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El 'totum revolutum' de la cruzada de Trump contra Harvard: cómo la Casa Blanca le ganó la batalla
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La caza de brujas contra todo lo 'woke'

El 'totum revolutum' de la cruzada de Trump contra Harvard: cómo la Casa Blanca le ganó la batalla

La administración de Trump congela fondos a Harvard, acusándola de antisemitismo y promover idearios 'woke', mientras la universidad defiende su independencia en un clima de tensión creciente

Foto: Estudiantes abandonan una graduación como protesta. (Reuters/Brian Snyder)
Estudiantes abandonan una graduación como protesta. (Reuters/Brian Snyder)
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No hay mayo del 68 en la universidad en Estados Unidos. No lo hay, por ahora, ni en los centros educativos ni en las calles. Hoy son otros tiempos, otra estética, otra causa. El another brick in the wall de Pink Floyd se tararea con una kufiya (pañuelo palestino). Eso ha facilitado el totum revolutum de una olla a presión a punto de estallar donde la Casa Blanca mezcla el wokismo, el apoyo a terroristas y la inmigración ilegal. La escuela no es escuela, según ellos, es cantera de todos esos virus, y el trumpismo ha entrado con bisturí a sajar heridas.

En Harvard, el 18 de abril pasado, con muchos estudiantes pasando la Pascua en sus casas y otros tomando el aperitivo en las terrazas frente al centenario campus, no había pintadas ni pancartas de estudiantes rebeldes que se oponen al ataque frontal que el presidente Trump ha lanzado a los centros educativos. Alguna pegatina de Palestina en la librería, alguna kufiya entre sus vendedores, y algún panfleto o cartel en los tablones de anuncios del campus el que se anunciaban conferencias, conciertos de jazz y llamadas a acabar con el consumismo occidental. Harvard, por entonces, plantaba cara a Trump y sus planes de entrar a regular sus contenidos, pero eso parece haber cambiado un poco.

Harvard es la élite, el top donde se han formado ocho presidentes estadounidenses y más de 20 del resto del mundo, y el mandatario neoyorquino ha querido empezar a repartir estopa por arriba como aviso para navegantes a los de abajo. "Harvard es una broma (…) Ya no puede considerarse un lugar decente de aprendizaje", dijo el mandatario.

La Casa Blanca había anunciado días antes que congelaba más de 2,3 mil millones de dólares en subvenciones federales a Harvard alegando que la universidad permitía el antisemitismo y seguía promoviendo el ideario woke y discriminando las voces conservadoras. La Universidad contestó asegurando que "no renunciaremos a nuestra independencia". Hubo algunas protestas en el campus, las sigue habiendo ahora, pero sin unidad ni dentro del centro educativo ni a nivel estatal en una batalla donde muchos exigen un frente común.

Foto: Donald Trump. (EC Diseño) Opinión
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"Hasta ahora, cada sector que Trump ha atacado ha respondido de manera independiente: los bufetes de abogados buscan protegerse a sí mismos, las universidades, por separado, intentan hacer lo mismo (..) Sí, Harvard finalmente trazó una línea en la arena, pero Columbia llegó a un acuerdo. Esta es una estrategia desastrosa que asegura que Trump pisoteará a una víctima tras otra. Él divide y conquista", escribía en el New York Times el analista David Brooks en un artículo que se titulaba "Lo que está pasando en América no es normal. América necesita un levantamiento que no sea normal".

Harvard, es cierto, en un inicio plantó cara a los planes de Trump, pero ya ha hecho concesiones. "Harvard compartió información con el Departamento de Seguridad Nacional en respuesta a su solicitud de información sobre los expedientes disciplinarios y la actividad ilegal de los estudiantes internacionales, anunció la Universidad en un correo electrónico enviado el miércoles 30 de abril por la noche a los afiliados", explica The Harvard Crimson, el prestigioso e influyente diario de estudiantes de la universidad.

Foto: Imagen de la Universidad de Harvard. (Reuters/Faith Ninivaggi)

No es la única renuncia, según denuncia el medio más influyente del panorama estudiantil universitario americano: "El lunes, la Universidad cambió el nombre de su "Oficina de Equidad, Diversidad, Inclusión y Pertenencia» a una renombrada «Comunidad y Vida en el Campus", con efecto inmediato. Adiós a la rebeldía", dice en un artículo de opinión del medio, Matteo Díaz, columnista en The Harvard Crimson.

