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El enfoque de Moscú va más allá de lo militar: "Rusia quiere presentar a Ucrania como un Estado terrorista"
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Entrevista a Maria Kucherenko

El enfoque de Moscú va más allá de lo militar: "Rusia quiere presentar a Ucrania como un Estado terrorista"

Entrevista con Maria Kucherenko, analista sénior de la asociación ucraniana Come Back Alive, especializada en la investigación de las élites rusas, sobre el futuro de la invasión

Foto: Maria Kucherenko, en un evento a principios de año en Portugal (Sofiya Shovikova)
Maria Kucherenko, en un evento a principios de año en Portugal (Sofiya Shovikova)

"Algunos colegas se lamentan que a los analistas ucranianos no nos preguntan sobre Rusia". No es el caso de Maria Kucherenko, analista sénior de la asociación ucraniana Come Back Alive, especializada en la investigación de las élites rusas y sus servicios de seguridad, que utiliza nombres y apellidos para señalar las dinámicas más claves detrás de cada movimiento negociador o militar ruso en Ucrania y Europa. En esta larga entrevista, publicada primero en el medio Suspilne y traducida para El Confidencial, Kucherenko habla de los esfuerzos ucranianos para contrarrestar la narrativa rusa en medio del confuso proceso de negociaciones.

PREGUNTA. Desde inicios de 2025 estamos siendo testigos de los intentos por involucrar a Rusia en algún tipo de proceso de paz. Pero la pregunta pertinente es, ¿quiere Putin poner un fin a la guerra?

RESPUESTA. Los intentos por involucrar a Rusia en un proceso de paz llevan más de 11 años en marcha. Ucrania ha intentado constantemente involucrar a la Federación Rusa en distintos formatos de negociación: hemos trabajado juntos para liberar prisioneros, para establecer corredores humanitarios y para acordar treguas, aunque fueran temporales. Pero el resultado siempre ha sido el mismo: en el Grupo de Contacto Trilateral, el Formato de Normandía y las dos etapas de las conversaciones en Estambul, Rusia no mostró ningún interés genuino en una solución de seguridad.

Así que mi respuesta es no: Putin no está interesado en poner fin a la guerra. De lo contrario, bastaría con que diera la orden. Sin embargo, sí está interesado en las negociaciones como táctica. Este ha sido el enfoque de Rusia durante años: una vez que Putin entra en las conversaciones, exige inmediatamente el levantamiento de las sanciones y el reconocimiento de su peso negociador, sin ningún esfuerzo tangible por mejorar las condiciones de seguridad.

P. Lo que puede sorprender es que mientras Rusia asegura, en Estambul o por teléfono con Trump, estar dispuesta a negociar, también vemos ataques coordinados contra Kiev y otras ciudades.

R. Nuestro "paciente" Putin es un veterano del KGB. En 2022, se metió en un terreno desconocido: una operación puramente militar. Esto no le reportó nada a Rusia ningún éxito: la presión de las sanciones aumentó considerablemente y la creación de alianzas alternativas se volvió mucho más difícil. Por eso, a finales de 2022, comencé a advertir sobre que Rusia pronto cambiaría esa "operación militar especial" por una "operación antiterrorista". Esta nueva operación ya no está subordinada al Estado Mayor, sino al FSB (Servicio Federal de Seguridad de la Federación Rusa).

P. ¿Qué significa esto en la práctica?

R. Aunque no ha habido ningún cambio formal, el énfasis ha pasado de los métodos puramente militares a un enfoque combinado. La presión en el frente continúa, pero se están dedicando más esfuerzos a desestabilizar la sociedad ucraniana, presentándonos como incapaces de negociar, incluso como terroristas, sugiriendo que los ucranianos utilizan métodos ilegales, que perturban el orden mundial y amenazan la seguridad de sus vecinos, etc.

Desde finales de 2022, lo hemos visto en la práctica. Negocia con Trump mientras al mismo tiempo ataca objetivos civiles en Ucrania; es el mismo patrón de la Segunda Guerra Chechenia. El objetivo es presionar a la sociedad ucraniana con un eslogan sencillo: "Mejor un final horrible que un horror sin fin". Por eso los rusos atacan parques infantiles y hospitales, están golpeando los puntos más sensibles del corazón de la gente.

