Cómo Irán copia los métodos de Rusia para reclutar agentes a distancia dentro de Israel
Los servicios de inteligencia iraníes abordan a los potenciales objetivos en redes sociales y les ofrecen un buen dinero a cambio de tareas sencillas, que pagan en criptomonedas. Es el anzuelo para lo que viene después
¿Qué puede hacer un servicio secreto para reclutar a agentes en un país enemigo cuando sus operativos no pueden poner el pie allí? Ese es un problema al que se enfrentan todas las agencias de inteligencia del mundo, que por lo general se resuelve recurriendo a identidades falsas, encuentros en terceros países o el uso de intermediarios de nacionalidades que no despierten tanta suspicacia. Pero todo ello lleva tiempo, y en mitad de una guerra, cuando la prisa apremia, hay que agudizar el ingenio.
Es lo que ha venido haciendo Rusia, privada de su red de espías en Europa tras la expulsión de unos 700 diplomáticos rusosa raíz de la invasión de Ucrania, y que se ha visto forzada a depurar una serie de métodos para captar a individuos en países occidentales a distancia, abordándolos en redes sociales como Telegram y pagándoles en criptomonedas por sus servicios. Un modus operandi del que ya informó El Confidencial en su momento, y que ahora ha copiado Irán para reclutar colaboradores dentro de un estado con un nivel de vigilancia interna tan elevado como es Israel.
Una serie de juicios contra presuntos espías, el último de ellos este mismo mes, han expuesto las técnicas utilizadas por los servicios de inteligencia iraníes dentro del propio Israel. Más de 40 ciudadanos israelíes o residentes en el país han sido detenidos en el último año, según cifras del Shin Bet, la agencia de seguridad interior del país, que en colaboración con la policía ha desmantelado 25 operaciones de importancia, además de varias docenas más en fase inicial. “Los iraníes están invirtiendo dinero y recursos importantes en un esfuerzo general para reclutar a israelíes en internet para que lleven a cabo misiones”, declaró este mes el Shin Bet en un comunicado.
Casos como el de Roy Mazrahi y Almoog Attias, dos israelíes de 24 años detenidos en mayo, ilustran a la perfección lo que está sucediendo. Estos dos jóvenes amigos desde la infancia, residentes de la localidad de Nasher, muy cercana al puerto de Haifa, se habían convertido en adictos al juego y acumulaban deudas importantes. En un momento dado, un desconocido abordó a Mazrahi en un chat de internet y le ofreció cierta cantidad de dinero por hacer algo aparentemente inocuo: fotografiar las áreas cercanas a su casa y los carteles de venta de un concesionario próximo.
A ojos de los especialistas en inteligencia, estas actividades eran probablemente inútiles para el reclutador, y su única función es poner a prueba al recluta potencial para ver si entra al trapo. “Son técnicas clásicas” que empiezan con “poco dinero por tareas pequeñas”, señaló Shalom Ben Hanan, un antiguo oficial de contrainteligencia del Shin Bet, al diario The New York Times en un reciente reportaje sobre este tema. Si el individuo reacciona positivamente, se va incrementando el nivel de riesgo, y también la recompensa monetaria, hasta que esta persona está totalmente implicada y ya no puede escapar. Según Ben Hanan, también crece la tentación y el autoengaño. La gente reclutada para este trabajo suele decirse: “Lo has hecho, no ha estado tan mal, no has matado a nadie”, lo que les lleva a correr más y más riesgos.
El Ministro de Defensa Israel Katz (Reuters/Ronen Zvulun)
Planes de asesinato
Es lo que sucedió con Mazrahi, que pronto se vio moviendo paquetes de un lugar a otro, incluyendo lo que él intuyó que era una bomba. En un momento dado, se dio cuenta de que la persona que le hacía estos encargos procedía de Irán. Pero ya no podía dar marcha atrás. Incluso introdujo a su amigo Attias en el plan, poniéndole en contacto con el iraní.
