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El hombre que se infiltró en 'La Familia': "Ven a Donald Trump como una bola de demolición"
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Entrevista con Jeff Sharlet

El hombre que se infiltró en 'La Familia': "Ven a Donald Trump como una bola de demolición"

Una investigación sobre la red fundamentalista más poderosa de la historia contemporánea de Estados Unidos ha dejado de leerse como un tema marginal. Ahora sirve para explicar muchas cosas

Foto: Jeff Sharlet Dartmouth, autor de 'La Familia'. (Cedida)
Jeff Sharlet Dartmouth, autor de 'La Familia'. (Cedida)
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Jeff Sharlet publicó en 2008 una investigación sobre una red fundamentalista cristiana, un tema que resultaba exótico y pasado de moda en la América de Obama. El libro hablaba de La Familia, una organización que actúa bajo el más estricto secretismo desde los años 30 y que ha trenzado relaciones con todas las personas poderosas que tiene al alcance de su mano. Incluidos dictadores sanguinarios y no necesariamente cristianos, como el indonesio Suharto o el somalí Siad Barre, con quienes, dice Sharlet, comparten una manera de entender el mundo.

La transformación que está viviendo Estados Unidos favorece una lectura actualizada de las pesquisas de Sharlet y sus libros han sido convertidos en una serie de Netflix. Lance Wallnau, el líder nacionalista cristiano que bautizó a Trump como "la bola de demolición" que Dios necesita para "recuperar Estados Unidos" es, por ejemplo, un discípulo de La Familia. "Fue el primer integrante de la derecha cristiana en reconocer que el ordinario, impío y mujeriego Trump podría ser la persona que estaban esperando", dice Sharlet. Porque están convencidos de que "Dios no utiliza a hombres buenos, sino a hombres fuertes, con frecuencia violentos, para someter a las naciones a su voluntad".

PREGUNTA. Estuviste infiltrado en ‘La Familia’ casi por casualidad. ¿Te importa volver a contarlo?

RESPUESTA. Sucedió hace ya muchos años, el 11 de diciembre de 2001, poco después de los atentados de las Torres Gemelas. El hermano de un amigo vino de visita a Nueva York y su familia me pidió que hablase con él porque creían que se había metido en una secta. Estaban preocupados y, como yo escribo sobre religión, pensaron que era buena idea. El chaval me dijo que venía a Nueva York a “hacer un reconocimiento de las ruinas del secularismo”. Esa frase no se me olvida porque la pronunció cuando la ciudad entera estaba empapelada con carteles de personas desaparecidas en los atentados. La gente seguía llorando por la calle y él venía a verlo. Utilizaba argumentos parecidos a los de un islamista. Es la primera vez que escuché a un nacionalista cristiano argumentar de esa manera.

P. ¿Y entonces te invitó a entrar en su mundo?

R. Me invitó a unirme a su grupo y me fui con él, sí. Realmente no estuve técnicamente infiltrado porque acudí con mi propio nombre, como un invitado. Sabían que era escritor, que había tratado temas religiosos. Pero se sentían tan poderosos, eran tan arrogantes, que no pensaron que fuese un problema. Ellos creían genuinamente que me iría de allí deslumbrado. Y realmente me fui muy impresionado, pero quizá no de la manera que ellos habían imaginado.

"El chaval me dijo que venía a NY a 'hacer un reconocimiento de las ruinas del secularismo'"

P. En tu propio libro explicas que es una sociedad que dedica mucho esfuerzo a permanecer en secreto. ¿No es extraño que te abrieran las puertas de esa manera?

R. No lo sé. Creo que, una vez que estaba allí, se impuso esa idea calvinista de que todo ocurre por algún motivo. En cualquier caso, pasé poco menos de un mes viviendo en una casa llamada Ivanwald, una residencia para jóvenes que estaban siendo preparados para futuros liderazgos. Poco a poco fui entendiendo hasta qué punto era poderosa la organización. Estábamos en un suburbio muy rico de Washington, una calle impresionante donde cada mansión era de su propiedad. Por allí pasaban líderes de primer orden de todo el mundo. Un fiscal general, senadores, congresistas, un primer ministro de Noruega... Me di cuenta de que no era solo una sociedad fundamentalista estadounidense, sino algo global. No entendía dónde estaba hasta que descubrí algo llamado los Archivos de Billy Graham.

