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Un 'regalo' millonario de Qatar, negocios en el golfo... ¿Es la Administración una de las más corruptas de EEUU?
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Hacer las cosas a la contraria

Un 'regalo' millonario de Qatar, negocios en el golfo... ¿Es la Administración una de las más corruptas de EEUU?

Donald Trump ha aceptado un lujoso Boeing 747 de Catar, valorado en 400 millones de dólares, desafiando normas éticas y legales, y moviendo los límites de lo aceptable en política

Foto: El presidente estadounidense, Donald Trump, visita al el príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, en la Corte Real del Palacio Al-Yamamah en Riad. (EFE/SPA)
El presidente estadounidense, Donald Trump, visita al el príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, en la Corte Real del Palacio Al-Yamamah en Riad. (EFE/SPA)
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Hay tres maneras complementarias de entender por qué Donald Trump, entre otros muchos gestos y acciones que habrían hundido de golpe a cualquier otro presidente de Estados Unidos, dice haber aceptado un regalo personal del Gobierno de Qatar valorado en 400 millones de dólares: un Boeing 747 convertido en "palacio" volante.

La primera manera es a través del concepto de patrimonialismo: un sistema de gobierno que no se basa en la ley y en los procedimientos, sino en la relación personal con el líder. Como contábamos en este artículo, citando un análisis de Jonathan Rauch, para los líderes patrimonialistas no hay diferencia entre lo público y lo privado, lo legal y lo ilegal, lo político y lo personal. Todo va en función de lo que les venga bien a cada momento, más allá de la ley e incluso de la ideología.

El patrimonialismo es la práctica típica, por recurrir a estereotipos españoles, del cortijo andaluz y del cacique gallego, de la tribu, de la banda callejera y de la mafia. Donald Trump está encantado de traficar con favores porque así funciona el mundo.

La segunda manera de entender por qué Donald Trump dice haber aceptado semejante regalo de Qatar, entre otros visibles sobornos, es recurriendo a una perspicaz observación del abogado Paul Skallas, que se hizo famoso durante la pandemia de covid por adoptar y defender la sencilla rutina de los antiguos.

Foto: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sostiene una orden ejecutiva firmada en el Despacho Oval de la Casa Blanca. (Reuters/Kevin Lamarque)

Citando al filósofo presocrático Heráclito, que escribió sobre la importancia de entender el mundo a través de sus opuestos, en la vida hay dos formas de hacer las cosas: la tradicional y la contraria. Donald Trump es el ejemplo perfecto de cómo hacer las cosas de la forma contraria.

Ningún político de Estados Unidos se hubiera atrevido a lanzar una campaña presidencial insultando a una minoría étnica, pero eso fue exactamente lo que hizo Trump. Los políticos de EEUU se esfuerzan por parecer un "hombre del pueblo", por eso salen en mangas de camisa, charlando cara a cara con los votantes en un diner con el ketchup y el salero encima de la mesa. Trump no. Salvo cuando juega al golf, Trump siempre va de traje y corbata. No es un "hombre del pueblo". Es el jefe.

Foto: El presidente estadounidense, Donald Trump, y el presidente salvadoreño, Nayib Bukele durante su último encuentro en la Casa Blanca. (Reuters/Kevin Lamarque)

¿Está mal sobornar a los votantes? Porque usted lo diga. La campaña de Trump repartió cheques, literalmente, entre los votantes. ¿Es indecoroso presumir de ser rico? No para Trump, que lo hace a diario. ¿Tienen los políticos que mostrar empatía por el dolor de la gente común? Trump quiere que la gente común muestre empatía por él, que nos recuerda continuamente las injusticias de las que es víctima.

Como explica Paul Skallas, aplicándolo a Trump, uno de los fragmentos que han sobrevivido del pensamiento de Heráclito dice lo siguiente: "Un camino de subida y bajada es uno y el mismo". Se puede llegar al mismo destino haciendo lo contrario.

Una manera algo más racional de entender esta nebulosa conclusión de hace 2.500 años es que el cerebro humano aprecia las elecciones binarias. Las realidades en blanco y negro son mucho más comprensibles y persuasivas que la gris, trabajosa, compleja realidad. Lo cual nos lleva a la cuestión del lujoso Boeing catarí.

Foto: Ilustración: Emma Esser

Trump parece haber comprendido que, en política, vale más ser total, abierta y asquerosamente corrupto, que andar trajinando tímidamente en la zona gris de la legalidad. Es posible que muchos votantes aprecien el detalle: si usted quiere ser corrupto, pues hágalo con coherencia. Sea corrupto a lo grande y hasta el tuétano.

Esto estaba claro durante el primer mandato de Trump, en el que sus propiedades privadas se convirtieron en el escenario habitual de reuniones formales e informales a todos los niveles de Gobierno. Durante esos cuatro años, 143 miembros del Congreso visitaron los negocios de Trump en 361 ocasiones, por ejemplo. Lo mismo se puede decir de los miembros del gabinete y de 150 dignatarios extranjeros de 77 países; las propiedades de la Organización Trump fueron el escenario de encuentros con embajadores, presidentes, ministros, de eventos de recaudación, etc. Además de los tratos de negocios de la familia Trump, esos años, en Oriente Medio.

