Dos años después de la masacre del 7 de octubre, Israel todavía no ha cerrado sus heridas
Tras perder a sus padres en un ataque, Maoz Inon y Aziz Abu Sarah impulsan iniciativas de reconciliación y turismo para fomentar la convivencia y rechazar la venganza en la región
El activista por la paz israelí Maoz Inon, cuyos padres Bilha y Yakovi Inon fueron asesinados en la habitación segura de su casa en Netiv Haasara. (Reuters/Shir Torem)
Dos semanas después de que sus padres fueran asesinados en su casa del kibutz Netiv Ha'asara durante el ataque de Hamás del 7 de octubre de hace dos años, Maoz Inon, empresario turístico israelí, daba una entrevista llorosa en la BBC.
Respondiendo a las preguntas de la periodista, explicó que sus padres, Bilha y Yaakov, fueron las primeras víctimas del kibutz. "Un misil que impactó a 50 metros de su casa los quemó vivos". La entrevistadora le dio el pésame y le preguntó por la respuesta militar que Israel preparaba, la entrada terrestre en Gaza, e Inon respondió llorando: "No estoy llorando por mis padres, lloro por los que van a morir en esta guerra. La guerra no es la respuesta". Y pidió, entre sollozos, a todos los televidentes, a todo el mundo, que presionara para parar la guerra inmediatamente. Ya casi no se le entendía por el llanto, pero se pudo discernir que decía que se prometía a sí mismo dedicar su vida a traer paz a esta tierra.
Nada más lejos de la realidad que traerían los dos años siguientes. Dos años en los que la tragedia del 7 de octubre, el peor atentado de la historia de Israel con 1.195 muertos y 251 secuestrados, cristalizó en una brutal guerra en Gaza que acumula ya decenas de miles de muertos. Dos años en los que ni las víctimas de la masacre, ni los familiares supervivientes, ni la sociedad israelí ha encontrado ni consuelo ni justicia. Las televisiones israelíes se llenarán estos días de testimonios de supervivientes, de familias rotas, de las últimas grabaciones halladas en los teléfonos de los asesinados. Cada historia distinta, pero todas idénticas en el espanto.
El aniversario llega en un país exhausto y dividido, donde pocos creen que se hayan asumido responsabilidades. Los terroristas de Hamás que irrumpieron en los kibutz aquella mañana fueron los autores materiales, pero la tragedia tuvo lugar bajo el mandato del primer ministro Benjamin Netanyahu, que continúa en el poder dos años después del mayor fallo de seguridad en la historia del país. No ha dimitido, ni ha pedido perdón, ni ha permitido la creación de una comisión estatal de investigación para esclarecer lo ocurrido.
La guerra se ha convertido en un callejón sin salida que ahonda en las divisiones de la sociedad israelí. El consenso nacional que pareció renacer en los días posteriores a la masacre se ha evaporado. Los familiares de los rehenes son insultados en las calles, tachados de smolanim —izquierdistas— por reclamar un acuerdo que ponga fin a la guerra en Gaza, no necesariamente porque crean que sea un error, sino para poder traer de vuelta a los secuestrados. Cuarenta y ocho rehenes israelíes —al menos una veintena de ellos con vida, según estimaciones oficiales— permanecen en manos de Hamás. La franja está prácticamente destruida y más de dos millones de personas han sido desplazadas.
Más de 67.000 palestinos han muerto, según las autoridades sanitarias gazatíes, y millones han perdido sus hogares. Israel, aislado diplomáticamente, se enfrenta a acusaciones de genocidio y a un deterioro moral que muchos consideran irreversible. Han tenido que pasar dos años para que, según el último sondeo del Instituto de Democracia de Israel, una mayoría cualificada, el 66% de la población, considere que ha llegado el momento de detener la guerra. Un 64% cree que Netanyahu debería asumir su responsabilidad y dimitir.
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En realidad, Maoz es el caso de una voz cada vez más complicada de escuchar en Israel. Llevaba años dedicado al activismo pacifista camuflado de turismo. Tras recorrer el mundo e Israel como mochileros, él y su esposa quisieron trasladar a las comunidades palestinas más desfavorecidas la cultura de los albergues que habían conocido en sus viajes. Creían que la hospitalidad podía servir tanto para preservar la cultura y las tradiciones locales como para impulsar el desarrollo económico. En 2005 abrieron la casa de huéspedes Fauzi Azar, la primera de su tipo en Nazaret.