P. ¿Puedes explicar qué es eso?

R. Eran más de 600 cajas con documentos y audios sobre su historia. Desde ahí empecé a armar el puzzle. Me di cuenta de que tenía delante la organización fundamentalista más antigua y poderosa de Estados Unidos. Y eran gente con una visión global, a diferencia de la mayoría en la derecha cristiana americana. Tenían representación en todo el mundo, incluido en España por cierto. Luego hablamos de eso, si quieres. Pero lo que me resultó más extraño es que preferían pasar desapercibidos. Era chocante porque en EEUU la mayoría de las organizaciones religiosas hacen grandes mítines, eventos, buscan salir en televisión, quieren que la gente acuda a verlos. Pero esta teología que tenía delante era radicalmente diferente. Para un lector español, puede ser estructuralmente similar a Opus Dei.

"Me di cuenta de que no era solo una sociedad fundamentalista de EEUU, sino algo global"

P. Quizá algunas cosas suenan parecidas.

R. Hay una raíz común entre varios movimientos similares que hay por el mundo. Se fundaron alrededor de los años 30, cuando figuras cristianas prominentes empiezan a mirar alrededor y sienten que la democracia está agotada, que no puede enfrentarse a las fuerzas totalitarias. Ellos, por supuesto, no quieren saber nada del comunismo, pero tampoco son exactamente fascistas. Quiero decir que a veces están cerca de los fascistas, pero no celebran la violencia, ni el culto a la personalidad. Además rechazan la publicidad y buscan su campo misionero hacia las élites.

P. Tratan de transformar la sociedad de arriba hacia abajo, ¿no?

R. El fundador, Abraham Vereide, aseguraba que Dios se le había aparecido en 1935 y le había dicho que el cristianismo se había equivocado durante 2000 años porque se había enfocado en los pobres y los sufrientes en lugar de tratar de convencer a las élites. Le dijo que había que ir de arriba a abajo y no de abajo a arriba como hasta ahora. Lo importante era captar a los hombres clave, no a las masas pobres. Hay que ministrar a los poderosos para que sean ellos quienes cambien la sociedad. Luego, los pobres serán igualmente atendidos cuando llegue el momento. Es un fundamentalismo de goteo, se consolida arriba y va filtrando.

placeholder La Familia. (Capitan Swing)
La Familia. (Capitan Swing)

P. ¿Esta idea ha tenido algún recorrido?

R. Fue muy importante en la política estadounidense de los 40 y 50, y a finales de los 50 empezaron a expandirse globalmente, sobre todo en países donde Estados Unidos tenía mucha influencia. Por cierto, en el libro no lo cuento, pero intentaron acercarse a la España franquista. Se frustraron mucho, sobre todo con Franco, porque tenían representación en parlamentos y gobiernos de toda Europa Occidental, pero en España no lograban penetrar por los recelos hacia el protestantismo. El verdadero punto de inflexión llegó de la mano de un tal Paul Temple, presidente de ESSO España, quien integró en sus estudios bíblicos bisemanales a políticos españoles como Alfonso Osorio y allanó el camino para que, en 1969, España enviase su primera delegación al Desayuno Nacional de Oración de Washington.

"Creen que la democracia está en contra de Dios y aspiran a crear un orden de líderes"

P. ¿Pero se entendían con los católicos?

R. Es verdad que empezó siendo una organización anti-católica, pero posteriormente cambiaron de idea. Uno de sus miembros acuñó el término “co-belicencia”: el enemigo no son católicos ni tampoco musulmanes, sino el secularismo, los ateos, los que no se arrodillan ante su idea del poder. Por eso están interesados en trabajar con los católicos.

