Historia del Brexit en tres pubs irlandeses del barrio europeo de Bruselas
La historia del Brexit tiene tres paradas obligatorias en tres pubs del barrio europeo de Bruselas, donde la salida del Reino Unido se ha convertido en un elemento central
El día 23 de junio de 2016 el ambiente era casi festivo. Nadie creía que el resultado del referéndum que se estaba celebrando en el Reino Unido pudiera acabar con una mayoría votando por abandonar la UE.
En el número 10 de la Avenue d’Auderghem, a solo cinco minutos andando de la sede de la Comisión Europea, los trabajadores de la representación permanente del Reino Unido esperan pacientemente el resultado del referéndum para poder descorchar el champán. Otras teorías dicen que el champán ya estaba descorchado recién entrada la noche.
En el libro ‘Brexit and Ireland’, del corresponsal de la televisión irlandesa en Bruselas, se dice que incluso hubo una lista de música sonando en la cafetería de la representación. “Should I Stay or Should I Go”, de The Clash, o “Leave Right Now”, de Will Young, fueron algunos de los temas que sonaron. La última fue añadida en tono jocoso, ninguno se imaginaba que pudiera ser una predicción.
No había nada de malo en celebrar el resultado con un poco de antelación. El Gobierno de David Cameron había arrancado a los socios europeos un acuerdo muy ventajoso. Ivan Rogers, embajador permanente británico en la UE, y su equipo habían hecho un buen trabajo. Tenían razones para estar contentos y confiados con que los británicos votarían a favor de unas condiciones muy buenas para Londres, que les permitía tener un mayor control sobre la inmigración, una de las prioridades del Partido Conservador.
La noche fue tranquila durante bastante tiempo. A seis minutos andando desde la representación permanente británica está un famoso pub irlandés. Muchos diplomáticos y periodistas se dieron cita en el pub irlandés Funky Monkey, en el número 65 de la rue Archimedè.
Para llegar a ella solo hay que cruzar la plaza Schuman, la que vertebra el barrio europeo, y dejar atrás el edificio Berlaymont, la sede de la Comisión Europea. Allí el ambiente era tenso. Mientras fuera descargaba la típica tormenta veraniega de Bruselas, en el interior del bar había nerviosismo. Nadie quería decir que la cosa fuera a salir mal, pero no había tanta gana de fiesta como en la Avenue d’Audenghem.
Todo el mundo sabía cuál era la clave: Newcastle y Sunderland. La previsión era que ambas votaran a favor de la permanencia.
En ese pub había también representante diplomáticos, pero menos de los que se habrían dado cita si no fuera porque el Consejo decidió retrasar una reunión de asuntos generales del día 23 de junio al día 24 de junio. Era en Luxemburgo, por lo que un buen puñado de ellos se habían marchado a la capital luxemburguesa. El objetivo de la reunión del día siguiente era celebrar la victoria, no darse de bruces con la realidad.
Mientras en Luxemburgo se daban cita en el hotel Novotel del distrito Kirchberg para seguir la votación, en Bruselas nadie se apartaba de la televisión. Todo el mundo sabía cuál era la clave: Newcastle y Sunderland. La previsión era que ambas votaran a favor de la permanencia.
Sobre la una de la madrugada Newcastle había caído del lado del ‘Leave’ y Sunderland, donde se esperaba una amplia ventaja del ‘Remain’, había votado por abandonar la UE con 22 puntos de diferencia.
En el Funky Monkey la fiesta se acabó justo después de esos resultados. A la 1:30 el bar apagó la televisión y todo el mundo volvió a sus casas con una sensación de irrealidad que se extendería todavía durante algunas semanas e incluso meses. En el número 10 de la Avenue d’Audenghem el varapalo moral fue absoluto. Cuando el embajador, que se había marchado a casa, volvió a las seis de la mañana, todavía había bebidas en el bar y funcionarios limpiándose las lágrimas. Algunos volverían a casa intentando asumir el resultado y recordando la canción que también sonó aquel día en el bar de la embajada: “Don’t look back in anger”, de Oasis.
Old Hack Pub
Lo que siguió es conocido. El primer ministro británico David Cameron salió a la puerta de Downing Street y dimitió, tras lo cual volvió a entrar al edificio mientras silbaba tranquilamente. Aquella melodía de Cameron se convirtió en un símbolo en Bruselas.
