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La factura de los aranceles de Trump, 6 meses después: la inversión sube, pero tiene trampa
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La factura de los aranceles de Trump, 6 meses después: la inversión sube, pero tiene trampa

Trump llegó a la Casa Blanca por segunda vez reivindicando la fábrica como símbolo nacional, aupado precisamente por los trabajadores blancos de muchos de estos estados en plena desindustrialización

Foto: Un trabajador de Carolina del Norte durante un rally de Trump en 2022. (Reuters/ Jonathan Ernst)
Un trabajador de Carolina del Norte durante un rally de Trump en 2022. (Reuters/ Jonathan Ernst)
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"Os vais a cansar de ganar". Con ese y otros eslóganes, Trump se dirigía a los trabajadores del llamado “Rust Belt” (Ohio, Pensilvania, Michigan), algunas de las regiones que antaño sustentaron el poder manufacturero de Estados Unidos, prometiendo un renacer industrial y un retorno de los empleos de las fábricas que habían hecho "grande a América". Pero tras casi el primer año de su segunda legislatura y pese a la enorme batería de aranceles las promesas del "MAGA" chocan contra una reindustrialización que no despega.

Trump llegó a la Casa Blanca por segunda vez reivindicando la fábrica como símbolo nacional, aupado precisamente por los trabajadores blancos de muchos de estos estados en plena desindustrialización, que compraron su discurso de proteccionismo, participación estatal y patriotismo económico. Mientras el presidente negocia y renegocia los aranceles con las potencias extranjeras, la inversión del país se ha lanzado de cabeza hacia otra dirección: una economía dominada por el capital tecnológico, los centros de datos y la inteligencia artificial. El sector manufacturero de Estados Unidos produce más que nunca, y sigue siendo el segundo en volumen de producción, 16,8% a nivel mundial, solo por detrás de China (28,7%) según Naciones Unidas, pero emplea a menos trabajadores industriales que en ningún otro momento desde los años cincuenta.

La era del pleno empleo fabril que no volverá

En 1979, Estados Unidos llegó a su pico de empleo manufacturero, 19,5 millones de empleos trabajaban en las fábricas. En 2025, apenas supera los 12,7 millones, según el Bureau of Labor Statistics (BLS). En los años setenta, uno de cada tres trabajadores estadounidenses estaba empleado en la industria; hoy, apenas uno de cada doce. Lo que supone una caída del 33% en términos absolutos y aún más pronunciada como porcentaje del empleo total, y que en la línea de tiempo con el ascenso meteórico de la industria China.

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La tendencia, lejos de revertirse, continúa y se acelera con la receta de los aranceles. El sector ha perdido 78.000 empleos en lo que va de 2025, 42.000 de ellos entre abril y agosto tras la entrada en vigor de los aranceles del "Día de la Liberación". El Institute for Supply Management indica que el 25% de las empresas en manufacturas reportaron despidos en julio, el nivel más alto desde la pandemia, una situación muy distinta a lo que prometía Trump en campaña en 2024: "Vamos a quitarles los empleos a otros países… Vamos a quitarles sus fábricas", aseguraba el presidente durante un mitin en Savannah, Georgia.

El pozo de fondos sin fondo de la IA

Aunque Estados Unidos está viviendo un boom de inversión, lo que sería esperable en un momento de reindustrialización, los datos señalan que esta inversión es casi exclusivamente en Inteligencia Artificial, principalmente en los datacenters (megacentros de datos), cuyos componentes además están exentos de aranceles. "La inversión en equipos de procesamiento de información y software representa solo el 4% del PIB, pero ha sido responsable del 92% del crecimiento económico en la primera mitad de 2025. Si se excluyen esas categorías, el PIB estadounidense habría crecido apenas un 0,1%", explica el economista Jason Furman, profesor en Harvard y exjefe del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca.

El problema es que ese motor de crecimiento está acaparando inversión, talento y capital que antes se destinaban a la producción física. En 2024, la inversión privada en IA en EEUU alcanzó los 109.000 millones de dólares, doce veces más que en China, según el AI Index 2025 de la Universidad de Stanford. Amazon, Alphabet, Microsoft y Meta esperan que la apuesta en 2025 sea tres veces mayor, unos 364.000 millones de dólares. El mismo estudio de Stanford señala que un 78% de las empresas estadounidenses ya utiliza alguna tecnología de inteligencia artificial, frente al 55 % del año pasado, una incorporación que todavía tiene que probar un auge en la productividad.

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Las fábricas producen más que nunca con menos operarios, el empleo manufacturero apenas representa ya el 10 % del total en EEUU., según el BLS, y aunque la IA presuntamente impulsa la eficiencia, no ha disparado la contratación de ingenieros: la mayoría de las ganancias se concentran en gigantes como Nvidia, Microsoft o Amazon, que absorbido más del 70% del valor en bolsa generado por la ola de inteligencia artificial.

Furman advierte, además, que los datos de empleo suelen anticipar mejor la realidad económica que el PIB. “Históricamente, cuando el empleo y el PIB no coinciden, el empleo es el indicador correcto y el PIB el incorrecto”, subraya el economista. En otras palabras: puede que la IA esté inflando las cifras de crecimiento, pero no la prosperidad de los trabajadores.

