Pese a la presión de Trump, Israel se resiste a 'morir en la orilla' de su objetivo más preciado: derrocar a los ayatolás
Benjamin Netanyahu aspira a acabar de reconfigurar Oriente Próximo en beneficio de su país, mientras que las autoridades de Irán temen por su supervivencia política
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Benjamín Netanyahu, el primer ministro de Israel, no solo quería acabar con el programa nuclear iraní, sino provocar la caída del régimen de los ayatolás sustentado en los Guardianes de la Revolución. Al ordenar el bombardeo de tres plantas nucleares (Natanz, Isfahan y Fordow) Donald Trump le ha ayudado a alcanzar su primer objetivo; al imponer en la madrugada del martes un alto el fuego, dificulta que logre el segundo. En este punto, los intereses de Estados Unidos e Israel chocan.
Por eso Netanyahu se ha resistido a poner en práctica ese alto el fuego, arriesgándose a ser abroncado por Trump, quien también formuló reproches a Irán, desde el avión donde voló hasta La Haya para asistir a la cumbre de la OTAN. El ministro de Defensa israelí, Israel Katz, invocó el supuesto disparo de dos misiles por Irán -desmentido por Teherán- para anunciar este martes por la mañana que había ordenado a las Fuerzas de Defensa de Israel "continuar las operaciones con gran intensidad". Un radar en la base aérea de Balbosar fue, por ejemplo, atacado enseguida, pero el golpe fue más bien simbólico.
Cuando, de madrugada en Europa, Trump proclamó el cese de hostilidades, Abbas Araghchi, ministro iraní de Asuntos Exteriores, lo aceptó casi de inmediato, al principio en términos algo ambiguos en público, pero bajo cuerda mucho más nítidos. La teocracia iraní cree que la salvación de su sistema político pasa por la reinstauración de la paz. El Gobierno israelí tardó, en cambio, horas en acatar el anuncio del presidente de EEUU.
La invasión de la Franja de Gaza, en octubre de 2023, fue para Netanyahu el primer paso para iniciar una reconfiguración de Oriente Próximo en beneficio de Israel. El Ejército israelí infligió una humillante derrota militar a Hezbolá, la milicia chií libanesa aliada de Irán, que cambió la relación de fuerzas en Líbano con suníes y cristianos. Ahora Hezbolá permanece de brazos cruzados. Netanyahu contribuyó además a la caída del régimen sirio de Bashar al Asad, también socio de Teherán, y se adueñó de paso, en teoría provisionalmente, de un nuevo pedazo de los Altos del Golán.
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Para rematar ese rediseño de la región, a Netanyahu le faltaba acabar con los hutíes en Yemen, otra milicia afín a Teherán, y, sobre todo, provocar la caída del régimen iraní. Se puso a ello el 13 de junio con los primeros bombardeos de plantas nucleares iraníes, de bases de misiles balísticos y demás infraestructuras militares, así como eliminando a la cúpula militar y a científicos.
En los últimos días, una vez destruidas las defensas antiaéreas, las Fuerzas de Defensa modificaron algo sus blancos. Daban la prioridad a los símbolos del régimen como la administración de la cárcel de Evin, no el edificio principal de la prisión donde cumplen condena un buen número de presos de conciencia.
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Israel Katz, el propio ministro israelí, lo reconoció el lunes pasado. Desde el fin de semana las FDI están "atacando con una fuerza sin precedentes objetivos del régimen y entidades de opresión gubernamental en el corazón de Teherán", escribió. Además de la prisión de Ervin mencionó la sede de los Basij, una milicia encargada de la represión de opositores que tampoco supone ningún peligro para el Estado hebreo.
A diferencia de Gaza, los bombardeos israelíes en Irán son precisos e intentan evitar bajas civiles para no enajenar a la población. A través de sus canales en farsi, el Ejército israelí trata además de informar de antemano sobre donde va a soltar sus bombas. Manda incluso alertas a los móviles instando a los vecinos de determinados barrios a evacuarlos. Eso permite de paso ponerse a salvo a los militares o guardianes de la revolución que están en la zona. En las filas del Ejército iraní se están produciendo deserciones, según reconoce la agencia de prensa Farda afín a las autoridades.
Los golpes que ha asestado días atrás el Ejército de Israel, están en línea con algunos de los pronunciamientos de Netanyahu. Recién iniciados los bombardeos, el primer ministro hizo un llamamiento al pueblo iraní recordándole que "esta es su oportunidad de plantar cara" al régimen que es "muy débil". "El 80% de la población [iraní] expulsaría a estos matones ideológicos", añadió días después en la televisión Fox News. El primer ministro concedió una entrevista a un periodista iraní en el exilio y hasta animó a su esposa Sara a que mostrará su empatía con los iraníes.
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El Gobierno israelí apuesta por Reza Pahlavi, el hijo del Sha, que fue depuesto en 1979, para sustituir a los ayatolás. Él ha visitado Israel en varias ocasiones y la semana pasada compareció incluso en Jerusalén con Gila Gamliel, la ministra de Innovación y Ciencia. "Fuentes de dentro de Irán afirman que las estructuras de mando y control del régimen se están derrumbando rápidamente", aseguró.
Trump ha sido, como otras muchas veces, ambiguo y contradictorio a la hora de pronunciarse sobre si es deseable acabar con el poder teocrático en Irán. En la red social Truth, el presidente escribió: "(...) si el actual régimen es incapaz de hacer que Irán vuelva a ser grande, ¿por qué no debería de haber un cambio de régimen?".
Antes de subirse al avión Air Force One rumbo a La Haya, Trump declaró a la prensa contradiciéndose en que no deseaba ese cambio. “Un cambio de régimen conlleva caos, y lo ideal sería no ver tanto caos.” “Así que ya veremos cómo evoluciona”, concluyó.
Así lo cree la Administración republicana. No tienen tan claro que una hipotética caída del actual poder sea beneficiosa para sus intereses. Irán es un país de 90 millones de habitantes, con una oposición que, lejos de estar unida alrededor del heredero del trono, está fraccionada, y una legión de minorías nacionales, desde los baluchis hasta los kurdos, pasando por los azeríes, cada una con sus reivindicaciones. El riesgo que de se suma en el caos no es marginal.
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El balance de víctimas de estos 12 días de guerra asciende a 974 iraníes muertos y 3.458 heridos, la mayoría probablemente civiles, según Human Rights Activists, un grupo de derechos humanos que sigue desde Washington la situación en Irán. Del lado israelí los muertos se elevan a 28 y los heridos a unos mil.
Benjamín Netanyahu, el primer ministro de Israel, no solo quería acabar con el programa nuclear iraní, sino provocar la caída del régimen de los ayatolás sustentado en los Guardianes de la Revolución. Al ordenar el bombardeo de tres plantas nucleares (Natanz, Isfahan y Fordow) Donald Trump le ha ayudado a alcanzar su primer objetivo; al imponer en la madrugada del martes un alto el fuego, dificulta que logre el segundo. En este punto, los intereses de Estados Unidos e Israel chocan.