Recién comenzado el 2017 sir Ivan Rogers, seguramente el británico que mejor entendía el Brexit y que mejor podía enfocar las negociaciones, dimitió ante el hostigamiento de los euroescépticos que le acusaban de ser demasiado tibio y cercano a los europeos. Unos meses después, el 29 de marzo, con Theresa May como primera ministra, el Reino Unido activó el artículo 50, enviando una carta al presidente del Consejo, Donald Tusk. Eso iniciaba los dos años de negociación antes de abandonar la UE. Tim Barrow, el sustituto de Rogers, fue el encargado de llevar la misiva hasta el edificio Europa, la sede del Consejo Europeo, separado del Berlaymont únicamente por una calle.
A menos de 300 metros del edificio Europa está el Old Hack Pub, un bar irlandés pequeño y normalmente poco afluido, cuyas ventanas dan directamente a la Comisión Europea. Allí, esa misma tarde, se reunían eurodiputados del partido euroescéptico Ukip de Nigel Farage.
Hubo champán, cava y tartas. Concretamente hubo una, recubierta de chocolate blanco donde estaba escrito: “Art.50”. Algunos eurodiputados celebraban que en dos años estarían abandonando ese “agujero del infierno administrativo” que es Bruselas.
Pero la capital comunitaria es más que un “agujero administrativo”. Las conversaciones en un bar no son las mismas que se podrían escuchar en otras ciudades del mundo. Desde el Old Hack se tardan solo unos segundos en alcanzar el Kitty O’Sheas, otro pub irlandés que hace esquina con la Comisión Europea.
En él, un jueves o viernes o cualquiera, el visitante puede encontrarse a periodistas, diplomáticos, portavoces de instituciones europeas, altos funcionarios, jefes de gabinete o incluso comisarios europeos. Con una cerveza belga delante, y gritando por encima de la música, las conversaciones discurren desde los asuntos más mundanos hasta discusiones en profundidad sobre el Brexit, la política comunitaria o la crisis de identidad europea.
Ni siquiera en Londres el Brexit copa un porcentaje tan alto de las conversaciones. Bruselas ha vivido los dos últimos años arrastrada a una discusión continua sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Eventos, mesas redondas, cenas de lobistas, reuniones con técnicos, charlas de pasillo. Casi cualquier debate tiene el Brexit como elemento central.
Cuando solo unos meses después del Brexit apareció en una de las paredes de la europea Rue de la Loi, una de las principales arterias de la ciudad y a escasos metros de la sede de la Comisión Europea, un grafiti en el que se podía leer “Europa es el futuro” el mural se convirtió en una imagen destacada de Bruselas. Así es la capital comunitaria, la también llamada ‘Burbuja de Bruselas’.
James Joyce
El 15 de enero de 2019 hacía frío pero no tanto como otros años. En el número 34 de la misma Rue d’Archimedè donde está el Funky Monkey en el que algunos habían vivido el referéndum de 2016, está el James Joyce, otro pub irlandés pegado al Berlaymont.
Esa noche, en la pizarra en la que normalmente se anuncian partidos de la Premier Leage inglesa no estaba escrito el ‘Manchester United – Stoke City’, que acabó 3-0 para los del ídolo local Romeru Lukaku. Lo que había escrito era: votación del acuerdo del Brexit en Westminster.
Dentro había un buen puñado de periodistas y diplomáticos. Las televisiones emitían imágenes de la BBC y un par de cadenas nórdicas habían enviado cámaras para grabar el ambiente en el pub: bastante tranquilidad, algunas risas. Nada que ver con la tensión del Funky Monkey en junio de 2016. Y la razón era sencilla: ya se sabía que May iba a perder esa votación.
Lo que había escrito en la pizarra del pub era: votación del acuerdo del Brexit en Westminster
A las 20:39 de la noche las cámaras de la BBC apuntaron a John Bercow, presidente de la cámara de los Comunes. Entonces leen los resultados: “Los síes para la derecha 202…”. Un “uh” colectivo se escucha en el bar. “Va a ser por mucho”, dice una voz desde el fondo de la barra. Y justo después: “Los noes para la izquierda 432”. Algunos aplausos y gritos de alegría. La mayoría sencillamente aprovechan para apartar la mirada del monitor y dar un trago a su cerveza.
Después Bercow gritó su “orden” que ha creado furor en las redes. En el James Joyce solo se escuchan algunas risas, pero no más. Porque hace meses que muchos de los del bar oyen a Bercow gritar eso, porque las sesiones del parlamento se han seguido muchas veces en la capital comunitaria como si de un partido de fútbol se tratara, porque el Brexit se han convertido en un elemento más de la cultura popular de la ‘burbuja de Bruselas’.
El día 23 de junio de 2016 el ambiente era casi festivo. Nadie creía que el resultado del referéndum que se estaba celebrando en el Reino Unido pudiera acabar con una mayoría votando por abandonar la UE.
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