Siempre insisto en lo mismo: no debemos describir al enemigo como estúpido o sin preparar. Rusia es un adversario muy sofisticado, por eso esta guerra se ha prolongado durante 11 años. Ahora nos conocen mucho mejor que en 2014. Los psicólogos operativos del FSB y del Estado Mayor saben exactamente lo que están haciendo.

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P. ¿Y esos ataques son eficaces en empujar a los ucranianos a un acuerdo inmediato?

R. Los ataques por sí solos no pueden obligar al público a exigir acuerdos con Rusia. Pero la estrategia más amplia combina los ataques con operaciones informativas. Por ejemplo, tras el bombardeo del hospital infantil de Kiev (julio 2024), algunos sugirieron negociar porque "los niños están sufriendo". Rusia emplea estos métodos combinados para influir en la opinión pública ucraniana. Al mismo tiempo, Rusia no pretende culpar a Ucrania de los ataques. Su objetivo es crear una ambigüedad al estilo de Dostoievski: una atmósfera de "no sé quién tiene razón y quién no", y difuminar las líneas entre agredido y agresor. Es psicología operativa y criminal en acción. "¿Y si me comporto de otra manera, tal vez no me ataquen?". Por desgracia, en algunos segmentos lo consiguen.

Por supuesto, no estoy diciendo que nuestra élite intelectual, el personal militar y sus familias piensen así. Pero hay un público que aceptará esa postura si no la sustituimos por una contranarrativa sólida.

P. Hablando de contranarrativas, ¿podría dar un ejemplo?

R. Imagina que se produce un ataque importante. Se podría responder: "La Federación Rusa ha lanzado este ataque. La Dirección Principal del Estado Mayor es la responsable. El jefe de su Estado Mayor es Igor Kostyukov. Unidad responsable: coronel X, comandante Y. Nuestros servicios especiales han neutralizado a tal y cual miembros de esta unidad. Ucrania no atacará la infraestructura civil en Rusia, pero se reserva el derecho a una respuesta militar proporcional".

Ese nivel de especificidad elimina la narrativa de ser una víctima y socava cualquier argumento a favor de una negociación inmediata, ya que queda claro que la responsabilidad recae en los mandos militares rusos. Cuando se proporciona una lista detallada de quién es responsable de qué, resulta muy extraño sugerir que se llegue a un acuerdo con los representantes del Estado Mayor ruso.

P. ¿Cómo se relacionan estos ataques con la dinámica entre Trump y Putin?

R. Rusia actúa dentro de los límites que se le permiten. Moscú interpretó el formato de negociación "Witkoff-Dmitriev" [los negociadores principales de EEUU y Rusia] como una luz verde. Se les permitió salir del aislamiento cuando en ese momento no había contactos directos con los máximos representantes de Estados Unidos. Ahora, tienen la oportunidad de discutir "cómo reiniciaremos las relaciones bilaterales", Rusia cree que, en esencia, se le ha dado permiso para bombardear Ucrania.

Esto es un malentendido fundamental de las élites de seguridad rusas, que no entienden una negativa cortés. Interpretan cualquier ambigüedad como consentimiento. Si necesitan algo de ti o de otra persona, cualquier respuesta que no sea un claro "no, no me interesa, no, no cooperaré" se percibe como un "sí".

La cuestión es que Rusia hoy en día no tiene verdaderamente política exterior, solo un concepto de seguridad que proyecta a nivel mundial. Desde 2021, con el artículo de Putin sobre la "unidad histórica de rusos y ucranianos" y el ultimátum del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, ¿qué estaban discutiendo realmente? La soberanía de Ucrania es una cuestión sin resolver de la seguridad interna rusa. Ellos escalan este concepto de seguridad a nivel mundial. Hoy es Ucrania, mañana será Europa y pasado mañana, quién sabe dónde. Todo porque se les ha permitido.

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P. Al mismo tiempo, este es el segundo mandato de Trump, y ya tiene experiencia previa con Putin. Algunos creen que subestima o se niega a reconocer los errores del pasado. Incluso hay quienes afirman que Trump admira a Putin o está "encantado"por él. ¿Cómo interpretas esto?

