Trump le ha dado a Putin "50 días": esto es lo que 50 días sin Patriots hacen a Ucrania
La tercera ronda de negociaciones directas entre Ucrania y Rusia comienza este miércoles en Estambul, mientras Vladímir Putin no ceja en sus bombardeos masivos sobre el país
Fotografía del resultado de un ataque ruso en Odesa. (Servicio de Emergencias Estatal)
Hace una semana, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró haber presentado un ultimátum a Vladímir Putin: 50 días antes de desatar un presunto infierno de sanciones y restaurar el flujo de armamento a Kiev. Muchos quisieron verlo como un cambio radical en su postura, hasta el momento complaciente –como poco– con los intereses de Moscú.
En los siete días que se cumplen este martes, Putin ya ha respondido; con más de 1.370 drones y misiles sobre ciudades de todo el país. Las defensas antiaéreas ucranianas han logrado detener apenas el 70%. Más de 400 han, por tanto, logrado impactar en sus objetivos en Odesa, en Kiev, Sumy o Kryvy Rih. Siete días en los que las tropas rusas han continuado con su estrategia de los “mil cortes” para intentar un último aliento a su ofensiva de verano en Pokrovsk.
Una suerte de carta blanca de dos meses a Rusia para continuar con lo que ha estado haciendo en los últimos 50 días. Pese al agostamiento de la ayuda militar estadounidense, Ucrania ha logrado mantener la línea del frente, sin avances rusos de gran calibre. Sin embargo, en los últimos meses Rusia ha modificado su estrategia, aumentando exponencialmente los ataques aéreos contra Ucrania con una mezcla de drones y misiles balísticos e hipersónicos, siguiendo nuevas e intrincadas rutas de vuelo que buscan (con éxito) identificar los agujeros en la red de defensa ucraniana. Desde que Donald Trump ha llegado a la Casa Blanca en 2025, el número de drones en los ataques aéreos combinados se han multiplicado casi por tres, mientras que la tasa de interceptación ucraniana, que en 2024 a menudo superaba el 90%, baja ahora en ocasiones hasta el 40%.
Fermín TorranoAlicia AlamillosDaniel MingioneDiseño e infografía: Emma EsserLuis RodríguezMaría Mateo
Este dramático aumento en los ataques aéreos rusos ha venido acompañado de un marcado aumento en las bajas civiles y amenaza con desbordar, si no lo ha hecho ya, las limitadas capacidades de defensa aérea del país.
El Confidencial ha calculado, con información ofrecida a través de informes del Ejército del Aire del Ejército ucraniano, el número diario de misiles y drones que Rusia lanza sobre el país, así como qué porcentaje logra ser interceptado por las defensas antiaéreas o los equipos de guerra electrónica 50 días atrás desde que Trump lanzó el ‘ultimátum’ a Putin, el 26 de mayo. Los datos no han podido ser verificados de manera independiente, y muy probablemente son una infraestimación.
Precisamente ese 26 de mayo, Ucrania amanecía con el mayor ataque aéreo ruso desde el inicio de la invasión. Más de 350 drones y una decena de misiles en apenas unas horas de la madrugada. Un titular de “récord histórico” que se ha batido y repetido en otras tres ocasiones desde entonces, con más de 470, 530 y hasta 740 el pasado 9 de julio. Pronto, estiman analistas ucranianos, podría ser posible para Rusia atacar con hasta 1.000 drones en apenas una noche.
A finales de 2024, Moscú lanzaba alrededor de 2.000 drones al mes contra ciudades y pueblos ucranianos. En los últimos 50 días, la cifra supera los 10.000. Los drones también son mejores: si inicialmente se entregaban vía Teherán, Moscú ha ampliado la producción propia a escala masiva en fábricas cerca de la ciudad rusa de Kazán, ampliando su capacidad explosiva (con hasta 90 kilos, y de distintos tipos) y altitud de vuelo, haciendo más difícil su interceptación.
Ataques simultáneos
Pero, según dejan observar los datos, Moscú no sólo ha multiplicado sus drones: también ha habido un aumento significativo del número de misiles de tipo Iskander. Si en 2024 las Fuerzas Armadas ucranianas reportaban uno o dos lanzamientos de este tipo de misil por semana, en los últimos 50 días encontramos lanzamientos de una decena en pocas horas, acompañados de un buen puñado de misiles crucero. Y las exhaustas defensas ucranianas, sobrepasadas por el ataque múltiple simultáneo, están dejando pasar esos destructivos misiles.
Entre otras razones, por el desgaste. Ese mismo 26 de mayo, Le Monde reportaba que Ucrania había agotado misiles para sus dos baterías defensas antiaéreas SAMP/T, entregados por Francia e Italia y que, junto a los Patriots estadounidenses, sostienen el grueso de la defensa antiaérea ucraniana contra las amenazas más graves.
El Patriot es uno de los sistemas de defensa aérea más avanzados del mundo, pero cada batería solo puede cubrir una superficie limitada —alrededor de 100 a 200 kilómetros cuadrados—, lo que resulta insuficiente para proteger un país del tamaño de Ucrania frente a los ataques constantes de Rusia. Actualmente, Kiev cuenta al menos con seis baterías (el número exacto es un secreto de Estado). Dos enviadas por Estados Unidos, dos por Alemania, una por Rumanía y una suministrada conjuntamente por Berlín y Países Bajos. El gobierno de Volodímir Zelenski ha reclamado al menos diez más para poder proteger ciudades e infraestructuras clave, además de la munición necesaria para alimentarlos.
