Es noticia
Israel, contra la "semilla de Amalek": cómo convertir una guerra en una cruzada
  1. Mundo
Un abismo sin retorno

Israel, contra la "semilla de Amalek": cómo convertir una guerra en una cruzada

Para parte del Ejecutivo israelí, la población palestina es una amenaza espiritual: "la semilla de Amalek" que, según el propio Netanyahu, debe ser destruida

Foto: Rezo masivo en el muro de las lamentaciones. (EFE/Abir Sultan)
Rezo masivo en el muro de las lamentaciones. (EFE/Abir Sultan)
EC EXCLUSIVO

Horas antes del inicio de la serie de ataques de Israel contra Irán que comenzó el pasado 13 de junio, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, fue fotografiado colocando una pequeña nota en una grieta del Muro de las Lamentaciones. Su oficina difundió el contenido a la prensa poco después, cuando Israel ya había descabezado a las principales figuras de la cúpula militar iraní y eliminado a parte de los científicos nucleares que, de acuerdo con el Ejecutivo israelí, estaban trabajando en el desarrollo de una bomba atómica.

"He aquí, el pueblo se levantará como un gran león", escribió Netanyahu de su puño y letra aquella tarde. La frase no fue elegida al azar. Netanyahu acudió a la Torá —concretamente al Libro de los Números 23:24— para comparar a Israel como un león (el de Judá) que se alzará vencido de entre sus enemigos. El versículo donde se enmarca es el siguiente: "El pueblo se levantará como un gran león, y como cachorro de león se erguirá; no se echará hasta que coma la presa, y beba la sangre de los muertos". ¿Y cuál es el nombre de la operación sin precedentes contra Irán que Netanyahu sabía que comenzaría horas después? Rising Lion, "León Ascendente".

No es la primera vez que Netanyahu recurre a mensajes mesiánicos para justificar acciones militares contra sus enemigos. La apelación a lo sagrado se ha convertido en un pilar central de su narrativa política. Ahora el foco está en Irán, pero desde los ataques del 7 de octubre, esa retórica ha acompañado también las ofensivas sobre Gaza y Cisjordania.

Para parte de su Ejecutivo, la población palestina no es solo una amenaza política, si no también espiritual. Sus aliados más radicales creen que los palestinos encarnan la "semilla de Amalek", el enemigo mítico y arquetípico de Israel en la Biblia. El propio Netanyahu ha hecho múltiples referencias a esta encarnación bíblica del mal. "Recordar lo que Amalek les hizo [a los israelíes]", expresó el primer ministro en su primer discurso después de los ataques del 7 de octubre. "Esta es la guerra entre los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas. No renunciaremos a nuestra misión hasta que la Luz haya vencido a la Oscuridad", agregó.

Se trata de la misma retórica que utilizó hace unas semanas el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, al justificar la creación de 22 nuevos asentamientos ilegales en Cisjordania y pedir la “destrucción absoluta” de ciudades gazatíes. Aquello, celebraba Smotrich, implicaría "borrar la memoria de Amalek".

En el momento en el que se apela a lo divino, todo intento de negociación se dificulta. Dios entra como un huracán en el tablero, acabando de un plumazo con la razón y con todo lo que ampara el derecho internacional. Así lo advierte Lea Shakdiel, integrante de la organización israelí Rabinos por los Derechos Humanos y profesora en la Universidad de Tel Aviv, quien considera que con la guerra en Gaza algunos miembros del Gobierno "están utilizando los textos sagrados y la promesa de la 'tierra prometida' para justificar crímenes".

La 'promesa de Dios', recuerda Shakdiel en entrevista con El Confidencial, tiene su origen en el Génesis. En él, a Abraham y a sus descendientes se les promete la tierra de Canaán. Luego, esa misma promesa se repite a Isaac, a Jacob y a los hijos de Israel. Y en los textos bíblicos posteriores, se ordena entrar en esa tierra y destruir a quienes la habitan. “Una lectura literal de esos textos lleva al fundamentalismo: lo que se dijo hace miles de años se aplica hoy tal cual. Y eso es lo que algunos defienden ahora”, afirma. "Si Dios les prometió esa tierra, entonces simplemente deben tomarla", sin importar las consecuencias, añade.

Foto: Soldados israelíes en la frontera con Gaza, este 7 de abril. (EFE/Abir Sultan)

Pero también hay otra forma de interpretar los textos sagrados. Una que pueda extrapolarse al tiempo actual y que no implica justificar cualquier acción apelando a un mandato divino. "Una posibilidad es considerar que lo que se dijo hace siglos ya no se aplica en nuestros días porque la tierra prometida no está vacía. Otros también viven aquí. Por eso, el mensaje de Dios es que debemos tratar a las personas con justicia, siempre", asevera.

