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La última nota triste de Joe Biden: sin conferencias y libros destripando su traca final
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Todo el país veía el problema

La última nota triste de Joe Biden: sin conferencias y libros destripando su traca final

Biden sigue siendo el único líder demócrata que venció a Donald Trump, pero, ¿de qué le sirvió? En lugar de haber sido un puente, como había prometido, hacia una nueva generación de líderes demócratas, Biden ha acabado siendo un paréntesis

Foto: El expresidente de Estados Unidos Joe Biden. (Reuters/Ken Cedeno)
El expresidente de Estados Unidos Joe Biden. (Reuters/Ken Cedeno)
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Lo más importante de las presidencias de Estados Unidos es el legado que dejan. Los titulares vienen y van, pero ¿qué presidente acarrearía semejante peso si no es para, de alguna forma, dejar huella y acariciar una efímera sensación de inmortalidad? Aunque cada legado, por definición, es complejo y contradictorio, siempre destacan uno o dos hitos. Ronald Reagan dejó para la posteridad el final de la Guerra Fría, Bill Clinton una economía más globalizada y con superávit, y Barack Obama una reforma sanitaria. Nadie sabe cómo se juzgará la presidencia de Joe Biden dentro de 20 o de 50 años, pero las cosas, al menos en este momento, no pintan nada bien para el expresidente.

Joe Biden sigue siendo el único líder demócrata que venció a Donald Trump, pero, ¿de qué le sirvió? En lugar de haber sido un puente, como había prometido, hacia una nueva generación de líderes demócratas, Biden ha acabado siendo un paréntesis entre los dos mandatos de Trump, que se apresta a desmantelar su legado.

La ley presupuestaria republicana que acaba de aprobar la Cámara de Representantes incluye recortes al programa de sanidad pública Medicaid, reforzado en su día por Biden. También a los cupones de alimentos y otras ayudas a los más desfavorecidos. La ley contiene bajadas de impuestos pronunciadas a las grandes fortunas y la suspensión de políticas climáticas que, también, llevan la firma de Biden.

Si Biden quería perdonar buena parte de la deuda estudiantil, Trump potencia los esfuerzos para cobrarla. Si Biden implementaba políticas de inclusión en el Gobierno y en las Fuerzas Armadas, Trump las está deshaciendo. Si Biden reforzaba el vínculo con Europa en torno a emergencias como la guerra en Ucrania, Trump antagoniza a Bruselas mientras trata de congraciarse con la Rusia de Vladímir Putin.

Foto: El expresidente de EEUU, Joe Biden. (Reuters/Ken Cedeno)

Joe Biden podría argumentar que la política es así: unas veces se gana y otras se pierde, y hay que saber aceptar ambos resultados con elegancia. Pero quizás la mayor mancha del legado de Biden resida, precisamente, en este aspecto: en la cuestión de marcharse con elegancia.

Los periodistas Jake Tapper y Alex Thompson acaban de publicar Original Sin: President Biden's Decline, Its Cover-up, and His Disastrous Choice to Run Again ("Pecado original: el declive del presidente Biden, su encubrimiento y su desastrosa decisión de presentarse de nuevo"), un libro que, como su propio título indica, no deja en buen lugar ni al expresidente, ni a su círculo íntimo, ni al partido en general.

Foto: Donald Trump en la Casa Blanca. (Reuters/Kevin Lamarque)

El argumento, que trata del empecinamiento visiblemente senil de Biden y del engaño y autoengaño de su entorno, es de sobra conocido: los sondeos dejaban claro que todo el país, votantes demócratas incluidos, veía el problema. Lo que aporta, basándose en entrevistas con cerca de 200 personas, son detalles hasta ahora desconocidos.

Por ejemplo, el hecho de que la decisión de presentarse a la reelección no fue debatida en el partido, sino que llegó como un edicto de las alturas presidenciales; el hecho de que buena parte de la responsabilidad de aislar a Biden pertenece a su mujer, Jill Biden; al jefe de gabinete de esta, Anthony Bernal, y al consejero senior y viejo aliado de Joe Biden, Mike Donilon. Y el hecho de que su declive cognitivo y físico era incluso peor de lo que se percibía en público, que ya era muy negativo, a tenor de la dieta continua de encuestas y artículos desde 2022 o incluso antes. Precisamente, su sucesor ha citado este "deterioro cognitivo" para ordenar este miércoles investigar el uso de un bolígrafo automático para firmar órdenes ejecutivas y otros documentos.

Durante una gala de recaudación, por ejemplo, Biden no reconoció a su correligionario demócrata George Clooney. "Gracias por estar aquí", le dijo, como si le hablara a un seguidor cualquiera en un mitin. "Es George", le chivó un ayudante. "Sí, sí, gracias por estar aquí". "Es George Clooney". El encuentro dejó a la estrella de cine "sobrecogido hasta el tuétano" y le animó a escribir su columna en The New York Times, titulada: "Todos queremos a Joe Biden. Pero necesitamos un nuevo candidato".

Foto: El expresidente de EEUU Joe Biden en su primer discurso tras dejar el poder. (Reuters/Kamil Krzaczynski)

Según uno de los entrevistados, "el deterioro físico se había vuelto tan severo" que los asistentes del presidente sopesaron ponerle una silla de ruedas para que pudiera moverse de manera más fácil y segura. Pero decidieron esperar hasta después de las elecciones por motivos obvios: no hubiera sido una buena imagen de campaña.

Dado que la mayoría de las entrevistas para el libro se celebraron después de la salida forzosa de Joe Biden y de la subsecuente derrota de Kamala Harris, las personas implicadas sentían que podían hablar sin temor a represalias. Sabían, como demostraron los casos de Dean Phillips y Julián Castro, que haber alzado la voz contra Biden y señalado su decrepitud habrían significado un suicidio político.