P. Todavía no hemos hablado de su agenda ¿Qué valores o ideas quieren que penetren en los países en los que operan?

R. Primero, y creo que es importante, tengo que decir que no son una organización que se dedique a la conspiración. Es cierto que uno de los líderes de La Familia fue condenado por conspirar, un congresista llamado Mark Siljander. Pero en general no buscan subvertir las leyes, sino cambiarlas desde dentro. El secretismo es parte central de su teología. La invisibilidad es clave. Bromean diciendo que son “la mafia cristiana” porque están obsesionados con que no se hable de ellos. Solo tienen un evento público anual, que ni siquiera se atribuyen. Su estrategia pasa por transformar el poder desde dentro, sin escándalo. Su fundador decía que había que operar “más allá del ruido del pueblo". De hecho, creen que la democracia está en contra de la voluntad de Dios y aspiran a crear un orden de líderes empresariales, gubernamentales y militares, unidos como una familia protectora.

P. ¿Te refieres a que su objetivo es convertirse en el pegamento del poder en lugar de subvertirlo u ocuparlo?

R. Es exactamente eso. Ellos quieren ser el pegamento. ¿Y cuál es la idea que hay detrás? Creen en algo llamado capitalismo bíblico. Creen que el capitalismo deriva de la Biblia. Su lema es: “Trabajar con el poder donde podemos, construir un nuevo poder donde no podemos”. Esto les ha llevado a relacionarse con líderes autoritarios y dictadores. Es el tipo de líderes con los que suelen sentirse más cómodos porque ven el mundo como ellos. En Indonesia fueron clave para el apoyo de EEUU a Suharto, que fue un genocida. En Somalia, orquestaron la destrucción del país junto con el dictador Siad Barre. En Centroamérica y Sudamérica lograron acercarse a caudillos católicos y dictadores de juntas militares. Cuando Trump apareció en 2015 pensé que encajaba bastante bien con su modelo, aunque no fuese un cristiano muy devoto.

"Su lema: 'trabajar con el poder donde podemos, construir un nuevo poder donde no podemos'"

P. De eso se ha hablado mucho últimamente, de la teoría del "rey lobo" que abre el camino a un nuevo orden.

R. Es la teología del hombre fuerte, sí. Asistí a una sesión con un congresista donde el líder preguntaba: “¿Cómo entendemos a Jesús? ¿Es como un cordero? ¿No debería ser como un león?”. Hablaban abiertamente de hombres autoritarios, pero no en el sentido ideológico, sino como personas capaces de desplegar la fuerza absoluta para lograr sus propósitos. El líder apretaba el puño, lo levantaba y decía: "Todo esto es Jesús". Toda su teología se reduce a que Dios es fuerza y poder, y por tanto hay que trabajar con quien la tiene. Nunca llegaron a captar a Putin, aunque estuvieron acechando durante décadas. Mi ejemplo favorito es el del somalí Siad Barre. En sus cartas, les decía: “Si rezo a tu Jesús, ¿cuántas armas me vais a mandar?”. Era un hombre que se definía como musulmán y marxista, pero si le mandaban armas para alcanzar sus metas, rezaba a Jesús. Esa es una expresión del poder.

Foto: applebaum-sanchez-trump-autocracia

P. ¿Hasta qué punto están estos grupos fundamentalistas incrustados hoy en los mecanismos de poder en Estados Unidos?

R. Empezaron en el estado de Washington como una organización anti-laboral que pretendía acabar con el poder de los sindicatos, que en los 30 eran muy fuertes. Luego desembarcaron en Washington DC y en los años 40 tenían gran influencia legislativa. Siempre digo que si quieres entender por qué Estados Unidos es el único país desarrollado sin sistema de salud universal, debes mirar la Ley Taft-Hartley, ampliamente influenciada por ellos. Para finales de la Segunda Guerra Mundial, tenían reuniones semanales de oración con congresistas y senadores, líderes de grandes empresas, y tenían algo llamado Asociación Nacional Manufacturera, que usaban para influir en Washington. Discutieron algún tiempo sobre si debían registrarse como lobbistas, pero un documento decía que eso reduciría su influencia, así que no lo hicieron.