Pero esta perspectiva no entra en el ideario del Gobierno de Bibi. En su discurso, su Ejército —considerado lo suficientemente capaz como para redimir al mundo— no combate personas, sino a enemigos de los que la tierra de Israel debe ser purificada. Desde esta base, todo adquiere un matiz mucho más violento —e irracional— cuando es el propio Gobierno el que llama a destruir el mal. En este caso, personificado en el pueblo palestino. Es algo que el Ejecutivo no oculta y que, a medida que se alarga la guerra en Gaza, defienden con más ahínco.

La diplomacia fracasa cuando Dios entra

"Desafortunadamente, la derecha religiosa está usando esta promesa de la tierra de Israel. Pero no es solo la promesa. Es la idea de que el pueblo judío es superior. Que somos mejores que otros pueblos", resalta Shakdiel. "Ser el pueblo elegido significa que somos el único pueblo que importa. Que nadie más importa", agrega.

Foto: Netanyahu de visita en el norte de Cisjordania tras ordenar una "operación masiva" en la zona. (EFE)

Para Eli Barnavi, exembajador de Israel en Francia, el conflicto con Palestina ha pasado de ser una disputa territorial a una guerra religiosa y una batalla interna por el alma del Estado judío. Sin razón ni laicismo, advierte en conversaciones con El Confidencial que alcanzar la paz es casi imposible: "Las iniciativas diplomáticas son seculares por naturaleza, racionales, basadas en compromisos. Pero cuando las dos partes proclaman que toda la tierra, 'del río al mar', les pertenece por derecho divino, ¿cómo encontrar un punto medio?".

Todo esto realza, además, una lucha interna dentro del propio sionismo. "Es un choque entre dos concepciones de lo que fue el sionismo, sobre cuál debe ser el carácter del Estado judío, en lo más profundo, en su misma autodefinición", apunta Barnavi. Frente al sionismo clásico —donde se busque la igualdad para todos en la misma tierra y la defensa de los valores democráticos y liberales— los sectores religiosos del Ejecutivo “quieren un Estado teocrático, que no tiene nada que ver con la democracia ni con los valores liberales”, agrega. Dos modelos que, en su opinión, “no pueden coexistir en el mismo Estado”.

"Es una de las señales más inquietantes del abismo al que ha llegado Israel"

“Durante años nos definimos como un Estado judío y democrático. Una fórmula ambigua, sí, casi un oxímoron, pero que funcionó mientras los laicos éramos mayoría y los religiosos, sobre todo los ultraortodoxos, se mantenían al margen de la vida pública", añade. “Hoy, sin embargo, los sectores religiosos están en el poder, son muy influyentes y quieren redefinir el carácter del Estado (...) para los que creemos en un Estado ilustrado y democrático, esta deriva es una pesadilla”, concluye. Al primer ministro israelí, de origen secular, esta retórica —que no era tan común en sus discursos antes de la guerra— supone un caballo ganador para ganarse el favor de los ultraortodoxos y para seguir perpetuándose en el poder.

Esta inquietud la comparte Giovanni Filoramo, historiador de religiones y profesor en la Universidad de Turín. "En medio de un conflicto marcado por la violencia y el estancamiento político, resurgen los ecos de ese mito fundacional, a menudo manipulado con fines ideológicos", sostiene a este medio. "Como ciudadano que se siente cercano al mundo judío, resulta doloroso observar el uso instrumental de la religión —la invocación de un Dios de ejércitos, de castigo, de violencia— para justificar crímenes de guerra. Es una de las señales más inquietantes del abismo al que ha llegado Israel", lamenta.

Este fenómeno no es nuevo. "La interpretación literal de las Escrituras —característica de los fundamentalismos religiosos— permite sacralizar el texto (Dios mismo habla) y, al mismo tiempo, justificar las conductas más extremas mediante lecturas superficiales y convenientes", asevera. En la Historia, los ejemplos abundan: "Bastaría pensar en las diversas cruzadas, no solo las medievales para la reconquista de Jerusalén, sino también las internas, como la terrible cruzada contra los albigenses en el sur de Francia entre 1209 y 1229, que terminó con la destrucción y quema de supuestos herejes: todo ello justificado en nombre de Dios".

"Por desgracia, la Historia no siempre enseña a evitar sus propios errores. Pero sí puede ayudar a comprender sus raíces. Y en esa comprensión, tal vez resida la esperanza de no repetirlos", sentencia Filoramo.

Horas antes del inicio de la serie de ataques de Israel contra Irán que comenzó el pasado 13 de junio, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, fue fotografiado colocando una pequeña nota en una grieta del Muro de las Lamentaciones. Su oficina difundió el contenido a la prensa poco después, cuando Israel ya había descabezado a las principales figuras de la cúpula militar iraní y eliminado a parte de los científicos nucleares que, de acuerdo con el Ejecutivo israelí, estaban trabajando en el desarrollo de una bomba atómica.

Conflicto árabe-israelí
El redactor recomienda