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El mensaje de Canadá al mundo: "Huid lo antes posible de EEUU"
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Entrevista a Stephen Marche

El mensaje de Canadá al mundo: "Huid lo antes posible de EEUU"

El periodista Stephen Marche, nacido en Edmonton, en Alberta, es uno de los observadores más audaces y curtidos de un país al que adora, pero que desde hace unos años avanza, según sospecha, hacia la catástrofe

Foto: Los canadienses protestan en Toronto contra los aranceles de EEUU. (Reuters/Carlos Osorio)
Los canadienses protestan en Toronto contra los aranceles de EEUU. (Reuters/Carlos Osorio)
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Si usted quiere enriquecer su comprensión de lo que sucede en Estados Unidos, no sería mala idea asomarse a la prensa de Canadá: un país que, desde su privilegiada atalaya, observa desde muy cerca las vicisitudes de su vecino. Y no solo por la geografía. Las economías, las culturas y las prioridades internacionales de ambas naciones llevan décadas interconectadas. Muchos canadienses desempeñan sus carreras profesionales en Estados Unidos, donde casi nadie sabe que son canadienses hasta que estos lo confirman. Su acento suele ser indistinguible.

Al mismo tiempo, los canadienses tienen otra historia, otras tradiciones y un sistema parlamentario más pausado, de corte europeo. Una distancia sociopolítica que les permite estudiar Estados Unidos desde una cierta perspectiva y una cierta serenidad. A la manera tranquila y honorable de los canadienses.

El periodista Stephen Marche, nacido en Edmonton, en Alberta, es uno de los observadores más audaces y curtidos de un país al que adora, pero que desde hace unos años avanza, según sospecha, hacia la catástrofe. Marche, que ha pasado la mayor parte de su vida profesional en Estados Unidos, como profesor de estudios renacentistas, escritor y firma asidua de Esquire, The Atlantic, The New Yorker o The New York Times, ha dedicado mucho tiempo a analizar las brechas estadounidenses.

En 2022 publicó The Next Civil War: Dispatches from the American Future, un ensayo que imagina, con base en modelos teóricos predictivos, cinco maneras en las que podría estallar una nueva guerra civil americana. Un año después vio la luz The Last Election, una novela de intriga, escrita a cuatro manos con el político independiente Andrew Yang, en la que los militares americanos se conjuran contra un candidato insurgente en las elecciones de 2024.

Foto: Mark Carney en la jornada electoral. (Reuters / Carlos Osorio)

Al final no hubo conjura militar, pero sí un candidato rupturista: Donald Trump. Y entre sus declaraciones más provocadoras está la de convertir a Canadá en una provincia estadounidense. La conversación con Stephen Marche, celebrada en una cervecería de Toronto a finales de abril, ha sido editada para potenciar la claridad.

PREGUNTA. Como canadiense, ¿cuál es tu vínculo con Estados Unidos?

RESPUESTA. Amo a Estados Unidos. Para la mayoría de los canadienses, EEUU ha sido nuestro hermano mayor y más glamuroso. Nueva York es Nueva York, ¿verdad? La ciudad que me ha dado todas las oportunidades. Fui profesor en el City College, así que enseñé a Shakespeare en Harlem durante un tiempo. Esta fue la introducción más halagadora posible a EEUU: niños afroamericanos que eran los primeros en sus familias en ir a la universidad, ascendiendo a la clase media.

Como muchos canadienses, tengo familia en Estados Unidos. Mi primo, que votó a Trump, vive en Seattle, y, como periodista, cubrí gran parte del país. Probablemente he estado en la mayoría de los estados. Así que todo lo que digo sobre EEUU lo digo con cariño, aunque ahora nos amenacen. Para Canadá, esta situación se siente como si un hermano se hubiera metido una juerga de metanfetamina y se hubiera presentado en nuestra casa con un cuchillo. Es como si un familiar hubiera venido a matarnos.

P. Donald Trump lleva cuatro meses hablando de convertir a Canadá en el "estado número 51", diciendo que, sin EEUU, el país dejaría de existir. ¿Cómo ves sus amenazas? ¿Crees que, en algún momento, podría intentar una anexión?

