En Italia, el 'tercer hombre' podría ser una mujer: Silvia Salis desafía a Meloni (y a la izquierda clásica)
A medida que el debate se polariza y los límites de la propia izquierda italiana quedan en evidencia, una tercera voz está surgiendo, casi por sorpresa, en Génova
Silvia Salis, alcaldesa de Génova, en una manifestación en defensa de la flotilla. (Getty/Emanuela Zampa)
Durante dos años, la política italiana ha sido como una pelea fija entre Giorgia Meloni y Elly Schlein. Dos mujeres, dos mundos, dos Italias. Una lidera la derecha identitaria, la otra la izquierda de los derechos sociales. Pero, a pesar de sus esfuerzos liderando la oposición y el Partito Democratico (PD) italiano desde 2023, lo cierto es que Schlein no ha llegado a arrebatar un ápice del apoyo social a la primera ministra. Atascada en su 21% de intención de voto para el Partito Democratico, lejos queda todavía la opción de arrebatarle el trono romano a los Fratelli d’Italia y su 28% (+ el 8 de La Lega).
Y a medida que el debate se polariza y los límites de la propia izquierda italiana quedan en evidencia, una tercera voz está surgiendo, casi por sorpresa, en Génova: Silvia Salis, ex lanzadora de martillo olímpica ahora alcaldesa de la ciudad portuaria, en una coalición de partidos de centroizquierda, pero ella misma candidata independiente. No grita, no divide, sino que conquista. Y por eso es aterradora. No es un nombre de televisión, ni producto de partidos políticos. Es una persona extraña, nacida del deporte, el mérito y la disciplina. Una "outsider con currículum", como muchos la han llamado. Y quizás por eso mismo, una bala perdida en el duopolio femenino de Roma.
Silvia Salis, de 40 años, atleta en los juegos olímpicos de Pekín y Londres, entró en la política ascendiendo desde el deporte hasta la cúpula del CONI (Comité Olímpico Nacional Italiano). En 2025, llegó el punto de inflexión: se presentó a la alcaldía de Génova, su ciudad, con una coalición "de campo largo" que abarcaba a los Demócratas, los Reformistas, los Verdes y el Partido Cívico. Ganó en la primera vuelta, devolviendo la ciudad al centroizquierda después de una década.
"Se deseaba el cambio, la ciudad lo exigía. Ganamos porque nos mantuvimos unidos", dijo la noche de su victoria. Una frase que hoy suena a manifiesto, pero también a advertencia para una centroizquierda aún incapaz de mantener la unidad, con un liderazgo (con Schlein) muy ideologizado que dificulta esas coaliciones amplias que, al menos de momento, serían necesarias frente a Meloni. En las últimas elecciones regionales, que se están celebrando a lo largo de este año, los del PD han cosechado menos resultados de las esperadas. Aunque han revalidado Toscana este mismo fin de semana, no han conseguido arrebatar a FdI, como esperaban, la región de Las Marcas.
Desde el principio, Salis impuso su estilo: responsabilidades clave reservadas, comunicación sobria, cero retóricas. En los primeros cien días, abrió expedientes, revisó contratos, fortaleció el poderde los municipios e introdujo una ley que protegía a los trabajadores en la contratación pública.
Incluso propuso la creación de un "Ministerio del Futuro", un Ministerio para la Inteligencia Artificial, la investigación y la sostenibilidad. "No se puede gobernar mirando por el retrovisor. Italia necesita instituciones que piensen en el futuro", dijo. Y fue el momento en que muchos, dentro y fuera del Partido Demócrata, comenzaron a verla no solo como una administradora, sino como una figura potencialmente nacional.
Doble amenaza para Meloni y Schlein
En un país donde la representación femenina a menudo se presenta como un logro o una excepción, Salis corre el riesgo de convertirse en un cortocircuito. No pertenece ni al bando conservador de Giorgia Meloni ni al progresista de Elly Schlein, pero les roba el consenso y el lenguaje a ambas.
Para Giorgia Meloni, la alcaldesa de Génova es una amenaza silenciosa. Representa a una derecha que mira al mérito sin soberanía, una política del orden sin ideologías ultraderechistas. Es madre, católica, pero habla de futuro, no de tradición. Donde Meloni defiende la "Patria", Salis habla de "pertenencia cívica". Donde la premier glorifica la fuerza de la identidad, la alcaldesa afirma el poder de la competencia. "La coherencia es mi brújula: la política requiere coherencia y disciplina, como el deporte", declaró en una entrevista.
En la derecha, ya la miran con recelo. "La Meloni de la otra mitad del campo", susurran en los pasillos del partido Hermanos de Italia.
