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Netanyahu prefirió la guerra a los rehenes. Ahora quiere atribuirse el mérito
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Hamás libera a los últimos 20 rehenes vivos

Netanyahu prefirió la guerra a los rehenes. Ahora quiere atribuirse el mérito

Después de Gaza, el primer ministro tendrá que navegar entre unos socios de gobierno que rehuyen la paz de Trump y una oposición que no olvida

Foto: Un hombre ondea una bandera israelí desde un balcón mientras llega un helicóptero al helipuerto del Hospital Ichilov en Tel Aviv, Israel. (EFE/ABIR SULTAN)
Un hombre ondea una bandera israelí desde un balcón mientras llega un helicóptero al helipuerto del Hospital Ichilov en Tel Aviv, Israel. (EFE/ABIR SULTAN)
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Por primera vez en dos años, la casa de Benjamin Netanyahu amaneció tranquila este lunes. La calle Gaza era una más de Jerusalén, con un edificio blindado pero sin la amenaza de ninguna protesta. La atención estaba en otro lado: en cada autobús del país, en cada cafetería, en cada parque, algún altavoz sintonizaba un boletín que todos escuchaban con atención. Los últimos rehenes israelíes estaban siendo liberados, Trump aterrizaba en el país para anunciar un "nuevo amanecer para Oriente Medio"… La guerra parecía haber acabado y no había tiempo de reprocharle nada al primer ministro.

Desde octubre de 2023, la liberación de los rehenes tomados por Hamás había sido el principal reclamo de los manifestantes que, noche y día, habían colmado la calle Gaza de Jerusalén, la plaza de los Rehenes de Tel Aviv y otros puntos de Israel. Llevaban tiempo pidiendo su dimisión y, a pesar de que algunos también condenaban la ofensiva en Gaza, los rehenes eran su mayor foco de crítica.

Pero ahí no empezó todo. La incursión de Hamás en los kibutz colindantes con Gaza llegó en medio de la mayor ola de protestas en la historia de Israel. La razón: la reforma judicial de Netanyahu, percibida como un intento del primer ministro de debilitar el Tribunal Supremo y blindarse ante sus propios casos de corrupción. Desde enero hasta octubre de 2023, decenas de miles de israelíes ya habían denunciado que el gobierno ponía en riesgo la democracia y favorecía a sus socios ultrarreligiosos y ultranacionalistas. Entre ellos había reservistas del ejército, jueces y empresarios. Y también Edi.

"Dos meses después del golpe anticonstitucional empecé a protestar", dice la madre de tres, de 49 años, que prefiere no dar su nombre porque es empleada del gobierno en Tel Aviv. "Cuando llegó el siete de octubre, ya estábamos organizados. Empezamos a recaudar fondos y donar colchones a los kibutz, pero también seguimos protestando. Desde el principio supimos que este gobierno no estaba priorizando la liberación de los rehenes. Salía dos o tres veces por semana, con la misma ira que antes del ataque terrorista".

Foto: vencedores-y-vencidos-del-acuerdo-para-gaza

Hoy Edi está en esta plaza, entre la Ópera y el Museo de Arte de Tel Aviv, que los israelíes han rebautizado como ‘de los Rehenes’. Por primera vez, ella y otras mil personas han venido a celebrar ante una pantalla gigante cómo sus conciudadanos se reúnen uno a uno con sus familias. Pero si esta plaza de la ira se habrá convertido ya para siempre en la del festejo, la de la victoria y la del exitoso plan de Donald Trump sigue siendo un misterio.

Bajo el golpe de pala de los helicópteros militares que pasean a los primeros rehenes en salir antes de llevarlos al hospital, Edi no se muestra satisfecha. "El que no se había dado cuenta antes del siete de octubre lo ha aprendido este año. Nos gobierna un tipo que no ha dudado en extender la guerra para mantener su imagen doméstica a salvo", explica la funcionaria. "Cientos de miles de personas han venido a esta plaza en algún punto de la guerra, la mayoría con una petición: que Netanyahu dejara de mirar por sus intereses personales y los de su coalición de ultraderecha", sentencia Edi, que se considera afín a Demócratas, herederos del antiguo Partido Laborista.

Las próximas elecciones legislativas israelíes están oficialmente previstas para octubre de 2026, pero la creciente tensión política ha hecho cada vez más plausible la posibilidad de que se celebren elecciones anticipadas. Netanyahu se ha resistido a las peticiones de disolver la Knéset, argumentando que una votación en tiempos de guerra dividiría al país. Ahora que la crisis de los rehenes —la principal preocupación de los israelíes— parece resuelta, su frágil coalición —compuesta por partidos de extrema derecha y ultraortodoxos con agendas contradictorias— podría verse en peligro si la atención pública se vuelve sobre los casos de corrupción o la gestión de la guerra en Gaza.

