualdad”.

Según Lipovetsky, una de las soluciones para frenar los populismos pasa porque “las empresas no se centren únicamente en enriquecer a sus accionistas, hacen falta límites al capitalismo, límites sociales”, matiza, “porque el interés privado no puede ser la única lógica que gobierne". "Si solo rige el interés privado se genera desigualdad. Y la desigualdad hace que desaparezca la confianza y si no hay confianza prospera el populismo. Hoy en día las democracias no están en peligro, pero se están debilitando”.

La política tiene que entender la necesidad de seguridad que está provocando el miedo

No sorprenderá que la idea de poner límites al capitalismo venga de un teórico de la sociedad de consumo que en mayo del 68 estudiaba en la Sorbona mientras coqueteaba con el marxismo, aunque luego se dejara seducir por el liberalismo de Alexis de Tocqueville. Pero esta tesis que defiende Lipovetsky advirtiendo de que “el capitalismo sin control daña la democracia” ha sido portada del mismísimo 'Financial Times', precisamente el día de la entrevista por videoconferencia. El Business Roundtable de EEUU (que representa los consejeros delegados de las 181 empresas más grandes del mundo) rechaza, igual que el autor de ‘La sociedad de la decepción’, “que las empresas existen únicamente para servir a sus accionistas”, según señalaba Martin Wolf en la biblia salmón del liberalismo.

Innovación, selfis y la educación

“En los 60 la política era lo que nos cambiaba la vida, ahora la revolución está en el 'smartphone”, afirma Lipovetsky, que se vuelve profundamente optimista cuando dejamos la política y pasamos a hablar de innovación. “La dinámica tecnocientífica es lo que ahora nos está transformando todos los aspectos de la vida. De la exploración del espacio, a las nuevas técnicas de reproducción y la medicina genética”. Y la más urgente: “la transición a las energías limpias”.

Para el filósofo, la tecnología es lo único que puede hacer frente al problema del cambio climático: “Creo que es una utopía pensar que podemos pararlo cambiando nuestros hábitos”, afirma sin atisbo de resignación. Está convencido de que la tecnología es la única esperanza: “Es una ilusión creer que vamos a haber cambios en nuestro modo de vida motivados por la virtud. La gente no va de repente a convertirse en gente razonable, dejar el coche, comer menos carne y no viajar en avión por conciencia. No lo creo. A escala planetaria no hay otra solución que invertir más en innovación”.

Foto: El monte Kebnekaise que se hunde por culpa del cambio climático. (Foto: Wikimedia)

¿Pero no hemos cambiado nuestras costumbres muchas veces en la Historia? “Imaginemos un desastre planetario”, propone como hipótesis: “Claramente entonces sí que habría un cambio de modo de vida, como pasó después de la guerra. Es posible cambiar, pero si no hay una crisis considerable y evidente, los ajustes solo los harán unas pequeñas minorías. Antes los cambios se producían a gran escala por las guerras o por las religiones. Hoy, ninguno de estos dos son los factores dominantes, así que para transformar la manera de vida va a hacer falta algo más que eso. Tenemos que innovar más para resolver estos problemas y encontrar tecnología más responsable con el medio ambiente. Pero invertir más en investigación es la única vía razonable y posible. El resto es ilusión. La gente no va a cambiar su modo de vida. Vete a convencer ahora a los africanos y los chinos de que reduzcan su consumo”.

Lipovetsky no quiere con esto decir que haya que quedarse de brazos cruzados, sino que son demasiado graves como para creer que los podemos arreglarlos yendo a trabajar en patinete: “El planeta va a tener 10.000 millones de habitantes en 2050 y cada vez más gente aspira al consumo y al bienestar”, apunta. “Va a hacer falta un urbanismo que respete verdaderamente el medio ambiente, coches eléctricos y energía solar. También invertir en hidrógeno. ¿Pero cómo vamos a pedirle a la gente que deje de coger aviones?”

placeholder Gilles Lipovetsky. (Manuel Castells/UNAV)
Gilles Lipovetsky. (Manuel Castells/UNAV)

En los años 50 había 10 millones de viajeros en todo el mundo. En la actualidad hay anualmente unos 1.400 millones de turistas, una cifra a la que se le van a seguir sumando centenares de millones de nuevos viajeros en las próximas décadas. “El turismo es peligroso para el planeta, sí, pero no podemos decirle a la gente que se quede en casa por vacaciones. Para un conjunto de países, incluidos España y Francia, sería un desastre ir contra el turismo. La actitud contra la tecnología puede ser muy peligrosa. Los problemas ecológicos solo se pueden solucionar con mejoras tecnológicas”.

Ante semejante canto a la innovación, pregunto al filósofo si no estaremos mitificándola como remedio de todo mal. El gigante Apple ha presentado en Cupertino una de sus últimas grandes innovaciones del último iPhone: los selfis a cámara lenta. ¿No estaremos innovando en la dirección equivocada para salvar el mundo? “Estamos economías liberales y las empresas definen ellas mismas su mercado y sus productos”, responde el experto en consumo de masas. “Las empresas lanzan al mercado productos que corresponden a la demanda de lo superficial porque el público lo pide".

La gente necesita placer, emociones desde un punto de vista antropológico. El selfi es un pequeño espectáculo superficial y narcisista

“El consumidor quiere placer, experiencias y posibilidades narcisistas. Por eso producimos una cantidad considerable de bienes superficiales”, afirma el autor de ‘La felicidad paradójica’. “El problema es que si condenamos esto nos iríamos a una economía planificada y eso sería un desastre. Necesitamos más innovación para cosas positivas, como la medicina y las energías limpias, peros la vida no es solo la utilidad. Si solo pensáramos en la funcionalidad, la vida seria triste. Si eliminamos lo lúdico y lo superficial viviríamos como monjes en un monasterio tibetano. La gente necesita placer, emociones y fiestas desde un punto de vista antropológico. Y el selfi es un pequeño espectáculo superficial y narcisista que no debemos dramatizar”.

Más que en defensa del selfi (o del ‘slowfy’, que es como llama iPhone a este formato de autofotos a cámara lenta), Lipovetsky reclama que afinemos más el tiro en lo que nos preocupa: “Hagamos más esfuerzos para que la escuela enseñe la importancia del espíritu crítico y la creatividad a los jóvenes. Es menos importante criticar las pequeñas cosas que denunciar a las grandes instituciones que no hacen bien su trabajo. Me escandaliza más el fracaso escolar que los selfis. Me escandaliza más que las escuelas no enseñen a pensar a los jóvenes”.

Y concluye, creo, regañándome un poco por la última pregunta: “El mercado responde a la demanda de lo superficial porque el público lo pide. Hay que trabajar para que la escuela desarrolle más capacidad crítica y creativa de los ciudadanos. La última moda del selfi dará lo mismo si las escuelas hacen bien su trabajo. No invirtamos las prioridades, centrémonos en la educación y ya veremos luego lo que demanda el mercado”.

martEl día que amanecíamos con la noticia de que toca repetir las elecciones por la incapacidad de nuestros políticos para ponerse de acuerdo, aterrizaba en España el filósofo Gilles Lipovetsky. No podía ser más oportuna la visita del autor de ‘La era del vacío’, teniendo en cuenta que lleva cuatro décadas analizando el descrédito de la política y la decepción social. ‘De la ligereza’ es el título de su último libro, pero podía serlo también de nuestra última crónica parlamentaria.

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