La batalla de una española por recuperar a su hijo de los servicios sociales en Noruega: "Han destrozado familias"
Desde 2018, más de 36 demandas contra Noruega han llegado hasta los tribunales de Estrasburgo por violar el artículo 8 sobre la protección al derecho al respeto de la vida privada y familiar
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"Se han llevado a mi hijo", dice el correo pidiendo ayuda.
Fue el martes 17 de junio, sobre las 17:45 horas de la tarde, cuando los agentes de Barnevernet entraron en casa de Ainhoa y se llevaron a su hijo. Ainhoa García Oyarzun, una española residente en la ciudad de Bergen, Noruega, perdía así la custodia de su hijo, de 11 años, tras un férreo seguimiento de casi cinco años por parte del servicio de protección infantil de Noruega, el Barnevernet. Hoy, continúa batallando para que el niño regrese a su casa, salir del país y regresar a España, donde vive la abuela.
El caso de García Oyarzun, que describe como "una persecución" y "película de terror", es solo uno de las varias decenas de familias (especialmente extranjeras) que sostienen que los servicios de protección del menor en Noruega han aplicado un exceso de celo y separado a menores de sus progenitores que, en cualquier otro país, no se habrían enfrentado a investigaciones que ascienden a 39.707 iniciadas en 2024.
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Con vastos recursos y una red de trabajadores por todo el país, el Barnevernet asiste a miles de hogares noruegos al año desde 1992. Su pilar fundamental es el interés superior del niño y garantizar que aquellos que viven en "en condiciones que representan un riesgo para su salud o desarrollo" reciban la ayuda que necesitan.
Lo que es una labor necesaria y especialmente garantista con los niños en Noruega se ha visto en la última década enfangada en sonados conflictos diplomáticos, protestas en el extranjero y alarma en redes sociales (hay varios grupos en Facebook titulados "Stop Barnevernet") que cuestionan las medidas desproporcionadas e insensibilidad con otras culturas.
Ainhoa, de 51 años, había ido a la compra y cuando regresó a casa, unos agentes del Barnevernet le esperaban ya dentro de la vivienda, con su hijo, al que El Confidencial no identificará por su nombre. La escena se desarrolla llena de angustia.
—Entendemos que quieres mucho a tu mamá —dice uno de los agentes.
—¡Pero la adoro! ¿No veis que es tan dulce?
—Esto no será así para siempre. Solo es así ahora para que estés mejor — insisten.
—No, no, no. ¿Esto es para estar mejor? (…) Ustedes solo hacen que retrocedamos—, contesta el niño, en noruego. Su madre no está presente todavía.
Toda la visita fue grabada por el propio niño en un vídeo al que ha tenido acceso El Confidencial. Los funcionarios dieron al pequeño dos opciones: o ir temporalmente con su padre –denunciado por violencia doméstica en 2019— o con una familia noruega. De momento, el niño se ha quedado con el padre y la madre puede visitarlos tres horas a la semana, en una sala vigilada de Barnevernet. La madre teme que sea el primer paso para que su hijo sea asignado a una familia de acogida noruega.
El caso de Ainhoa se remonta a 2019, cuando la española y su expareja se mudaron a Noruega en busca del sueño escandinavo. La relación, sin embargo, era tortuosa. Según consta en varios informes vistos por este periódico, la pareja de Ainhoa la maltrataba e incluso, en una ocasión tras un brote psicótico, sacó un cuchillo y les amenazó a ella y a su hijo. "Tuvimos que salir pitando porque casi nos mata", recuerda la española, en conversación con El Confidencial.
Madre y niño acudieron a un centro de crisis, un sistema de alojamientos noruegos para madres en peligro. Pero, precisamente por llegar sin hogar, sin empleo y de la mano de su hijo, comenzó una investigación del Barnavernet: consultas con el psicólogo, visitas a su casa, informes, preguntas de la policía en el colegio… Un proceso que se ha prolongado durante cinco años.
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Desde ese 2019, los Servicios de Protección Infantil recibieron 11 alertas de preocupación sobre Ainhoa. La primera alerta fue de la escuela infantil, en septiembre de 2019, tras comunicar que ella y su hijo habían sufrido violencia física y psicológica a manos del padre.