R. Hay una admiración por la disposición que tiene Putin a romper las reglas. También hay un deseo de venganza: demostrar que, a pesar de la interferencia rusa en las elecciones estadounidenses, Trump es fuerte y puede negociar con Putin. Y no importa que durante el mandato anterior de Trump ya hubiera una guerra en curso y se intentaran nuevos formatos de negociación.

Estaba el formato "Volker-Surkov", que difería significativamente del formato actual "Dmitriev-Witkoff". Volker [enviado especial de la primera administración Donald Trump para Ucrania] se comprometió específicamente con Surkov [exministro de Exteriores ruso] a poner fin a la guerra, con el objetivo de lograr un alto el fuego y establecer una línea de demarcación. No todas las ideas de Volker eran relevantes para nuestra situación ahora, pero creo que hay un deseo de demostrar que se "puede manejar todo a la vez". ¿Es correcto este deseo? Quizás. ¿Será posible llevarlo a cabo? Probablemente no.

P. ¿Tienen realmente los socios de Ucrania las herramientas para obligar a Putin a poner fin a la guerra? ¿Estamos sobreestimando sus capacidades?

R. ¿Pueden obligarle a poner fin a la guerra? Probablemente no. ¿Se están utilizando todas las herramientas? Tampoco. Aquí me gustaría plantear otra pregunta: ¿está Europa haciendo todo lo posible para garantizar su propia seguridad frente a Rusia? La respuesta es muy clara: no. La Federación Rusa, que es como si los servicios secretos controlaran todo el país, y está utilizando todos los métodos turbios contra Europa que puede, y Europa no está dando absolutamente ninguna respuesta. Y Estados Unidos tampoco tiene respuesta por el momento.

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P. ¿Por ejemplo?

R. Los ataques del Grupo Wagner contra la UE, los intentos de sabotaje... Se trata de amenazas a la seguridad llevadas a cabo bajo bandera extranjera. Los rusos también contratan a personas con pasaporte ucraniano de los territorios ocupados desde 2014 para llevar a cabo acciones ilegales contra socios europeos. Luego, la Federación Rusa culpa a los europeos diciendo: "Dejasteis entrar a los ucranianos; ahí tenéis el resultado".

Nuestros socios no tienen la respuesta adecuada. Una vez, en una reunión a puerta cerrada con representantes de la UE, enumeré varias operaciones del Grupo Wagner [en países europeos]. Al principio, se sorprendieron de que conociera los detalles. Luego dijeron: "Mire, como OTAN, no podemos responder directamente. Cuando esto ocurre, simplemente aumentamos nuestro apoyo a Ucrania". Aumentar el apoyo a Ucrania es necesario, pero insuficiente. Rusia solo se detendrá cuando se le detenga físicamente. Moscú percibe todo lo demás como una luz verde.

Uno de los problemas más importantes es la renuencia de nuestros socios a llamar a las cosas por su nombre. Siguen etiquetando al Grupo Wagner como una "PMC", una empresa militar privada. Pero si es una PMC, que me muestren su entidad jurídica. ¿Dónde está al menos un contrato firmado? Wagner no es una empresa militar privada, sino que depende directamente del Estado Mayor ruso. Entonces, ¿por qué no respondemos adecuadamente a sus ataques? Es el miedo, y no la legalidad, lo que impide que den una respuesta adecuada.

P. En cuanto a "llamar a las cosas por su nombre", ¿entiendo correctamente que Europa debe reconocer que ya se le está declarando la guerra, aunque sea a un nivel híbrido?

R. Va más allá de la guerra híbrida. Rusia está actuando directamente en varios países, llevando a cabo actos de sabotaje. Tenemos que aceptar que el Mediterráneo ya no es seguro. Rusia está aumentando su presencia en Libia y no ha sido expulsada por completo de Siria. Aunque se han rescindido algunos acuerdos de inversión en puertos sirios, el contrato de arrendamiento de un puerto sigue siendo válido. Rusia también está consolidando su influencia en África. El continente se ha convertido en un "tablero de ajedrez", en el que Moscú aprovecha su influencia política y logística en lugar de desplegar grandes contingentes militares. Tras la proclamación de la "Alianza de Estados del Sahel", favorable a Rusia, su principal prioridad era obtener acceso al mar. Con las elecciones en Ghana, ganadas por un candidato educado en Moscú durante la era soviética, lograron el acceso que necesitaban.