Para Elly Schlein, Salis representa una molestia interna, una potencial competidora nacional. Ambas son mujeres jóvenes, proeuropeas y progresistas. Pero la genovesa es menos ideológica, más administrativa, más atractiva en el centro, donde Schlein lucha por penetrar. Es reformista sin sacrificar valores, moderada sin caer en la timidez. No es casualidad que, en los pasillos del Nazareno (sede del PD), otros empiecen a susurrar que "Silvia también se dirige a quienes nunca votarían por el Partido Demócrata". Después de todo, con las encuestas consistentemente arrojando su techo de resultados, la izquierda italiana puede necesitar un revulsivo en su lucha contra Meloni, y alguien del perfil de Salis, que viene de fuera de la política y pasó por una alcaldía, mujer por si fuera poco, lo puede encarnar.
Sin embargo, Salis jura que no quiere que la enfrenten con la secretaria actual. "Elly me ha apoyado enormemente, no quiero que me enfrenten con ella", declaró. Pero la comparación es ahora inevitable: dos estilos de liderazgo opuestos, dos políticas que encarnan dos Italias diferentes.
Su fortaleza reside en la credibilidad pragmática. Mientras Schlein habla de visión y Meloni de identidad, Salis habla de resultados. Cuando promete "transparencia, respeto, integridad" (tres palabras repetidas en su primer discurso como alcaldesa), no construye un marco ideológico, sino un método administrativo. Su tono es bajo, su vocabulario sencillo, su postura atlética. No hay agresividad, sino una confianza firme, casi deportiva.
Un periodista local escribió: "Salis no grita, sino que convence. Y en un país desgastado por los gritos y lemas, puede ser revolucionario". Sin embargo, bajo la superficie de calma se esconde una visión sólida: una política que combina eficiencia y valores, concreción y emoción. "No le temo al futuro, le temo a la inmovilidad", declaró. Y esta frase captura su esencia: una mirada al futuro, sin nostalgia ni rabia.
El riesgo del consenso
Pero tras la calma olímpica se esconde un juego difícil. Porque cada nueva figura que emerge en Italia se ve inmediatamente frustrada por expectativas excesivas.
El riesgo para Salis es que se convierta demasiado pronto en "la nueva promesa", carente de la estructura necesaria para sostener una carrera nacional. Gobierna una ciudad compleja, con un tejido social frágil y enormes problemas de infraestructura. Cualquier retraso o tropiezo administrativo puede convertirse en un arma en manos de sus adversarios.
Silvia Salis durante el festival de Comunicación 2025 en Camoglia, Italia. (Getty/Emanuela Zampa)
En la izquierda, algunos temen más al "fenómeno mediático" que al proyecto político. Y ella, con prudencia, se contiene: "Tengo cinco años en Génova por delante, no voy a hacer carrera enRoma. Amo esta ciudad y quiero servirla hasta el final". Una frase que suena a declaración de lealtad, pero que no bastará para frenar la curiosidad nacional.
La fortaleza de Silvia Salis, en última instancia, reside en su imparcialidad. Por eso atrae a ese segmento del electorado desilusionado que hoy no se identifica ni con la derecha ideológica ni con la izquierda radical. Tiene un perfil moderno, europeo y directivo. Términos que usa, como "eficiencia", "innovación", "sostenibilidad" y "participación ciudadana" pueden parecer banales, pero en la jerga política italiana suenan casi subversivos. "No creo en la política del 'contra', sino en la política del 'a favor'", dijo en una entrevista. Es una frase que resume a la perfección su posicionamiento: no contra Meloni ni contra Schlein, sino más allá de las dos.
Su propuesta de un "ministerio del Futuro" sigue siendo simbólica, pero también es la clave para entender su ambición. Si el centroizquierda necesita un rostro que represente tanto lo concreto como la modernidad, Salis ya está lista, le guste o no. Por ahora, sigue siendo la "alcaldesa de los hechos", pero en el fondo, algo más ya se vislumbra: una líder potencial capaz de hablar a una Italia moderada y progresista que se siente desprovista de representación. Y en un sistema que adora la oposición tajante, la aparición de una tercera mujer capaz de romper moldes es más que una curiosidad.
Es un riesgo real. Un riesgo para Giorgia Meloni, quien se encuentra ante un rostro femenino capaz de encarnar el orden y un futuro sin retórica nacionalista. Un riesgo para Elly Schlein, quien podría verse superada por una colega que hable el lenguaje del reformismo concreto, no de la ideología. Silvia Salis aún está en sus inicios, pero la campaña más insidiosa por las dos mujeres más poderosas de Italia podría estar ya en marcha. El 2027 (cuando habrá nuevas elecciones) no está tan lejos.
Durante dos años, la política italiana ha sido como una pelea fija entre Giorgia Meloni y Elly Schlein. Dos mujeres, dos mundos, dos Italias. Una lidera la derecha identitaria, la otra la izquierda de los derechos sociales. Pero, a pesar de sus esfuerzos liderando la oposición y el Partito Democratico (PD) italiano desde 2023, lo cierto es que Schlein no ha llegado a arrebatar un ápice del apoyo social a la primera ministra. Atascada en su 21% de intención de voto para el Partito Democratico, lejos queda todavía la opción de arrebatarle el trono romano a los Fratelli d’Italia y su 28% (+ el 8 de La Lega).