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Lo que las élites económicas no quieren que sepas, pero Trump, Xi y Putin sí saben
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Todos acaban doblando el espinazo

Lo que las élites económicas no quieren que sepas, pero Trump, Xi y Putin sí saben

Reuniones con grandes empresarios en EE UU, Rusia y China muestran cómo los líderes políticos imponen su autoridad sobre las mayores fortunas, desmintiendo teorías sobre el dominio económico oculto

Foto: Donald Trump, junto al CEO de Apple, Tim Cook. (Reuters/Jonathan Ernst)
Donald Trump, junto al CEO de Apple, Tim Cook. (Reuters/Jonathan Ernst)

En Estados Unidos, algunos de los hombres más ricos del mundo, o directores de las empresas de telecomunicaciones más fuertes del mundo, como Bill Gates (Microsoft), Sam Altman (Open AI), Tim Cook (Apple) o Mark Zuckerberg (Meta), Safra Catz (Oracle), Sergey Brin y Sundar Pichai (Google)…, se sentaron y rindieron pleitesía a un hombre, Donald Trump, que hasta no hace mucho era un millonario "menor" en ese club de grandes fortunas. En la reunión, ocurrida en la Casa Blanca, algunos le dieron tantas veces las gracias al presidente que costó seguir exactamente el hilo de lo que le estaban agradeciendo.

En Rusia, se elucubró durante meses con cómo los grandes oligarcas iban a detener a Putin y sus enloquecidos planes imperialistas que les iban a arruinar a todos. Años después, algunos de esos poderosos tipos han acabado volando desde una ventana o viendo cómo derribaban su propio avión y desmantelaban su propio ejército.

En China, durante años, se habló de que el final de la dictadura del Partido Comunista sería la llegada del capitalismo. Y finalmente, cuando llegó, llamado allí socialismo con características chinas, muchos de esos nuevos millonarios han acabado entre rejas o ejecutados por orden del presidente Xi. La purga del mandatario chino es de tal calibre, que en algunos casos desaparecen hasta ministros sin dejar rastro.

En los tres ejemplos anteriores, las tres grandes superpotencias del planeta, queda claro que el poder político, pese a todas esas teorías de la conspiración que se escuchan de poderes económicos en la sombra que lo dominan todo, ha sometido al poder económico. "Algunos conspicuos tratadistas como Charles Wright Mills, autor de la obra "La élite del poder" no tienen duda: manda el dinero. Los gobernantes son meros ‘lugartenientes' del poder económico. Me parece una tesis falsa por la simplicidad del análisis", escribe el filósofo español José Antonio Marina en un artículo que se titula "poder político y poder económico".

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Sin duda esa idea de un gran poder en la sombra que controla todo es recurrente. El establishment o casta, Soros, Gates, las conspiraciones judeomasónicas, los illuminati, Wall Street y las grandes fortunas… son los que manejan los hilos, hasta que la realidad demuestra que el poder final lo posee el que tiene la capacidad de regular a los demás.

Someter a Silicon Valley

El Trump del segundo mandato es muy distinto al del primero. No porque sea diferente ideológicamente, sino porque aprendió la lección de que para ejercer el verdadero poder antes que gobernar lo de fuera toca gobernar férreamente lo de dentro. "Valoro la lealtad por encima de todo lo demás: más que la inteligencia, más que la motivación y más que la energía", dijo Trump en una cena en 2018 nada más llegar a la Casa Blanca.

Él creyó que no la tuvo, y especialmente ha demostrado no tener clemencia por los estrechos colaboradores que criticaron su etapa de gobierno. Personajes como sus ex asesores John Bolton, al que ha llamado "escoria", o Miles Taylor, están siendo investigados por el FBI.