El ganador de esas elecciones fue Petr Bychkov, jefe de la oficina administrativa del Grupo Wagner y estratega político responsable de todos los proyectos africanos. Figuras como Petr Bychkov demuestran cómo los estrategas individuales pueden ser más importantes que batallones enteros. Es habitual en nuestro discurso hablar de una "guerra entre las torres del Kremlin": el Estado Mayor contra el FSB, el Ministerio de Asuntos Exteriores insatisfecho con todo. Esto es solo una parte de la historia. Si bien existen luchas de poder en el Kremlin, el ejército, el FSB y el Ministerio de Asuntos Exteriores se coordinan bien cuando es necesario para ejecutar operaciones destructivas.

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P. ¿Hay alguien en el entorno de Putin que pueda influir en él para que ponga fin a la guerra?

R. Lo dudo mucho. Solo la economía rusa podría persuadirle. Cuanto peor sea la situación, mayores serán las posibilidades de que logremos un alto el fuego o una tregua temporal. Ponerle fin a la guerra de forma definitiva simplemente no está en su agenda en este momento. En cuanto a las élites y el círculo íntimo de Putin: tras su llamada "entronización" en 2024 —utilizo ese término deliberadamente, porque no hubo una toma de posesión formal—, el patriarca Kirill [de la Iglesia Ortodoxa Rusa] deseó públicamente "que el fin del reinado coincidiera con el fin de la vida". Esa era la unción del zar. Desde entonces, los puestos clave siguen en manos del círculo más cercano, que antepone la ambición geopolítica al enriquecimiento personal.

Por ejemplo, la sustitución de [Sergéi] Shoigu [exministro de Defensa] por [Andréi] Belousov supuso un gran problema para nosotros. Él es un "planificador estatal hereditario" que ha establecido procesos para nacionalizar todo lo posible. En determinadas reuniones de la junta del Ministerio de Defensa —a partir de mayo de 2025— declaró explícitamente que Rusia se está preparando para la guerra con la OTAN.

Para Sergei Vakhrukov, antiguo adjunto de Nikolai Patrushev en el Consejo de Seguridad Nacional, se creó un departamento adicional en la Administración Presidencial para gestionar la seguridad marítima. El propio Patrushev supervisa ahora la Junta Marítima de la Federación Rusa, que incluye a ministros y gobernadores de regiones con acceso al mar. Bajo el mando de Patrushev, se formó una estructura masiva, diseñada esencialmente para desestabilizar la seguridad marítima mundial.

P. Por un lado, decimos Putin que se le podría influenciar a Putin con el empeoramiento de la situación económica en Rusia. Por otro, menciona a este grupo de élites de seguridad para quienes el dinero es menos importante que mantener el poder y perseguir ambiciones geopolíticas. ¿No hay aquí una contradicción?

R. A estas élites no les importa la prosperidad nacional. Tienen su propia visión distorsionada de la idea del Estado, no son iguales al resto de la población en general, que simplemente quiere comer. No son iguales que las personas incluidas en la llamada operación militar especial. El potencial de movilización de la Federación Rusa se basa en gran medida en el hecho de que el servicio militar ofrece a estos hombres la única oportunidad de ganar el dinero que nunca podrían ganar legalmente en Rusia.

¿Qué es lo primero que compran con el "pago único" que reciben por alistarse? Por lo general, una chaqueta de cuero, una lata de whisky o algún otro artículo "de lujo". Pagan los préstamos hipotecarios. Y para pagos más cuantiosos, si alguien resulta herido o muere, a menudo solicitan una hipoteca. Básicamente, se trata de ingresos básicos. Si las autoridades rusas no pueden financiar este ejército, nadie permanecerá allí por voluntad propia. Los dirigentes rusos lo entienden perfectamente.

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P. Entonces la pregunta pasa a ser la sostenibilidad. ¿Cuánto tiempo puede Rusia seguir repartiendo dinero, dadas las sanciones internacionales existentes y potenciales?

