El inesperado éxito de los visados 'anti-woke' del Kremlin: por qué cientos de occidentales se están mudando a Rusia
Aumentan las solicitudes de permisos especiales para quienes rechazan políticas occidentales, atraídos por beneficios y una imagen idealizada, mientras Rusia impulsa su narrativa como refugio de valores tradicionales
En medio de una nueva guerra fría con Occidente, la Rusia de Vladimir Putin ha abierto de par en par las puertas a los extranjeros desencantados con las democracias liberales, alimentando el mito del "paraíso conservador". El visado para personas que comparten los "valores tradicionales", conocido también como visado "anti-woke", introducido en agosto de 2024 mediante decreto presidencial, está dirigido a ciudadanos extranjeros que "comparten los valores espirituales y morales tradicionales de Rusia". Pueden acceder personas procedentes de 47 países, principalmente de Europa y Norteamérica, que Moscú considera "hostiles" por haberle impuesto sanciones tras la invasión de Ucrania.
"Obviamente me identifico con los valores tradicionales de Rusia, como la familia, pero sobre todo no me identifico con los valores de Occidente", cuenta Costantino, pequeño empresario italiano de 41 años que se trasladó de Roma a Rusia con este tipo de visado. "En Europa las minorías deciden en lugar de la mayoría en muchos asuntos, y luego no me gustan los dobles raseros sobre Palestina y Ucrania: hay un genocidio a cielo abierto en Gaza y no hacen nada", explica Costantino, que recientemente obtuvo el permiso de residencia. Hoy vive en San Petersburgo, donde compró una casa, trabaja en línea y estudia ruso.
Quien obtiene el visado puede solicitar un permiso de residencia temporal de tres años con un procedimiento simplificado: no se requieren exámenes de lengua, historia o legislación rusa, obligatorios en el proceso ordinario. Con la solicitud, además de la documentación básica, se debe adjuntar una declaración en la que se certifique que el traslado está motivado por el "rechazo de la política estatal" que "promueve orientaciones ideológicas en contradicción con los valores espirituales y morales tradicionales rusos, así como la difusión de ideas y valores destructivos".
Una vez obtenido el permiso de residencia, se tiene derecho a trabajar, abrir actividades empresariales y acceder a la sanidad pública.
Según datos del Ministerio del Interior ruso, en menos de un año se han presentado más de 1.500 solicitudes. El Financial Times estima que hasta 150 personas al mes piden este visado, sobre todo desde Alemania, Letonia, Estados Unidos y Francia. Los visados "anti-woke" se insertan en la narrativa promovida por el Kremlin de Rusia como "último bastión de los valores tradicionales" – principalmente la familia y la religión cristiana – en contraposición a un Occidente en decadencia, "corrompido" por la cultura woke, el crimen y la inmigración descontrolada.
Más seguridad, menor costo de vida
"Los solicitantes son en su mayoría hombres de entre veinte y cincuenta años, pequeños empresarios o personas que trabajan en línea", explica Ivo Van Rhijn de Van Rhijn & Partners, agencia que asiste a extranjeros interesados en establecerse en Rusia con este nuevo tipo de visado. Más allá de los motivos ideológicos, muchos se trasladan a Rusia por curiosidad o por el costo de vida más asequible en comparación con muchos países occidentales, añade Van Rhijn. Otros, como Costantino, valoran el orden público y la seguridad que, según él, dejan mucho que desear en muchas ciudades europeas. "Con todos esos inmigrantes, en Roma ya no se puede salir de noche tranquilamente", se queja.
El giro conservador de la Rusia de Putin ha ido de la mano con el deterioro de las relaciones con Occidente. Comenzó hace más de diez años con la ley que prohibió la "propaganda LGBT" entre menores en 2013, se intensificó con la anexión de Crimea y culminó con la guerra en Ucrania. En 2022, la prohibición de la "propaganda LGBT" se extendió a todas las edades; al año siguiente se prohibió la transición de género y el Tribunal Supremo declaró al llamado "movimiento LGBT internacional" una organización extremista, prohibiendo de hecho cualquier forma de activismo LGBTQ.