El nuevo Trump es un presidente que desde el segundo uno de su nuevo mandato no ha dejado títere con cabeza. Ha enfrentado a las firmas más importantes de abogados o a las universidades más importantes del país, y por tanto del mundo, y las ha doblegado. Sólo le quedaba, a nivel interno, mostrar su poder sobre Silicon Valley, ese grupo de millonarios "californianos" que con su tecnología dominan el mundo.

Trump sentó el pasado 4 de septiembre a casi todos sus primeros espadas en la mesa, con él y su mujer Melania presidiendo una cena que, como todo en la política del líder republicano, tenía su dosis de show. Hubo momentos en los que el presidente preguntaba a sus millonarios invitados, pasando lista, sobre sus planes. ¿Cuánto dirías que invertirás en los próximos años (en EEUU)?, le cuestionó a Zuckerberg. "Oh Dios. Creo que probablemente serán unos, no sé, algo así como 600.000 millones", respondía el dueño de Meta. Trump asentía, contento, al escuchar como la tercera fortuna del país contribuía al Make America Great Again.

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Lo mismo hizo con otros de aquellos importantes empresarios y empresarias. Uno a uno, ellos iban respondiendo "250.000 millones", "80.000", "600.000"… Y Trump bendecía cada cifra. La escena ante las cámaras dejó secuencias raras, como cuando el presidente bromeó con Sundar Pichai, CEO de Google, y aprovechó para criticar a Biden con de fondo la cara incómoda de Gates. El creador de Microsoft estaba sentado en la mesa del presidente de un Ejecutivo que está abriendo una guerra abierta contra las vacunas, uno de los proyectos angulares de la Fundación Bill & Melinda Gates.

Daba igual lo que dijera o hiciera Trump y su fortuna actual de alrededor de 5.400 millones de dólares, según la revista Forbes, casi triplicada según el magazine económico en este último año, sin que eso suponga un escándalo. Él dirigía la orquesta de un grupo de personas y empresas que multiplicaban por mucho su fortuna y que reían o celebraban cada una de sus frases.

Todos esos multimillonarios saben que el verdadero poder ahí lo ostenta un Trump que controla el Congreso, Senado y Partido Republicano sin fisuras. El que mejor lo sabe es el hoy "enemigo" íntimo del presidente, Elon Musk, hasta hace nada el hombre más rico del mundo. Su apoyo a Trump primero, y sus posteriores disputas, han hecho que su fortuna, según Bloomberg, se reduzca 75.000 millones de dólares en lo que va de año. Ya no es el hombre más rico del planeta, le acaba de sobrepasar Larry Ellison, cofundador de Oracle, y ya no es invitado a la Casa Blanca a compartir mesa con el hombre más poderoso del planeta.

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Oligarcas, en vuelo

"La mejor manera de terminar la guerra en Ucrania es bloquear a los banqueros del presidente Putin", dijo el magnate ruso Mijaíl Jodorkovski, exiliado desde 2013 de su patria, en la CNN.

Muchos al inicio de la invasión de Ucrania pensaban que las sanciones económicas a Rusia desencadenarían una crisis económica que sacaría del poder a Putin. Y la realidad es que ha sido Putin el que ha sacado del poder a los oligarcas que se han atrevido a cuestionar sus decisiones.

El ejemplo más claro de quién tiene el verdadero poder fue el del que fuera amigo y socio de Putin, Yevgeny Prigozhin. El millonario mandamás del temible grupo armado Wagner, que ante el fallido inicio de la invasión fue enviado junto a sus hombres al frente, echó un pulso al zar ruso que acabó con su avión cayendo del cielo. Prigozhin no era solo un multimillonario, sino que era el dueño de un propio ejército que osó enfrentarse al Kremlin. Su final, como tantos bajo el mandato del exagente del KGB, fue caer desde las alturas.

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Es algo común en Rusia. El mal de alturas afectó también a Ravil Maganov, presidente del gigante petrolero Lukoil, que cayó "trágicamente" por una ventana del Hospital Clínico Central de Moscú en septiembre de 2022. Maganov y la petrolera Lukoil, al comenzar la invasión, emitieron un comunicado en el que se pedía "un rápido final del conflicto", y expresaba "sincera empatía por las víctimas de esta tragedia".

