Reino Unido y Argentina: una negociación militar secreta clave para el futuro de la Antártida
Londres podría levantar las sanciones militares a Argentina impuestas tras la guerra de las Malvinas para hacer frente a la creciente influencia de China en el Atlántico Sur. Pero para ello, Buenos Aires tiene que hacer concesiones
Milei visita la Base Antártica Conjunta Marambio. (EFE/Cortesía Presidencia de Argentina)
Reino Unido se encuentra inmerso en unas negociaciones militares secretas con Argentina con implicaciones claves para la Antártica, un territorio con un creciente protagonismo geoestratégico en la disputa entre Estados Unidos y China.
Tras la guerra de las Malvinas en 1982, Londres impuso estrictas restricciones a la venta de armas a Buenos Aires, un veto al que Pekín ha sabido sacar provecho (diplomático e industrial) ofreciendo sus aviones y armamento. Los dirigentes chinos comprendieron pronto que en un mundo globalizado e interdependiente, la cooperación genera resultados a mayor escala a largo plazo. Inicialmente, no saltaron las alarmas, pero Washington está ahora cada vez más preocupado por la influencia del gigante asiático en el Atlántico Sur, donde, al igual que Rusia, cuenta ya con varias bases antárticas para asegurar sus potenciales intereses económicos en recursos y rutas comerciales vinculados al cambio climático.
La prioridad de Londres siempre ha sido defender las Falklands (nombre inglés de Malvinas), cuya soberanía históricamente es reclamada por Argentina. Pero una combinación de factores, incluyendo la inusual perspectiva del presidente argentino Javier Milei sobre las islas (ha llegado incluso a insinuar que los isleños tienen derecho a la autodeterminación, que es la postura británica) y el entusiasmo estadounidense por la modernización militar argentina, han creado la oportunidad para un nuevo acuerdo estratégico. Actualmente, el Estrecho de Magallanes es, junto al Canal de Panamá, la única ruta marítima segura entre ambos océanos y su tránsito va en aumento, mientras que la vía centroamericana pierde atractivo por los peajes y la sequía.
Downing Street comparte las preocupaciones estadounidenses. Pero pide que Argentina acepte de facto la relevancia británica en la región como un primer paso para facilitar una cooperación más estrecha en todos los ámbitos, desde la ciencia hasta la seguridad. Y no solo con Argentina, también con sus vecinos Chile y Uruguay. Con todo, levantar las restricciones a la venta de armas a Buenos Aires no es una medida exenta de riesgos.
Hoy por hoy, Milei se muestra como un gran aliado de Occidente. Se convirtió en el primer líder mundial en visitar a Donald Trump tras su victoria en las elecciones estadounidenses, es admirador declarado de Margaret Thatcher (la misma que lideró el Reino Unido en la guerra de las Malvinas) y quiere modernizar las fuerzas armadas de su país con el mejor equipo compatible con la OTAN. Está recortando drásticamente el gasto público, pero aumentando el presupuesto de defensa del 0,5% del PIB al 2% en los próximos siete años. El año pasado, Argentina solicitó el estatus de socio de la OTAN.
El problema es quién podría sucederle. Vender armas a una Argentina liderada por Milei puede ser digerible para la política británica. Pero el excéntrico presidente dejará el cargo en 2027 o 2031, y el próximo líder argentino podría venir del peronismo, como su predecesor Alberto Fernández, quien, durante su mandato (2019 y 2023) abogó por ligar el futuro de Argentina, tanto militar como diplomático y económico, a China y no Occidente.
La estrategia de Pekín para adaptarse al nuevo modelo de gobernanza mundial en curso puede sintetizarse en tres grandes ejes. El primero, económico, con una iniciativa de desarrollo global vinculada al gran proyecto Franja y Ruta y el asentamiento del poder político de los BRICS(liderados por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). El segundo es diplomático, con un plan civilizatorio a escala mundial fundamentado en la llamada "comunidad de destino compartido". Y por último, el militar, con el que promete una seguridad global bajo un liderazgo con enfoque colectivo y equilibrado. Con esta oferta geopolítica, el presidente Xi Jinping busca granjearse el respaldo del llamado Sur Global y desbancar en influencia internacional a Washington.
