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Un hombre en busca de su Nobel: Trump se apunta ya "siete guerras resueltas" para su mayor obsesión
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Un hombre en busca de su Nobel: Trump se apunta ya "siete guerras resueltas" para su mayor obsesión

Donald Trump no esconde su deseo de ganar el Premio Nobel de la Paz y sostiene que ha acabado con las suficientes guerras como para merecerlo. ¿Qué conflictos ha solventado realmente?

Foto: Trump y Netanyahu con una copia de la carta enviada al comité del Nobel. (DPA/White House/Daniel Torok)
Trump y Netanyahu con una copia de la carta enviada al comité del Nobel. (DPA/White House/Daniel Torok)
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La mayoría de quienes acuden a la corte de Donald Trump en Washington y quieren ganarse su favor han aprendido ya que hay que traer una ofrenda.

En su malograda primera visita, el ucraniano Volodímir Zelenski llevó (nunca llegó a entregarlo) el dorado cinturón de campeón indiscutible de peso pesado del boxeador Oleksandr Usyk, en un nada sutil mensaje apelando a la imagen trumpista de gran luchador solitario contra los enemigos de América. El CEO de Apple, que se enfrentaba a mastodónticos aranceles a sus iPhones fabricados en India, le regaló un trofeo con una base de 24 quilates de oro puro (fabricado en EEUU). Y en julio de 2025, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, le trajo una copia de la carta que había enviado al Comité Noruego del Nobel de la Paz solicitando oficialmente la candidatura de Trump.

Y todavía ni siquiera había anunciado su “Plan de Paz de 20 puntos para Gaza” que acabará con la “guerra de 3.000 años en Oriente Medio”.

Aun sin meterse físicamente en la rubia cabeza de Donald Trump, no es difícil saber que el mandatario está obsesionado con el Nobel de la Paz. Lo dicen sus propias declaraciones (lo lleva aireando desde 2019), lo dice su equipo (el enviado para Oriente Medio y negociador con Rusia, Steve Witkoff, aseguró que el comité del Nobel tenía que "ponerse las pilas" y entregárselo), lo cuenta el ex primer ministro y ahora ministro de Finanzas de Noruega, Jens Stoltenberg: en una inesperada llamada telefónica, que pilló al ex secretario general de la OTAN de paseo por la calle y con la cabeza en la negociación de aranceles, Trump le pidió directamente, sin ningún tipo de tapujo, que mediara en el Comité para otorgarle el Nobel de la Paz.

Este episodio, que causó escándalo en Noruega, donde los miembros del Comité elector del Nobel mantienen celosamente su independencia, es solo uno (y de lejos, no el más grave) de la serie de argucias dentro de la agresiva campaña de Trump para obtener el galardón.

Desde su regreso a la Casa Blanca, tanto Trump como su equipo han afirmado varias veces que ha "conseguido acabar con varias guerras"

Desde su regreso a la Casa Blanca, tanto Trump como su equipo han afirmado en varias ocasiones que ha "conseguido acabar con varias guerras". El número, e incluso las mismas guerras a las que se refieren, baila de intervención a intervención, pero siempre es ese papel de "pacificador mundial". En su larguísimo discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, Trump aseguró haber "acabado con siete inacabables guerras" en "un periodo de solo siete meses". "Todo el mundo dice que debería ganar el Premio Nobel de la Paz por esos éxitos", concluyó. "Estoy promediando una guerra al mes (con la que he acabado)", insistió el pasado mes de julio.

Lo de siete guerras es, a todas luces, una exageración. Lejos están todavía Rusia y Ucrania, para las que ni ha conseguido un alto al fuego y, aunque se ha dado un gran paso, queda mucho por hacer para acabar con la guerra en Gaza, tanto desde Hamás como Israel (aunque, al César lo que es del César, Trump ha logrado al menos el primer sí de Netanyahu y Hamás, algo que no consiguió su predecesor, Joe Biden, con un plan similar). No cuenta todavía esa, pero sí haber puesto fin (mediante un gavísimo bombardeo) a la guerra Israel-Irán.

Pero e incluso en las que EEUU sí puede haber tenido un papel reseñable, hay que entrar a la letra pequeña.

Armenia y Azerbaiyán

En uno de sus "conflictos resueltos", el de Armenia-Azerbaiyán, los protagonistas parecen haber también atendido al memorándum sobre cómo agradar a Trump: con la promesa de presentar conjuntamente la candidatura del magnate al Nobel. "¿Quién, si no es el presidente Trump, lo merece? No quiero entrar en la historia de algunas decisiones muy extrañas del Comité Nobel de la Paz al otorgar el premio a alguien que no hizo absolutamente nada", afirmó el presidente azerí, Ilham Aliyev, el pasado verano. Su homólogo armenio, Nikol Pashinyan, compartió esta visión y dijo que esperaba que el estadounidense les invitara a la ceremonia de premios. "Primera fila. Estarás en primera fila", dijo Trump entre risas.