Misma mala suerte que han sufrido millonarios como Leonid Shulman, Alexander Tyulyakov, Mijaíl Wafford, Vladislav Avayev, Sergei Protosenya… Todos fallecidos en extrañas circunstancias.

"Las esperanzas occidentales de que las sanciones pudieran presionar a Putin a través de su élite se han desvanecido en gran medida. Esa estrategia podría haber funcionado con Yeltsin, pero la represión de Putin contra la Semibankirshina (consejo de magnates cercano al poder del Kremlin en la época de Yeltsin), y su consolidación del poder despojaron a los oligarcas de su autonomía, haciendo que sus fortunas dependieran de la lealtad, y no de su influencia", explica Sam Peach en un artículo en Foreign Analysys titulado "Los oligarcas de Putin, la maquinaria de la riqueza y la obediencia".

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Xi, el dueño del gato

Desde la época de Mao Zedong, China no había tenido un presidente que concentrara tanto poder. La China actual no es la China del Partido Comunista, es la China de Xi como hace décadas fue la China de Mao.

Durante años, muchos analistas apostaron a que el régimen dictatorial chino caería con la llegada del capitalismo. Pensaban que por abajo los obreros se rebelarían exigiendo mejores condiciones de trabajo; y por arriba las élites se opondrían al control de los burócratas.

Finalmente, aparecieron las empresas y la propiedad privada, matizada y bajo el control de un estado que sigue teniendo la última palabra. Eso generó una fiebre del oro que rápidamente desembocó en una clara fractura social igual a la del resto de países capitalistas. La efervescente Shanghái, con sus casas, coches y restaurantes de lujo, es la mejor muestra de que el comunismo de Mao y su Revolución Cultural han pasado a mejor vida.

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Sin embargo, Xi no ha permitido que el nuevo poder económico tumbe el poder del todopoderoso Partido Comunista de China. Xi puso en marcha rápido un programa duro contra la corrupción que se ha llevado por delante a numerosos nuevos multimillonarios y a muchos de sus más estrechos colaboradores. El absolutismo de su mandato es un mensaje, como el de Trump y el de Putin, pero desde un sistema distinto: en China manda él, no importa quién se ponga delante.

Han caído personajes tan importantes como Zhou Yongkang, Wu Xiaohui, Lai Xiaomin, Chen Feng, Xiao Jianhua, Tian Huiyu, Bao Fan… Todos ellos multimillonarios relacionados con la energía, banca, sector inmobiliario… Algunos fueron ejecutados, otros condenados a cadena perpetua, otros han sencillamente desaparecido, y otros siguen entre rejas.

La apertura a la propiedad privada en China vino de la mano del expresidente Den Xiaoping. El mandatario dejó una frase muy popular en China sobre aquellos cambios: "Da igual que el gato sea negro o blanco, lo importante es que cace ratones". Y Xi le ha dado un giro a aquella sentencia añadiendo un matiz: Lo importante es que el gato obedezca a su dueño, que es el que decide cómo, cuándo y dónde se cazan los ratones.

En Estados Unidos, algunos de los hombres más ricos del mundo, o directores de las empresas de telecomunicaciones más fuertes del mundo, como Bill Gates (Microsoft), Sam Altman (Open AI), Tim Cook (Apple) o Mark Zuckerberg (Meta), Safra Catz (Oracle), Sergey Brin y Sundar Pichai (Google)…, se sentaron y rindieron pleitesía a un hombre, Donald Trump, que hasta no hace mucho era un millonario "menor" en ese club de grandes fortunas. En la reunión, ocurrida en la Casa Blanca, algunos le dieron tantas veces las gracias al presidente que costó seguir exactamente el hilo de lo que le estaban agradeciendo.

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