R. Para ser claros, ahora mismo no hay ningún indicio de que EEUU esté planeando nada parecido a una invasión de Canadá. Pero, al final, no importa si Trump bromea o no. No tenemos más remedio que tomárnoslo muy en serio. Y somos extremadamente vulnerables. Nos hemos vuelto vulnerables por la pereza nacional. Ni siquiera tenemos una agencia de espionaje más allá de para asuntos internos relacionados con cosas como la prevención del terrorismo. No hay agentes canadienses en otros países, y eso significa que somos extremadamente vulnerables a las manipulaciones de China, de la India, no solo de EEUU. Hay que madurar muy rápido. Somos un país muy joven, pero nuestra adolescencia está llegando a su fin.

P. La derecha populista de Estados Unidos, gente como Pat Buchanan, ha fantaseado desde hace tiempo con anexionarse parte de Canadá. ¿No se vio venir algo así?

R. Canadá no ha experimentado nada parecido, por ejemplo, a la Guerra Civil española. Solo hemos tenido paz y prosperidad en toda la memoria vivida de todos nuestros familiares. La guerra, para nosotros, es algo que se hace en otros países. Cuando vas a Barcelona o a Berlín, puedes ver la historia en las calles. Sientes el peso de la historia. Pero este continente nuestro se supone que es un continente sin historia, por eso vinieron aquí mis ancestros. Y todos los gobiernos canadienses, conservadores y liberales, han abogado por integrarse económica, cultural, política y militarmente con EEUU. Nuestro ejército, básicamente, son soldados de élite que se integran en las misiones estadounidenses. Y ahora tenemos que repensar todo esto.

Foto: El líder del Partido Liberal de Canadá Mark Carney, habla durante un mitin este sábado en Mississauga (Canadá). (EFE/Julio César Rivas)

P. ¿Cómo está reaccionando Canadá a la retórica y a los aranceles de Trump?​

R. Apenas han pasado 100 días desde que Trump regresó al poder y están sucediendo cosas impactantes. La eliminación de las barreras comerciales interprovinciales es algo que sucesivos gobiernos han intentado desde la época de mis abuelos. Hace falta un alto nivel de unidad nacional, y somos un país bastante fragmentado. Nuestra identidad canadiense está ligada a la pertenencia a organizaciones internacionales. Nos hemos visto como parte de la OTAN, de los tratados de libre comercio, de la Francofonía, de la Commonwealth e, incluso, del imperio estadounidense.

Mi país casi se ha partido dos veces en mi vida. Quebec casi se separa en 1984 y en 1995, así que la supervivencia de Canadá como idea política no está garantizada en absoluto. Pero ahora, con la amenaza estadounidense, hay un sentimiento de unidad nacional. El separatismo quebequés, por ejemplo, prácticamente se ha disuelto. Además de eliminar las barreras comerciales interprovinciales, también vamos a construir oleoductos desde Alberta hasta la Bahía de Hudson y Columbia Británica, algo que, repito, nadie ha podido lograr en 50 años.

P. El nuevo número de Toronto Life está dedicado al brain gain ("llegada de cerebros") que vive Canadá como consecuencia de la salida de muchos académicos, científicos y otros profesionales de EEUU. Según un sondeo de Nature, el 75% de los 1.608 científicos americanos encuestados está considerando abandonar EEUU, por ejemplo. Y las agencias de contratación canadienses están recibiendo un gran volumen de peticiones desde el país vecino. ¿Lo percibes a tu alrededor?

R. Estamos recibiendo una gran cantidad de cerebros y muchos de nuestros cerebros están regresando también. Mis amigos, sobre todo si no son blancos, se están yendo de Estados Unidos en masa. Y con razón. No se sienten a salvo. Tengo una amiga de 25 años, investigadora en virología, que se va de Estados Unidos. Ella tiene el permiso de residencia, pero, ahora, incluso el concepto de ciudadanía estadounidense está en constante cambio. Así que, si estás intentando labrarte una vida, pero no sabes cuáles son tus derechos, es bastante paralizante.

Pasó algo similar durante la guerra de Vietnam, cuando muchos estadounidenses vinieron aquí y, de hecho, construyeron el sistema educativo canadiense. Los expatriados y los fugitivos de EEUU han construido una gran parte de la vida de Canadá. Ahora sucede igual. Los cirujanos robóticos de la Mayo Clinic ya no se sienten cómodos en EEUU. Es una locura que estén dejando marchar a estas personas. Nos las están regalando. Toronto es el lugar indicado para presenciar este fenómeno, porque nosotros conocemos Estados Unidos mejor que otros países. Y hemos comprendido que ahora hay que huir. Ese es el mensaje de Canadá al mundo: huid de EEUU lo antes posible, antes de que explote. Porque está explotando.

