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La hora de la verdad en Gaza: todo lo que puede fallar al implementar el acuerdo de paz
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La hora de la verdad en Gaza: todo lo que puede fallar al implementar el acuerdo de paz

El anuncio de un principio de acuerdo para la liberación de los rehenes a cambio de una retirada israelí parcial del territorio es una excelente noticia. Pero persisten los intereses cruzados para hacer fracasar la iniciativa

Foto: Una mujer muestra los rostros de los rehenes durante las celebraciones en Tel Aviv tras el anuncio del acuerdo de paz. (EFE)
Una mujer muestra los rostros de los rehenes durante las celebraciones en Tel Aviv tras el anuncio del acuerdo de paz. (EFE)
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El anuncio de un principio de acuerdo entre Israel y Hamás para poner fin a la guerra en Gaza ha sido saludado de forma casi universal como una excelente noticia. La liberación de los rehenes en manos de Hamás, la excarcelación de dos mil presos palestinos y una retirada parcial de las tropas israelíes de Gaza son algunos de los puntos en los que se habría alcanzado un consenso, y que se pondrán en práctica en las próximas jornadas.

No obstante, quedan en el aire muchos aspectos que, por desgracia, podrían hacer descarrilar el acuerdo. Y como suele decirse en el ámbito de la negociación, nada está cerrado hasta que todo está cerrado. Lo verdaderamente complicado empieza ahora: concretar los detalles e implementarlos, en medio de un verdadero campo de minas geopolítico donde muchas cosas pueden hacer que todo salte por los aires.

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Uno de los problemas es que muchos de los elementos necesarios para consolidar un acuerdo de paz duradero quedan relegados a futuras rondas negociadoras, donde no existe ninguna garantía de éxito. Por ejemplo, esta primera fase ni siquiera contempla un cese total de los combates. Apenas tres horas después de que el presidente estadounidense Donald Trump anunciase el acuerdo, el ejército israelí emitía un comunicado en árabe en el que recordaba a los habitantes de Gaza que todavía están en guerra, y que las tropas israelíes siguen ocupando la Franja.

Y aunque se prevé —según la versión de Trump— que el ejército israelí lleve a cabo un repliegue parcial del área para facilitar la liberación de los rehenes, todavía no hay consenso acerca de cómo abordar las siguientes fases. ¿Permanecerá Israel desplegado en las demás áreas de Gaza hasta que una nueva administración se haga con el control del territorio? ¿Qué planes hay para las fronteras, tanto con Israel como con Egipto?

El plan de paz de 20 puntos presentado por Trump a finales de septiembre, que es en gran medida la base del acuerdo actual, contiene además dos elementos con los que el gobierno israelí no comulga: por un lado, no autoriza a Israel a anexionarse la Franja de Gaza, y por otro permite que los palestinos que deseen permanecer allí puedan hacerlo, en contra de los deseos de un amplio sector político israelí que aboga por la expulsión total.

El ministro de Finanzas Bezalel Smotrich ha asegurado que una vez los rehenes sean liberados, Hamás debe ser destruido en su totalidad, y ha arremetido contra la liberación de presos palestinos. “Hay un miedo inmenso a las consecuencias de vaciar las prisiones y liberar a la siguiente generación de líderes terroristas que harán todo lo posible para seguir derramando ríos de sangre aquí”, ha dicho en redes sociales. “Solo por esta razón, no podemos unirnos en estas celebraciones cortoplacistas ni votar a favor del acuerdo”, ha añadido.

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Es enteramente posible, de hecho, que los partidos a la derecha del Likud de Netanyahu anuncien pronto su salida del gobierno para mostrar su rechazo a lo negociado, lo cual a su vez pondría en riesgo el acuerdo al deslegitimar la solidez de la parte israelí.

Futuro desinterés de EEUU

El acuerdo es, en gran medida, resultado del esfuerzo personal de Donald Trump, que se lo ha impuesto a un gobierno israelí reticente, pero que no puede permitirse perder un apoyo estadounidense sin el cual resultaría imposible proseguir con la guerra. Trump ha sido transparente en sus motivos: quiere el Premio Nobel de la Paz, que se entregará esta misma semana.

Pero ¿qué sucederá cuando pase la fecha del galardón, independientemente de que el premiado sea o no el presidente estadounidense? Es inevitable que después de ese momento, Trump pierda interés en este asunto. Para él, lo importante es poder colgarse la medalla de haber puesto fin al conflicto, y lo que suceda después le resulta irrelevante, tal y como ha ocurrido con alguna de las siete guerras a las que asegura haber puesto fin, pero donde las hostilidades no han tardado en resurgir a las pocas semanas de un acuerdo, como es el caso de la República Democrática del Congo.

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En ese sentido, es de esperar que la presión estadounidense sobre Israel desaparezca, de modo que la supervivencia del acuerdo dependería en gran medida de la voluntad israelí de mantenerlo. Y ahí, las perspectivas no son demasiado halagüeñas.

Netanyahu necesita la guerra

El problema con el ejecutivo israelí es que la supervivencia política del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu depende de la continuación de la guerra hasta lograr un resultado tan contundente que pueda ser capitalizado de forma inapelable, al menos a ojos de una parte significativa del electorado. Cabe recordar que Netanyahu y su mujer Sara están imputados en un escándalo de corrupción tan importante que, de no haber logrado la inmunidad con su victoria electoral, la probabilidad de que ambos estuviesen en la cárcel es muy alta.

