Los únicos que pueden frenar a Trump de atacar a Irán son sus más fieles seguidores
El Partido Republicano enfrenta una división interna entre intervencionistas y aislacionistas, evidenciada en un debate sobre la política exterior hacia Irán, con figuras como Tucker Carlson liderando la oposición
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No todos los días tenemos la oportunidad de presenciar una brecha profunda en el Partido Republicano, que suele plegarse a las instrucciones de Donald Trump, hasta en el caso extremo del asalto al Capitolio para subvertir unas elecciones. Quizás la explicación es que ahora quienes están descontentos con las políticas del líder no son los moldeables republicanos del sistema, que se suelen expresar off the record y en bisbiseos, sino los ideólogos, la línea dura. Los populistas del "America First", que no quieren ni oír hablar de meterse en otra guerra en Oriente Medio.
Existen dos vertientes republicanas: la de los congresistas —que hoy pueden decir lo contrario de lo que decían ayer y volver a cambiar de opinión 24 horas más tarde en función de la dirección del viento—, y la de los valedores de la pureza revolucionaria del movimiento MAGA como se ha visto estos días en el canal de la red social X de Tucker Carlson. El expresentador de Fox News acorraló con preguntas afiladas a uno de los epítomes del intervencionismo del Antiguo Régimen, el senador Ted Cruz.
"¿Cuánta gente vive en Irán, por cierto?", le preguntó Carlson a Ted Cruz en un fragmento que se hizo viral. "No sé cuánta población tiene", respondió. "¿No sabes cuánta población tiene el país que quieres destronar?", reiteró Carlson. Cruz le dijo que no era importante y decidió devolverle la pelota, pero Carlson sí que lo sabía: en Irán viven 92 millones de personas. Un dato básico que, sin embargo, le resultaba irrelevante a un senador de Washington que defendía bombardear ese país.
Del lado de Carlson están otros adalides del nacionalpopulismo como Steve Bannon, exconsejero de Trump y presentador del influyente pódcast War Room; Charlie Kirk, presidente de Turning Point USA, algo así como las juventudes del movimiento MAGA, o Marjorie Taylor Greene, representante republicana de Georgia y una de las más puristas defensoras del aislacionismo y el nativismo.
Senator Ted Cruz demands regime change in Iran. He’s not interested in the details.
— Tucker Carlson (@TuckerCarlson) June 18, 2025
(0:00) Why Does Cruz Want Regime Change in Iran?
(6:28) Is the US Currently Acting in Its Own Best Interest?
(7:49) Was Regime Change in Syria Beneficial to the US?
(12:31) Was the Iraq War a… pic.twitter.com/iIdENogQ2T
"Va a fragmentarlo, ya lo está fragmentando", le decía Greene a su antiguo compañero del Congreso, Matt Gaetz, que también se opone a apoyar a Israel en la guerra contra Irán. Greene se refería a la ruptura en las filas del movimiento. "Hemos visto propaganda durante décadas. Señalo a Fox News y a The New York Post, conocidos canales neoconservadores", continuó. "Tenemos canales de propaganda en nuestro bando, igual que la izquierda, y al pueblo americano le han lavado el cerebro haciéndole creer que América tiene que inmiscuirse en estas guerras extranjeras para que podamos sobrevivir, y no es verdad en absoluto".
En la bancada de los intervencionistas, además del senador Ted Cruz, están el senador Lindsey Graham, que comparó a Irán con el Tercer Reich y llamó a atacar al país antes de que fuera demasiado tarde, si hacía falta con soldados americanos; y paladines de los medios conservadores, como el locutor de radio Clay Travis y los presentadores de Fox News Sean Hannity y Mark Levin.
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"¿Soy un belicista porque creo que estos bárbaros primitivos con tecnología del siglo XXI tienen que ser extirpados de manera que podamos proteger a nuestro país, a nuestras familias y a nuestros hijos?", preguntó Levin durante una conversación con Hannity. "Si esta no es una razón para defendernos, dame una".
A favor de Greene, Carlson, Bannon y otras figuras, como la del senador republicano Thomas Massie, parece estar la opinión pública. Tanto dentro como fuera del movimiento trumpista, la mayoría de los estadounidenses no quiere que su país meta los dos pies en una guerra con Irán, una nación que, como le recordaba Tucker Carlson a Ted Cruz, tiene casi 100 millones de habitantes.