Desde 2020, Maoz guía a israelíes y extranjeros por las empedradas calles de Nazaret, compartiendo su propia historia y la de la ciudad árabe sin idealizarla: habla de su pasado y de un presente marcado por la mafia, el crimen y la indiferencia policial. En el recorrido visita a sus numerosos colaboradores —todos nazarenos—, entre ellos músicos, pintores, dueños de galerías, comerciantes y cocineros, y, sobre todo, reflexiona sobre el futuro de la convivencia. Está convencido de que el turismo es una de las vías más poderosas para lograrlo. Y sus colaboradores también.
En el mes de noviembre de 2024, él y sus hermanos, junto con Yonatan Zeigen, hijo de Vivian Silver, asesinada el 7 de octubre en el kibutz Be’eri, y Yaakov Godo, padre de Tom, asesinado en el kibutz Kisufim, escribieron un texto en el diario Haaretz que empezaba así: "Nosotros, quienes perdimos a seres queridos en el brutal ataque de Hamás, conocemos los sentimientos de ira y dolor que pueden impulsar a las personas a tomar venganza. Sin embargo, es inconcebible, tanto a nivel ético como estratégico, que la venganza sea una política oficial de un Estado al formular un plan de acción para la guerra".
"La esperanza no es algo que nos sucede", dice Maoz a los grupos a los que guía. "La esperanza es activa. Es sencilla y colaborativa. Creamos esperanza cuando nos unimos en el acto valiente de imaginar un futuro mejor".
También dice: "Durante mucho tiempo dije a la gente que nada podría haberme preparado para la muerte de mis padres. Pero me he dado cuenta de que no es cierto. En realidad, toda mi vida me ha estado preparando para este momento. Para este viaje que he emprendido".
Describe su infancia como idílica, transcurrida en dos pequeñas comunidades: el kibutz Nir Am, en el noroeste del Néguev, y luego, a los 14 años, Netiv Ha'asara, justo al lado de la frontera con Gaza.
En los siete días que siguen a la muerte de un familiar, los parientes se sientan en una casa y reciben visitas de condolencia y recuerdan la vida que se fue. El período se llama shivá. La familia de Maoz acordó durante la shivá rechazar el "ciclo de sangre y venganza que ha estado ocurriendo durante años" y Maoz cuenta que decidió sanar eligiendo un camino diferente.
Entonces le llegó una llamada de condolencia de Aziz Abu Sarah, a quien Maoz había conocido una década antes a través de su trabajo en la industria turística. Aziz, activista por la paz palestino, periodista y también empresario turístico, cuenta que experimentó la ocupación desde pequeño. Tenía siete años durante la Intifada. En sus charlas y entrevistas rememora cómo no quería ir a la escuela por el gas lacrimógeno lanzado por los soldados israelíes de camino a clase cuando había disturbios. Su madre le empujaba a ir y le daba cebolla recién cortada para mitigar la irritación.
Dos años después, su hermano fue arrestado y llevado a prisión por lanzar piedras a los soldados. Durante su encarcelamiento, fue torturado y murió poco después de su liberación. A los diez años, sin educación y lleno de ira, Aziz relata que tuvo que encontrar la manera de vivir. Fue muy activo políticamente durante una década y deseó ir a la universidad. Para eso, entendió que tenía que aprender hebreo. Se matriculó en un ulpán (donde los nuevos emigrantes estudian hebreo). Cuenta que tenía miedo, pensaba que sería rechazado. Sin embargo, cuando el profesor lo saludó en árabe, Aziz dice que todo cambió para él.
Desde el pésame de Aziz, ambos lideran una campaña personal y pública contra la venganza y a favor de la reconciliación.
En susTed Talks y entrevistas, con y sin Abu Sarah, Inon llama a "pasar de los pensamientos, de las oraciones, de cruzar los dedos por los israelíes y los palestinos a la acción", porque, según dice, todo lo que vio venir ya sucedió, e incluso peor. "Debemos pasar a la acción, y debemos hacerlo ya. Y debemos dejar de debatir quién tiene razón y quién no, si soy propalestino o proisraelí. Si quieren que el conflicto termine, deben apoyar a los pacificadores".
Dos semanas después de que sus padres fueran asesinados en su casa del kibutz Netiv Ha'asara durante el ataque de Hamás del 7 de octubre de hace dos años, Maoz Inon, empresario turístico israelí, daba una entrevista llorosa en la BBC.