Los mitos y verdades sobre el lujoso palacio de Nicolae Ceaușescu, el último líder comunista de Rumanía
Apenas se difundió la noticia de la huida de Nicolae Ceaușescu en diciembre de 1989, los manifestantes se dirigieron inmediatamente a su residencia en Bucarest
Una mujer mira al palacio del dictador Bucarest 1989 (Getty Images / Bernard Bisson)
Apenas se difundió la noticia de la huida de Nicolae Ceausescu en diciembre de 1989, los manifestantes se dirigieron inmediatamente a su residencia en Bucarest. El asalto al Palacio de la Primavera fue uno de los momentos más extraños de la revolución rumana, aunque había una explicación: las leyendas que circulaban aseguraban que el palació estaba dotado con inodoros dorados y pavos reales. La realidad fue aún más insólita, en parte debido a los gustos de la esposa del dictador Elena Ceausescu.
La dictadura rumana estaba aún en pleno apogeo cuando comenzaron a circular leyendas sobre las lujosas condiciones de vida de Nicolae Ceausescu y su esposa. Los Ceausescu nunca repiten ropa o zapatos. Nunca comen con los mismos cubiertos. La casa de la familia Ceausescu tiene piscinas especiales, un retrete dorado para la comodidad y el lujo del presidente, y pavos reales (sus aves favoritas) que vivían en los jardines del palacio guardaban la tranquilidad del dictador en el hogar.
El lujoso jardín del palacio que ahora alberga una exposición permanente (EFE / ROBERT GHEMENT)
Gran parte de las leyendas fueron inventadas por quienes debían esperar largas colas para comprar pan y alimentos básicos con cartillas de racionamiento, y cuyos días transcurrían entre numerosos cortes de electricidad y escasez de agua. En la última década de la dictadura de Ceausescu, el régimen introdujo medidas de austeridad extremas, y cuanto mayor era la escasez y el empobrecimiento, más extravagantes eran las leyendas sobre cómo vivían el dictador, su esposa y sus tres “herederos al trono”.
De hecho, estas leyendas cobraron fuerza a raíz de que Ceausescu se aislase a partir de la segunda mitad de los años setenta, y viviese receloso de su privacidad, protegido por estrictas medidas de seguridad. En aquella época, la gente solo podía verlo desde una distancia segura en sus apariciones públicas.
A pesar de todo, el aislamiento total era imposible. Tenía casas, villas y residencias de verano en todos los condados de Rumanía, donde aparecía en cacerías rurales, vacaciones en la costa o visitas programadas por todo el país. Y en tales ocasiones se alojaba en esas propiedades lujosas y protegidas con especial cuidado. El carácter de esas visitas fue suficiente para que la gente empezara ha hablar sobre la asombrosa riqueza del dictador.
El 22 de diciembre de 1989 la revolución llegó a la capital rumana: las noticias de las manifestaciones que tenían lugar en Timisoara desde hace días se extendieron por todo el país y, a primera hora de la mañana, Nicolae Ceausescu acusó de “traición” al ministro de Defensa, Nicolae Milea. Una hora después de las declaraciones de Ceausescu, se anunció que Milea se había suicidado. A las 12 del mediodía, el dictador y su mujer huyeron de la capital y, apenas una hora después, los manifestantes se dirigieron hacia el Palacio de la Primavera, la residencia de Ceausescu. Y así comenzó el acontecimiento más insólito e inesperado de la revolución rumana.
El Palacio de la Primavera era la propiedad más importante de Ceausescu. De hecho, era donde residía con Elena Ceausescu y sus tres hijos. Además, allí solo recibía a personas de confianza.
Una instalación de fotografías de la familia del dictador dentro de una de las piscinas del palacio (EFE/ROBERT GHEMENT)
El barrio de la Primavera era el distrito de la élite del partido en Bucarest, construido en su día para los trabajadores de las empresas de electricidad y gas, y al que se trasladaron los miembros más importantes de la "nomenklatura" tras la Segunda Guerra Mundial. El palacio de la Primavera fue construido originalmente para su predecesor, Gheorghiu Dej, pero fue al final Ceausescu quien se mudó tras ser nombrado secretario general del Partido Comunista Rumano.
El nuevo propietario no solo asumió el poder del partido y del país, sino también del Palacio de la Primavera. Pronto quedó claro que el palacio, ya de por sí extravagante y muy espacioso, no era lo suficientemente opulento para Ceausescu. A principios de los años setenta, unos años después del fin de la construcción, y mientras se consolidaba la dictadura, la propiedad se amplió aún más.
Como resultado de las continuas ampliaciones y reformas, se creó un grandioso jardín alrededor. Se acondicionaron 14.000 metros cuadrados, en cuyo centro se encontraba la propiedad, de 3.600 metros cuadrados. Elena Ceausescu dirigió la ampliación y seleccionó el mármol utilizado para el revestimiento y los mosaicos ricamente decorados. No fue una tarea fácil, ya que hubo que acondicionar 150 habitaciones para uso privado y protocolario. Se construyó un ala separada para Nicolae Ceausescu, otra para su esposa y otras tres para cada uno de sus hijos.
Elena Ceausescu imaginó un palacio claramente “nacional”: en su interior se aprecia la huella de varios artistas rumanos, y los decoradores utilizaron maderas nobles (revestimientos y muebles de roble, cerezo o nogal) y materias primas rumanas. Sin embargo, entre los materiales de construcción también se utilizó mármol dorado de Calcatta Murano y una gran cantidad de cristal y porcelana importados del extranjero. El palacio contaba con una piscina cubierta de 14 metros de largo y 70 metros cuadrados de superficie, con techo abatible.
