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Trump contra la ONU (y todo lo demás): réquiem por la Asamblea de Naciones (des)Unidas
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Trump contra la ONU (y todo lo demás): réquiem por la Asamblea de Naciones (des)Unidas

La ONU cumple 80 años en plena crisis de legitimidad. El proyecto, que un día simbolizó la aldea global y la paz entre pueblos, corre el riesgo de volverse inservible, bajo la bola de demolición Trump

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump, durante su intervención en la Asamblea de Naciones Unidas. (Reuters/Jeenah Moon)
El presidente de EEUU, Donald Trump, durante su intervención en la Asamblea de Naciones Unidas. (Reuters/Jeenah Moon)
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Es complicado enjuiciar el papel de una institución que cumple 80 años. Y más si es Naciones Unidas, que tiene en el pasillo camino de la Asamblea General un mural con un rotundo alegato contra las armas nucleares y, en una sala cercana en la misma planta el Consejo de Seguridad con cinco puestos fijos, con derecho a veto, para justamente las cinco grandes potencias atómicas del planeta.

La ONU, con sus comunicados "deeply concerned" (profundamente preocupados), se ha convertido en un meme, pero sin ese meme el mundo es probable que fuera un lugar mucho más complicado e inseguro. Y en estos tiempos, el majestuoso edificio entre el Río Este y la Primera Avenida de Nueva York corre más que nunca el riesgo de ser “deeply” inservible.

El esperado discurso del presidente de Estados Unidos ha sido demoledor con el proyecto, atacando desde sus escaleras mecánicas hasta sus intenciones, políticas y corruptelas. Dejó en el atril una frase que aclara su visión de las relaciones diplomáticas: “Yo solo hago negocios con quien me cae bien”. Y otra frase final que habla de cuáles son los dos ejes de su política: “La inmigración y la energía verde están destruyendo el planeta”. En los mismos muros donde dijo esa frase hay multitud de mensajes y pósteres que apuestan por proteger a los inmigrantes y usar energías menos contaminantes.

Era de prever el verso suelto de Trump en una “casa global” que vino a demoler o reformar. Al menos, desde luego, a cambiar los ejes principales que han regido a la institución los últimos años. La actual Casa Blanca lleva semanas demoliendo puentes, retirándose de programas y cortando su financiación. Cada Asamblea General supone meses previos de preparación, de reuniones secretas entre aliados y no aliados, pero esta vez, Washington ha mandado un mensaje al resto de delegaciones comunicando en muchos casos que se retiraban de grupos de trabajo colegiales, o de iniciativas antes compartidas con otros países para alcanzar consensos en temas delicados. “Nunca se había visto la actual parálisis. Es casi imposible sacar un comunicado adelante sin que haya peros estadounidenses”, explicaba a este periódico un alto funcionario de la ONU.

EEUU quería tener voz propia y la tuvo. El reflejo de todo ese estado previo de Naciones (des)Unidas han sido las palabras de Trump en el plenario. En su primer discurso allí en 2017, el neoyorquino era visto como un pez haciendo piruetas en un charco. Un empresario disfrazado de estadista al que nadie se tomaba en serio. En 2025, mucho más maduro en la política, subió al atril como el líder del movimiento soberanista y anti globalizador para empezar dando un larguísimo mitin… electoral y acabar sacudiendo a todo y todos. “Ahora lo estoy haciendo mucho mejor (…) Merezco el Nobel de la Paz”, dijo a un plenario que le escuchaba hablar de sus enormes logros económicos, de mejorar la bolsa, de cómo su país crece… Y detrás de todo, siempre, casi en cada final de su argumentario, un sopapo al “dormilón” presidente Biden.

Foto: El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, habla durante su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York. (Foto: EFE/EPA/Lukas Coch)

Sobre la propia ONU fue demoledor y atacó con el mismo mensaje de la casta burócrata y corrupta que le llevó en 2016 a la Casa Blanca. “No funcionan aquí las escaleras mecánicas, ni el teleprónpter (no funcionaban ayer a su llegada). Hace años yo era un constructor y me ofrecí a reformar este edificio, iba a poner mármol y buenas maderas por 500 millones. Y ellos acabaron con un proyecto corrupto que costó 5.000 millones”, dijo. Trump habla el lenguaje de la gente con sus medias verdades o verdades enteras, pero tiene la habilidad de poner en jaque Naciones Unidas usando un ejemplo que cualquiera puede entender como es el de una obra en casa con sobrecostes.

