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Cómo la violencia contra inmigrantes en Sudáfrica explica la xenofobia en el mundo
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12 muertos y cientos de repatriados

Cómo la violencia contra inmigrantes en Sudáfrica explica la xenofobia en el mundo

Las escenas de violencia en algunas partes deprimidas del país austral han colmado la paciencia de muchos vecinos, hartos de la hostilidad contra los extranjeros en Sudáfrica

Foto: Restos de un coche quemado tras los disturbios xenófobos en Sudáfrica. (Reuters)
Restos de un coche quemado tras los disturbios xenófobos en Sudáfrica. (Reuters)

El camionero zimbabuense Tendai Marechera paró en una tienda de una pequeña ciudad a 100 kilómetros de Pretoria, capital de Sudáfrica, para comprar un refresco. Antes de salir de su vehículo, una muchedumbre lo rodeó. Se pusieron a golpear el capó y, en actitud agresiva, le exigieron las llaves. Arrancó justo cuando uno de los exaltados lanzaba un ladrillo a la ventana.

Si llega a salir del vehículo, tal y como relató al periódico sudáfricano Mail Guardian, "habría muerto". Al igual que los otros 213 camioneros, en su mayoría inmigrantes, que han fallecido en el último año en Sudáfrica en ataques xenófobos, según un reciente estudio de la Asociación Sudafricana de Transportistas (RFA). Quienes les matan a pedradas, les acuchillan, les disparan o les queman los camiones, añade la ONG HRW, se identifican a menudo como miembros de la All Truck Drivers Foundation (ATDF), una asociación de camioneros sudafricanos que tiene entre sus metas expulsar a todos los extranjeros de esta industria.

Foto: Un seguidor del nuevo partido que está al alza en Sudáfrica. (Reuters)

El terror en las carreteras sudafricanas han sido el preludio de una nueva oleada de violencia xenófoba que a inicios de este mes se extendió por varias ciudades del país con un saldo de 12 personas muertas, cientos de arrestos, repatriaciones masivas, boicots comerciales y saqueos. En represalia, se han producido ataques contra intereses sudafricanos en varios países de la región. Más de un cuarto de siglo después del fin del dominio blanco, Sudáfrica vuelve a ser un paria en el continente. Pero esta es vez no es culpa del apartheid.

El malestar africano con el considerado Estados Unidos del continente se resume en imágenes muy distintas a las de los soldados blancos atizando a sus pastores alemanes contra madres y adolescentes negros en los ‘townships’. Esta vez son negros sudafricanos que saquean tiendas de extranjeros que también son negros, mientras les gritan llenos de ira que se vuelvan a Nigeria, Congo, Etiopía o Somalia. Las escenas de pillaje y violencia en antiguos guetos y otras partes deprimidas del país austral han colmado la paciencia de muchos vecinos en la región, hartos de la hostilidad contra los extranjeros en la gran potencia de África.

Un fenómeno recurrente

Los actos de rapiña comenzaron en el barrio de Jeppestown, en el centro de Johannesburgo. Hordas de zulúes incendiaron varios vehículos en un taller de chapa y pintura regentado por nigerianos, para lanzarse después a una orgía de pillaje y destrucción contra los numerosos negocios regentados por extranjeros en la zona. En pocas horas, la violencia se extendió a otras zonas de Johannesburgo, pero también a Pretoria, Ciudad del Cabo, Durban e incluso provincias rurales, como el Noroeste y Mpumalanga.

“Vinieron gritando que volviera a mi país, que los extranjeros les quitamos el trabajo”, cuenta Kikudu, un congolés padre de cinco hijos, quien vio cómo su tienda de comestibles era asaltada por saqueadores en el barrio de Turffontein, cerca del centro de Johannesburgo.

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Es la cuarta vez que Kikudu lo pierde todo a manos de sudafricanos cabreados que le acusan de quitarles el pan de sus hijos y de llenar de drogas e inseguridad las calles de Johannesburgo. Las oleadas de violencia xenófoba son un fenómeno recurrente en la Sudáfrica posapartheid. El país vivió su peor episodio reciente en 2008, cuando murieron decenas de personas en unos violentos disturbios. Pero las crisis han resurgido en 2009, 2013, 2015, 2017.

En su línea habitual ante este tipo de situaciones, muchos líderes Sudáfrica han calificado los hechos como criminalidad común sin relación con la xenofobia. “Sudáfrica no es un país xenófobo”, ha declarado la ministra de Defensa, Nosisiwe Mapisa-Nqakula, quien ofrece como prueba que 10 de los 12 muertos eran sudafricanos que cayeron en actos de autodefensa de los comerciantes o en el caos de los saqueos.