Este intercambio se producía durante un encuentro en la Casa Blanca para firmar una declaración conjunta que acercara a los dos países a un acuerdo de paz. Este esfuerzo diplomático ha sido un paso importante en cerrar el conflicto, que se prolonga ya más de 35 años, por el disputado Nagorno Karabaj. En 2023, Azerbaiyán invadió la región, hasta entonces semiautónoma, provocando el exilio forzado de más de 100.000 personas.

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El pacto no contempla un plan de regreso de los armenios que tuvieron que huir y no se trata de un acuerdo de paz formal, pero ha logrado un acercamiento hacia la estabilidad en la zona. La declaración incluye que Armenia dará derechos a EEUU para desarrollar un importante corredor de tránsito a través de su territorio, la llamada “Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacionales”.

Los detalles de esta iniciativa no están claros y todavía hay obstáculos importantes para llegar a una paz a largo plazo entre Armenia y Azerbaiyán pero, en este caso, el presidente estadounidense tuvo un papel en los planes para empezar a conseguirla. Y ambos líderes se aseguraron de repetírselo. No es que ni Pashinyan ni Aliyev tengan voz ni voto, pero si los interesados defienden que ha sido Trump el artífice del fin de su guerra, daño no va a hacer...

India y Pakistán

... Un memorándum que no debió llegar a la India, donde el líder Narendra Modi se negó a ejecutar una pantomima como la de sus homólogos caucásicos. Desatando así la ira de Trump.

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El pasado mayo, el mundo estuvo cerca de una guerra nuclear que nada tenía que ver con Rusia-Ucrania, cuando India y Pakistán intercambiaron fuego de artillería y misiles tras semanas de tensión. La escalada comenzó en abril, tras un sangriento atentado contra turistas indios en la localidad cachemir de Pahalgam, cuya responsabilidad India atribuyó a Pakistán. En represalia, las fuerzas armadas de Nueva Delhi iniciaron la denominada Operación Sindhoor, con varios bombardeos contra zonas bajo control pakistaní. Días después de la escalada, y cuando se empezaba a temer lo peor, de forma repentina, los dos países anunciaban una tregua. Aparentemente, con mediación estadounidense.

Lo que sin duda era un éxito diplomático terminó enturbiándose de la peor manera. Cuando Trump llevaba semanas afirmando —en repetidas ocasiones, públicamente y con entusiasmo— que había "resuelto" el conflicto entre India y Pakistán, en una llamada telefónica con Modi el 17 de junio volvió a sacar el tema a colación, expresando su orgullo por haber puesto fin a la escalada militar. Mencionó que Pakistán lo iba a nominar al Premio Nobel de la Paz, dejando caer que Modi debería hacer lo mismo. Modi estalló. Aseguró a Trump que la intervención de EEUU no tenía nada que ver con el reciente alto el fuego, sino que se había acordado directamente entre India y Pakistán.

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Según una reconstrucción de la llamada hecha por el New York Times a partir de numerosas fuentes, Trump pareció ignorar los comentarios de Modi, pero desde entonces India ha recibido uno de los peores paquetes de aranceles, ha sido blanco de numerosas acusaciones de Trump por su papel en la compra de petróleo ruso..

Camboya y Tailandia

Lo de los aranceles sí que funcionó con otra de las escaladas de tensión durante los meses de verano: la de Tailandia y Camboya, en cuyos enfrentamientos murieron más de 40 personas y más de 300.000 fueron desplazadas.

En el momento de los últimos combates, Donald Trump estaba negociando los acuerdos comerciales con algunos países, y dijo a los líderes de los dos países que no continuaría con esas negociaciones hasta que no se acordara un alto al fuego. Dos días después, los dirigentes se reunieron en Malasia y consiguieron un pacto.

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La dependencia económica de las exportaciones de los dos países provocó que la “amenaza” de Washington surtiera efecto y que lograr un acuerdo comercial fuera prioritario al conflicto fronterizo. Sin embargo, las causas del mismo no han sido resueltas y es posible que se produzcan nuevos estallidos de violencia.

