EEUU no está viviendo un cambio de gobierno, sino de régimen. Los datos muestran que la transformación es muchísimo mayor que durante la alternancia tradicional entre republicanos y demócratas, y de consecuencias más profundas
El presidente estadounidense Donald Trump durante un anuncio sobre datos económicos en el Despacho Oval, en agosto de 2025. (Reuters/Jonathan Ernst)
Estados Unidos no está viviendo un cambio de gobierno, en el sentido tradicional de tener a un presidente republicano después de un presidente demócrata. Estados Unidos está viviendo un cambio de régimen. Así es como lo retratan algunos de los principales aliados de Donald Trump, que hablan de “contrarrevolución” o de “segunda revolución americana”, y así queda claro a la vista de los muchos y muy agresivos cambios que la Casa Blanca trata de implementar en varios frentes.
Una manera sencilla de verlo es contrastando las cifras de las acciones que emprende este gobierno con las cifras de las acciones que emprendieron los anteriores. Los números reflejan el carácter rompedor de esta administración y, también, la rapidez con la que el presidente concentra el poder en sus manos.
1) 209 decretos
Una de las acusaciones más comunes en cualquier democracia es aquella de que el presidente o primer ministro “gobierna por decreto”, como si tomase un atajo y le diese la espalda a la pluralidad que representan las cámaras legislativas.
Entre el 20 de enero y el 20 de septiembre de este año, el presidente Donald Trump ha aprobado 209 decretos (órdenes ejecutivas). Así figura en el Registro Federal y en The American Presidency Project. 209 decretos son 37 más que los que firmó Joe Biden en sus cuatros años de mandato. Si Trump mantuviese este ritmo durante un año, estaría aprobando, de media, 306 decretos anuales: casi 10 veces más que la media de decretos anuales que firmaron Barack Obama y George W. Bush.
Hasta la segunda llegada de Trump, el presidente que ostentaba el récord de decretos en sus primeros 100 días, con mucha diferencia, era Franklin D. Roosevelt, que asumió el Gobierno en mitad de la Gran Depresión y lanzó el ambicioso New Deal. Firmó 99 órdenes ejecutivas. En el mismo periodo, Trump ha firmado 142.
2) 432 demandas
Una cosa es el número de decretos y otra es la naturaleza de los mismos. Muchas de estas órdenes ejecutivas, según varios jueces, incluidos aquellos nombrados por Trump, parecen querer usurpar la autoridad de los Estados (por ejemplo, con los despliegues militares o la suspensión de partidas federales) o del Congreso (por ejemplo, con los aranceles o con el desmantelamiento de las agencias). Una forma de medir las fricciones es contar los litigios iniciados contra la Administración Trump.
Cuando Joe Biden dejó la Casa Blanca el pasado 20 de enero, su administración había sido objeto de 133 demandas. Se trata de un número bastante elevado. La Administración Obama fue demandada 80 veces en ocho años. La Administración de George W. Bush, 76 veces en el mismo intervalo. La de Bill Clinton, 42 veces.
En lo que lleva de mandato, la segunda Administración Trump ha sido demandada en 432 ocasiones, según la contabilidad de la revista jurídica Just Security. Si hacemos la media mensual, con Clinton nos sale a 0,43 demandas por mes. Con Trump, de momento, 48. Una frecuencia 100 veces mayor.
De acuerdo a Associated Press, que sigue de cerca 325 de estas demandas, 138 han logrado bloquear total o parcialmente decretos de Gobierno; 93 decretos han salido adelante y 94 siguen a la espera de una decisión judicial.
Pero el paisaje es complejo. A veces, estas órdenes judiciales son ignoradas. Otro análisis, publicado por The Washington Post, refleja que la Administración Trump se ha negado a cumplir un tercio de las decisiones de los jueces: 57 de los 165 casos analizados.