Y esta situación no sería tan compleja si se tratase solo de Netanyahu, pero para mantenerse en el poder cuenta con el apoyo de varios partidos de corte extremista, como los de los ministros radicales Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir, quienes no ocultan sus planes de construir un ‘Gran Israel’ que abarque amplios territorios de los países vecinos, y que han mostrado su hostilidad al acuerdo.

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Por diferentes motivos, los diversos miembros de la coalición de gobierno —si es que aguanta— tienen interés en proseguir la ofensiva de Gaza hasta el final, por lo que si la supervisión estadounidense se relaja en un futuro próximo, las autoridades israelíes tienen razones poderosas para romper el acuerdo.

Hamás tiene demasiado que perder

Algo similar sucede con Hamás. Hay pocas dudas de que la guerra no solo ha debilitado enormemente a la organización, aniquilando sus estructuras financieras y acabando con gran parte de sus mandos, sino que también ha erosionado su apoyo entre una parte significativa de la población palestina, que la responsabiliza de contribuir a haber creado la situación actual de devastación. Este grupo se ha visto además sometido a presión no solo por parte de Occidente, sino también de sus socios tradicionales, como Turquía o Qatar.

El gran problema para Hamás es que cualquier propuesta de paz con posibilidad de prosperar implica facilitar una transición de poder en Gaza, sea a otra entidad palestina o, como quiere el gobierno de EEUU, a un ejecutivo interino internacional que administraría el territorio a modo de protectorado internacional. Y en cualquiera de estos escenarios, esta organización se vería abocada a una irrelevancia que no parece dispuesta a aceptar fácilmente.

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Para Hamás, soltar a los rehenes que quedan vivos y repatriar los cadáveres es una concesión menor de lo que podría parecer. Entre los devastadores errores de cálculo cometidos por sus líderes en estos dos años, uno de los más importantes ha sido el creer que dichos rehenes ofrecían algún tipo de protección frente a las represalias israelíes.

Pero el ejecutivo de Netanyahu ha demostrado una y otra vez que su liberación no está entre sus prioridades, pese a las demandas de sus familiares y de gran parte de la sociedad israelí. En este punto, la puesta en libertad de los cautivos podría ayudar a Hamás más que su retención. La gran incógnita es de qué modo se haría, probablemente, en paralelo a una salida parcial del ejército israelí de Gaza.

La otra cuestión clave es la del desarme de Hamás. Según el diario New York Times, los mediadores árabes están convencidos de que podrían persuadir a sus líderes de entregar una parte significativa de sus arsenales a cambio del compromiso estadounidense de que Israel no reiniciará los combates. Aun así, la organización está dividida respecto a esta cuestión, y no es descartable que se acabe imponiendo el ala más violenta, o que incluso se produzca una escisión entre los partidarios del desarme y los de continuar las acciones armadas, como ha ocurrido en innumerables ocasiones con grupos terroristas de todo el mundo, desde el IRA a las FARC. Cualquier pretexto puede ser bueno para regresar a la guerra.

Irán, el gran perjudicado

Otro de los grandes perdedores de esta guerra ha sido Irán, quien no solo se ha encontrado con su propio territorio bombardeado por Israel y EEUU, sino que ha visto cómo el llamado ‘Eje de la Resistencia’, que tanto tiempo y recursos invirtió en construir, se ha desplomado como un castillo de naipes. La supuesta capacidad asimétrica de disuasión que tendrían estos actores no estatales armados alrededor de Israel ha resultado ser poco más que un mito, haciendo añicos la estrategia iraní en la región.

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Aun así, es innegable que una guerra en Gaza supone una distracción enorme de atención y recursos para las fuerzas israelíes, que de otro modo podrían orientarse hacia Irán. En ese sentido, Teherán tiene enormes incentivos no solo para seguir apoyando con armas y fondos a un Hamás que continúe combatiendo, sino que sin duda hará todo lo posible por influir en las decisiones internas de la organización, presumiblemente a favor de una prolongación de las hostilidades.

Para el régimen de los Ayatolás, la devastación de Gaza y la masacre de palestinos representa la mejor publicidad posible a la hora de lograr la condena internacional de Israel, su gran enemigo geopolítico. ¿Tiene todavía Irán capacidad de influencia en este tablero? Está por ver, pero hay pocas dudas de que va a intentar medrar en la medida de lo posible, y no para bien.

En suma, un panorama extremadamente complicado en el que las posibilidades de que algo salga mal son increíblemente elevadas. Como nota positiva, cabe decir que así suelen ser la mayoría de las negociaciones de alto nivel para poner fin a conflictos de larga data. Al fin y al cabo, renunciar a la paz para no hacer concesiones es siempre la salida más fácil. A pesar de ello, a veces, solo a veces, estos esfuerzos llegan a buen puerto.

El anuncio de un principio de acuerdo entre Israel y Hamás para poner fin a la guerra en Gaza ha sido saludado de forma casi universal como una excelente noticia. La liberación de los rehenes en manos de Hamás, la excarcelación de dos mil presos palestinos y una retirada parcial de las tropas israelíes de Gaza son algunos de los puntos en los que se habría alcanzado un consenso, y que se pondrán en práctica en las próximas jornadas.

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