Exposición permanente en el Palacio de Primavera en Bucharest (EFE/ROBERT GHEMENT)
Las paredes de la piscina se revistieron con un mosaico compuesto por dos millones de teselas decoradas con elementos dorados y turquesas, cuya construcción llevó dos años. Había un jardín tropical interior y una sala de cine propia (Nicolae Ceausescu era un apasionado de las películas del oeste y de las aventuras del detective Kojak). El Palacio de la Primavera tenía su propia sauna, gimnasio, peluquería y barbería (el dictador nunca utilizó esta última, ya que hasta el final de sus días se afeitó él mismo para evitar que la navaja se le escapara de las manos al barbero, por muy de confianza que fuera).
Poco después de que Ceausescu pronunciara su famoso y tristemente célebre último discurso y huyera en helicóptero, parte de los manifestantes que se encontraban en las calles de Bucarest se dirigieron hacia el Palacio de la Primavera. Se conservan imágenes sobre esta “visita al palacio”, que fueron emitidas por la recién liberada televisión pública rumana, y de las que la prensa internacional se hizo eco poco después.
Según las grabaciones, la gente no acudió al lugar de forma deliberada y planificada, sino que ciudadanos de todo tipo que estaban por la zona acudieron allí a la carrera. Llegaron en camionetas y Dacias destartalados [en la época la empresa automovilística nacional] decorados con banderas, y los manifestantes llevaban carteles en los que se podía leer: “¡Timisoara sangra, Rumanía llora!”. Vestidos con ropa humilde, acorde con las condiciones sociales de 1989, y exaltados por los acontecimientos revolucionarios, gente ondeando banderas, trabajadores y jóvenes universitarios gritaban mientras subían corriendo las escaleras de mármol.
Manifestantes rumanos sobre los tanques durante la revolución en 1989 Bucarest (EFE / ANDREI ILIESCU)
El ejército no detuvo a los recién llegados y muy pronto el allanamiento se convirtió en una frívola visita de museo. La gente ni siquiera se desabrochó la ropa de calle, sino que recorrió con el abrigo puesto los salones en los que aún había señales “recientes y cálidas” de la presencia del dictador y su mujer. (En un fragmento de las grabaciones se oye cómo se quejan de lo caldeado que estaba el palacio, cuando los servicios públicos de Bucarest llevaban meses sin funcionar).
El albornoz del dictador estaba en el cuarto de baño, donde también se podían ver tubos de pasta de dientes y peines, que algunos visitantes cogieron antes de que otros les llamaran la atención. La imparable oleada de visitantes revolucionarios abrió todos los armarios y examinó cada rincón. Algunos encontraron fruta fresca: hay fragmentos que muestran a personas tiritando por el frío de diciembre y enseñando unos melones. “¡Mirad lo que comían! ¡Melones, estaban comiendo melones!”, gritaban los que sostenían el botín en alto.
Con la misma espontaneidad con la que se entró al palacio, se organizó la protección de los objetos de valor que había en su interior. Incluso se creó un ambiente de linchamiento cuando se corrió la voz de que una joven quería sacar algunos tesoros de la fortuna de Ceausescu en una bolsa de nailon. La gente la rodeó, empezó a escupirla y a empujarla, y casi se produce una pelea. El ejército, impasible hasta ese momento, acordonó la zona en una hora y media, y así terminó la primera inspección popular de la lujosa vida del matrimonio Ceausescu.
Parte de la lujosa colección de zapatos de la esposa del dictador Elena (EFE/ROBERT GHEMENT)
Sin embargo, a pesar de que muchas fueron refutadas, las leyendas llegaron para quedarse: los rumores sobre el inodoro dorado, por ejemplo, no eran ciertos. El Palacio de la Primavera, que había prosperado durante un cuarto de siglo, estuvo vacío durante casi treinta años, mientras se debatía sobre cómo podía el país aprovechar este espacio con una carga histórica tan marcada. Se plantearon ideas para utilizarlo con fines protocolarios o incluso como edificio residencial, pero mantener este gigantesco edificio de miles de metros cuadrados resultaba muy costoso.
Finalmente, en 2016 abrió sus puertas como museo abierto al público. Sin embargo, aún se sigue cuestionando cómo debería organizarse la visita y las presentaciones en el museo. La nostalgia por la era Ceausescu está en auge en Rumanía y, según los expertos, este palacio ilustra a la perfección la injusticia y la ostentación que caracterizaron a esta dictadura añorada por tantos. Con todo, la visita guiada actual es más bien políticamente neutral: los visitantes aprenden de qué parte del país proceden los diferentes muebles, objetos de decoración y materiales de construcción.
Hay una razón sencilla para esta “neutralidad”: el matrimonio Ceausescu concibió esta propiedad como una “reserva de los valores nacionales”, y quien la visita se encuentra con una selección ecléctica, aunque extremadamente rica, de la arquitectura y las artes plásticas rumanas. El lujo de la dictadura rumana es patrimonio nacional, tanto conceptual como materialmente, y treinta años después de la caída del régimen de Ceausescu esta realidad sigue siendo difícil de asumir.
Este artículo ha sido elaborado en el marco del proyecto colaborativo europeo Pulse, con información y material de la redacción de hotnews.ro.
Apenas se difundió la noticia de la huida de Nicolae Ceausescu en diciembre de 1989, los manifestantes se dirigieron inmediatamente a su residencia en Bucarest. El asalto al Palacio de la Primavera fue uno de los momentos más extraños de la revolución rumana, aunque había una explicación: las leyendas que circulaban aseguraban que el palació estaba dotado con inodoros dorados y pavos reales. La realidad fue aún más insólita, en parte debido a los gustos de la esposa del dictador Elena Ceausescu.