“En los últimos meses, no ha habido un solo periodo ininterrumpido de tres días sin un lanzamiento masivo de drones Shahed. Si bien Ucrania ha mantenido su capacidad de derribar drones en torno al 80-85%, eso significa que el 20% logran entrar y alcanzar zonas predominantemente civiles”, afirmaban Yasir Atalan y Benjamin Jensen en un informe del Center for Strategic and International Studies (CSIS) publicado hace unas semanas. Según la información recopilada por El Confidencial para los últimos 50 días, esa media de interceptación estaría ahora en el 70-75%, con ejemplos de caídas hasta alrededor del 40%.
En medio de esta destrucción continua y moral, resultan clave otras de las declaraciones que Trump hizo la semana pasada en el Despacho Oval, a las que Ucrania se agarra como un clavo ardiendo. La cuestión de los Patriots.
"Los Patriots ya están en camino a Ucrania". Con esta afirmación categórica, Trump anunció un nuevo paquete de ayuda militar para reforzar la defensa aérea ucraniana frente a los ataques rusos. Según Trump, los primeros sistemas antimisiles procederían de Alemania: "Vienen de Alemania, y luego Alemania los repone. Y en todos los casos, Estados Unidos recibe el reembolso total", aseguró.
Un caos poco Patriótico
Aunque los sistemas Patriot no son el arma más eficiente frente a los enjambres de drones baratos que Rusia lanza casi a diario, reforzar la defensa aérea tendría un efecto estratégico más amplio. Disponer de más baterías permitiría a Ucrania proteger bases aéreas clave, facilitando así el despliegue de los cazas F-16 estadounidenses y Mirage franceses cerca del frente. Hasta ahora, la vulnerabilidad de esos aeródromos ha limitado el uso operativo de los aviones occidentales tanto en misiones de ataque como en tareas de defensa antimisiles.
Por ello, las declaraciones de Trump fueron celebradas en Kiev, aunque inmediatamente acogidas con escepticismo en varias capitales europeas. Especialmente en Berlín. “No puedo confirmar que haya algo camino de Ucrania en este momento. No tengo conocimiento de ello”, respondió un portavoz del Ministerio de Defensa alemán.
Las palabras del presidente estadounidense prometían que los sistemas llegarían “en cuestión de días”, pero de momento, la realidad parece muy distinta. La idea de Trump, que llegó a la Casa Blanca con la promesa de cortar la ayuda militar a Ucrania y acabar con la guerra en cuestión de días, es sencilla: que varios países europeos envíen sus propios sistemas Patriot a Ucrania y que, después, Estados Unidos les venda sistemas nuevos para reemplazarlos. Durante su reunión con el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, Trump mencionó a Finlandia, Dinamarca, Suecia, Noruega, Países Bajos y Canadá como países “dispuestos a participar” en este plan. Sin embargo, ninguno de ellos ha confirmado públicamente compromisos concretos.
El magnate añadió más confusión al afirmar que “un país” tiene 17 Patriots y que parte de ese material sería enviado directamente a Ucrania. En realidad, ningún país de la OTAN —salvo Estados Unidos— dispone de tantas unidades completas. Las autoridades europeas sospechan que Trump se refería a partes del sistema (como piezas de recambio o misiles) y no a baterías completas.
Este lunes, el ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, anunció que Alemania y Estados Unidos habían acordado la entrega de cinco baterías Patriot para Ucrania, aunque el plan sigue contando con incógnitas. De acuerdo con Pistorius, Berlín financiará dos de los sistemas y Noruega aportará otro, pero el origen de los dos restantes es todavía un misterio. Otros países, como Países Bajos, han prometido “contribuciones sustanciales” a la defensa antiaérea ucraniana, pero sin especificar detalles —salvo la advertencia de que no renunciarán a sus propios Patriot—.
Lo que está claro es que el hecho de que Trump se esté colocando la medalla levanta ampollas entre los aliados europeos. La responsable de política exterior de la UE, Kaja Kallas, recordó que si son los países miembros financian el envío, el apoyo es de Europa, no estadounidense. “Si prometes entregar armas, pero otro las paga, ¿realmente las estás entregando tú?”, cuestionó tras la reunión del Consejo de Asuntos Exteriores de la UE en Bruselas esta semana. “Damos la bienvenida al anuncio del presidente Trump de enviar más armas a Ucrania, aunque nos gustaría ver que Estados Unidos comparte el esfuerzo”, agregó.
No todos son tan críticos. El ministro de Exteriores danés, Lars Løkke Rasmussen, calificó el plan de Trump como “una versión alternativa” del modelo danés, en el que Copenhague compra directamente armas para Ucrania. “Lo importante es que haya disposición a entregar las armas necesarias. A partir de ahí, se pueden trabajar los detalles”, aseguró. “Lo importante es que ahora Estados Unidos muestra una clara voluntad de facilitar estas ventas”, señaló, por su parte, el ministro checo Jan Lipavský.
Hace una semana, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró haber presentado un ultimátum a Vladímir Putin: 50 días antes de desatar un presunto infierno de sanciones y restaurar el flujo de armamento a Kiev. Muchos quisieron verlo como un cambio radical en su postura, hasta el momento complaciente –como poco– con los intereses de Moscú.