Foto: Von der Leyen, en el lanzamiento de "Elige Europa para la ciencia" (EFE/Gonzalo Fuentes)

P. A pesar del asalto frontal a la separación de poderes y a todo tipo de normas democráticas, la oposición estadounidense, más allá de algunos conatos de resistencia, no parece muy centrada. ¿A qué crees que se debe esta parálisis?

R. A que nunca han experimentado nada como esto, especialmente las élites progresistas. [El líder de la minoría demócrata del Senado] Chuck Schumer, estuvo en la CNN. Le preguntaron: "¿Qué hiciste respecto a lo de Harvard?". Le escribimos una carta, respondió. Le enviamos a Trump una carta muy contundente. Es como si Schumer ya no viviera en Estados Unidos. Entiendo que este es el país en el que nació y que pensaba que era el mejor país del mundo; que sus instituciones eran supremas y la forma correcta de gobernar.

Por eso, incluso antes de que pasara todo esto, nunca se les ha podido explicar a los americanos cosas como la sanidad pública. Simplemente no lo entienden, como si realmente creyeran que lo tienen todo resuelto. Y esta arrogancia, esta introspección y esta vida en una burbuja hace que, en un momento de crisis, no puedan comprender lo que les está sucediendo.

P. ¿Cuál crees que es la estrategia de fondo de Donald Trump?

R. Trump es un ser humano instintivo que se centra en lo que me hace sentir bien en cada momento. ¿Leíste el artículo de New York Magazine sobre la masacre en Wall Street? Uno de los banqueros dice: "Nos sentamos y planeamos: si Trump hace A, haremos esto. Y si Trump hace B, haremos esto otro". Pero Trump siempre hace Z. Siempre elige algo completamente fuera de lo común, como hablar de anexionarse Canadá. Nadie pensó que esa fuera una de las opciones. La razón por la que, con Trump, siempre es Z, es porque, literalmente, él va momento a momento. Su lógica es la lógica de la telerrealidad. Se pregunta: ¿cuál es el audiencia ahora? ¿Qué tiene que pasar? ¿Quién necesita echarle vino a quién para obtener mayor atención? No creo que haya un patrón que se pueda predecir, porque no hay una estrategia.

Foto: Estudiantes abandonan una graduación como protesta. (Reuters/Brian Snyder)

P. Donald Trump está al frente de una coalición de intereses diversos. ¿Qué crees que busca, por ejemplo, Elon Musk?

R. Quienes pensaron que sacarían algo a Trump han acabado mal. Elon Musk ha perdido buena parte de su fortuna en estos 100 días. Ha pasado de ser una figura muy interesante, que incluso fue considerado un héroe ambientalista por los coches eléctricos, a ser un villano. Mientras tanto, su reputación como innovador está destruida. Intentó innovar en el gobierno. Y ahora nadie volverá a tomarse en serio a ningún tecnócrata en cuestiones de gobierno por su culpa. Hay personas que piensan que serán capaces de cabalgar al dragón y acaban siendo quemadas.

P. ¿No crees que el fenómeno de Trump responde a la insatisfacción de buena parte de los estadounidenses con los efectos de la globalización?

R. Cuando pongo la CNBC, veo a personas muy inteligentes y muy informadas aceptando la premisa de que el comercio global ha jodido a EEUU. Me gustaría recordarles que California tiene un PIB per cápita de más de 100.000 dólares, superior al de casi cualquier país industrializado. El PIB per cápita de Japón es de 34.000 dólares. ¿Me estáis vacilando? Los estadounidenses montaron este juego. Son el casino del capitalismo global, ¿y ahora dicen que EEUU está siendo estafado?

