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Fisuras en el Grupo Visegrado: Caputova dinamita la alianza ultra para "cambiar la UE"
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el contrapeso a Bruselas en la unión

Fisuras en el Grupo Visegrado: Caputova dinamita la alianza ultra para "cambiar la UE"

Los intereses nacionales de sus líderes no coinciden más que en asuntos puntuales. Ni siquiera están de acuerdo en las obsesiones compartidas, como la inmigración

Foto: La europeísta Zuzana Caputova, ganadora de las elecciones presidenciales de Eslovaquia. (EFE)
La europeísta Zuzana Caputova, ganadora de las elecciones presidenciales de Eslovaquia. (EFE)

La reciente elección de Zuzana Caputova como Presidenta de Eslovaquia ha hecho saltar las alarmas del Grupo Visegrado. Cuando en un club tan reducido (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia) uno de los socios desafina, la melodía deviene cacofonía.

Zuzana Caputova no era, hasta hace unos meses, política profesional. Ejercía su profesión de abogada de manera más o menos discreta hasta que se topó con un caso en el que estaba implicado Marion Kocner, un empresario que terminó siendo acusado de participar en el asesinato del periodista eslovaco Ján Kuciak. Aquel crimen desató una ola de protestas en el país que forzó la dimisión del primer ministro. Prácticamente por sorpresa y con un programa ecologista, pro-europeo y liberal, Caputova encandiló a los eslovacos y arrasó en unas elecciones que pueden marcar un punto de inflexión no solo en este país, sino en sus vecinos.

Eslovaquia ostenta actualmente la presidencia del V4 o Grupo Visegrado, la alianza nominal que con frecuencia es descrita como un contrapeso a Bruselas en el seno de la Unión Europea. Eslovaquia es también el único país de los cuatro que ha adoptado el euro, aunque la República Checa participa como observador en las reuniones del Eurogrupo.

Por su parte, el líder del partido en el poder en Polonia (PiS), Jaroslaw Kaczynski, dijo hace poco que Polonia solo entrará en el euro cuando sus ciudadanos sean igual de ricos que los alemanes, y en Hungría, que podría adoptar el euro hoy mismo ya que cumple con los criterios necesarios, Víktor Orbán parece poco inclinado a ceder un milímetro de autonomía nacional en favor de Bruselas. El gobernador del Banco Nacional en Budapest, György Matolcsy, se refirió a esta cuestión diciendo que “tal vez ocurrirá en las próximas décadas”. Parece claro que, en materia económica, Bratislava y Praga van por un lado, y Varsovia y Budapest por otro.

Foto: Zuzana Caputova poco antes de un debate con otros candidatos a las presidenciales de Eslovaquia. (Reuters)
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A pesar de los esfuerzos del italiano Matteo Salvini por “ampliar la familia para trabajar en un sueño europeo común”, no se ha concretado una alianza ultraconservadora para las próximas elecciones europeas. Sobre el papel, el Grupo Visegrado se perfilaba como el candidato perfecto para convertir en numerosa esa “familia”, pero las razones que han malogrado esa “entente cordiale” son las mismas que hacen de Visegrado un grupo sin credibilidad: los intereses nacionales de los líderes nacionalistas no pueden, por definición, coincidir más que en asuntos puntuales.

Ni siquiera coinciden en las obsesiones compartidas (no a los inmigrantes, políticas “iliberales”, cristianismo militante) se puede hablar de un denominador común: mientras que los gobiernos de Hungría y Polonia se autoproclaman cruzados de la “recristianización” de Europa, la República Checa es el país más agnóstico de Europa. En conclusión: si bien es cierto que Visegrado es la casa común de cuatro países que han decidido vallar su jardín para que no se lo pisen sus vecinos europeos, se trata de un edificio con cimientos poco sólidos y desde donde a veces se oyen discusiones.

Curiosamente, los ciudadanos polacos y húngaros se declaran inequívocamente-pro europeístas en todas las encuestas

Petr Ježek, eurodiputado checo representante del Gobierno de su país, declaró en 2017 que el V4 es “un formato útil para la cooperación regional”. “Pero me temo”, añadió, “que el Gobierno de Polonia y hasta cierto punto el de Hungría no son aquellos con los que deberíamos juntarnos demasiado”. En efecto, cabe hablar de dos ejes (Varsovia-Budapest y Bratislava-Praga) más que de un verdadero cuadrilátero de Visegrado.