3) 28 peticiones de emergencia al Tribunal Supremo
Una ventaja de Trump es que el Tribunal Supremo tiene la mayoría conservadora más amplia desde hace 90 años: seis jueces conservadores contra tres progresistas. De hecho, tres de los nueve magistrados los nombró él mismo en su primer mandato. Así que, cuando un dictamen judicial bloquea la acción del Gobierno de Trump, este le hace al Supremo una petición de emergencia para que le despeje el camino.
En estos nueve meses, la Administración Trump ha cursado 28 peticiones de emergencia al alto tribunal. Más que las cursadas, en total, por las administraciones de George W. Bush, Barack Obama y Joe Biden a lo largo de 20 años.
Dice The Wall Street Journal que esta “inundación” de peticiones está “tensionando el poder judicial” y probablemente supere, dentro de pocos meses, el anterior récord de 41 peticiones marcado por Trump en su primer mandato.
Un mes antes de las elecciones presidenciales del año pasado, The New York Times encuestó a 50 expertos legales con experiencia en el Gobierno sobre las consecuencias que podría tener una segunda Administración Trump para la independencia del Departamento de Justicia. La mitad de estos 50 expertos trabajaron para presidentes demócratas; la otra mitad, para presidentes republicanos. “42 de los 50 antiguos cargos del Gobierno dijeron que es muy probable, o probable, que un segundo mandato de Trump plantearía una amenaza significativa a la norma de mantener los procesos penales fuera de la influencia de la Casa Blanca”, escribían los autores de la encuesta en octubre de 2024.
Un año después, se ha repetido el sondeo. Y los resultados son aún más mayoritarios. “Todos y cada uno de los 50 encuestados creen que Trump y su fiscal general, Pam Bondi, han usado el Departamento de Justicia para perseguir a los enemigos políticos y personales del presidente, y otorgar favores a sus aliados”, en referencia a la imputación del exdirector del FBI, James Comey; la redada a la vivienda del exconsejero de Trump, John Bolton, o las investigaciones a la fiscal neoyorquina Letitia James, al congresista Adam Schiff o al magnate George Soros.
Las respuestas al resto de preguntas reflejan un consenso similar: 49 de los 50 expertos consultados dicen que Trump representa hoy un peligro “mucho mayor” que durante la primera administración y que todo está resultando “mucho peor” de lo que esperaban hace un año.
5) 200.000 funcionarios menos
Cada vez que una nueva administración toma los mandos de la Casa Blanca, hay una rotación aproximada de 4.000 altos funcionarios en Washington DC. Un equipo, con sus subequipos y los equipos de sus subequipos, deja el Gobierno, y otro equipo llega y se pone cómodo al frente de los 2 millones de funcionarios federales.
Con la segunda presidencia de Trump, no han salido 4.000 funcionarios, sino decenas de miles. Dado que muchos de estos despidos están empantanados en los tribunales, los cálculos varían, pero, como mínimo, han dejado sus puestos cerca de 200.000. Así lo asegura la asociación Partnership for Public Service. La Administración quiere elevar esa cifra a 300.000 a final de año.
No está claro cuántos de estos huecos han sido ocupados por funcionarios nombrados por la Administración, habida cuenta de que varias organizaciones ultraconservadoras cercanas a Trump, especialmente la Heritage Foundation, llevan años preparando listas de cuadros potenciales afines a la causa.
Pero la escala de estas medidas, contrastadas con la timidez comparable de las anteriores administraciones, sugiere el tamaño de las ambiciones de esta presidencia. Una presidencia que todavía no ha completado una cuarta parte del mandato.
Estados Unidos no está viviendo un cambio de gobierno, en el sentido tradicional de tener a un presidente republicano después de un presidente demócrata. Estados Unidos está viviendo un cambio de régimen. Así es como lo retratan algunos de los principales aliados de Donald Trump, que hablan de “contrarrevolución” o de “segunda revolución americana”, y así queda claro a la vista de los muchos y muy agresivos cambios que la Casa Blanca trata de implementar en varios frentes.