Se han disociado de la realidad. Han logrado convencerse de que las alianzas militares los debilitan. El acuerdo que tenían con Canadá era profundamente beneficioso para Estados Unidos: tenían a nuestras personas más talentosas; tenían a un Ejército, el nuestro, que básicamente estaba ahí a su servicio; tenían un tapón frente a Rusia y tenían un lugar en el que colocar el paraguas nuclear. Y han puesto todo esto en riesgo. La divisa del siglo XXI es la ciencia, los ingenieros y la red de socios comerciales. Todo el mundo entiende esto. Pero han logrado convencerse a sí mismos de que los socios comerciales son una debilidad y de que los científicos son enemigos internos. Han perdido el contacto con la realidad. Pero esa es la naturaleza del autoritarismo. Rusia se ha convencido de que es un país fuerte, pero sus tipos de interés están al 21%. En Turquía están al 46%. Pero creen que son fuertes.

Foto: El primer ministro británico Keir Starmer con Donald Trump en el Despacho Oval, el pasado 27 de febrero (Reuters/Kevin Lamarque)

P. Otra manera de entender el retorno de Trump a la Casa Blanca es como una reacción general contra los excesos de la corrección política y del indentitarismo de izquierdas. ¿También está Canadá pasando por estas turbulencias?

R. Hemos pasado por 10 años de políticas identitarias muy políticamente correctas. De hecho, estas elecciones iban a estar centradas exactamente en eso: en el rechazo general a [el exprimer ministro liberal] Justin Trudeau y a sus políticas identitarias, y creo que este rechazo se va a manifestar de una manera o de otra. Me pregunto qué hará el primer ministro Mark Carney, porque él es todo un burócrata. Un economista puro. Pero es difícil exagerar cuánto odia la gente las políticas identitarias. Las odian hasta el puto tuétano. Aquí se odian las políticas identitarias tanto como se odian en Estados Unidos.

P. Un exlíder neonazi de EEUU, Arno Michaelis, contaba en una entrevista que, para radicalizar a los jóvenes, había que seguir dos pasos. El primero era convencerlos para que se identificaran, por encima de todo, como blancos. El segundo paso era forzarles a ver el mundo como una competición continua entre razas. Michaelis decía que, paradójicamente, la izquierda woke hace exactamente eso.

R. Absolutamente. Y es una noción muy suburbana de lo que es la raza: agrupar a la gente en categorías crudas, cuando, dentro de la comunidad negra, por ejemplo, hay una gran diversidad de culturas y de identidades. Aquí hay barrios jamaicanos, barrios etíopes. En Toronto hay unos 12 grupos lingüísticos distintos de Etiopía. Estas categorías crudas impuestas desde la izquierda son terribles. Hay un modelo teórico muy útil que se llama el "modelo de radicalización complementaria". Significa que, a medida que la izquierda se vuelve más loca, la derecha se vuelve más loca, y al revés: la derecha coge al extremo más radical de la izquierda y lo representa como si fuera toda la izquierda, lo cual hace que se radicalicen. Y viceversa.

Foto: El presidente ruso Vladimir Putin durante su rueda de prensa. (Reuters)

P. ¿Cómo crees que acabará esta dinámica?

R. Esa es la pregunta realmente interesante: ¿cuánto tiempo puede oscilar el péndulo? En los países cuyos modelos estudié, como Chile, Corea, varios países africanos, Portugal, la ley se quebró, pero se acabaron recuperando. Si Estados Unidos es un nuevo Chile, y de hecho están empezando a desaparecer personas, entonces la pregunta es: ¿cómo salió Chile? Es importante recordar que tuvieron las agallas y la inteligencia para salir de este sinsentido. Quizás ese sea el próximo libro. ¿Cómo salen los países de esto? El problema con los estadounidenses es que se creen especiales, diferentes a cualquier otro país del mundo. Y no. Lo que le pasó a la gente en Chile es exactamente lo mismo que les está pasando a ellos.

***

Acotación: cuando Marche habla de "desaparecer personas", se refiere a las deportaciones de inmigrantes (no todos indocumentados; la inmensa mayoría sin antecedentes penales) a la prisión de máxima seguridad salvadoreña CECOT. Un complejo donde los presos no reciben visitas ni de sus abogados y donde, a veces, simplemente desaparecen: dejan de dar señales de vida. Según Human Rights Watch, de CECOT nunca ha salido nadie, lo cual ha motivado paralelismos con los campos de concentración. Añadir también que estas deportaciones se realizaron sin garantías legales e ignorando, además, la orden judicial de un magistrado. Nos habíamos referido a este proceso antes de comenzar, oficialmente, la entrevista.

***

P. El líder conservador canadiense, Pierre Poilievre, ha sido comparado, hasta cierto punto, con Trump, dada su retórica políticamente incorrecta y sus ataques a las élites progresistas. ¿Crees que el fenómeno populista puede arraigar en Canadá?