Este tipo de operaciones son mucho mayores y más nítidas en este segundo mandato. Antes incluso de retornar a la Casa Blanca, el Comité de Investidura de Trump recaudó 239 millones de dólares: más del doble del récord de 107 millones marcado en 2017. Dado que solo una fracción de esta suma habría bastado para pagar el catering y los eventos de la ceremonia de investidura, con toda seguridad han sobrado decenas de esos millones, pero no se sabe adónde han ido a parar.

Foto:  El presidente estadounidense, Donald Trump, asiste al discurso inaugural del Foro de Inversión Saudí-Estadounidense en Riad (Arabia Saudí). (EFE/Ali Haider)

Donald Trump también reveló una forma de ingresar dinero, directamente, en su cuenta bancaria: una "mememoneda" llamada $TRUMP. El presidente de EEUU la utiliza, abiertamente, como una forma de comprar acceso a su persona. Quienes más dinero inviertan en esta criptomoneda, ganarán un tour en la Casa Blanca y una cena con Trump. La Primera Dama, Melania Trump, también ha creado su propia criptomoneda, y uno de sus hijos, Eric Trump, sacará a Bolsa este año American Bitcoin. Según un informe de State Democracy Defenders Fund, la familia presidencial posee cerca de 3.000 millones de dólares en criptomonedas.

Se trata de una operación privada que, en la mejor tradición patrimonialista, se mezcla con lo público. Al mismo tiempo que Trump creaba esta forma de influencia para quien pudiera pagarla, su Gobierno desmantelaba en abril la unidad del Departamento de Justicia dedicada a investigar los delitos con criptomonedas.

La Administración Trump también ha despedido a 18 inspectores generales, cuyo cometido explícito es el de cerciorarse de que no haya corrupción en el Gobierno federal, y ha ordenado que la Fiscalía general ya no persiga a quienes quebranten la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero. En resumen, permite que las empresas que operan en EEUU puedan sobornar a dignatarios extranjeros.

Foto: Donald Trump y el príncipe Mohamed bin Salman, este martes en Riad. (REUTERS / Brian Snyder)

Hay muchos otros casos, como la creación del club privado Rama Ejecutiva, al que pertenecen el hijo del presidente, Donald Trump Jr; los hijos del enviado especial de Trump a Oriente Medio y Ucrania, Alex Witkoff y Zach Witkoff; David Sacks, actual "zar" de inteligencia artificial y criptomonedas de la Casa Blanca, y Chris Buskirk, inversor de 1789 Capital cercano al vicepresidente de EEUU, JD Vance. Hacerse socio del club cuesta medio millón de dólares, pero la aceptación no está garantizada. Según Axios, uno de sus filtros es la lealtad a Donald Trump.

El regalo de Qatar es el último eslabón de una larga cadena. Hace tiempo que Donald Trump dice querer modernizar el Air Force One, pero se trata de un proceso largo, así que la pequeña monarquía petrolífera ha ofrecido este "palacio en el cielo" al presidente de EEUU. Una de las cláusulas dice que, poco antes de dejar, en principio, la presidencia, la costosa aeronave pasaría a ser parte de su propiedad personal.

Es interesante destacar que, hace dos semanas, la Organización Trump anunció la construcción de un resort de lujo en Qatar por valor de 5.500 millones de dólares. También es interesante que Pam Bondi, secretaria de Justicia, solía ganar 115.000 dólares al mes para influenciar a miembros del Congreso en el nombre de Qatar.

Foto: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de China, Xi Jinping. (Reuters/Archivo/Kevin Lamarque)

Dado que la ley federal permite a los funcionarios aceptar regalos personales valorados en un máximo de 480 dólares —y que una de las máximas del capitalismo americano es que "no existe el almuerzo gratis"— la acción de Trump está siendo interpretada como un claro conflicto de interés. Y no es el único conflicto.

"Aceptar un avión de un país extranjero, incluso un aliado, plantea muchas preguntas acerca de la seguridad nacional", escribe David A. Graham en The Atlantic. "¿Quién puede atestar la seguridad del avión? ¿Quién inspeccionará cada pulgada del avión para asegurarse de que no tiene un micrófono oculto? (un 747 estándar tiene 171 millas [275 km] de cables, según Boeing). Y eso dando por hecho que el avión es operable, lo cual no es seguro, como informó The Wall Street Journal".

Pero hay una tercera manera de entender esta cuestión del avión: como en otros aspectos de su presidencia, Donald Trump está moviendo la portería de lo que es aceptable. Sus transgresiones van creciendo, lo cual es una forma de decir que las reglas de la ética se están deslizando por la proverbial pendiente resbaladiza. Hace unos años era alquilar unas noches en un hotel de Trump. Hoy es un Boeing de 400 millones de dólares. Dentro de uno o dos años no sabemos de qué se tratará.

Hay tres maneras complementarias de entender por qué Donald Trump, entre otros muchos gestos y acciones que habrían hundido de golpe a cualquier otro presidente de Estados Unidos, dice haber aceptado un regalo personal del Gobierno de Qatar valorado en 400 millones de dólares: un Boeing 747 convertido en "palacio" volante.

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