Los cinco noruegos que tienen en sus manos el sueño de Trump de ganar el Premio Nobel de la Paz
Cinco jueces noruegos decidirán si Donald Trump merece el Premio Nobel de la Paz que tanto desea. Mientras presume de haber acabado con siete guerras, sus opciones reales siguen divididas y generando polémicas
Montaje de la medalla que otorga el premio Nobel de la Paz con la cara de Donald Trump. (Fuente: The Times)
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quiere el Premio Nobel de la Paz y lo repite cada vez que tiene oportunidad. Hace apenas unas semanas, durante la inauguración de la 80ª Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, aseguraba haber “. Ahora, además, presume de sus planes de paz para Gaza y se presenta ante el mundo como el gran pacificador. La apuesta es alta, pero será el comité noruego el que decida si sus méritos son merecedores del galardón.
El círculo más cercano de Trump ha movido hilos entre los líderes europeos y ha hecho campaña para que su nombre suene con fuerza. A la vez, las familias de los rehenes israelíes le han mostrado su apoyo público. El expresidente, fiel a su estilo, lanza frases que buscan impacto: “Si me llamara Obama, ya me lo habrían dado”, repite sin disimulo, convencido de que el Nobel es suyo por derecho.
El problema es que su perfil político genera todo tipo de dudas. Sus decisiones polémicas, los choques con aliados y su manera directa de hacer diplomacia chocan con la esencia del Premio Nobel de la Paz, un galardón que premia la cooperación y el diálogo. La elección, envuelta en un secretismo casi absoluto, quedará en manos de cinco noruegos con trayectorias, edades e ideologías muy distintas, encargados de decidir si Trump puede pasar a la historia como pacificador.
¿Quién decide el Nobel de la Paz?
El Premio Nobel de la Paz no lo concede una institución política ni una votación popular, sino un pequeño comité con sede en Oslo. En total, cinco miembros, elegidos por el Parlamento noruego, son los encargados de valorar cada candidatura y decidir quién merece uno de los galardones más influyentes del mundo. Su trabajo se desarrolla bajo un estricto secreto que, año tras año, alimenta las quinielas y las especulaciones sobre sus preferencias.
De izquierda a derecha: Anne Enger, Olav Njølstad (secretario), Gry Larsen, Kristin Clemet, Asle Toje y Jørgen Watne Frydnes (presidente). (Foto: NTB/Ole Berg-Rusten)
El comitélo presideJørgen Watne Frydnes (41 años), gestor del memorial de la masacre de Utoya en 2011 y figura respetada en el ámbito de losderechos humanos. Apolítico en lo formal, sintoniza con sensibilidades del laborismo noruego y ha verbalizado la pérdida de aquel optimismo post-Guerra Fría que marcó a su generación.
El vicepresidente, Asle Toje (51 años), se ha mostrado cercano a posiciones conservadoras. Partidario de Trump (asistió a su segunda investidura presidencial el pasado enero) ha pedido leerlo “con más matices”, tal y como revela el periódico The Times. Su presencia alimenta lecturas sobre cómo podría reaccionar el comité ante una candidatura tan polarizante como la del estadounidense.
Completa el grupo una terna diversa: Anne Enger (75 años), exlíder del Partido de Centro, de perfil muy reservado; Gry Larsen (49 años), exdirigente laborista y responsable en una gran ONG, crítica con losrecortes de ayuda internacional impulsados por Trump; y Kristin Clemet (68 años), exministra conservadora y directora de un think tank liberal con mensajes previos críticos hacia el presidente.
Las “siete guerras acabadas” según Trump
Donald Trump asegura que su legado como presidente ya tiene un lugar reservado en la historia: haber puesto fin a siete guerras en apenas siete meses. A pesar de repetirlo hasta la saciedad, gran parte de esas afirmaciones son discutidas por los países implicados y por analistas internacionales, que cuestionan tanto su papel real como la estabilidad de los acuerdos alcanzados, puesto quevarias de esas treguas son frágiles o simbólicas. Estas son las guerras que, según el propio presidente, habría logrado detener:
Armenia y Azerbaiyán: Trump se atribuye haber impulsado un acuerdo de paz entre ambos países tras el conflicto por Nagorno-Karabaj. La propuesta estadounidense incluía abrir una ruta comercial llamada 'Ruta Trump para la Paz', pero el pacto aún no ha sido ratificado y las tensiones siguen vivas.