Ambos fueron movilizados para una misión todavía más peligrosa: colocar cámaras frente a la vivienda del ministro de Defensa Israel Katz, en lo que las autoridades israelíes creen que era parte de una operación mayor para asesinar al político. Mazrahi compró las cámaras y alquiló una habitación en un hotel de Tel Aviv con Attias, desde donde se desplazaron a la localidad de Kfar Ahim, donde residía Katz. El plan tuvo que ser abortado por el elevado nivel de seguridad cerca de la casa del ministro. Poco después, los dos jóvenes fueron detenidos.
Otro caso de alto perfil, revelado este mes ante un tribunal de Tel Aviv, es el de Vladislav Victorson y su novia Anya Bernstein, de 31 y 19 años de edad respectivamente. El hombre, un israelí residente en el este de Tel Aviv, recibió un mensaje no solicitado en Telegram en el que se le ofrecía ganar un “dinero fácil”: varios cientos de dólares a cambio de hacer unas pintadas en su barrio contra el gobierno de Benjamin Netanyahu. Victorson y su pareja cumplieron, y el individuo les pagó 600 dólares por un trabajo que apenas les había llevado ningún esfuerzo.
A partir de ahí, la relación fue escalando rápidamente: entre las siguientes tareas que se les encomendó estuvo el sabotaje de una pequeña subestación eléctrica utilizando ácido sulfúrico -una misión que rechazaron por miedo a lesionarse con el químico-, fotografiar protestas antigubernamentales, incendiar varios coches e incluso fabricar un explosivo casero utilizando petardos, que no llegaron a utilizar. En poco más de un mes, Victorson estaba discutiendo con su reclutador el asesinato de un profesor israelí a cambio de 100.000 dólares. El operativo iraní se ofreció a pagar todas las deudas del israelí, y a reunirse con la pareja en Rusia, desde donde les ayudarían a establecerse en un tercer país.
El 22 de septiembre de 2024, Victorson le dijo al iraní que podía comprar un rifle de francotirador por 22.000 dólares, a lo que este le respondió que lo consultaría y le respondería en un par de días. Aquello hizo saltar la alarma del Shin Bet, que estaba monitorizando la conversación en secreto, y horas después Victorson y Bernstein eran arrestados por las autoridades israelíes.
Carteles en Teherán con los rostros de científicos, militares y oficiales de la Guardia Revolucionaria iraníes eliminados por Israel, en junio de 2025 (EFE/Abedin Taherkenareh)
Contacto en frío
Estos intentos de reclutamiento suelen producirse en frío: ciertos individuos, a quienes los servicios de inteligencia iraní ya han estudiado un poco y conocen sus vulnerabilidades -por lo general económicas-, reciben un mensaje anónimo a través de una red social. Telegram es la plataforma más habitual, pero ciudadanos israelíes han sido contactados también a través de WhatsApp, Facebook, LinkedIn, Instagram, X y TikTok, según la documentación presentada en los juicios contra estos presuntos colaboracionistas.
En algunos casos, el mensaje finge provenir de una “agencia de noticias” sin identificar, donde se dice: “¿Tienes alguna información sobre la guerra? Estamos dispuestos a comprártela”. En un caso en el que el objetivo era un palestino israelí, el remitente se identificaba como “Tehran-Quds” (“Teherán-Jerusalén”, en árabe) y decía: “Un Jerusalén libre une a los musulmanes. Envíanos información sobre la guerra”.
Los mensajes incluyen un enlace a un canal de Telegram, donde se inicia un nuevo diálogo con un individuo en el que se les explican las primeras tareas “sencillas” y se les ofrece dinero. A quienes muestran interés se les insta a crear una cuenta en PayPal y a descargarse una app para poder recibir pagos en criptomonedas. El interlocutor suele ofrecer un nombre israelí, y en ningún momento revela su conexión con Irán, al menos en estas primeras fases de la relación.
En la mayoría de los casos desvelados en los juicios, los encargos recibidos eran de carácter muy limitado. Sin embargo, en algunas ocasiones estos agentes habrían logrado proporcionar información valiosa sobre localizaciones importantes dentro de Israel, que después sirvieron para señalar objetivos durante la breve guerra entre ambos países a finales de esta pasada primavera.
