Una nueva era entre UK y la UE, ¿para comprar hamburguesas?: claves de la primera cumbre tras el Brexit
Londres y Bruselas cierran un amplio paquete de medidas sobre defensa, pesca, alimentación y controles de pasaporte en la primera cumbre post Brexit. Pero el riesgo es que no agrade ni a los euroescépticos, ni a los pro UE
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No deja de ser paradójico. Años largos y complejos discutiendo un divorcio para luego, apenas ejecutarse, volver a negociar para estrechar lazos. Pero, al fin y al cabo, es lo que muchos predijeron. El Brexit sacó a Reino Unido de la UE, pero no cambió la geografía, por lo que los británicos, quieran o no, siempre estarán sujetos a lo que ocurra en Europa. Las barreras comerciales no impulsan el crecimiento y las divisiones estratégicas amenazan la seguridad nacional en un escenario geopolítico tremendamente convulso con una grieta transatlántica cada vez más pronunciada.
Si bien la cooperación para apoyar a Ucrania ante la invasión rusa está siendo estrecha, Reino Unido y la UE habían manifestado su ambición de profundizar el vínculo y este lunes finalmente han firmado un pacto en seguridad y defensa que formaliza la colaboración entre ambas partes en áreas como la guerra híbrida, ciberseguridad, resiliencia de las infraestructuras y seguridad marítima.
El pacto forma parte de un amplio paquete de medidas sobre pesca, alimentación y controles de pasaporte negociado en la primera cumbre post Brexit, en la que Londres y Bruselas se han mostrado dispuestos a restablecer las relaciones tras años de disputas. Falta aún por saber los detalles. Pero el riesgo es que no agrade ni a los euroescépticos, ni a los pro UE.
Se establecen, por ejemplo, las pautas para cerrar un programa de movilidad juvenil, pero se adelanta que habrá límites de plazos y cuotas. Los titulares de pasaportes británicos no tendrán ningún impedimento para utilizar las puertas electrónicas más rápidas al volar desde aeropuertos de la UE, pero se matiza que "solo se utilizarán cuando corresponda". Y el tan anunciado pacto de defensa, requerirán más negociaciones para que Reino Unido acceda al preciado programa de rearme SAFE de la UE, de 150.000 millones de euros, con contribuciones presupuestarias como precio de entrada.
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El premier Keir Starmer se jactó de que su acuerdo garantiza un acceso sin precedentes al mercado de la UE, el mejor para cualquier país fuera de la UE o la AELC. "Reino Unido ha vuelto a la escena mundial, trabajando con nuestros socios, cerrando acuerdos que impulsarán nuestra economía y aportarán más dinero a los bolsillos de los trabajadores". El laborista prometió un "reinicio" con la UE tras mudarse el verano pasado a Downing Street. Pero ahora tiene la difícil tarea de ejecutarlo en pleno apogeo de la ultraderecha populista euroescéptica de Nigel Farage, gran protagonista de las últimas elecciones locales. Por lo tanto, guarda cautela. Y, de momento, no se mueve de sus líneas rojas: no al mercado único, ni a la unión aduanera.
Eso sí, Reino Unido podrá vender hamburguesas y salchichas crudas a la UE, por primera vez, desde el Brexit. Ambas capitales han acordado extender los generosos derechos de pesca para las flotas de la UE en aguas británicas por otros 12 años, hasta 2038, a cambio de un pacto permanente sobre las exportaciones de alimentos y productos agrícolas. Eso supondrá adaptarse a las normas alimentarias de la UE a medida que estas cambien. Londres podrá "contribuir adecuadamente" a la formulación de normas y estándares, pero no tiene derecho a veto.
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Pese a que su contribución a las arcas es mínima, tan solo representa el 0,12% del producto interior bruto, el sector pesquero siempre tuvo una importancia política totémica para la causa euroescéptica durante las arduas negociaciones de divorcio, ya que recuperar el control de las aguas fue una de sus grandes promesas del anterior gobierno conservador. La oposición acusa al Gobierno de "traición" y asegura que se vuelven a acatar las normas comunitarias, pero esta vez, si no voz ni voto. Y no les falta parte de razón.
En cualquier caso, el nuevo acuerdo sanitario y fitosanitario permitiría una reducción significativa de la burocracia en los puertos del canal de la Mancha y en la frontera con Irlanda del Norte, facilitando así el flujo comercial. Según un documento de "entendimiento común" publicado el lunes, el pacto permitiría que la "gran mayoría" de productos vegetales y animales pudieran circular entre Reino Unido y la UE sin los certificados ni controles que se exigen actualmente.
Eso sí, en una medida que irrita a los partidarios más radicales del Brexit, el acuerdo estará sujeto a un "mecanismo de resolución de disputas con un panel de arbitraje independiente que garantice que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea sea la autoridad máxima para todas las cuestiones del derecho de la Unión Europea". Esto también podría generar cierta inquietud en los círculos laboristas, dada la insistencia del primer ministro en que Reino Unido será un "creador de normas" en lugar de un "acatador de normas".
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Por otra parte, una de las cuestiones más ambiciosas es el de la energía, donde ambas partes han acordado que Reino Unido se reincorporará al mercado único de la electricidad y seguirá las regulaciones de la UE, también bajo la supervisión del Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Los euroescépticos en Londres no ocultan su ira, mientras ven cómo sus mantras repetidos hasta la saciedad desvanecen. Entre ellos, el control de las fronteras.
Los titulares de pasaportes británicos no tendrán ningún impedimento legal para utilizar las puertas electrónicas más rápidas al volar desde aeropuertos de la UE, una medida que contradice una de las señales más visibles del Brexit.
Con todo, con el polémico tema de la movilidad juvenil a menores de 30 años, el progreso no ha sido tan claro y continúan las conversaciones para ultimar detalles, entre ellos, la reincorporación de Reino Unido al programa de intercambio de estudiantes Erasmus +.
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Starmer adelantó que cualquier programa de movilidad juvenil "incluiría todos los plazos, límites y requisitos de visado pertinentes", aunque, de momento, no se sabe qué cuotas tiene en mente. Downing Street quiere reducir drásticamente la migración neta y le preocupa que la aprobación de dicho programa suponga una afluencia de jóvenes europeos, con el consiguiente impacto en las estadísticas oficiales.
El populista Farage -enfant terrible de la política británica y protagonista del triunfo del Brexit- habló de "rendición", mientras que la líder conservadora, Kemi Badenoch, señaló que los británicos "volvemos de nuevo en atacadores de las normas de Bruselas".
Por su parte, en la conferencia de prensa conjunta celebrada junto al premier en Lancaster House, la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, declaró que lo acordado "es histórico". "Marcará una gran diferencia para la gente de Reino Unido y de toda nuestra unión. Pero el mensaje que enviamos al mundo hoy es igual de importante, si no más. En un momento de inestabilidad global y cuando nuestro continente se enfrenta a la mayor amenaza en generaciones, en Europa nos mantenemos unidos", matizó.
No deja de ser paradójico. Años largos y complejos discutiendo un divorcio para luego, apenas ejecutarse, volver a negociar para estrechar lazos. Pero, al fin y al cabo, es lo que muchos predijeron. El Brexit sacó a Reino Unido de la UE, pero no cambió la geografía, por lo que los británicos, quieran o no, siempre estarán sujetos a lo que ocurra en Europa. Las barreras comerciales no impulsan el crecimiento y las divisiones estratégicas amenazan la seguridad nacional en un escenario geopolítico tremendamente convulso con una grieta transatlántica cada vez más pronunciada.