India y Pakistán: el mandatario asegura haber mediado personalmente para frenar una guerra en Cachemira tras un ataque terrorista. Washington anunció un alto el fuego “gracias a conversaciones nocturnas”, aunque India niega rotundamente que Trump tuviera un papel relevante.
República Democrática del Congo y Ruanda: según la versión estadounidense, ambos países depusieron las armas después de que Trump prometiera inversiones mineras en la región de Kivu. No obstante, los enfrentamientos entre milicias y rebeldes continúan.
Camboya y Tailandia: durante una breve crisis fronteriza, el presidente interrumpió sus vacaciones para hablar con los líderes de ambos países. Asegura que logró una tregua al ofrecerles ventajas comerciales, pero los intercambios de disparos se han repetido desde entonces.
Israel e Irán: Trump considera que los bombardeos contra instalaciones nucleares iraníes “garantizaron la paz en Oriente Medio”. Sin embargo, no existe ningún acuerdo formal y la tensión entre ambos países sigue siendo una de las más peligrosas del mundo.
Serbia y Kosovo: en este caso, se refiere al acuerdo económico que ambos firmaron en 2020, durante su primer mandato. Trump afirma que ese pacto evitó una guerra, aunque se trató más bien de un gesto simbólico sin resolver los conflictos políticos de fondo.
Egipto y Etiopía: también se apunta haber frenado una escalada por la gran presa del Nilo Azul. Asegura que sus contactos diplomáticos evitaron una guerra por el agua, pero el problema sigue abierto y sin solución definitiva.
Trump presenta esta lista como prueba de su éxito personal: un estilo de diplomacia rápida, directa y basada en la presión económica. Sus aliados lo califican de “pacificador pragmático”, mientras sus críticos sostienen que muchas de sus “victorias” son simples pausas en conflictos que siguen activos. En cualquier caso, la narrativa le sirve para alimentar su imagen de líder fuerte y convencer al comité de que su nombre merece grabarse junto al de los grandes Nobel de la Paz.
Los rivales en la carrera
Las casas de apuestas dibujan un panorama volátil: algunas elevan a Trump (que ya fue candidato en otras dos ocasiones previas), otras le relegan y en mercados como Polymarket su probabilidad ronda el 3%. El ruido por sus opciones convive con candidaturas con fuerte carga simbólica y humanitaria.
Entre los nombres que suenan están Yulia Navalnaya, viuda de Alexéi Navalni; la agencia de ayuda de laONU en Palestina; y una red deiniciativas humanitarias en Sudán. En paralelo, algunos diplomáticos creen un posible “premio anti-Trump” que reivindique legalidad internacional y multilateralismo. No obstante, hay que recordar que las presiones nunca aseguran nada. Al contrario, pueden salir mal. En 2010, por ejemplo, China trató de impedir que el disidente Liu Xiaobo recibiera el Nobel de la Paz, pero el comité no cedió y siguió adelante.
A pesar de la campaña a favor de Trump, su perfil directo y sus decisiones polémicas pueden lastrar su candidatura
En cualquier caso, la decisión llega con un telón de fondo incómodo para el presidente: el desmantelamiento parcial del aparato de ayuda exterior, choques con la agenda climática y un historial de presión que podría resultar alérgico para Oslo. Si el Nobel busca enviar mensajes, el del comité será inequívoco.
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quiere el Premio Nobel de la Paz y lo repite cada vez que tiene oportunidad. Hace apenas unas semanas, durante la inauguración de la 80ª Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, aseguraba haber “. Ahora, además, presume de sus planes de paz para Gaza y se presenta ante el mundo como el gran pacificador. La apuesta es alta, pero será el comité noruego el que decida si sus méritos son merecedores del galardón.