"Fuimos jodidos por Biden, como partido", reconoció David Plouffe, que dirigió la campaña de Obama de 2008 y fue asesor de Kamala Harris en 2024. La decisión de Biden de buscar un segundo mandato y el golpe palaciego que siguió al desastroso debate con Trump dejó al partido en un estado de desesperación. Dice Plouffe que socorrió a Kamala Harris en una "misión de rescate", pero que montar, lanzar y desarrollar una campaña presidencial en apenas tres meses es "una puta pesadilla".

Foto: El secretario de Defensa de EEUU, Pete Hegseth. (EFE/EPA/Will Oliver)

Quizás para adelantarse a la oprobiosa publicación del libro y para proyectar una imagen de confianza en su legado, Biden ha salido de su retiro recientemente para dejarse ver en público y conceder entrevistas. En ABC News ha dicho que, aunque reconoce haber sido parcialmente responsable del retorno de Trump a la Casa Blanca, le hubiera vuelto a ganar de haber continuado como candidato. Una aserción que no casa ni con las encuestas disponibles, ni con la opinión generalizada.

Pero las cosas, para el expresidente, no dejan de empañarse. Primero, su salud. Biden anunció que le habían detectado un cáncer de próstata agresivo, que se había extendido hasta el hueso, lo cual originó la teoría conspirativa de que el presidente y su entorno ya sabían del cáncer, pero no lo reconocieron en campaña como parte del encubrimiento general del estado de Biden. ¿Cómo es posible que un cáncer pasara desapercibido en un presidente de EEUU, hasta el punto de extenderse hasta el hueso? El U.S. Preventive Services Task Force, el organismo federal de medicina preventiva, recomienda no hacer pruebas de este tipo de cáncer a partir de cierta edad, lo cual podría explicar que la condición no estuviera en el radar de los médicos.

"Bueno, el pronóstico es bueno, ¿sabéis? Estamos trabajando en todo, estamos avanzando, me siento bien", declaró Biden el pasado viernes, durante una comparecencia en Delaware. "Todos son optimistas". El expresidente ya ha elegido un tratamiento, basado en la ingestión de una pastilla.

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump. (Reuters/Leah Millis) Opinión

Todos estos factores le dibujan a Biden un legado difícil. En un artículo titulado "La semana que descarriló la pos-presidencia de Joe Biden", The Wall Street Journal describe cómo su salida a las bravas de la política, echado por su partido; el argumento de que, gracias a su tozudez en seguir al mando, ganó Donald Trump; el libro de Tapper y Thompson y, ahora, el cáncer, Biden quizás no pueda hacer lo que tenía planeado: recorrer el país para ganar dinero como conferenciante, escribir unas memorias y recaudar fondos para abrir la Biblioteca Presidencial Joseph R. Biden.

"Algunos grandes donantes han sido reacios a dar dinero para su biblioteca presidencial, y a algunos aliados les preocupa, en privado, que esta no abrirá las puertas en vida de Biden", dicen los autores del artículo. "Las tarifas de las conferencias de Biden, que pueden oscilar entre los 300.000 y los 500.000 dólares, están por debajo de las del expresidente Barack Obama (…). De momento, pocas organizaciones han estado dispuestas a pagar por Biden".

No solo se trata de ganar un dinero extra para disfrutar de la jubilación, sino de dejarle a su amplia familia una situación financiera estable. "Su hijo Hunter, que tiene cinco hijos, ha tenido dificultades para encontrar un camino profesional, y su otro hijo, Beau, murió en 2015, dejando compromisos en una familia de la cual los Biden han asumido cierta responsabilidad fiscal", escriben los autores del texto.

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden. (Reuters/Yves Herman) Opinión

El libro de Tapper y Thompson no es el único que ha pormenorizado el "pecado original" de Biden, según sus palabras, estos últimos meses. Jonathan Allen y Amie Parnes han publicado Fight: Inside the Wildest Battle for the White House ("Lucha: dentro de la batalla más salvaje por la Casa Blanca"), que estudia la campaña presidencial del año pasado y aporta informaciones similares sobre el declive de Biden y el ocultamiento por parte de su equipo. Y en abril salió Uncharted: How Trump Beat Biden, Harris and the Odds in the Wildest Campaign in History ("Inexplorado: cómo Trump venció a Biden, Harris y las probabilidades en la campaña más salvaje de la historia"), del también periodista Chris Whipple, en la misma línea.

Ahora Biden está enfrascado en otra batalla más, por su honor, sus finanzas y, en resumen, su legado. Cuando el viernes le preguntaron por el último libro que ha salido sobre su accidentado periplo, Biden respondió con la beligerancia acostumbrada: "Puedo darles una paliza a los dos", en referencia a Jack Tapper y Alex Thompson.

Lo más importante de las presidencias de Estados Unidos es el legado que dejan. Los titulares vienen y van, pero ¿qué presidente acarrearía semejante peso si no es para, de alguna forma, dejar huella y acariciar una efímera sensación de inmortalidad? Aunque cada legado, por definición, es complejo y contradictorio, siempre destacan uno o dos hitos. Ronald Reagan dejó para la posteridad el final de la Guerra Fría, Bill Clinton una economía más globalizada y con superávit, y Barack Obama una reforma sanitaria. Nadie sabe cómo se juzgará la presidencia de Joe Biden dentro de 20 o de 50 años, pero las cosas, al menos en este momento, no pintan nada bien para el expresidente.

Joe Biden Estados Unidos (EEUU)
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