Una izquierda "desolada" en UK: cómo Starmer acabó bailando al ritmo del populismo
Keir Starmer tiene una mayoría de diputados, pero no gobierna como un premier con mayoría absoluta. Es Nigel Farage, líder de Reform UK, el que mueve la batuta
Nigel Farage, líder del partido radical Reform UK, en septiembre de 2025. (Reuters)
Elegir a Peter Mandelson como embajador británico a Estados Unidos (primera designación enteramente política en 50 años) sabiendo que tenía vínculos con el pedófilo convicto Jeffrey Epstein quizá no fue la mejor idea del 'premier' Keir Starmer. Entre otras cosas, porque en Reino Unido, el propio príncipe Andrés, hermano de Carlos III, tuvo que abandonar la vida pública precisamente por su amistad con el explotador de menores.
Por otra parte, nombrar al presidente de Amigos Laboristas de Israel, Jon Pearce, como su secretario privado tampoco se ha visto como algo apropiado en estos momentos. "La ineptitud política se está convirtiendo en una especialidad", comentan desde sus propias filas.
Respecto a la dimisión de su número dos, Angela Rayner, por una polémica sobre su situación fiscal, es algo de lo que no se le puede responsabilizar personalmente. Pero perder a una de las voces más auténticas y poderosas de la clase trabajadora en un momento en el que el laborismo lucha precisamente por reconectarse con su base de votantes tradicional ante el auge de Reform UK tampoco ayuda.
Se cumple un año de la llegada de Starmer a Downing Street tras 14 años de era tory y las cosas no van demasiado bien. Advirtió que su gobierno era la última oportunidad para derrotar al populismo. Pero el centro político naufraga mucho antes de lo que los analistas temían. La pregunta que se está planteando en los círculos políticos es si Starmer aguantará hasta mayo en su cargo. Muchas voces, incluso a nivel ministerial, ya hablan de un posible desafío a su liderazgo si las elecciones locales, galesas y escocesas de primavera resultan terriblemente malas para el laborismo.
Pese a contar con 399 diputados en la Cámara de los Comunes, Starmer no gobierna como un primer ministro con mayoría absoluta. Sin embargo, con apenas cuatro escaños, Nigel Farage, líder del partido de derecha radical Reform UK, es el que mueve la batuta. En el reciente congreso de la formación, el populista —íntimo de Donald Trump— vaticinó que sería primer ministro en 2027. Según las encuestas, si los comicios se celebraran mañana mismo, tendría mayoría.
Otros insurgentes también están viviendo su momento. Zack Polanski, un exactor de 42 años con gran verborrea y dominio de las cámaras, se ha convertido en el nuevo líder del Partido Verde prometiendo crear un movimiento "ecopopulismo" de masas que compita directamente con Reform UK. Y por su parte, Jeremy Corbyn ha creado un nuevo partido de extrema izquierda.
No fue el mejor panorama para la visita de Donald Trump a Reino Unido a mediados de septiembre. Al impredecible líder republicano le gustan los perfiles ganadores. Durante su primera visita de Estado en 2018, no tuvo reparos en criticar a la entonces premier Theresa May por su baja popularidad. Pero el clima fue muy distinto en la última visita y el estadounidense no intentó socavar a Starmer en ningún momento. Fue cordial, racional y se mostró diplomático a pesar de las diferencias políticas. Y este fue el mayor logro de Downing Street.
La verdadera oposición de Starmer
El bipartidismo normalmente siempre ha contado con el apoyo de quienes votan por el candidato que no les gusta para impedir que el que desprecian llegue al poder. Pero en Reino Unido esa dinámica podría estar cambiando en una era de distanciamiento de las instituciones políticas tradicionales.
En 2024, el Partido Laborista aprovechó astutamente el hartazgo ciudadano ante los conservadores y el peculiar sistema electoral de mayoría simple —"el primero que llega a la meta gana"— para convertir un modesto 33,7% en una enorme mayoría. Por lo tanto, los analistas consideran que Farage podría replicar ahora la misma táctica. Para convertirse en primer ministro, no necesita ser aceptado por la mayoría, solo contar con la preferencia de suficientes personas en suficientes escaños.
