Fracasa la primera sesión de la negociación de paz en Estambul. Era lo que quería Rusia, pero, ¿y Ucrania?
El presidente ruso no apareció finalmente en Turquía. Las negociaciones se han retomado esta mañana, sin la presencia de los máximos representantes
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Vladímir Putin no apareció y la paz tendrá que esperar. El (des)encuentro en Turquía entre Rusia y Ucrania en Estambul confirma el fracaso del primer intento de las negociaciones "cara a cara" directamente entre ambos países para un alto al fuego. Aunque una segunda ronda ha arrancado ya este mismo viernes, nada parece indicar que llegue a buen puerto. Tras algo menos de dos horas, las delegaciones de Ucrania y Rusia dieron por finalizado el encuentro, en el que actuó de mediador el ministro de Exteriores turco.
Durante la reunión, Rusia puso como condición que Ucrania retire a sus tropas de las cuatro regiones ucranianas que Moscú se ha anexionado durante su invasión. Esa demanda, que Kiev rechaza de plano, fue planteada por Moscú el pasado mes de junio. La agencia rusa Tass indicó que ambas delegaciones aún no han decidido si reanudarán las negociaciones después de lo que califica como pausa.
Moscú y Kiev buscan lo mismo, pero no es una tregua. Tampoco exprimir al contrario en la mesa de negociación. Ambos se pasan una patata caliente desde hace meses, tratando de señalar al contrario como el obstáculo principal para alcanzar la paz. Las diferencias están en la estrategia.
Eliminar a Volodímir Zelenski del tablero es, hoy, la vía rusa. “Un hombre patético”, según dijo el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, este mismo jueves. Nada nuevo para Estambul. El presidente ucraniano lleva meses siendo el objetivo principal de la maquinaria de desprestigio rusa: desde los insultos burdos —como “payaso” o “drogadicto”— hasta las acusaciones de ilegítimo, tratando de forzar unas elecciones en mitad de la guerra.
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Pero su plan no está funcionando. Estos últimos meses de hostigamiento y desprecios desde Washington y Moscú han tenido un efecto inverso. La popularidad de Zelenski se ha disparado hasta el 74%, su mejor dato desde diciembre de 2023, según el Instituto Internacional de Sociología de Kiev. La encuesta aporta otro dato interesante: el 71% de los ucranianos rechaza celebrar elecciones hasta que termine la guerra. La población tiene memoria.
Y no porque veneren al antiguo actor, sino porque ya conocen el libreto del Kremlin. Hace una década, Kiev se sentó a negociar con las autoproclamadas repúblicas populares del Donbás en Minsk. Rusia se presentó entonces como un mediador neutral, interesado en la paz. Pero era algo más: el verdadero instigador del conflicto –como demostraron las investigaciones periodísticas y filtraciones de inteligencia— y, también, el responsable de dinamitar los acuerdos y reactivar la violencia meses después.
Gran parte del mundo compró el relato entonces. Moscú no aparecía como parte beligerante y Kiev cargaba con el peso de frenar la paz. No es casualidad que Ucrania se haya adelantado esta vez y lleve desde otoño anunciando planes de victoria, propuestas de paz, cumbres de líderes para construir una imagen de moderación y voluntad política. Una narrativa amable por fuera, mientras por dentro se sigue armando y presionando por más sanciones contra Moscú. Un espejo del manual ruso, que tan solo se ha acelerado con la llegada de Donald Trump.
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“Rusia no siente que necesite terminar [la guerra], lo que significa que no hay suficiente presión política, económica y de otro tipo sobre la Federación Rusa”, dijo Zelenski este jueves, desde Ankara. “Así que pedimos que, si no hay alto el fuego, si no hay decisiones serias... que haya sanciones adecuadas”.
Las primeras –las 17º desde el inicio de la invasión—se aprobaron este miércoles contra 189 buques de la flota fantasma rusa. Un elemento clave que permite a Moscú sortear el embargo de petróleo. También afectan a empresas que permiten adquirir bienes de doble uso: productos civiles que pueden reconvertirse para alimentar la industria militar.
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“Las sanciones agotan las arcas de Rusia”, escribió en X Kaja Kallas, alta representante para la Política Exterior de la Unión Europea, tras la aprobación. Y podrían no ser las únicas. Nuevas medidas en el sector bancario, energético, además de nuevas confiscaciones de activos rusos en Europa podrían activarse en cuestión de semanas, según han deslizado el presidente francés, Emmanuel Macron, y su homólogo alemán, Friedrich Merz.
La punta del iceberg
Los paquetes de sanciones, al igual que finalmente firmado acuerdo de minerales entre Estados Unidos y Ucrania, parecen ser tan solo la parte visible de un plan más profundo. Una estrategia que combina castigos económicos, guiños a Donald Trump y el objetivo de ganar tiempo, estirando al máximo cualquier vía de negociación. Pero hay una segunda vía, más discreta, que podría ganar tracción en los próximos meses. Para que funcione, necesita dos ingredientes que han escaseado en los primeros tres años de guerra: voluntad y silencio.