La segunda alerta llegó del centro de crisis. En los informes, a los que ha tenido acceso El Confidencial, se justifica la preocupación "por las habilidades parentales deficientes de la madre" y en varias ocasiones se dice que niño y madre "huelen mal". También hay alertas por las críticas de la madre "al sistema escolar y sanitario noruego"; varias notificaciones del dentista por una aparente mala salud dental del niño; alertas del colegio porque se había ausentado unos días durante una visita a España…
Todo esto es habitual y parte del engrasado sistema de protección del menor en Noruega, que anima a todos los profesionales que tocan tangencialmente la vida de un niño a que denuncien si ven algo "sospechoso".
"¿Preocupado por un niño?", se lee en la web de Barnevernet, donde se explica –a particulares y funcionarios— cómo informar sobre negligencias con un niño. La agencia debe verificar toda denuncia recibida, ya sea de un médico, un maestro o un vecino, pero también anónimas. La investigación puede empezar por un rasguño, un toque de atención del dentista –por mala higiene bucal— o una mirada triste en el colegio. Esos casos no tienen repercusiones, pero activan la vigilancia.
Tras una alerta, se pone en marcha una investigación durante los siguientes tres meses, que puede extenderse hasta seis meses. Se contacta a otras personas que conozcan a la familia, como en el centro de salud local o el colegio, para que sean evaluados. Las investigaciones pueden desembocar en asistencia domiciliaria, una reunión familiar o, en última instancia, que el estado se haga cargo del niño.
En el caso de Ainhoa, el proceso no se ha quedado en meses, sino en años, y con episodios como visitas domiciliarias sin anunciar cuando ella no estaba en la casa. Un informe del médico de cabecera de la madre que fue solicitado por Barnevernet recoge que Ainhoa "presenta síntomas de ansiedad" debido a esas continuas visitas. En España llegó incluso a ser diagnosticada con trastorno por estrés postraumático.
Hay en todo el proceso muchas capas de desconocimiento, choque cultural y culpa. ¿Cómo iba a suponer Ainhoa que acudir a un centro de crisis iba a ser considerado en su contra, como un elemento que Noruega considera que no es positivo para el desarrollo de su hijo? ¿O que las visitas a España, donde reside la abuela, que es quien les ayuda ahora monetariamente para poder pagar el piso en Bergen, iban a leerse como un riesgo de fuga y secuestro parental? ¿O que, precisamente, la angustia de la investigación iba a ser ahora una forma de cuestionar su salud mental?
"Entre todo, está la parte de la culpa", dice Ainhoa. "¿por qué no lo he visto venir? ¿Con quién debo hablar? Debes aprender derecho internacional, tú sola y muy rápido", se lamenta. “No puedes quitar un hijo a una madre porque haya unas telas de araña o un vaso sucio”, lamenta la abuela del niño, que ha viajado hasta Noruega y quien cree que con los niños “debería primar la red familiar”.
Sin poder hablar de casos concretos como el de Ainhoa, un portavoz de la Dirección Noruega de Asuntos de la Infancia, la Juventud y la Familia (Bufdir) defiende que la separación de una madre y su hijo "se considera un último recurso", que solo se toma cuando el niño está expuesto "a daños graves, negligencia o peligro", y cuando el resto de medidas de apoyo han fracasado. Y que antes de tomar cualquier decisión, los Servicios de Bienestar Infantil "han investigado a fondo la situación".
Pese a todo, con ya al menos 36 demandas acumuladas contra Noruega en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) de Estrasburgo por la presunta violación del respeto a la vida privada y familiar (artículo 8 del Convenio Europeo de Derechos Humanos), el portavoz admite fallos en el sistema. "Se han introducido reformas significativas para reforzar las garantías legales y adecuar las prácticas a las normas internacionales de derechos humanos", afirma a El Confidencial.
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Solo desde 2018, el TEDH ha fallado en 14 ocasiones que Noruega había violado los derechos de las familias. Estrasburgo insiste en que debe existir un equilibro entre el interés superior del niño y el derecho de los padres y critica que, cuando se produce una intervención, el propósito de reunificación familiar se abandone muy pronto o no se tenga en cuenta.
Otra de las críticas de Estrasburgo es que, una vez que se interviene, es muy difícil para los progenitores recuperar la custodia, "ya que el interés del niño en la estabilidad puede prevalecer sobre el objetivo de la reunificación", explica la investigación ‘En el interés superior del niño: el enfoque noruego para la protección infantil’. Los autores observan que la necesidad de estabilidad del niño es un enfoque particular en las evaluaciones de los expertos sobre las restituciones, pero rara vez se examina la opinión del niño, concluye el estudio.
"Es llamativo que para ser un país tan pequeño, haya tantos fallos en Estrasburgo al respecto", dice Marius Reikeras, un exabogado y activista noruego, que desde hace 15 años trabaja con padres que han sido privados del derecho a cuidar a sus hijos por el Bernavernet.
