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El submarino estrella de la URSS, hundido en Noruega, tiene una megafuga radioactiva
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800.000 VECES POR ENCIMA DEL NIVEL NORMAL

El submarino estrella de la URSS, hundido en Noruega, tiene una megafuga radioactiva

Unos vehículos robóticos han llegado hasta el K-278 Komsomolets, un gran sumergible soviético, donde han descubierto una fuga de 800 becquereles por litro

Foto: Imagen del submarino K-278 soviético, hundido en el Mar de Noruega. (CC/EPA)
Imagen del submarino K-278 soviético, hundido en el Mar de Noruega. (CC/EPA)

El 7 de abril de 1989, era un día más para el K-278 Komsomolets, el submarino nuclear estrella de la URSS. Se trataba del primer sumergible con el casco íntegro de titanio, capaz de sumergirse a una profundidad récord de 1.300 metros y con capacidad de ataque nuclear. Su misión no era otra que perfeccionar el lanzamiento de los nuevos torpedos, en la que se encontraba inmerso cuando algo inesperado ocurrió: un incendio que, ahora, lo convierte en una verdadera amenaza.

Se encontraba navegando por el Mar de Noruega, momento en el que un pequeño incendio en su interior tuvo como consecuencia un efecto dominó: la tripulación no fue capaz de sofocarlo a tiempo, provocando que uno de los motores del submarino dejara de funcionar. El inesperado apagado del propulsor provocó que el submarino fuera hundiéndose poco a poco, superando su limite de inmersión y quedando atrapado para siempre en el fondo de mar.

Foto: El HNLMS K XVII, junto al HNKMS Medusa, en las costas asiáticas. (CC/Nationaal Archief)

Cuarenta y dos tripulantes del K-278 fallecieron como consecuencia del hundimiento, mientras que 26 de ellos consiguieron escapar en botes de emergencia. Considerado como una de las grandes joyas de la marina soviética, los 1.680 metros a los que se encuentra el fondo del mar pasó a ser su hábitat de manera definitiva: cuando las autoridades soviéticas comunicaron a las noruegas lo sucedido, pronto una expedición fue hacia allí. Era fundamental comprobar el estado de las ojivas nucleares.

Las primeras pruebas tranquilizaron a la población, pues los daños estructurales no era excesivamente grandes y con sellar un par de fugas del fuselaje se conseguiría evitar cualquier tipo de problema. Ahora, treinta años después de aquella tragedia, Noruega ha utilizado por primera vez una serie de vehículos robóticos con el objetivo de monitorizar el estado del K-278 y las noticias han sido sorprendentes: emite unos niveles de radiación 800.000 veces más altos de lo normal.

Según han podido comprobar las autoridades noruegas, las dos cabezas nucleares con las que contaba el submarino en su interior han empezado a verter de manera masiva su material radioactivo al mar, confirmando los altos niveles de cesio 137 en las aguas cercanas al sumergible. La Autoridad Noruega para la Seguridad Nuclear y de Radiación (DSA) confirma una fuga de unos 800 becquereles por litro, más de 800.000 veces lo normal en la zona.

Y es que los niveles de radiación del Mar de Noruega son de 0,001 becquereles por litro, por lo que la cantidad de cesio 137 encontrada en el submarino hundido es "mucho más alta de los normales", según los expertos. Las muestras fueron tomadas dentro de los restos y en los tubos de ventilación del submarino, y los expertos aseguran que a pesar de los escalofriantes datos que han encontrado los vehículos robóticos, no va a tener ningún impacto en la población.

La DSA afirma que ni los mares ni los peces sufrirán ningún tipo de consecuencia y, por tanto, uno de los grandes lugares de pesca de todo el mundo no verá afectada su actividad. Los expertos afirma que los niveles tan bajos de radioactividad del Mar de Noruega permitirán que la radiación filtrada se disuelva rápidamente en el agua sin consecuencia para la fauna marina. Ahora, el objetivo es sellar las fugas del que un día fue la gran joya de la corona de la URSS.

El 7 de abril de 1989, era un día más para el K-278 Komsomolets, el submarino nuclear estrella de la URSS. Se trataba del primer sumergible con el casco íntegro de titanio, capaz de sumergirse a una profundidad récord de 1.300 metros y con capacidad de ataque nuclear. Su misión no era otra que perfeccionar el lanzamiento de los nuevos torpedos, en la que se encontraba inmerso cuando algo inesperado ocurrió: un incendio que, ahora, lo convierte en una verdadera amenaza.

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