Luego, atacó a la ONU en el que fue uno de los temas principales de su discurso, la inmigración ilegal: “La ONU financia el ataque contra las fronteras de los países occidentales. Mantiene y paga a los inmigrantes. La ONU debe parar invasiones, no financiarlas”. Sobre los conflictos, habló de Palestina y Ucrania. “Algunos han reconocido a Palestina, un premio demasiado grande para los terroristas de Hamás. Queremos que regresen todos los rehenes, no dos ni cuatro”, dejó claro.

Acerca de Ucrania fue mucho más duro: “India y China financian esta guerra comprando el petróleo ruso. Nosotros estamos dispuestos a imponer duros aranceles, pero Europa debe dejar de comprar gas y petróleo ruso mientras lucha contra Rusia. Está financiando una guerra contra ella. ¡Qué vergüenza!”, dijo. Un mensaje que cambió ligeramente, en la forma, pocas horas después tras un encuentro en el pasillo con el presidente Volodímir Zelenski, en el que aseguró que Ucrania podría llegar a "recuperar territorio" conquistado por Rusia "con apoyo de la Unión Europea".

Un ligero cambio en el tono (hasta ahora, había defendido que Kiev se había metido con un pez demasiado grande para ella) pero que marca que Trump busca cada vez más no ser parte del conflicto.

Foto: trump-dice-ucrania-recuperar-territorio-rusia

Hablar de Ucrania le sirvió para entrar en constante ataque directo a todo el sistema de bienestar europeo al que de alguna manera ridiculizó, especialmente por su uso de las energías renovables. “Europa quiere ser amable con todos, pero está destruyendo su legado (…) No es la Europa que quiero y conozco la que inflige dolor a sus propios ciudadanos” soltó en su largo discurso de una hora donde saltaba de criticar a Londres y su alcalde, “muy malo, quiere imponer la sharía”, o hablaba de Suiza y Alemania con “sus cárceles llenas de inmigrantes”.

Foto: eeuu-ha-sido-claro-el-cambio-de-regimen-en-europa-es-un-objetivo-central-de-trump

"Europa, tus países se van al infierno", azotó. Ridiculizó a los que apuestan por “los patéticos y caros molinos de viento”, a los profetas que a finales de los 80 hablaban de calentamiento global y de lugares anegados que nunca se anegaron, y “cuando vieron que el globo se enfriaba cambiaron el nombre por cambio climático”.

Trump soltó todo su argumentario ante la platea global. EEUU quiere liderar un mundo nuevo en el que ese edificio en el que no funcionan las escaleras mecánicas sea reformado con sus mármoles, maderas y, principalmente, sus ideas y causas a defender.

El grito de Nueva York

Fuera, las delegaciones diplomáticas que deambulan por la blindada Nueva York esperaban la embestida de Trump. Ya no sorprende, la diplomacia internacional sabe que en el EEUU actual no hay plurales. Todo pasa por el filtro de MAGA y su interés político-comercial. Estados Unidos ha dejado claro que renuncia a ser garante de derechos y libertades. La democracia ya no necesita exportarse afuera, necesita repensarse dentro.

Nueva York se acostumbra a la vez a tener un presidente que contradice sus calles. En la Gran Manzana se habla con tantos acentos que hay un idioma propio, el globish, que es el inglés mezclado que hablan los extranjeros de todo el mundo que habitan en esta moderna Babilonia.

placeholder Una concentración propalestina en Nueva York, la semana que se celebra la Asamblea de Naciones Unidas (J.Brandoli)
Una concentración propalestina en Nueva York, la semana que se celebra la Asamblea de Naciones Unidas (J.Brandoli)

Frente al edificio de la ONU hay un alargado “parque”, Dag Hammarskjöld Plaza, nombre del segundo secretario general de la Institución, que cumple con varias importantes misiones en Manhattan: es lugar de encuentro de abuelos y nietos, morada de vagabundos, mercadillo de frutas y verduras orgánicas los miércoles, y manifestódromo todo el año.

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Nada refleja más la globalidad de esta urbe y de esa institución que lo que sucede en esa alargada plaza. Desde hace meses, pequeños grupos de propalestinos acuden allí a protestar, pero la gama es variada y en ocasiones se mezclan judíos ortodoxos que están contra la guerra abierta por Israel, o judíos que están a favor de las acciones del Gobierno de Netanyahu.