P. ¿Pero lograron captar a presidentes?

R. Crearon el Desayuno Nacional de Oración, al que invitaron por ejemplo al presidente Eisenhower, que inicialmente se negó por la primera enmienda, pero acabó yendo para devolver un favor político. Luego esto se volvió una tradición replicada mundialmente. Durante la Guerra Fría estaban muy vinculados al Partido Republicano, pero también se conectaron con algunos demócratas. La lista de nombres es interminable, lo que no quiere decir que todos los que iban fuesen miembros. Se podía ser un amigo, un aliado, un simpatizante...

"Bromean con que son 'la mafia cristiana' porque están obsesionados con que no se hable de ellos"

P. ¿Y en los EEUU de hoy?

R. En el primer mandato de Trump, Mike Pence fue su apuesta y estuvo muy involucrado con ellos, incluso en un negocio de armas para Sri Lanka. El líder histórico Doug Coe murió en 2017, y desde entonces ya no son tan poderosos. Ahora hay otro grupo, Capital Ministries, que hace estudios bíblicos en la Casa Blanca y cuyo líder, Ralph Drolinger, se opone a la opacidad y sostiene que ahora hay que ser transparente sobre los objetivos teocráticos. Aun así, hay desayunos de oración semanales en el Senado y la Cámara, y mansiones para congresistas con alquiler subsidiado. Ellos nunca te dicen qué ley votar, sino que se basan en recomendar y en estar cerca del poder. Dicen cosas como: “Dios quiere que seas más influyente, rico y poderoso para hacer buenas obras”. Su poder quizá no es tan grande como fue en el pasado, pero ha inspirado muchas actitudes e ideas que están sucediendo ahora a la vista de todos.

P. ¿Cómo son las finanzas de La Familia? ¿Tributan como sociedad?

R. Eso es bastante inquietante. Hasta que hice mi investigación, ellos directamente negaban su existencia como organización. Como les dijo un periodista de la NBC cuando consultó los documentos que le proporcioné: son solo un grupo de amigos con una estructura financiera muy compleja. Tienen un nombre para su sistema financiero, le llaman "el método del hombre", que consiste en mantenerlo todo fuera de libros de contabilidad. Te dicen cosas como: “¿Necesitas un préstamo de 100.000 dólares? Págame cuando puedas”. De esa manera han mantenido a sueldo a mucha gente importante. En la época de Reagan, había un funcionario llamado Doug Holliday, que era el encargado de la política estadounidense con Sudáfrica y cuyo sueldo pagaba “La Familia”. Y aunque desprecian a los periodistas y rezan para acabar con "la plaga del periodismo", han tenido también a periodistas a sueldo.

P. En los años que han pasado desde que escribiste el libro, ¿no te ha amenazado nadie?

R. Lo que han hecho en alguna ocasión es intentar marginalizar mi carrera, pero nunca ha habido violencia física directa. Cuando publiqué mi primer artículo sobre ellos, me contactaron para hacerme saber que lo habían leído. Me llamaban “hermano malo” y luego pasaban cosas no demasiado graves. En una presentación del libro, un joven me acusó de traidor, perdió los nervios y se fue de la sala. Después volvió para retarme a una pelea en la calle. No acepté, claro. La única amenaza verdaderamente grave vino de David Bahati, el político ugandés que impulsó la pena de muerte para homosexuales. Me hizo saber que si volvía a pisar su país activaría la ley contra mí. Yo lo tomé con humor. En la universidad para la que trabajo ahora, en Dartmouth, un miembro poderoso del consejo de administración pertenece a La Familia, pero hasta ahora no ha interferido. Cuando me iban a contratar les avisé de que investigo estos temas y me dijeron que no era un problema. El autoritarismo no siempre necesita atacar a alguien para intimidarlo. Hay herramientas más efectivas y silenciosas.

Jeff Sharlet publicó en 2008 una investigación sobre una red fundamentalista cristiana, un tema que resultaba exótico y pasado de moda en la América de Obama. El libro hablaba de La Familia, una organización que actúa bajo el más estricto secretismo desde los años 30 y que ha trenzado relaciones con todas las personas poderosas que tiene al alcance de su mano. Incluidos dictadores sanguinarios y no necesariamente cristianos, como el indonesio Suharto o el somalí Siad Barre, con quienes, dice Sharlet, comparten una manera de entender el mundo.

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