Hasta la católica Polonia se queda sin curas: "Todo cambió con la ultraderecha"
En las últimas décadas, cada vez más polacos, tanto fieles como seminaristas, se sienten menos representados por la Iglesia. Solo los seminaristas pasaron de 6.789 en 2000 a 1.690 en 2023, una caída de más del 75%
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En Polonia, formar parte del sacerdocio era algo que automáticamente generaba prestigio e, incluso, un ascenso social. Decenas de jóvenes polacos, inspirados por la figura de Karol Józef Wojtyła —el que se convertiría en el papa Juan Pablo II— soñaban con seguir sus pasos y poder llegar a convertirse en el próximo pontífice. En el año 2002, cuando Juan Pablo II falleció, el 95% de la población polaca se consideraba católica y practicante. Y en esto, el papa polaco tuvo mucho que ver: su influencia en la caída del bloque comunista en Europa del Este fue asociada casi como un milagro en un momento en el que acudir a la iglesia era símbolo de resistencia y rebelión contra el régimen comunista. Hasta el punto de que el país llegó a considerarle un héroe nacional.
Sin embargo, en estas últimas décadas cada vez más polacos se sienten menos representados por la iglesia. Y no solo ocurre con los fieles —que actualmente se sitúan en torno al 71%, según la Oficina Central de Estadística de Polonia (GUS)— sino también con los seminaristas. Si en el año 2000 se registraron 6.789, en 2023 esa cifra se desplomó hasta los 1.690, lo que representa una caída de más del 75%, según los datos recogidos por el portal Mikołaj Warka.
Los bancos de las iglesias se están vaciando casi al mismo ritmo que disminuyen las nuevas vocaciones sacerdotales, algo que se evidencia sobre todo en las ciudades grandes como Varsovia. A pesar de que el catolicismo sigue siendo la religión mayoritaria en el país, los fieles ya no acuden a la iglesia como solían y la reducción de las vocaciones para dedicarse a la vida eclesiástica predicen, según analistas, iglesias vacías en el país considerado como el bastión del catolicismo europeo.
Jakub Smietana, ex seminarista polaco y actualmente arquitecto, apunta varias razones, aunque una de las más influyentes tiene que ver con la influencia del partido ultraconservador Ley y Justicia (PiS) en las instituciones eclesiásticas. "El principal motivo de la crisis en Polonia es que la mayoría de los obispos decidieron aliarse con Ley y Justicia, y ese matrimonio entre la Iglesia y el Estado enfadó a mucha gente", principalmente a los más jóvenes.
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Este vínculo político, añade, ha hecho que “la Iglesia pierda el fuerte mandato social que tenía tras la caída del comunismo”. Y aunque reconoce que mucha gente de su generación (38 años) “era religiosa, y la mayoría asistía a misa”, observa que todo empezó a cambiar con "este giro tan fuerte" a la derecha.
"En las iglesias solo hay señoras mayores, no hay mujeres jóvenes", explica. Un fenómeno que está directamente relacionado con el hecho de que Polonia sigue contando con una de las leyes más restrictivas del aborto en la Unión Europea y nada parece que vaya a revocar esta situación. Más aún después de la reciente victoria del ultraderechista Karol Nawrocki en las elecciones presidenciales, alineado con la ideología del partido PiS.
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"Los únicos jóvenes que veo son hombres y algunos de estos son muy ultras. No entienden el catolicismo como religión, sino como extensión de la política de derechas", sostiene. "Me cruzo con personas que creen que las cruzadas fueron geniales y que deberíamos volver a la misa en latín para solucionar la crisis de la Iglesia. Pero, claro, eso solo aleja más a la gente que no entiende qué está pasando en el servicio".
El encubrimiento de la pederastia
A este conservadurismo, cada vez mayor, se suma el encubrimiento de varios casos de pederastia dentro de la iglesia. Smietana señala que el verdadero impacto de los escándalos se ha sentido principalmente entre la generación X y los millennials, mientras que “la generación de mis padres no le prestó la atención que debía, como si no quisieran enfrentar la realidad”.
Algunas investigaciones apuntaron hasta el mismo Juan Pablo II, al que acusaban de encubrirlos. En los últimos años, la prensa polaca ha destapado miles de casos de abusos, que se habrían cometido, incluso, durante los años del régimen comunista. Mientras que en otros casos ocurridos en otros países europeos, las generaciones mayores comenzaron a alzar la voz contra los abusos, en Polonia muchos adultos mayores, según el arquitecto, simplemente niegan que hayan ocurrido.