La 'orbanización' de Visegrado

Los antiguos integrantes de Checoslovaquia mantienen más afinidades e intercambios comerciales y diplomáticos con Berlín, por ejemplo, que con la cercana Budapest. Una de las razones que justifican esta actitud centrífuga en el seno de la “familia” es la “orbanización” de Visegrado, donde el dirigente húngaro proyecta una sombra demasiado alargada y tiende a imponer sus posturas políticas. En vez de configurarse como una alianza a largo plazo independientemente de quién gobierne en estos países, Visegrado parece más bien una unión de conveniencia transitoria, que durará lo que aguanten en el gobierno PiS y Fidesz, un juguete al que Orbán y Kaczynski dan cuerda y con el que a los demás les da un poco de vergüenza jugar.

Cuando en septiembre del año pasado Macron asistió a la cumbre de Salzburgo, se reunió con los delegados de Eslovaquia y Hungría y esquivó premeditadamente a los húngaros y polacos, dando pábulo a las acusaciones de Orbán de que “Europa” quiere minar la supuesta unidad de Visegrado. Cuando en noviembre del año pasado Bratislava acogió la cumbre del “Amigos del Grupo de Cohesión”, se evitó en todo momento hacer alusiones al “V4” y la reunión tuvo un marcado tinte paneuropeísta. En los corrillos que se formaron después de la foto oficial, checos y eslovacos se animaron a hablar con sus colegas “no visegradistas” más que con el resto de “la familia”.

placeholder El primer ministro de Hungría Viktor Orban, en Pekín, China. (EFE)
El primer ministro de Hungría Viktor Orban, en Pekín, China. (EFE)

Ninguno de los gobiernos del V4 pertenece al mismo partido europeo: Los eslovacos de Smer están en el Grupo Socialista; el checo se encuadra en la Alianza Demócrata Liberal; Ley y Justicia (el Pis polaco) se agrupa en los Conservadores y el húngaro Fidesz, pertenece al grupo parlamentario Popular, aunque ha sido suspendido de la militancia del Partido Popular Europeo por sus desmanes autoritarios.

Esta reconvención, unida a la aplicación del artículo 7 contra Polonia también hace poco, expone de manera clara la muy diferente imagen que proyectan estos dos países en Europa. Cada vez se habla más de Visegrado como de un grupo V2+2, donde hay dos “polis malos” y dos “polis buenos” todavía recuperables para la causa común europea. Curiosamente, los ciudadanos polacos y húngaros se declaran inequívocamente pro-europeístas en todas las encuestas, mientras que los checos son uno de los pueblos más euro escépticos de la Unión. A diferencia de sus socios, Eslovaquia ha accedido a alojar refugiados, verdadero anatema para sus socios del Grupo. Por su parte, Hungría cultiva una excelente relación con Rusia, país que Polonia identifica como su mayor enemigo. Más discordancias.

Cuando se creó en 1991, Visegrado incluía solo tres países, ya que en aquel entonces seguía existiendo Checoslovaquia. En todo ese tiempo, muchas cosas han cambiado en el contexto europeo: desde el Brexit hasta la división de la propia Checoslovaquia. El paso del tiempo demuestra que no hay alianza suficientemente fuerte ni convicciones demasiado firmes cuando la última palabra la tienen los ciudadanos y sus votos, y no los dirigentes y sus “proyectos nacionales”. Está por ver si la fisura abierta en Eslovaquia se convertirá en una grieta en el seno de Visegrado. En menos de un año habrá elecciones parlamentarias en Polonia y Eslovaquia y la “otra” Europa, la que sus actuales líderes se empeñan en retratar como la “verdadera” e “histórica”, decidirá si quiere priorizar su pertenencia a la Unión o a un grupo regional.

La reciente elección de Zuzana Caputova como Presidenta de Eslovaquia ha hecho saltar las alarmas del Grupo Visegrado. Cuando en un club tan reducido (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia) uno de los socios desafina, la melodía deviene cacofonía.

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