La trampa Trump de los aranceles

El discurso industrial de Trump se ha apoyado siempre en la idea de que China, "roba" los empleos de las fábricas de Estados Unidos y que los aranceles eran la herramienta para recuperarlos. Desde su primera guerra comercial en 2018, los aranceles se han convertido en el principal instrumento de presión internacional y de su política industrial nacional. Sin embargo, los datos indican que el impacto sobre el empleo ha sido, en el mejor de los casos, neutro, y en el peor, negativo.

Un estudio del Centre for Economic Policy Research (CEPR) concluye que las empresas estadounidenses más expuestas a los aranceles redujeron sus vacantes de empleo un 2,4 %–3,2 % en los seis meses posteriores a su entrada en vigor, y que los salarios ofrecidos también se redujeron. Las represalias de Pekín, centradas en el sector agrícola y manufacturero, destruyeron hasta tres empleos por cada uno creado en industrias protegidas. No es el único, otro análisis del Federal Reserve Bank of Minneapolis estima que escenarios tarifarios podrían sumar entre 0,4 y 1,4 puntos porcentuales al desempleo y llevar a la pérdida de entre, 650.000 y 3,4 millones de empleos.

El efecto político no está siendo tan duradero, Trump ya no está en campaña y no habla ya de “traer de vuelta los empleos robados por China”, pese a que la dependencia de Pekín en sectores estratégicos continúa siendo enorme. Con o si acuerdo con el gigante asiático, China seguirá controla alrededor del 75 % de la producción mundial de tierras raras, materiales esenciales para fabricar baterías, motores eléctricos o componentes electrónicos indispensables del boom tecnológico estadounidense. Washington, sigue intentando reducir esa dependencia mediante incentivos al reshoring y participación nacional en empresas como Intel, pero la magnitud del reto es inmensa.

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De hecho, el último informe de 2023 el Hamilton Index revelaba que China supera en un 70 % la especialización industrial avanzada de Estados Unidos. Donde aseguran que "China domina las industrias estratégicas, produciendo más que cualquier otra nación en términos absolutos". Pekín produce más bienes de alta tecnología, invierte más en infraestructura manufacturera y mantiene una fuerza laboral abundante y más disciplinada. Mientras tanto, el envejecimiento de la población estadounidense y la falta de interés de los jóvenes por los oficios industriales agravan la brecha de cualificación. Un informe conjunto de Deloitte y el Manufacturing Institute estima que 1,9 millones de empleos manufactureros podrían quedar vacantes para 2033 por falta de mano de obra cualificada.

La transformación es visible sobre el terreno. En ciudades como Youngstown (Ohio) o Gary (Indiana), donde miles de trabajadores celebraban los mítines de Trump en ambas campañas, ven ahora sus fábricas de acero o montaje de automóviles sustituidas por centros logísticos automatizados de Amazon. En el caso de Indiana, el enorme parque tecnológico lleno de servidores de computación para la IA y que ha costado 11.000 millones de dólares, creará alrededor de 1000 empleos. Según la propia Amazon, la empresa ha creado 26.000 puestos de trabajo en el estado.

Según el Stanford Artificial Intelligence Index 2025, los beneficios asociados al auge de la IA están impulsando el PIB nacional, pero de forma muy desigual: cerca del 80 % de las ganancias se concentran en un reducido grupo de estados ,California, Texas, Washington, Nueva York y Virginia, mientras los antiguos bastiones industriales del Medio Oeste continúan perdiendo peso económico y demográfico. De acuerdo con datos del U.S. Census Bureau, estados como Ohio o Michigan han registrado en la última década pérdidas netas de población activa superiores al 5 %. El empleo se desplaza hacia sectores tecnológicos y de servicios logísticos, con menor densidad laboral y menos oportunidades para los antiguos trabajadores industriales.

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Esos nuevos puestos exigen además competencias digitales y de ingeniería, pero la oferta educativa y la formación profesional no avanzan al mismo ritmo. Según el Bureau of Labor Statistics, la mayoría de los empleos de producción perdidos desde la crisis de 2008 no se han recuperado, y los nuevos puestos ofrecen menor estabilidad y salarios más bajos. La National Skills Coalition estima que un 52 % de los empleos en Estados Unidos requiere formación intermedia, una cualificación que escasea entre buena parte de la fuerza laboral del país.

El contraste con las promesas de Trump es evidente. Aquellos trabajadores de los cinturones industriales que con sus votos tornaron estados tradicionalmente demócratas a republicanos y garantizaron su ascenso político siguen siendo los más expuestos a la nueva economía. Una economía, la de la IA, que de la mano del capital tecnológico, ha desplazado el centro de gravedad del trabajo estadounidense: las fábricas que simbolizaron el poder industrial del país no han desaparecido del todo, pero hace tiempo que no emplean a los trabajadores a los que un día prometieron que iban a “volver a ganar”.

"Os vais a cansar de ganar". Con ese y otros eslóganes, Trump se dirigía a los trabajadores del llamado “Rust Belt” (Ohio, Pensilvania, Michigan), algunas de las regiones que antaño sustentaron el poder manufacturero de Estados Unidos, prometiendo un renacer industrial y un retorno de los empleos de las fábricas que habían hecho "grande a América". Pero tras casi el primer año de su segunda legislatura y pese a la enorme batería de aranceles las promesas del "MAGA" chocan contra una reindustrialización que no despega.

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