"Hay gente que se hipoteca para venir": así activa la economía rural el turismo de peregrinación
Desde Santiago hasta Czestochowa, las rutas de peregrinaje son motores económicos para una Europa rural que busca reinventarse sin perder sus raíces y que intenta aprender a conservar su patrimonio mientras explota su potencial
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Jamón. Cerveza. Un bizum. Caña de lomo. Menaje. Otro bizum. Sueña la margarita con ser romero. Los 70 céntimos de las velas se derriten en la ermita. Casa alquilada por una semana. ¿Un poco más de Tío Pepe? El supermercado del pueblo parece un campo de batalla para hacerse con las últimas provisiones. A su paso, los peregrinos del Camino del Rocío dejan mucho más que sus huellas sobre el polvo: una huella económica.
Cada año, miles de personas participan de las rutas rurales tradicionalmente vinculadas a lo religioso en Europa. Desde el Rocío, pasando por el Camino de Santiago hasta la Via degli Dei, a su paso, acaban convirtiéndose en un consumidor en movimiento.
Según el Ayuntamiento de Almonte, cada año la aldea reúne a más de un millón de personas para manifestar su devoción por la Virgen del Rocío. Por su parte, el año pasado casi 500.000 peregrinos recogieron su Compostela al llegar a Santiago, según la Oficina de Acogida al Peregrino. Esta cifra no tiene en cuenta a aquellos que realizan un tramo del camino o que no sellan la senda gallega, por lo que el total de participantes es más elevado.
En mayor o menor medida, todos los caminantes necesitan servicios: alojamiento, avituallamiento, transporte o, en algunos casos, hasta atención médica. Así, los pueblos por los que pasa cada ruta son los primeros beneficiados económicamente.
En el caso del Camino del Rocío, no solo es el trayecto o el destino. "Nuestra carreta la dejamos en Málaga, pero nosotros salimos desde Córdoba", explican en la Hermandad de Lucena, Córdoba. Alguno ha salido desde Toledo. A su paso, han tenido que gestionar compras, movilizar recursos desde distintos puntos de la península para tener carreta o traer su insignia o banderas de la cofradía, más conocidas como simpecados. Algunos, además, llevan la logística de coordinar a las hermandades que participan en la romería.
"Hay gente que se hipoteca para venir", comentan unos almonteños desde una de las terrazas de calle Tomillo. Entre mulos, carretas, comida, su estancia durante la semana en la aldea, los trajes, contratar el tractor que tira de la carreta, etc. La lista de pagos acaba siendo eterna. De hecho, la facilidad con la que los allí presentes ofrecen a los transeúntes cualquier bebida o plato de comida denota la inversión que han tenido que hacer: "Menos mal que teníamos un supermercado cerca para las últimas compras", bromean señalando una nevera repleta de cerveza.
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La aldea de El Rocío no es un decorado que cobra vida solo durante la romería, pero el fervor del camino supone un impulso económico para el pueblo. Durante el año, son 1.700 las personas que residen allí, por lo que las tiendas locales, la farmacia o el estanco no desaparecen en cuanto entra la última carreta, aunque sí hacen sus mejores números en estas fechas.
Vivir una experiencia diferente
En los últimos años, parte del atractivo de estas experiencias también se ha vinculado a otros factores más allá de lo religioso, como el entorno natural o la posibilidad de vivir algo diferente, desconectado del ritmo urbano. "Ya no es sólo la espiritualidad, sino que se han sumado otros valores como la naturaleza, la cultura o la gastronomía", aclara Luis Alfonso Hortelano, profesor de la Universidad de Salamanca y experto en Desarrollo y Turismo Rural.
Ejemplo de ello es Sergio, un joven de 26 años que, como muchos, se ha sumado a hacer el Camino de Santiago por "sus paisajes naturales" más que por la devoción. Del mismo modo, muchas carretas y jinetes no consideran necesario asistir a la Virgen para disfrutar del buen vino, las sevillanas, las marismas y los pinares.
Además, en los últimos años, cada vez son más las personas que apuestan por los entornos rurales. Según el Observatorio de Turismo rural, en 2024, el porcentaje de personas que escogió esta modalidad alcanzó el 45,6%. Desde el organismo destacan que se trata de destinos interesantes para el viajero por su oferta de actividades que "ningún otro tipo de turismo puede replicar".