R. No creo que se pueda comparar a Poilievre con Trump. Una vez le pregunté a un consultor político de Arizona por las posibilidades de éxito de Kari Lake, una política trumpiana que se presentaba al escaño del Senado. Y este me respondió: Trump es porno duro. El resto están fingiendo. Nadie es capaz de hacer lo que hace él. Y, sí, Poilievre puede estar interesado en estas cosas, pero, al final, es una criatura de agenda. Alguien con ideas para gobernar. En eso se basa el Gobierno de Canadá.

"Existe una administración pública que no tiene las vulnerabilidades de EEUU"

Aquí existe una administración pública, independientemente del gobierno de turno, que no tiene, ni de lejos, las vulnerabilidades de Estados Unidos, donde el colapso de la capacidad para implementar políticas ha traído desesperación y luego ira. Ahora bien: si la casa de tu vecino se incendia, la tuya prenderá fuego. Vamos a tener algo de esto. Y en Canadá tenemos problemas estructurales como el de la vivienda o el de la falta de oportunidades económicas para los jóvenes.

Y los jóvenes están votando mayoritariamente, por primera vez, a la derecha. Están rechazando la política identitaria que les han hecho tragar. La odian más que nadie. Pero no creo que tengamos los mismos problemas estructurales que Estados Unidos, inherentes a su sistema político. El imperio de la ley nunca desaparecerá en Canadá. Recuerdo una vez que el torniquete de una estación de metro dejó de funcionar, y, al entrar, la gente amontonaba las monedas encima de la máquina. Así somos los canadienses.

P. Si los estadounidenses tuvieran una democracia parlamentaria que representa mejor la pluralidad ideológica de la población, ¿se arreglarían parte de sus problemas?

R. Habría una mayor sensación de control. Si quieres involucrarte en la política canadiense para cambiar las cosas, puedes; en Estados Unidos, en cambio, necesitas mucho dinero. El dinero lo es todo. Aquí no. Pero creo que en Canadá hay una sensación de desposesión entre los jóvenes, que también se nota en Europa y que alimenta los mismos fenómenos.

Foto: Manifestación ante la Embajada de los Estados Unidos de América en Copenhague, Dinamarca. (EFE/NILS MEILVANG)

P. A veces, en el periodismo, hay una tensión entre la cobertura diaria de los hechos y la identificación de los grandes patrones. Uno ha de estar en el día a día, pero también tiene que alertar sobre determinadas corrientes de fondo y lo peligrosas que pueden ser. Pero sin anticiparse demasiado. ¿Cómo manejas esta tensión?

R. No hago política de carrera de caballos. ¿Quién va a ganar las elecciones? No tengo ni idea. Una cosa que sé de las encuestas es que no son fiables. Su capacidad de predicción es nula. Ahora bien, la capacidad de predicción de cómo aumentará la violencia a medida que suben las temperaturas, eso está muy bien establecido. También se sabe que la monarquía ayuda. A los países con monarquía les suele ir mejor que a los países sin monarquía. Realmente intento escribir sobre cosas en las que se puede percibir un patrón significativo. Por eso ya no escribo columnas semanales, porque, cuando tienes una columna semanal, necesitas tener cosas que decir. Y ya no lo hago porque, cuando lo hacía, cometía muchos errores.

P. Entiendo a qué te refieres. Cuando un columnista se queda sin temas sobre los que escribir, empieza a meterse en lugares de los que no sabe absolutamente nada y el resultado es de un ridículo espantoso.

Exacto. Los problemas son reales. Sus soluciones son complicadas. Y no hay país que necesite una inspección más diligente que Estados Unidos. Tienes que ir allí y tienes que verlo.

Si usted quiere enriquecer su comprensión de lo que sucede en Estados Unidos, no sería mala idea asomarse a la prensa de Canadá: un país que, desde su privilegiada atalaya, observa desde muy cerca las vicisitudes de su vecino. Y no solo por la geografía. Las economías, las culturas y las prioridades internacionales de ambas naciones llevan décadas interconectadas. Muchos canadienses desempeñan sus carreras profesionales en Estados Unidos, donde casi nadie sabe que son canadienses hasta que estos lo confirman. Su acento suele ser indistinguible.

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