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Charlie Kirk preguntó a sus cinco millones de seguidores si EEUU debería de meterse en la guerra de Israel contra Irán. El 89,7% del medio millón que respondió, en la cuenta de X de Kirk, dijo que no. Los sondeos en X no son particularmente científicos, pero otras aproximaciones más metódicas, como esta de YouGov, confirman una tendencia similar: solo el 16% de los estadounidenses está a favor de que su país se implique en la guerra contra el régimen de los ayatolas.
Dos ideas contrarias dentro del Partido Republicano
En cierto modo, es como si el Partido Republicano actual y el de hace 20 años se hubieran encontrado de repente en algún cruce del espacio-tiempo y hubieran entablado una discusión. Un momento parecido al que se vivió en 2016, durante la irrupción inesperada de un candidato que, por primera vez en décadas, planteaba posturas aislacionistas. Y las usaba para conectar con un sentir durmiente.
Hace justo 10 años, Estados Unidos era un país distinto. El exgobernador de Florida y miembro de la realeza republicana, Jeb Bush, iniciaba en aquel verano de 2015 su campaña presidencial con los cofres más rebosantes de la historia: 115 millones de dólares aportados por la flor y nata de las élites conservadoras estadounidenses. Unos pocos meses después, sin embargo, su campaña era una carcasa humeante, descartada en mitad del campo de batalla.
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El autor de la masacre política a Jeb Bush y a todo lo que este representaba no era otro que Donald Trump. Si Bush había comenzado su andadura con más de 100 millones de dólares, Trump era el único de los 14 aspirantes republicanos iniciales que no tenía el respaldo de una Superpac: el comité que ofrece muchas facilidades para financiar una campaña con donaciones de origen opaco.
Entre los momentos bisagra que separan el mundo de Jeb Bush del mundo de Donald Trump, está el debate de febrero de 2016, en el que Trump, en vivo y en directo y con Bush a un lado, destruyó uno de los tabús republicanos: la guerra de Irak. Un fracaso rotundo a nivel de estrategia, de inversión y de simple justicia, pero que ningún político de la derecha se atrevía a tocar, hasta que llegó Trump.
"Mintieron. Dijeron que había armas de destrucción masiva, pero no las había. Y ellos lo sabían", le dijo Donald Trump al avasallado Jeb Bush en este debate de las primarias. "Obviamente, la guerra de Irak fue un error gordísimo. Gastamos dos billones de dólares, miles de vidas. Y ni siquiera es nuestro. Irán está ocupando Irak, con las segundas mayores reservas de petróleo del mundo".
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Ahora las dos almas del partido, la vieja y neoconservadora, y la nueva y aislacionista, se vuelven a ver las caras en torno a la cuestión de Irán. Mientras tanto, la izquierda estadounidense disfruta de esta pelea interna e incluso reconoce simpatizar con uno de sus demonios, Tucker Carlson, por arrinconar a Ted Cruz.
Si se abre un poco el foco, sin embargo, se da la paradoja de que, si bien los puristas del movimiento MAGA no quieren que se desplieguen tropas en Irán, sí que están por la labor de que se manden a Los Ángeles y a otras ciudades demócratas.
"No vamos a tolerarlo. Creo que el presidente Trump debería de ordenar un despliegue completo del Ejército en las calles, recuperar las calles de Los Ángeles. Hazlo y hazlo deprisa", decía el mencionado Charlie Kirk durante las recientes protestas en la ciudad californiana. "La civilización está en juego".
No todos los días tenemos la oportunidad de presenciar una brecha profunda en el Partido Republicano, que suele plegarse a las instrucciones de Donald Trump, hasta en el caso extremo del asalto al Capitolio para subvertir unas elecciones. Quizás la explicación es que ahora quienes están descontentos con las políticas del líder no son los moldeables republicanos del sistema, que se suelen expresar off the record y en bisbiseos, sino los ideólogos, la línea dura. Los populistas del "America First", que no quieren ni oír hablar de meterse en otra guerra en Oriente Medio.