Por ejemplo, un israelí de origen azerí que llegó a crear una red de espionaje entre los miembros de su familia, logró fotografiar instalaciones portuarias en Haifa, la base aérea de Nevatim en el desierto del Negev, los cuarteles de la inteligencia militar en Glilot, al norte de Tel Aviv, y varias baterías del sistema de defensa antiaérea Cúpula de Hierro por todo el país. Todos ellos fueron bombardeados en el cruce de ataques aéreos entre Israel e Irán. Lo mismo sucedió con el Instituto Weizmann, el principal centro de investigación científica del país, fotografiado por algunos de los agentes desenmascarados por el Shin Bet y que después fue atacado durante la guerra.
Un inspecto israelí examina edificios dañados por misiles balísticos iraníes en un área residencial en Beersheva, en el sur de Israel, el 24 de junio de 2025. (EFE/Abir Sultan)
Perfiles variados
Los reclutados por Irán presentan todo tipo de perfiles: entre ellos hay judíos religiosos y seculares, inmigrantes, ciudadanos árabes, un israelí nacido en Irán, un soldado, y un residente en un asentamiento de Cisjordania. El rango de edades va desde los 13 hasta los 73 años. En muchos casos se trata de personas llegadas hace no mucho a Israel y que tienen un menor sentimiento de pertenencia al país que los nacidos allí.
“La mayoría de las personas reclutadas son inútiles y provienen de los márgenes de las comunidades israelíes. Pero lo preocupante es que un país que está constantemente llamando a la destrucción de Israel ha sido capaz de infiltrar su sociedad”, señala Yossi Mellman, experto en temas de espionaje, en declaraciones a Euronews sobre esta cuestión. “Esto está ligado al colapso social de Israel en años recientes. La sociedad ha perdido su sentido de solidaridad y cohesión. Incluso al gobierno solo le preocupa su propia supervivencia. La gente se dice que ahora que funcionarios del gobierno trabajan para Qatar, ¿por qué no trabajar para Irán?”, asegura Mellman.
Las autoridades israelíes apuntan que, de todos modos, en la amplísima mayoría de los casos los individuos contactados dejan de coquetear con el reclutador en cuanto comprenden lo que está sucediendo y avisan a los servicios de seguridad. Aun así, la situación se ha vuelto tan preocupante que el Gobierno israelí ha lanzado una campaña en radio y redes sociales para alertar al público sobre los riesgos de que ese “dinero fácil” lleve a pagar “un alto precio” en forma de una larga condena de cárcel, como ya les ha sucedido a docenas de compatriotas.
Hasta ahora, las operaciones iraníes no han logrado ningún gran éxito, como sería para ellos el asesinato de un científico o político israelí. De todos modos, para los servicios de inteligencia de Irán este modus operandi ofrece tantas ventajas que resulta irresistible: costes bajos, un alto grado de anonimato en las redes, y la utilización de personas con las que el régimen iraní no tiene ningún vínculo, por lo que resultan totalmente prescindibles. Si fallan, Irán no pierde absolutamente nada.
Son las mismas razones por las que Rusia también recurre a este mismo modelo, y que es exportable a otras latitudes. A mediados de julio, el comandante de la unidad antiterrorista de la Policía Metropolitana de Londres advirtió sobre el arresto de varios quinceañeros por su presunta implicación en operaciones de Rusia e Irán contra el Reino Unido, y que habían sido reclutados siguiendo esquemas similares. La coordinadora nacional antiterrorista Vicki Evans señaló la existencia de riesgos de este tipo para los menores, “particularmente en entornos en línea donde se pueden convertir fácilmente en objetivo”. La experiencia israelí demuestra que ya está ocurriendo, y que la disposición a dejarse reclutar por un país enemigo no tiene que ver con la edad.
¿Qué puede hacer un servicio secreto para reclutar a agentes en un país enemigo cuando sus operativos no pueden poner el pie allí? Ese es un problema al que se enfrentan todas las agencias de inteligencia del mundo, que por lo general se resuelve recurriendo a identidades falsas, encuentros en terceros países o el uso de intermediarios de nacionalidades que no despierten tanta suspicacia. Pero todo ello lleva tiempo, y en mitad de una guerra, cuando la prisa apremia, hay que agudizar el ingenio.