"Aunque ninguna comunidad italiana depende totalmente de este tipo de turista, para algunas zonas rurales en riesgo de despoblación sí que representa un pilar bastante fundamental", explican desde el medio italiano Il Sole 24 Ore. Ejemplo de ello son algunas zonas al sur de la Toscana o del norte del Lacio, que aseguran haber experimentado un "aumento de las inversiones" por el potencial para atraer a visitantes internacionales más allá del turismo tradicional de playa o artístico propio del país. Mientras, Hortelano recalca que en España sí existe una mayor dependencia, especialmente en la zona gallega: "El grado de dependencia de los peregrinos de los municipios del Camino Francés es muy elevado".
En otros países como Rumania, este tipo de vías han supuesto una nueva oportunidad para redescubrir el potencial de las áreas rurales. La Vía Transilvanica se inauguró oficialmente en octubre de 2019 y cuenta con 1.420 kilómetros. Desde Putna, un pequeño pueblo en el norte, hasta Drobeta Turnu Severin, al suroeste, en la orilla norte del Danubio. Según informa el medio OBTC, la idea principal no era combinar sitios ya conocidos o atractivos, sino "conectar lugares menos turísticos e igualmente interesantes".
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El objetivo es utilizar la peregrinación como "motor de diversificación". Según Miguel Ángel García, profesor de la Universidad de Almería y experto en desarrollo rural, el "territorio adquiere mayor capacidad de adaptación y de resistencia" al dejar de depender únicamente de un sector económico.
¿Preservar o masificar?
A su vez, esta oferta turística se posiciona como una herramienta para recuperar el patrimonio cultural y la identidad local. Iglesias en desuso vuelven a abrir, los vecinos se organizan en asociaciones para ofrecer visitas guiadas o productos hechos a mano y los municipios invierten en mejoras del entorno.
"El patrimonio rural constituye la base de la identidad y también representa un recurso estratégico para el desarrollo local", confirma García. Explica que nos encontramos en un contexto donde existe "una creciente demanda de productos con autenticidad y vínculos con el origen" y esto convierte al patrimonio rural en "un activo clave para impulsar el turismo sostenible o promover la economía circular y de proximidad".
Sin embargo, este crecimiento no está exento de tensiones. En algunos puntos, la masificación ha comenzado a generar efectos colaterales: precios al alza o la pérdida de vivienda habitual convertida en alquiler turístico. "Cuanto más te acercas a Santiago, para mi gusto, es peor la experiencia", confirma Sergio. Muchos municipios siguen este sendero de la explotación, aunque sí que han tratado de proponer sendas alternativas, regulaciones de acceso en temporada alta o campañas de concienciación sobre el impacto que deja cada paso.
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Lo mismo sucede en Polonia, en concreto en el Monasterio de Jasna Góra, en Częstochowa. El monasterio impulsó la creación de oficios artesanales y una red de servicios. En cambio, ahora, su impacto económico directo es más limitado y concentrado en la temporada alta (julio y agosto). Con todo, según informa el medio polaco La Gazeta Wyborcza, sigue atrayendo a entre tres y cinco millones de visitantes al año.
Algunas nuevas alternativas, como las "peregrinaciones espirituales" online o la autogestión de víveres mediante coches de apoyo, amenazan con reducir la interacción económica con los pueblos del camino. Esto ha provocado que, en un afán por atraer turismo, se aísle al viajero del entorno, haciéndole prescindir del producto local en favor del producto turístico.
Aun así, mientras la margarita siga soñando con ser romero, las carretas sigan la senda de las marismas y los peregrinos del norte se saluden entre ellos deseando "buen camino", la virgen no será la única que proveerá prosperidad y abundancia.
Jamón. Cerveza. Un bizum. Caña de lomo. Menaje. Otro bizum. Sueña la margarita con ser romero. Los 70 céntimos de las velas se derriten en la ermita. Casa alquilada por una semana. ¿Un poco más de Tío Pepe? El supermercado del pueblo parece un campo de batalla para hacerse con las últimas provisiones. A su paso, los peregrinos del Camino del Rocío dejan mucho más que sus huellas sobre el polvo: una huella económica.