Pone de ejemplo un caso recogido en un documental local, donde tras mostrar una grabación en la que un sacerdote confesaba abusos, los habitantes del pueblo señalaron que jamás creerían que "su cura haría eso". Incluso la abuela de la víctima pidió que no dañaran a la comunidad ni a su párroco por esas acusaciones, alegando que “él es un buen cura”.
"Aunque la mayoría de los casos ocurrieron mucho después de la caída del comunismo. Esa narrativa sigue vigente y la gente la cree"
"Los obispos aseguran que todo es una campaña de desprestigio, obra de los comunistas", asegura, "aunque la mayoría de los casos ocurrieron mucho después de la caída del comunismo. Esa narrativa sigue vigente y la gente la cree".
Este rechazo también se traduce en las diócesis: varias de ellas no han tenido ni una sola ordenación sacerdotal en 2025, como Wrocław, Zamość-Lubaczów, Łowicz y Gliwice. El caso de Wrocław es particularmente simbólico, ya que por primera vez desde 1947 no se ha celebrado ninguna ordenación sacerdotal. “Ni siquiera durante el comunismo ocurrió algo así”, subraya el portal católico Stacja7. Varios religiosos polacos han señalado a El Confidencial que la vida parroquial está experimentando una significativa reducción en las misas dominicales y otras actividades eclesiásticas. En distintas entrevistas, advierten que esta situación podría derivar en una disminución del número de parroquias.
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Esto ha provocado que cada vez sean más los curas de Asia y África que están continuando con su andadura eclesiástica en Polonia. A pesar de las barreras, como el idioma, o de ser una solución a corto plazo, varios eclesiásticos creen que es una forma de ver el futuro de la Iglesia con optimismo y de adaptarse a la realidad actual.
Una crisis de fe generalizada
En España, el 'modelo polaco' es algo que también se observa desde hace años. “Estamos asistiendo a un cambio de modelo”, explica Pablo Blanco, teólogo y religioso, en conversaciones con El Confidencial. “Antes había abundancia de vocaciones sacerdotales y religiosas, que se consideraban la parte fundamental de la Iglesia. Ahora, aunque hay menos vocaciones, eso no tiene por qué ser algo negativo. Lo importante no son los ordenados, sino los bautizados, y los sacerdotes están al servicio de esa comunidad.”
Una cuestión crucial que, según este teólogo, no es solo una “crisis de vocaciones”, sino "una crisis de fe generalizada". Añade que "cuando la dimensión sobrenatural de la fe pierde peso, no es posible entender ni abrazar plenamente una vocación religiosa. Sin embargo, a diferencia de otros eclesiásticos de Polonia que apuntan que esto se debe al "hedonismo de los jóvenes" o, incluso, al consumismo, Blanco afirma que "si vamos a la raíz del problema, es que no creemos lo suficiente. No nos creemos la fe de verdad, y, por tanto, no somos capaces de transmitirla con convicción".
Actualmente, este religioso está conviviendo con 40 sacerdotes de todo el mundo que están aprendiendo español para comenzar el curso seminarista. A pesar de los cambios, mantiene una visión optimista y esperanzada sobre el futuro de la Iglesia. Reconoce que, sin duda, se producirá un cambio de paradigma, pero aclara que no siempre tiene por qué ser algo negativo. “Como todo en la vida, traerá efectos positivos y otros que parecen menos favorables”, concluye.
En Polonia, formar parte del sacerdocio era algo que automáticamente generaba prestigio e, incluso, un ascenso social. Decenas de jóvenes polacos, inspirados por la figura de Karol Józef Wojtyła —el que se convertiría en el papa Juan Pablo II— soñaban con seguir sus pasos y poder llegar a convertirse en el próximo pontífice. En el año 2002, cuando Juan Pablo II falleció, el 95% de la población polaca se consideraba católica y practicante. Y en esto, el papa polaco tuvo mucho que ver: su influencia en la caída del bloque comunista en Europa del Este fue asociada casi como un milagro en un momento en el que acudir a la iglesia era símbolo de resistencia y rebelión contra el régimen comunista. Hasta el punto de que el país llegó a considerarle un héroe nacional.