“Bajo mi mandato, el debate sobre entregas de armas, calibre, sistemas de armamento, etc., se apartará del escrutinio público”, dijo el recién investido canciller alemán, Friedrich Merz, durante su primera visita oficial a Kiev, el pasado sábado.
El nuevo jefe del Gobierno alemán ha deslizado en varias ocasiones que está dispuesto a autorizar el envío de misiles de largo alcance Taurus, a pesar de que la última encuesta revela que el 65% de la población lo rechaza. Quizás por eso, su predecesor, el socialdemócrata Olaf Scholz, nunca se atrevió.
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Más de lo mismo sucede con el millón y medio de proyectiles de 155 milímetros que Europa entregará este 2025 a Ucrania, un 30% más que el año anterior. O con el refuerzo de las baterías antiaéreas, los acuerdos para entrenar a pilotos ucranianos en el manejo de cazas F-16 y el uso directo del dinero ruso incautado para reactivar la industria de defensa de Kiev. A eso se suma una reciente promesa francesa: París entregará este año toda su producción nacional de cañones Caesar a Ucrania. Son unos 150 sistemas al año. La producción ronda los 150.
El tiempo y el compromiso de sus aliados son clave. Y, por ahora, están cumpliendo con su parte. También Zelenski con la suya: aparecer en televisión, reunirse con medios y hacer gestos hacia Donald Trump, que si bien ha bajado el tono tras el acuerdo de minerales, su posición en el último minuto sigue siendo una incógnita.
Esta semana, por ejemplo, Trump deslizó la posibilidad de volar a Turquía, para luego descartarlo si Putin no acudía. Marco Rubio, secretario de Estado de EEUU y uno de sus enviados, ayer fue más allá y sugirió que la única vía realista para alcanzar un acuerdo es una reunión directa entre ambos líderes. Una posibilidad que la parte ucraniana ha intentado evitar por todos los medios desde que el magnate se movió en esa dirección a principios de año, durante las negociaciones en Arabia Saudí. Su lenguaje, una vez más, volvió a ser medido frente a Moscú.
“No estoy decepcionado”, dijo este jueves, antes de deslizar él mismo la idea. “¿Por qué iba a estarlo? No va a pasar nada hasta que Putin y yo nos juntemos”.
Escenario y negociador
Además del propio Rubio, la Casa Blanca ha enviado a Steve Witkoff, enviado especial a Rusia, y Keith Kellog, designado para la interlocución con Ucrania. Si todo sigue el guion previsto, los tres se reunirán hoy en Estambul con el ministro de Exteriores turco y las delegaciones de Kiev y Moscú. Volodímir Zelenski no estará presente.
“Ni hora de la reunión, ni orden del día, ni delegación de alto nivel: es una falta de respeto personal a Erdogan, a Trump”, dijo ayer el presidente ucraniano, en un intento claro de alinearse con Trump.
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Aunque la verdadera sorpresa no fue la ausencia de Putin, sino la elección de su jefe negociador. Vladímir Medinski, exministro de Cultura y autor de los nuevos manuales escolares sobre la invasión, fue también el rostro de Rusia en las conversaciones de Turquía en 2022. Un hombre de confianza del exagente del KGB, sí, pero también un mensaje en sí mismo: nada ha cambiado. Tres años después, el Kremlin vuelve al punto de partida.
Pero la Ucrania de 2025 ya no es la misma.
En aquellas negociaciones de 2022, Moscú intentó vender como un gesto de buena voluntad lo que en realidad fue una retirada forzada de Kiev. El cerco había fracasado. La capital no cayó. Una mentira que resuena en los dos ‘altos al fuego’ autodeclarados por Putin en apenas un mes. Porque si bien es cierto que en el segundo Moscú no lanzó misiles ni drones de largo alcance, los asaltos no solo no cesaron, sino que aumentaron. Ambos actores lo saben. La guerra nunca se detuvo en las trincheras. Como tampoco lo hace el pulso –cada vez más sofisticado— entre Kiev y Moscú.
Vladímir Putin no apareció y la paz tendrá que esperar. El (des)encuentro en Turquía entre Rusia y Ucrania en Estambul confirma el fracaso del primer intento de las negociaciones "cara a cara" directamente entre ambos países para un alto al fuego. Aunque una segunda ronda ha arrancado ya este mismo viernes, nada parece indicar que llegue a buen puerto. Tras algo menos de dos horas, las delegaciones de Ucrania y Rusia dieron por finalizado el encuentro, en el que actuó de mediador el ministro de Exteriores turco.