R. No soy economista, por lo que no puedo opinar desde un punto de vista profesional. Pero hay varios factores que influirán en ello. Durante los 12 días que duró la guerra entre Israel e Irán, el 19 de junio, los precios del petróleo alcanzaron su máximo. El crudo de los Urales se cotizó por encima de los 75 dólares por barril. Para Rusia, esos pocos días fueron una ganancia inesperada para el presupuesto estatal. Moscú todavía puede influir manualmente en los acontecimientos de Oriente Medio —y en otras situaciones mundiales— en su beneficio. Mucho depende de estas intervenciones.

Las sanciones secundarias son dolorosas, pero difíciles de aplicar plenamente. Mientras tanto, las tendencias populistas están aumentando en todo el mundo. Los populistas (de extrema derecha, extrema izquierda o de cualquier otro tipo) siempre preguntan: ¿por qué debemos pagar por la guerra de otros? Rusia va a seguir explotando estas tendencias, y ya lo está haciendo de forma eficaz. En resumen, no hay una respuesta sencilla. Rusia está tratando de prolongar la vida del Estado en "modo manual", a pesar de que se encuentra en malas condiciones. Y, por ahora, estamos viendo los resultados.

P. ¿Deberíamos tener en cuenta entonces la opinión pública en Rusia? ¿Considera que el pueblo ruso o parte de la sociedad rusa pueden ejercer una influencia?

R. Por ahora, no. La única influencia posible sería a través de una revuelta por el hambre. No creo en los "rusos buenos" ni en los "rusos malos", ni en la supuesta rebelión de Prigozhin [el malogrado líder de Wagner] ni en la oposición rusa. Solo una revuelta por el hambre podría tener impacto. Y aún estamos relativamente lejos de eso.

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P. Me gustaría referirme brevemente a las figuras políticas y activistas públicos rusos que se han ido al extranjero en la última década, pero principalmente en los últimos tres años. El punto de inflexión parece ser 2022. ¿Por qué?

R. Porque les conviene: pueden eludir su responsabilidad. De 2014 a 2022, cuando "bebían raf de lavanda en los estanques del Patriarca en Moscú", no tenían que rendir cuentas. ¿Crimea? Bueno, de alguna manera resultó que "Crimea no era un sándwich" [Kucherenko hace referencia a una frase del fallecido Alexéi Navalni, líder opositor ruso, sobre que Rusia no debería devolver Crimea a Ucrania].

P. ¿Considera que alguno de estos expatriados es, al menos, un aliado circunstancial de Ucrania?

R. Puede que haya aliados circunstanciales, pero solo aquellos con una postura muy clara sobre cuándo comenzó la guerra. El año a partir del cual cuentan el inicio de esta guerra determina su actitud hacia la integridad territorial y la soberanía de Ucrania. Por lo tanto, el difunto Navalni, su viuda y su círculo, que son ambiguos con respecto a Crimea, no, no son aliados.

Garry Kasparov, para quien el inicio en 2014 está claro, sí, puede ser un aliado. Pero no puede liderar la oposición rusa seguida por aquellos que dicen: "¿De qué somos culpables? No lo sabíamos, somos gente sencilla". Él todavía no puede alcanzar ese público. En cuanto a muchos de los movimientos que afirman que podrían dividir Rusia o separar algo de ella, lo siento, pero su apoyo dentro de Rusia es insignificante. No niego que todos los pueblos tengan derecho a su lengua, cultura y tradiciones, que, para ser sincero, solo se apoyan a medias en Rusia, pero hoy en día no veo perspectivas realistas para estos movimientos.

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P. En cuanto al colapso de Rusia, creo que no es solo una cuestión del nivel de apoyo a estas figuras, sino también de cómo se percibe este tema en Occidente. Ustedes lo saben mejor que yo: cuando hablan con algunos analistas o políticos europeos y sugieren que quizás la única salida para Rusia sea el colapso, se quedan literalmente pálidos.

R. Y es aún peor con los estadounidenses. Yo iría más allá: para muchos ucranianos, este miedo fue el que estropeó las relaciones con ciertos funcionarios estadounidenses que, de otro modo, podrían influir en la situación. La cuestión no es solo que alguien se oponga al colapso de Rusia o esté atrapado en la narrativa del "Pollo Kiev" [Kucherenko se refiere a un discurso que pronunció el entonces presidente estadounidense George H. W. Bush en Kiev en 1991, catalogando su afán de declarar su independencia un caso de "nacionalismo suicida"]. Recuerdo el llamado motín de Prigozhin. Lo que más preocupaba entonces a mis colegas occidentales era el riesgo de controlar las armas nucleares. Todo el mundo entendía que una cosa es que el botón nuclear esté controlado por un "abogado de Leningrado" y otra muy distinta que esté en manos de un "criminal de Leningrado". Esa es la manera en la que Rusia intimidó a Occidente hasta un nivel casi irreal.