Chivos expiatorios

Este malestar con Sudáfrica en la región se produce justo cuando el país austral busca extender su presencia comercial en el continente a través del Acuerdo Continental de Libre Comercio (CFTA), que entró en vigor el pasado 30 de mayo e incluye a cerca de treinta países.

Sumida en el estancamiento económico y golpeada por graves problemas sociales como la desigualdad y un desempleo del 29%, el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, busca desesperadamente inversiones que le permitan levantar el vuelo y afianzar la siempre frágil paz social en la sociedad de su país. Son estas inestables condiciones económicas las que precisamente nutren los actos xenófobos. Turbas de gente insatisfecha que utiliza a los extranjeros pobres como chivos expiatorios de sus precarias condiciones en la enésima muestra de que la violencia contra los inmigrantes está más enraizada en causas económicas que raciales.

Además de minar la ya maltrecha economía sudafricana, los saqueos de estos días dañan aún más la confianza de potenciales inversores, como reconoció el propio Ramaphosa en una de sus condenas a la violencia de estos días. Según la Cámara Sudafricana de Industria y Comercio, la confianza empresarial está en mínimos que no se registraban desde 1985, el año en que la ONU pidió intensificar las sanciones económicas contra un país sumergido en la violencia entre el régimen y la resistencia negra y marcado como ahora por la incertidumbre y la crisis económica.

Ya basta. Nigeria tomará medidas contundentes para garantizar la seguridad de sus ciudadanos

Condena y evacuación

Dejando a un lado la tradicional retórica de amistad africana, gobiernos de todo el continente, incluyendo Nigeria, Etiopía, Mozambique o Zambia, han condenado los actos contra extranjeros en Sudáfrica y han exigido a Pretoria que tome medidas para detenerlos. Nigeria, que le disputa a Sudáfrica el título de primera economía del continente, ha sido especialmente dura. Su presidente, Muhammadu Buhari, ha calificado lo ocurrido de “inaceptable” y ha ofrecido a sus ciudadanos vuelos gratis para ser evacuados a su país.

“Ya basta. Nigeria tomará medidas contundentes para garantizar la seguridad y la protección de sus ciudadanos”, afirmó Buhari, quien tiene prevista una visita oficial a Sudáfrica en octubre.

El presidente de Zambia, Edgar Lungu, ha ido todavía más allá al llamar a la Unión Africana (UA) a que intervenga en la crisis “antes de que la xenofobia degenere en un genocidio”. Lungu ha puesto el dedo en la llaga al advertir que, de continuar esta escalada de violencia, Sudáfrica podría “quedar aislada del resto del mundo civilizado”, como lo estuvo durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX por un boicot internacional contra el apartheid que fue especialmente intenso en el continente africano.

Boicot regional

Reacciones exteriores como esta hacen recordar a los sudafricanos tiempos no muy lejanos en que su país era un apestado en el mundo por las políticas racistas de sus dirigentes. La causa de la hostilidad internacional, sin embargo, es ahora más dolorosa para quienes lucharon contra el régimen supremacista blanco. Lo que hoy provoca la indignación es el comportamiento brutal e inhumano de miles de sudafricanos negros contra inmigrantes africanos que llegaron a su país huyendo de calamidades similares a los que ellos mismos sufrieron bajo el apartheid.

Foto: Nigerianos, en un mitin político en Lagos en febrero de 2019. (Reuters)

Mientras tanto, y como ya ocurrió en episodios anteriores de violencia xenófoba en el país austral, supermercados, grupos de telefonía móvil y otras empresas señeras del músculo económico sudafricano en el continente han sufrido saqueos y ataques a sus tiendas en Nigeria, la República Democrática del Congo y Zambia.

Uno de sus aspectos más elocuentes y dolorosos para una sociedad apasionada por el deporte como era la Sudáfrica blanca fue el boicot a las selecciones deportivas del país austral. En un gesto cargado de simbolismo para Sudáfrica, los equipos nacionales de Zambia y Madagascar cancelaron este mes sus amistosos con la selección sudafricana tras los ataques contra extranjeros.

El camionero zimbabuense Tendai Marechera paró en una tienda de una pequeña ciudad a 100 kilómetros de Pretoria, capital de Sudáfrica, para comprar un refresco. Antes de salir de su vehículo, una muchedumbre lo rodeó. Se pusieron a golpear el capó y, en actitud agresiva, le exigieron las llaves. Arrancó justo cuando uno de los exaltados lanzaba un ladrillo a la ventana.

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