Ruanda y RDC

Y, de hecho, la violencia nunca se fue del también cacareado acuerdo de paz mediado por EEUU entre los países centroafricanos Ruanda y República Democrática del Congo. A finales de 2021, el grupo rebelde M23 lanzó una sorprendente ofensiva que logró, a principios de 2025, conquistar amplias franjas de territorio congoleño, incluyendo Goma, una importante ciudad en el este del país. En medio del shock por los avances del M23, el gobierno de Kinshasha acusó al gobierno de la vecina Ruanda de apoyar militarmente al M23. Una acusación que Washington comparte.

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Ruanda ha negado apoyar directamente a los rebeldes, la mayoría de etnia tutsi, pero en cualquier caso ha exigido el fin de otro grupo armado, las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), fundada por hutus vinculados a las masacres de tutsis en el genocidio de Ruanda de 1994 y con presencia en el país vecino.

Con la mediación de Qatar (cuyo emir cuenta importantes lazos personales con Ruanda) y Massad Boulos, un empresario libano-estadounidense y suegro de la hija de Trump, Tiffany, nombrado por este último como asesor para África, se llegó a un vago acuerdo de paz. Tuvo que ser otro premio Nobel de la Paz, el médico congoleño Denis Mukwege (2018), quien dio la voz de alarma sobre los sospechosos componentes económicos del acuerdo, que parecen apuntar a la ansiedad de la Administración Trump por el acceso a las tierras raras, disponibles en amplias cantidades en el este de RDC. Y la violencia nunca se detuvo: los combates continúan en el área de Goma, desplazando a miles de personas cada mes.

Serbia y Kosovo

Y si bien no ha acabado definitivamente la guerra entre Ruanda y RDC, sí que Trump se apunta haber acabado una antes incluso de que volviera a empezar. “Serbia y Kosovo se enfrentaban, iba a haber una gran guerra. Les dije: si se van, no habrá comercio con Estados Unidos. Dijeron: bueno, quizá no vayamos allí”, ha descrito Trump el desarrollo de su mediación de paz.

Las tensiones han escalado y desescalado en varias ocasiones durante las últimas décadas, pero ninguna de ellas se ha acercado a una guerra como la de los años 90. La Casa Blanca ha mencionado el acuerdo de normalización económica entre los dos países que se firmó en la Oficina Oval en 2020, durante la primera legislatura de Trump. Pero ni en ese momento, ni ahora, había una guerra abierta en curso.

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Stefan Wolff, profesor de seguridad internacional en la Universidad de Birmingham, dijo a The Conversation que las tensiones regionales entre Kosovo y Serbia han existido desde hace tiempo. “Las tensiones han vuelto a intensificarse recientemente, por lo que la situación dista mucho de estar resuelta”.

Además, Serbia enfrenta actualmente una situación de crisis por las intensas manifestaciones contra el presidente Aleksandar Vučić. El colapso de una estación de tren en Novi Sad evidenció la corrupción en el país y el descontento de los jóvenes, que ha acabado en un movimiento estudiantil para acabar con el Gobierno al que acusan de autocrático.

Con problemas internos y las causas todavía sin resolver, quedan muchos flecos sueltos en la presunta intervención de EEUU en el conflicto. “Si realmente hubiera algo significativo [en 2025], habría más evidencia”, concluyó Wolff.

... ¿y 2026?

Trump parece haber tirado la toalla al menos este año. El pasado martes, Trump declaró ante un grupo de altos mandos militares estadounidenses que no esperaba ganar el premio: "Se lo darán a alguien que no hizo absolutamente nada". Las nominaciones al Premio Nobel de la Paz se cierran en enero, por lo que Trump entonces tenía poco que enseñar, más allá de unos Acuerdos de Abraham de normalización de las relaciones de Israel con varios países árabes que habían quedado muy debilitados después del 7 de octubre y la invasión israelí de Gaza.

"Se lo darán a alguien que no hizo absolutamente nada"

Y la presión tampoco sienta bien al comité encargado de tomar la decisión, un reducido grupo de noruegos que ya en el pasado se enfrentó a grandes pesos pesados como China. En 2010, Pekín advirtió a Noruega que la elección de cualquier disidente chino tendría severas consecuencias, solo para que ese año Liu Xiaobo, activista encarcelado, recibiera el galardón. China rompió relaciones diplomáticas y económicas con Noruega, y no fue hasta seis años después que se recuperaron.

Está por ver si Trump es tan vengativo, o esperará al año que viene. En su reunión del martes, sí que ya declaró que la concesión del Nobel a "alguien que no hizo absolutamente nada" representaría un "gran insulto" a EEUU. Y ya sabemos qué hace Trump con los países que siente que le han insultado.

La mayoría de quienes acuden a la corte de Donald Trump en Washington y quieren ganarse su favor han aprendido ya que hay que traer una ofrenda.

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