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P. ¿Qué contraargumentos ofrece en respuesta a esos temores?

R. Hay un contraargumento claro: en el futuro, debe producirse el desarme nuclear de Rusia. El mundo no puede seguir viviendo bajo el cautiverio de esta amenaza, y cualquier acuerdo de posguerra debe comenzar con estos procesos. Esto sigue el principio estándar: desarme, desmovilización y luego reintegración en el mundo civilizado. De hecho, la democratización no puede producirse hasta que Rusia esté desarmada.

P. ¿Qué debería hacer Ucrania para ayudar a Occidente a comprender mejor lo que está sucediendo en Rusia?

R. Respuesta muy breve: mantener un conocimiento perfecto de los hechos. Cuando se habla de Rusia con un conocimiento detallado, citando documentos internos y aportando datos sobre cifras concretas, incluso de 2004, 2005 u otros años, hay menos margen para la duda. Algunos colegas dicen que a los ucranianos no se les pregunta sobre Rusia. No estoy de acuerdo, a mí, por ejemplo, me preguntan. Solo hay que hablar de forma adecuada.

P. Pero si se utilizan más datos, hay menos emociones. Y las emociones, hay que reconocerlo, a menudo están justificadas por nuestra parte y son difíciles de controlar.

R. Voy a compartir una historia personal. En 2015, tenía a una persona cercana en la guerra. Asistí a foros, escuelas y mesas redondas, y allí me decían: "No lo llames 'guerra', es un 'conflicto', o "¿Cómo puedes criticar los acuerdos de Minsk?' Durante el día asistía a estos eventos y por la noche lloraba sola en una habitación de hotel. Te destrozan porque se enfrentan a tu dolor: intentan convertir lo negro en blanco y hacerte aceptar el gris. La respuesta es sencilla: no aceptes su terminología, defiende tu posición con hechos. Presenta tantos documentos, historias, citas y subapartados como puedas. Llena el debate con hechos.

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P. De cara al futuro, mencionaste que, a finales de 2022, viste la posibilidad de que la operación militar especial se convirtiera en una operación antiterrorista. ¿Ves zonas o grupos de riesgo potenciales que debamos vigilar ahora?

R. Sí. En primer lugar, la imagen internacional de Ucrania. Rusia está tratando de etiquetarnos como un Estado terrorista, y este esfuerzo se intensificará. En segundo lugar, las negociaciones siguen siendo un riesgo. Debemos mantener de forma coherente nuestra posición de siempre: la seguridad es lo primero. En tercer lugar, la cuestión del fin de las sanciones contra Rusia supondrá un reto para nuestros diplomáticos y negociadores. Debo elogiar al Ministerio de Asuntos Exteriores de Ucrania: están haciendo un trabajo extraordinario, pero la presión aumentará.

Los cambios en los gobiernos aliados también podrían aumentar la influencia del populismo en las decisiones. En este sentido, Ucrania tiene un valor añadido único: once años de experiencia en condiciones de guerra nos permiten ayudar a nuestros socios a contrarrestar las operaciones rusas "bajo bandera extranjera". Debemos destacar que Ucrania no solo consume ayuda, sino que contribuimos a la seguridad mundial. Y esto no es una exageración.

"Algunos colegas se lamentan que a los analistas ucranianos no nos preguntan sobre Rusia". No es el caso de Maria Kucherenko, analista sénior de la asociación ucraniana Come Back Alive, especializada en la investigación de las élites rusas y sus servicios de seguridad, que utiliza nombres y apellidos para señalar las dinámicas más claves detrás de cada movimiento negociador o militar ruso en Ucrania y Europa. En esta larga entrevista, publicada primero en el medio Suspilne y traducida para El Confidencial, Kucherenko habla de los esfuerzos ucranianos para contrarrestar la narrativa rusa en medio del confuso proceso de negociaciones.

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