Negociaciones antárticas
Mientras, las negociaciones entre Londres y Buenos Aires siguen su curso. Eso sí, con la más absoluta discreción. Tomaron impulso en febrero de 2024, pocos meses después de que Milei asumiera el cargo. Según The Economist, agregados de defensa británicos visitaron el Ministerio de Defensa en Argentina por primera vez en tres años. En septiembre de ese año, los ministros de Asuntos Exteriores británico y argentino se reunieron y organizaron una visita de argentinos a las tumbas de sus familiares en las Malvinas. También acordaron compartir datos pesqueros y reiniciar los vuelos directos mensuales a las Malvinas desde Argentina. El diálogo en materia de defensa se intensificó entonces. Una delegación argentina visitó Londres en enero. Próximamente, se espera la visita de un británico a Buenos Aires.
Por su parte, los principales generales estadounidenses han visitado el extremo sur de Argentina tres veces en los últimos dos años. El pasado mes de mayo, el jefe del Comando Sur, Alvin Holsey, estuvo en Buenos Aires y en la ciudad austral de Ushuaia, la puerta del país a la Antártida y donde Milei quiere construir una base naval integrada y un gran polo logístico antártico.
Se trata de un proyecto único que se construirá en varias fases. La base naval integrada tendrá sus instalaciones propias e impulsará las tareas de mantenimiento y reparación con participación privada, según fuentes militares citadas por el diario La Nación. El Gobierno no ha dado cifras oficiales hasta el momento, pero informaciones extraoficiales hablan de una inversión aproximada de 360 millones de dólares.
El peronista Alberto Fernández se había acercado a China para buscar financiación, pero no se concretó. Tan pronto como Milei le sucedió, el Gobierno de Joe Biden aprovechó los gestos de alineamiento con Estados Unidos del nuevo presidente ultra para enviar a Ushuaia a la entonces jefa del Comando Sur, la general Laura Richardson. Un año después, repite escala Holsey.
Londres lleva mucho tiempo bloqueando las ventas de equipo militar con componentes británicos a Argentina, incluso por parte de terceros países. Dada la solidez de la industria armamentística británica, esto ha supuesto una seria limitación. En 2020, bloqueó la venta de aviones de combate coreanos con algunas piezas británicas. La política declarada es bloquear las ventas que podrían "mejorar la capacidad militar argentina". Sin embargo, existe margen de maniobra. Downing Street podría permitir ventas que no perjudiquen los intereses de defensa y seguridad del Reino Unido. Un primer paso podría ser una interpretación más flexible de dicha cláusula.
Asimismo, Reino Unido parece más dispuesto a reconsiderar sus restricciones si Argentina planea realizar grandes compras, ya que eso impulsaría la industria de defensa británica en un momento en el que mejorar la economía es la máxima prioridad del premierKeir Starmer. Además, sabe que esas restricciones están perdiendo fuerza real a medida que más países fabrican equipo militar con alta tecnología.
Eso sí, la política interna sigue siendo una barrera formidable en ambos países. En Reino Unido, el populista Nigel Farage, líder del partido de derecha radical Reform UK, que encabeza las encuestas, podría presionar fácilmente al Gobierno sobre cualquier nuevo acuerdo, presentándolo como una traición a los caídos en la guerra. Por su parte, en Argentina, los peronistas juegan la misma presión contra Milei. Pero Washington parece dispuesto a jugar sus bazas y estos días es peligroso decirle que no.
Reino Unido se encuentra inmerso en unas negociaciones militares secretas con Argentina con implicaciones claves para la Antártica, un territorio con un creciente protagonismo geoestratégico en la disputa entre Estados Unidos y China.