'Olvidar' dos años menos un día: este es el otro relato que esconde la tregua de Netanyahu
Presiones internacionales, miles de víctimas y negociaciones en El Cairo marcan el incierto futuro de Gaza, mientras Israel busca cambiar la narrativa global y asegurar apoyo tras la devastación
7 de octubre. 6.22 de la mañana, 2.000 cohetes salen desde la Franja. Suenan las alarmas antiaéreas y los drones hacen estallar sensores, torres de comunicación y ametralladoras que vigilaban la valla que enclaustra Gaza. Un primer grupo de milicianos de Hamás salta el perímetro y entran en Israel. En el cielo, unos parapentes sobre el festival Nova; allí morirán 364 personas.
Un cohete, y otro, incendian las primeras casas de los kibutz. Disparos. 21 kibutz y comunidades atacados. Más de un millar de milicianos. La respuesta del Ejército israelí no llega; las ocho bases militares que vigilan la Franja han sido asaltadas. Refugiarse en los búnkers, morir en los búnkers incendiados. "Mamá, ya están aquí". Los milicianos de Hamás llegan a Sderot; otros vuelven a Gaza con rehenes en la parte de atrás de la pick-up. Las casas vacías, la sangre en el suelo. El Ejército entra, la ola de terror regresa al mar y deja centenares de cadáveres por identificar.
Y entonces, la guerra en Gaza. La invasión.
El shock internacional, los mensajes de apoyo. El miedo ante lo que se viene. Las llamadas a la contención, "mano dura con Hamás". Bring them back. Los misiles, el primer bombardeo a un hospital, que le seguirían decenas más. La niña Hind, muerta en directo en el coche de sus tíos mientras esperaba a la ambulancia, también atacada. Los tanques. Los drones. Las excavadoras. La destrucción masiva. Los campos de refugiados, un incendio provocado que quema vivos a los enfermos del hospital de campaña. El hambre y el bloqueo total. Medio millar de periodistas asesinados. Las críticas. La Corte Penal Internacional abre el caso por genocidio. La presión internacional. Las treguas que no duran. Un plan para ocupar permanentemente Gaza y expulsar a los gazatíes adonde sea. El sueño inmobiliario. Más presión. El reconocimiento palestino. El boicot. La sala casi vacía de Naciones Unidas. La náusea.
Dos años después, la apuesta del primer ministro Benjamín Netanyahu parece no ser otra que confiar en que el mundo ‘olvide’ todo lo que pasó después de las 12 de la noche de ese 7 de octubre. Dos años menos un día.
El propio Netanyahu fue especialmente transparente en el momento en el que, junto al presidente estadounidense Donald Trump, anunciaron el ‘Plan de Paz’ para la Franja de Gaza. "En lugar de que Hamás nos aislara" —en referencia a cualquier crítica sobre lo que Israel está perpetrando en Gaza, que Tel Aviv siempre dibuja como "propaganda y aliados al servicio de Hamás"— "le hemos dado la vuelta a la situación (...) Ahora todo el mundo, incluidos el mundo árabe y musulmán, presiona a Hamás", afirmó el primer ministro israelí. Para él, el acuerdo de paz que se negocia ahora mismo en El Cairo era la oportunidad de cambiar la narrativa que cercaba a Israel internacionalmente. La pelota está otra vez en el tejado de Hamás y los países occidentales deberían aprovechar la ventana de oportunidad para volver a abrir sus brazos a Israel.
Los expertos coinciden en la estrategia que hay detrás de estas palabras: "Israel ha conseguido hacer creer que la pelota está ahora en el tejado de Hamás. El acuerdo ya está planteado de esta forma, una especie de ‘o lo tomas o lo dejas’ en el que el rechazo significa la continuación del genocidio", sostiene Moussa Bourekba, investigador principal del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB) y experto en Oriente Medio, en entrevista con El Confidencial.
Con un deseo urgente de poner fin a la masacre en Gaza por parte de la comunidad internacional, el analista subraya que Israel ha conseguido una parte de su objetivo. "Busca ocultar su rol a la hora de provocar el fracaso de las negociaciones anteriores, como los bombardeos de Qatar en septiembre o cuando rompió la tregua en marzo", continúa Bourekba.
El pacto, que se discute esta semana en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij, ha sido criticado por varios países árabes por la ambigüedad sobre la retirada de las tropas israelíes en Gaza y el camino hacia un Estado palestino. Ahora, la gran pregunta de Tel Aviv es si, aunque el acuerdo se apruebe con algunas incógnitas, será suficiente para que Netanyahu consiga lo que quiere: cubrir un tupido velo sobre la masacre en la Franja.
Desde el 7 de octubre de 2023, los bombardeos de Israel han matado a más de 66.000 palestinos, según el Ministerio de Gaza, controlado por Hamás. El propio Gobierno de Netanyahu ha reconocido que cerca de la mitad eran civiles.
Un tercio de ellos eran niños.
Israel ha conseguido convertir el futuro de Gaza en una gran incógnita. Para los que han sobrevivido a las oleadas masivas de bombardeos, no quedan prácticamente escuelas en las que estudiar, hospitales en los que curarse, huertos en los que cultivar, ni casas en las que vivir. Las organizaciones que operan en la zona afirman que quedan décadas para retirar escombros.