Reform Uk cuenta ahora con un 31% de apoyo en las encuestas. El partido sabe que su principal debilidad es la economía. Hay muchos motivos para preocupar a empresas e inversores sobre la idoneidad de Farage en el cargo. En primer lugar, una agenda de enormes recortes de impuestos, compensados por vagos recortes del gasto, corre el riesgo de precipitar una crisis de los bonos del Estado. Por otro lado, su retórica sobre la rescisión de contratos con empresas de energía verde podría extenderse a otros sectores que desaprueba. También inquieta su promesa de un régimen de migración de "cero emisiones netas" para las necesidades laborales de las empresas. Pero, ante todo, existe el temor al vacío; la sensación de que nadie sabe realmente qué pretenden hacer Farage y Richard Tice, el que sería su ministro de Economía, con el poder.
Pese a eso, Reform UK, con solo cuatro diputados, ha barrido a los conservadores (120 escaños) y se le considera como la verdadera oposición. Los tories no remontan tras el batacazo de los comicios de 2024. Y por su parte, el líder laborista Starmer, pese a tener una mayoría absoluta, no gobierna como tal.
En las elecciones generales del año pasado, los dos partidos tradicionales obtuvieron un porcentaje de voto combinado del 57%, el más bajo desde 1910, aunque podría considerarse todo un triunfo en comparación con las encuestas actuales, que les dan un total de tan solo el 39%.
Reino Unido no es la única democracia donde el centro se está desmoronando. En España, el gobierno de Pedro Sánchez no consigue sacar adelante los presupuestos. En Francia, se ha nombrado al quinto primer ministro de esta legislatura ante un parlamento completamente fragmentado. En Alemania, ocurre más de lo mismo. La gran diferencia es que el premier Starmer cuenta con una mayoría aplastante en la Cámara de los Comunes.
Pero en lugar de ejecutar reformas dolorosas que tardan en dar frutos, está bailando al ritmo que impone el populismo de Farage sin entender que eso mismo fue lo que llevó a los conservadores su peor resultado en las urnas desde 1832. Los tories intentaron durante una década superar la puja del enfant terrible de la política británica. Convirtieron la cuestión de Europa en una estridente línea divisoria electoral y se embarcaron en un Brexit cuyo descontento generalizado solo acabó dando más alas al líder populista.
Son dos los problemas que más preocupan ahora al electorado —inmigración y economía— y el Gobierno de Starmer no está resolviendo ni lo uno ni lo otro. Más de 180.000 personas han llegado a Reino Unido en pateras desde que comenzó el fenómeno alrededor de 2018. El laborista prometió detener las embarcaciones. Pero las 50.000 llegadas desde que asumió el cargo representan un récord, lo que da aún más munición ahora a Reform Uk.
Ya no valen las culpas
En cuanto a la economía, no ha habido ningún crecimiento en julio, según los últimos datos oficiales, tras un crecimiento mensual del 0,4 % en junio. La producción, que incluye la manufactura, disminuyó casi un 1 % en julio.
Sin embargo, Starmer recibió una herencia complicada de los conservadores. Justo antes de las elecciones del año pasado, Reino Unido no había recuperado por completo los empleos del sector privado perdidos durante el confinamiento por la COVID-19, con un crecimiento del empleo prácticamente nulo en comparación con 2019.
Además, la deuda neta, como porcentaje del PIB, se había triplicado hasta alcanzar casi el 100% del PIB desde el cambio de milenio; y el gasto, con un 45% del PIB, se encontraba en "su nivel sostenido más alto desde mediados de la década de 1970", según la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria, entidad independiente. Pero, tras un año de mandato, el laborista ya no puede justificar sus problemas culpando a la anterior administración.
El 'premier' ha llevado a cabo ahora una reestructuración de gabinete para dar "nuevo impulso" a su legislatura. Pero esta reorganización no responde a la queja más frecuente que su propio partido le hace: no está claro qué representa exactamente. Incluso algunos aliados del primer ministro admiten en privado que ninguno de sus discursos públicos ha entusiasmado a la gente.
Cuando el apoyo a un partido disminuye tras unas elecciones, muchos más diputados temen que su escaño esté en peligro. Esto reduce la disposición a asumir riesgos. Por lo tanto, el Partido Laborista, según The Economist, es como una ballena varada: cuenta con una amplia mayoría parlamentaria, pero a medida que el respaldo va menguando, se ha paralizado.
Elegir a Peter Mandelson como embajador británico a Estados Unidos (primera designación enteramente política en 50 años) sabiendo que tenía vínculos con el pedófilo convicto Jeffrey Epstein quizá no fue la mejor idea del 'premier' Keir Starmer. Entre otras cosas, porque en Reino Unido, el propio príncipe Andrés, hermano de Carlos III, tuvo que abandonar la vida pública precisamente por su amistad con el explotador de menores.