Pero más allá de la propaganda, Rusia sigue siendo un país lleno de contradicciones: a pesar de las políticas de apoyo a la natalidad y a la familia tradicional (subsidios únicos, deducciones fiscales y préstamos hipotecarios subvencionados), el país tiene una de las tasas de divorcio más altas del mundo y una población en constante declive. El flujo de "refugiados ideológicos" difícilmente podrá compensar la escasez de mano de obra provocada por el éxodo de cientos de miles de especialistas tras la invasión de Ucrania, ni mucho menos revertir la crisis demográfica que aqueja al país.
Los nuevos visados aparecen así como una herramienta de soft power y propaganda, destinada a promover a Rusia como un país atractivo y abierto, pese al creciente aislamiento de Occidente, además de subrayar el descontento de los ciudadanos occidentales hacia sus propios gobiernos. "La narrativa es: miren, Occidente, que en su momento se consideraba la cima de la civilización, está colapsando y la gente huye a Rusia como refugiados", observa Van Rhijn.
Los fracasos que no se airean
Aunque el flujo de solicitudes sea modesto, las historias de "refugiados ideológicos" son amplificadas por la propaganda estatal. Un ejemplo emblemático es el de Leo Hare, de 61 años, un tejano que se trasladó a Rusia con su familia en 2024 para huir de la "agenda LGBT" de Estados Unidos. En un video difundido por el Ministerio del Interior en Telegram, Hare recibe su identificación de "refugiado ideológico" mientras de fondo suena el himno ruso. "Me siento como si me hubiera embarcado en un arca de salvación", afirma Hare en el video, agradeciendo a Putin por haber hecho de Rusia "un buen lugar para las familias".
Mucha menos visibilidad mediática se ha dado a las dificultades encontradas posteriormente en Rusia por los Hare: primero los obstáculos burocráticos para conseguir una vivienda, luego el colapso económico a causa de una presunta estafa.
La principal promotora de los visados "anti-woke" es Maria Butina, diputada de la Duma por el partido Rusia Unida, que desde el año pasado conduce el programa 'Familia - Rusia' en el canal estatal RT, dedicado a las historias de extranjeros que se trasladan a Rusia. Butina es conocida por haber sido condenada a 18 meses de prisión en Estados Unidos por actuar como "agente extranjero" a favor de Rusia sin autorización. "Los contactos oficiales entre nosotros y Occidente se han reducido ahora, pero la diplomacia popular no ha sido cancelada por nadie", dice Butina a El Confidencial.
Como reveló el portal iStories, RT financia una red de influencers y blogueros occidentales que promueven la vida en Rusia y critican a Occidente en las redes sociales: una forma de eludir la censura que impide al canal operar en la UE y en EE.UU. desde el inicio de la guerra en Ucrania. Un ejemplo es la cuenta Sasha Meets Russia, gestionada por la influencer ruso-estadounidense Aleksandra Jost, que promueve una imagen idílica de Rusia y critica a Estados Unidos. Tras el bloqueo de sus cuentas de YouTube e Instagram, con cientos de miles de seguidores, la influencer sigue publicando videos en Telegram, TikTok y X. "Seguimos mostrando a Rusia como un país bello y acogedor y no como el lugar oscuro y odioso que muchos medios occidentales intentan hacernos creer", dice en un video.
Otro ejemplo es el canal Russian Road, también vinculado a RT según la investigación de iStories, dedicado a historias de extranjeros que se trasladan a Rusia. "Creemos en la profecía de Rusia como la tercera Roma y el arca de salvación para el día del juicio", dice en un video el señor Ercegovak, quien, junto con su esposa y seis hijos, se trasladó a Rusia desde Canadá para huir de los "valores seudo liberales". En otro video, el chef francés Eric Le Provos, que se mudó a Moscú desde París, afirma que no tiene ninguna intención de volver a Francia. "París ya no es limpia y hermosa como antes, la gente no es feliz".
En medio de una nueva guerra fría con Occidente, la Rusia de Vladimir Putin ha abierto de par en par las puertas a los extranjeros desencantados con las democracias liberales, alimentando el mito del "paraíso conservador". El visado para personas que comparten los "valores tradicionales", conocido también como visado "anti-woke", introducido en agosto de 2024 mediante decreto presidencial, está dirigido a ciudadanos extranjeros que "comparten los valores espirituales y morales tradicionales de Rusia". Pueden acceder personas procedentes de 47 países, principalmente de Europa y Norteamérica, que Moscú considera "hostiles" por haberle impuesto sanciones tras la invasión de Ucrania.