Y la mayoría de esos casos, como el de Ainhoa, se centran en familias extranjeras. De las 52.413 notificaciones recibidas, según los últimos datos disponibles (2023), 7.090 eran niños de padres migrantes.
Noruega, uno de los países más ricos del mundo, con vastos recursos de gas y petróleo, ha atraído, en los últimos años, a trabajadores de distintas partes del mundo, muchos de ellos, de Europa del Este y Asia. Los polacos son el mayor grupo de inmigrantes en Noruega, con cerca de 100.000 personas, y también víctimas de numerosas alertas del Bernavernet.
"No todo es blanco o negro", afirma el periodista polaco Maciej Czarnecki, autor del libro ‘Hijos de Noruega. Sobre el estado del sobre-bienestar’, que incluye entrevistas con una veintena de familias polacas residentes en Noruega. Para Czarnecki, hay "serios errores en el sistema", pero también, "puede ayudar a muchos niños".
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Lo que para un polaco son intervenciones injustificadas, un noruego las considera legítimo. Una familia polaca, que considere todavía que el castigo físico (un cachete) es normal, para un noruego es completamente ilegal y activa una intervención de emergencia. "El estado de bienestar noruego ofrece a los ciudadanos y a las familias un amplio apoyo: largas licencias parentales, generosos beneficios, asesoramiento, pero también interviene rápidamente cuando algo va mal". Y añade: "El estado polaco da menos, pero también exige poco".
"Hasta ahora, hemos ayudado a 15 familias frente a las prácticas del Barnevernet, entre ellas, tres familias noruegas y 12 polacas", explica Olivier Bault, director de comunicación de Ordo Iuris, una organización conservadora polaca, que ofrece representación legal gratuita a las familias. Bault explica que, en solo un caso de los que han representado, constataron que los servicios noruegos tenían buenas razones; "en el resto", dice, "eran causas banales". Menciona el caso de la Sra. Monika (2024), cuya hija tenía sobrepeso. También una madre noruega obtuvo asilo en Polonia junto con su hija, con el apoyo de sus abogados.
Reikeras menciona un caso muy mediático de ese choque cultural que expone a las familias con el Barnevernet: el matrimonio indio Chakraborty, que perdieron la custodia de sus tres hijos por, entre otras cosas, que se alegó que los padres daban de comer con las manos, algo normal en India. El caso inspiró la película: La Sra. Chatterjee vs. Noruega.
"Han destrozado familias porque decidieron que habían tratado mal a los niños", afirma por su parte el político checo Tomáš Zdechovský, diputado del Parlamento Europeo y que ha dedicado su tesis doctoral a esta materia. Además de Polonia e India, ha sido República Checa quien más problemas diplomáticos ha llegado a desatar con Noruega, todo a cuenta de estos casos.
En 2015, el entonces presidente de República Checa, Miloš Zeman, rechazó la presencia de la embajadora noruega durante la celebración de la fiesta nacional en el palacio presidencial, en Praga, debido a divergencias por la custodia de los hijos de una pareja checa en Noruega. Zeman llegó a acusar a la organización de "secuestrar niños" al "estilo de gángsters", afirmó en una entrevista en la cadena Blesk TV. Entre 2015 y 2019, hubo manifestaciones en varias ciudades europeas, y, "algunas cosas han cambiado", asegura el político checo, "pero no es suficiente", añade.
Y en 2019, Noruega expulsó al cónsul de Polonia en Oslo, Slawomir Kowalski, a lo que Polonia respondió recíprocamente.
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Czarnecki cree que algunos de los casos de "error" han sido utilizados con fines políticos y hay mucha desinformación al respecto: "Quienes critican [al Barnevernet] son los más ruidosos, pero también conocí a muchas personas que tuvieron experiencias neutrales o positivas y suelen guardar silencio", afirma. Uno de los casos más polémicos es el del investigador privado polaco Krzysztof Rutkowski que ‘rescató’ a varios niños de familias de acogida en Noruega, entre ellos, un niño de Lituania. BBC dedicó un documental a algunas víctimas de la institución, titulado "El escándalo silencioso de Noruega".
"Estoy aterrada", se lamenta Ainhoa, que desea que “el resto del mundo se dé cuenta de la pesadilla que es esto”, mientras espera que se pueda resolver su caso. “Yo ya me temo cualquier cosa”.
"Se han llevado a mi hijo", dice el correo pidiendo ayuda.