A nivel político, la destrucción se traslada en un acuerdo del que todavía quedan muchos aspectos por definir, como el futuro político del territorio. El plan presentado por Donald Trump incluye la creación de un Gobierno de transición palestino en Gaza bajo supervisión internacional y la exclusión de Hamás del Gobierno de la Franja. Un Estado palestino sigue siendo una línea roja para Israel. Y, mientras tanto, quedan en el aire propuestas que parecían una broma, pero que se acercan cada vez más a la realidad como la "Riviera de Oriente Medio" propuesta por el presidente de EEUU cuando acabe la guerra.
Los bombardeos indiscriminados sobre Gaza, las muertes y la hambruna llevaron a Israel a una de sus grandes crisis diplomáticas, después de la que la Corte Penal Internacional emitiera órdenes de arresto por crímenes de guerra contra Netanyahu y el exministro de Defensa Yoav Gallant. Hasta ahora, la condena no ha sido más que una molestia logística para el primer ministro israelí, cuya ruta hacia Nueva York para asistir a la cumbre de la ONU tuvo que ser modificada para evitar sobrevolar países como España o Francia, donde podía ser arrestado, según la legalidad internacional.
Antes del discurso del premier ante el Consejo General de las Naciones Unidas, una parte de los asistentes abandonó la sala para boicotear su intervención. Y cuando el cerco del aislamiento internacional se estrechaba sobre Netanyahu, anunció su disposición a aprobar el acuerdo de paz.
"A Netanyahu le ha ido muy bien el anuncio de este plan, precisamente en un punto en el que culminaron varias formas de presión internacional sobre Israel como la ola de reconocimiento de un Estado palestino una semana antes en la cumbre de la ONU. Además de las condenas por el arresto de la flotilla para Gaza o las discusiones para expulsar al país del Mundial de fútbol y de Eurovisión", sostiene Bourekba en entrevista con este periódico.
Después de anunciarse el pacto que se discute esta semana entre Israel y Hamás, Netanyahu no dudó en colgarse la medalla de haber liderado los esfuerzos diplomáticos, aunque la versión que llegaba de Washington era diferente. Según varios medios de Tel Aviv y Washington, Trump tuvo que presionar a su homólogo israelí para que aceptara las condiciones del acuerdo de alto al fuego. "Le dije: 'Bibi, esta es tu oportunidad de ganar'", relató Trump a un medio israelí, refiriéndose a Netanyahu por su apodo. "Le pareció bien", continuó, y añadió: "Tiene que estarlo. No tiene otra opción. Conmigo, tienes que estarlo".
Un funcionario estadounidense afirmó que, después del "sí, pero" de Hamás al pacto de paz, el magnate llamó a Netanyahu para celebrar lo que consideró una buena noticia. La opinión del primer ministro israelí era diferente. "Bibi le dijo a Trump que esto no es motivo de celebración y que no significa nada", declaró un funcionario estadounidense con conocimiento de la llamada. El republicano respondió: "No sé por qué siempre eres tan jodidamente negativo. Esto es una victoria. Tómala".
Al día siguiente, Bibi dio un discurso televisado en el que celebraba el acuerdo, aunque los analistas dudan de la verdadera intención del premier de poner fin a la masacre. "A nivel doméstico, Netanyahu necesita la continuación de la guerra en Gaza para mantenerse en el poder. Porque si acaba, lo más probable es que se celebren nuevas elecciones", recuerda Moussa Bourekba.
El acuerdo de paz que está sobre la mesa es, a pesar de todo, una buena noticia para Benjamin Netanyahu. "Por una parte, arregla el gran problema de la liberación de los rehenes de cara a las familias y la oposición. Y por la otra, los límites de Trump a aspectos como la anexión de Cisjordania le sirven a Bibi como pretexto para calmar a los más radicales de su Ejecutivo", continúa el analista del CIDOB.
Sin embargo, ni los más duros esfuerzos del primer ministro de Israel podrían ayudar a que se "olvidara" la masacre en Gaza. Así lo apuntan varios expertos, que sostienen que una condena internacional como la impuesta por el Tribunal Penal Internacional no se convierte tan fácilmente en papel mojado. Y, además, la destrucción de todo el territorio y los ataques contra la población pueden ocultar cifras mucho más duras de las oficiales.
Una de las críticas de Israel es que los números relacionados con la masacre, como el de muertos, los difunde el Ministerio de Salud de Gaza, a cargo de Hamás. Pero algunos informes, como el de la revista The Lancet, apuntan a que los números sobre muertos y destrucción son solo una pequeña parte.
“Ese estudio sostiene que los muertos podrían llegar a los 200.000. Y esto es solo un ejemplo de cómo Israel ha intentado esconder las consecuencias de su guerra. Por eso ha matado a tantos periodistas, la mayor matanza en toda la historia moderna. Ha sido para evitar que el mundo pueda ver la magnitud de lo que está pasando”, concluye Bourekba.
7 de octubre. 6.22 de la mañana, 2.000 cohetes salen desde la Franja. Suenan las alarmas antiaéreas y los drones hacen estallar sensores, torres de comunicación y ametralladoras que vigilaban la valla que enclaustra Gaza. Un primer grupo de milicianos de Hamás salta el perímetro y entran en Israel. En el cielo, unos parapentes sobre el festival Nova; allí morirán 364 personas.