La semana previa a la Asamblea General, el manifestódromo está "deeply" ocupado. Tanto que la mañana del sábado 20 de septiembre una esquina de la plaza la ocupaban los disidentes iraníes y la otra los birmanos. “Irán sigue matando opositores, oprimiendo a las mujeres, a las que trata como esclavas, y fomentando el terrorismo internacional”, dice una de las organizadoras que reparte folletos informativos.

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(Javier Brandoli)

La zona de los birmanos está mucho más abarrotada. Hay música y bebidas. Defienden al embajador ante la ONU, Kyaw Moe Tun, que se opone al gobierno de Myanmar nacido del golpe militar de 2021. Kyaw representa al anterior gobierno civil con el apoyo de la ONU y llegó incluso a votar a favor de la condena del ataque ruso a Ucrania, pese a que la junta militar birmana apoya a Moscú.

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Pasaron también por allí los opositores chinos. Son activos en la ciudad. El 11 de septiembre estaban en la zona cero. Atacan al Partido Comunista chino, al que acusan de los atentados de las Torres Gemelas, de propagar el covid y de producir el fentanilo. Lo hacen mientras ondean banderas de las barras y estrellas y suena en un megáfono el himno de Estados Unidos.

El lunes 22, ya con la ciudad tomada por extremas medidas de seguridad, la Plaza Dag Hammarskjöld tiene restringido el paso, así que unas decenas de manifestantes cruzan la Segunda Avenida y toman una pequeña plazoleta que hay justo en frente. Llevan pancartas contra el genocidio, pero esta vez es el de Sudán, lo que no impide que se unan propalestinos que deambulan por aquellas calles intentando que su voz se escuche en Nueva York, ya que la de sus dirigentes se escuchó en remoto en la Asamblea.

Desde el megáfono se sueltan soflamas denunciando el horror que se vive en Darfur. Hace tres días un ataque con drones dejó allí más de 70 fallecidos civiles. Ese conflicto lleva abierto desde 2023 y ha provocado más de 150.000 muertos, la mayoría civiles, en una crisis humanitaria que desangra un país ya cadáver.

Foto: sudan-olvidada-resiste-500-dias-guerra

La aldea global de este ataque sabe menos, son muertos de segunda, sin pedigrí político, pero en aquella placita neoyorquina el dolor de las víctimas hace que todos, palestinos y sudaneses, se unan en su indignación y su llanto. Hay carteles que se agitan de diversas nacionalidades y motivos. En un momento, una joven, bien vestida, se detiene y hace fotos mientras les dedica una peineta a los congregados. Luego, antes de marcharse, grita “iros todos a la mierda”, y se marcha con gesto enfadado.

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(J. Brandoli)

Nueva York es eso, ha sido siempre eso. Un lugar de recién llegados donde todos tienen el derecho y la oportunidad de manifestarse. Una ciudad donde se celebran los días nacionales de prácticamente todos los países en las calles. Hay paredes con las fotos de las caras de los todavía secuestrados por los terroristas de Hamás. Hay carteles que acusan de genocida a EEUU por sus vetos en las resoluciones de la ONU sobre Palestina. Hay grupos en las calles que piden que se acabe con la dictadura cubana, con el régimen chavista de Maduro. Las protestas son globales porque esta es la ciudad global, y todo eso parece que empieza a correr peligro.

La ONU empieza a ser menos ONU. El único edificio que el país anfitrión cree que es importante para tomar decisiones que reordenen la aldea global no está en Nueva York, sino en Washington. Moscú iguala el derecho internacional a la suma de tanques. A Pekín le interesa la globalización comercial, pero no los derechos humanos. Y Francia y Reino Unido acuden cada día a ocupar su puesto en el Consejo de Seguridad sin saber si su papel allí es ya el de país “invitado”. “Deeply concerned” tiempos para los que apuestan por la aldea global.

Termina esta crónica mientras se escuchan voces, gritos, tambores y sirenas en la calle.

Es complicado enjuiciar el papel de una institución que cumple 80 años. Y más si es Naciones Unidas, que tiene en el pasillo camino de la Asamblea General un mural con un rotundo alegato contra las armas nucleares y, en una sala cercana en la misma planta el Consejo de Seguridad con cinco puestos fijos, con derecho a veto, para justamente las cinco grandes potencias atómicas del planeta.

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