Lo cierto es que, según las últimas encuestas, el Likud del primer ministro más longevo de Israel sigue a salvo. Por ahora. En un sondeo de este mes de octubre, posterior a la liberación de los rehenes y al alto el fuego en Gaza, el Times Of Israel sigue favoreciendo al partido de Netanyahu, aunque no lo suficiente como para asegurar una mayoría estable. Otra encuesta del mismo medio muestra que la confianza del público en Netanyahu se mantiene en solo el 40%, y que casi el 70% de los israelíes afirma no confiar en los actuales dirigentes, incluida casi la mitad de los votantes de la coalición. En general, las cifras sugieren que, aunque Netanyahu ha estabilizado momentáneamente su base, la mayoría de los israelíes siguen queriendo un cambio una vez que concluya la guerra.

Foto: trump-anuncia-en-israel-el-nacimiento-de-un-nuevo-oriente-medio-la-tierra-santa-esta-finalmente-en-paz

"Vamos a seguir protestando. Después de los rehenes, tendremos energía para evitar que empiece otra guerra. Es lo que querrá hacer: la guerra, simplemente por tener un enemigo que nos mantenga en estado de alerta. Pero estos meses nos han demostrado que Israel no consigue nada en guerra más allá de sacrificar a sus soldados y de matar a miles de palestinos", explica Edi, que, aunque no busca la paz con los palestinos, exige un Estado fuerte donde no se puedan repetir los episodios del 7 de octubre: "Esta guerra nos ha vuelto pragmáticos. No necesito paz con ellos, lo que quiero es calma. No quiero a gente como [Itamar] Ben Gvir —ministro de Seguridad Nacional y líder del partido ultraderechista Hogar Judío— ni quiero asentamientos. Tampoco quiero a oportunistas como Netanyahu. No nos ayudan", añade la vecina de Tel Aviv.

¿Hay Bibi después de la guerra?

En la terraza del hotel Link, aledaño a la plaza de los Rehenes, una veintena de personas sigue la televisión israelí bajo un toldo y café en mano. En la esquina derecha del Canal 12 se lee en hebreo: "Por fin, por fin en casa". En el centro de la pantalla, Donald Trump entra en la Knéset . Aplauden en la cámara y aplauden en este patio del centro de Tel Aviv. En los últimos días, Netanyahu ha defendido que si Hamás ha accedido a este alto el fuego ha sido por el "poderío" que el ejército israelí ha demostrado en los últimos meses de campaña. Pero en Jerusalén y en Tel Aviv lo saben: esta medalla se la cuelga Trump.

Netanyahu, acusado de socavar los esfuerzos de alto el fuego con Hamás durante la guerra y partidario de vencer a través de la presión militar, se sube al estrado. "Estoy comprometido con esta paz", asegura, ante Ben Gvir y demás socios ultraderechistas de su gobierno, como el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich. A ninguno le debe hacer gracia: los partidos Hogar Judío y Sionismo Religioso de la coalición se han mostrado escépticos sobre el alto el fuego desde que Trump lo puso sobre la mesa.

Ben Gvir, colono en Cisjordania, tuiteó el domingo a favor de reanudar la guerra en Gaza tras el intercambio de rehenes y prisioneros. Un diputado de Sionismo Religioso, el partido de Smotrich, advirtió que abandonaría la coalición si después del canje Israel no "logra sus objetivos bélicos de destruir a Hamás". Incluso el propio primer ministro había afirmado el domingo que la campaña en Gaza "no ha terminado" y que Israel acabará con Hamás "por las buenas o por las malas".

Los próximos días revelarán cuál es la estrategia de Netanyahu después de la guerra. Aunque Israel ya ha nombrado a un enlace militar entre el ejército y el mecanismo ideado por Trump para gobernar Gaza internacionalmente, el primer ministro israelí rechazó la invitación de asistir a la cumbre por la paz que EEUU y Egipto organizaban este lunes con Catar, Turquía y otros países en Sharm el Sheij.

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Las palabras de Netanyahu ante Trump en la Knéset podrían ser verdad. La estrategia del gobernante responsable de más de 67.000 muertes en Gaza —y, más importante para los israelíes: de dos años de cautiverio y decenas de rehenes fallecidos— podría cambiar de cara a mantenerse en el poder. También podría sucumbir a las demandas de sus socios de gobierno y reanudar la campaña militar, acelerar la colonización de Cisjordania o volver a enzarzarse con Irán. En cualquier caso, necesitará elegir entre acercarse a la extrema derecha o a una oposición centrista que no ha hecho, sino crecer durante los últimos tres años.

"Me temo lo peor. Irá a por Irán. Y lo peor es que convencerá a muchos de que otra guerra es necesaria", augura Edi desde una plaza de los Rehenes, convencida de que lo de Gaza podría haber sido más corto y menos costoso.

Por primera vez en dos años, la casa de Benjamin Netanyahu amaneció tranquila este lunes. La calle Gaza era una más de Jerusalén, con un edificio blindado pero sin la amenaza de ninguna protesta. La atención estaba en otro lado: en cada autobús del país, en cada cafetería, en cada parque, algún altavoz sintonizaba un boletín que todos escuchaban con atención. Los últimos rehenes israelíes estaban siendo liberados, Trump aterrizaba en el país para anunciar un "nuevo amanecer para Oriente Medio"… La guerra parecía haber acabado y no había tiempo de reprocharle nada al primer ministro.

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