La sensación es que desde el mundo educativo americano se hace un equilibrio entre mantener su independencia, no encender la mecha que haga estallar a los estudiantes contrarios a las políticas de Trump, y no perder las ayudas que el presidente americano ha prometido quitarles si no ceden. Sin las ayudas federales, la viabilidad de las universidades corre peligro. Eso lo sabe bien Columbia, en Nueva York, la universidad históricamente más rebelde del país. Hace doce meses allí, el 17 de abril de 2024, se instalaba el "campamento de la solidaridad con Gaza". Empezaron entonces las protestas, los palos, las detenciones de manifestantes que evocaban los años en el que en ese campus indócil se protestaba contra Vietnam o el Apartheid.

El 29 de abril de 2025, un año después, no queda nada de esa batalla en la piel de Columbia. Queda una garita donde diversos guardias obligan a pasar un código de barras para permitir el paso solo, nos informan, "del personal y estudiantes de la universidad". "Somos visitantes", informamos a los guardas. "No pueden pasar", responden. Simbólica imagen la de un campus no apto para visitas, decisión tomada en los tiempos del presidente Biden, en mayo de 2024, ante las algaradas constantes. Por la derecha y la izquierda, los campus americanos arden desde hace años y nadie ha sabido como apagar ese fuego. La nueva Casa Blanca parece dispuesta a aplicar una nueva terapía: meter más gasolina y que arda todo.

Foto: Protestas a lo largo de todo el país tras la decisión anunciada por Trump. (Reuters/Nicholas Pfosi)

Ante esa sensación de que la respuesta en los College es un "sálvese quien pueda", donde desde luego ni siquiera la poderosa Harvard ha sido capaz de doblegar la nueva Administración americana, empiezan a aparecer voces que apelan a la unidad. Especialmente eso sucede en las universidades públicas, más expuestas que las privadas a sucumbir si no ceden a las demandas de la Casa Blanca. La inmigración es allí uno de los retos. "Esta es una universidad multirracial. Se ha dado ya alguna directriz por si entran agentes a buscar a estudiantes inmigrantes. Por ahora hay calma, el ambiente es relajado, pero es un centro donde puede haber algún estudiante sin papeles y se está atento a qué pudieran entrar a detener alumnos", explica a este periódico Enrique Vaquerizo, un profesor visitante por un semestre de la City University de Nueva York (CUNY).

La CUNY tenía en 2022 a 14.403 estudiantes matriculados, con una mayoría de alumnos de origen latino, 4680, seguidos de asiáticos, 2990. Hay algunas reuniones y marchas en sus campus, pero todos tienen miedo a hablar y significarse, incluida la propia universidad que sabe que no son tiempos de ponerse el foco encima. A finales de abril algunos grupos de estudiantes convocaron una marcha clandestina de protesta contra las políticas de Trump. Entre sus alumnos hay personas en claro riesgo de expulsión.

¿Hay dentro de la CUNY alumnos indocumentados? "El sistema universitario de la Universidad Municipal de Nueva York provee que puedan asistir a nuestras clases personas indocumentadas", contesta a El Confidencial Angelo Cabrera, Director del Centro de Recursos e Investigación para Estudiantes Inmigrantes.

Foto: Protesta contra la injerencia del Gobierno federal en la Universidad de Harvard. (Reuters/Nicholas Pfosi) Opinión

El profesor trabaja por la inclusión y el desarrollo de una gran masa de alumnos de todo tipo de orígenes que acuden a esta universidad a estudiar. Admite que el miedo se ha contagiado por todas partes. Hay riesgo, real, y por eso aclara. "Yo he aceptado hablar con usted en nombre propio. No represento a la universidad sino a mí mismo". ¿Se siente amenazado? "Sí. Sólo por mencionar a la organización en la que trabajo podemos tener represalias y recortes de fondos. Yo puedo hablar como persona, pero no hablo como representante de la universidad. Eso podría afectar a mis estudiantes", reitera Cabrera.

¿Y el silencio de las universidades ahora no puede traer consecuencias peores a largo plazo? "Seguimos apoyando a nuestras comunidades, a las comunidades de posicionamiento, lo que no deberíamos hacerlo según las nuevas regulaciones. Más que entrar en confrontación, nosotros seguimos haciendo gestión y trabajo, y tenemos mecanismos para defendernos", responde.

Hay voces que hablan de hipocresía en la izquierda y el entorno del Partido Demócrata. Recuerdan que durante la anterior administración también se dieron en algunas facultades directrices y se penalizó a profesores por mantener su libertad de cátedra y no plegarse ante el ideario woke en temas de revisión histórica, racismo o género. Se trató, en todo caso, de actuaciones concretas sobre profesores concretos dentro de las universidades, pero no hubo ni señalamientos ni amenazas de recortes de fondos desde el Gobierno Federal.

¿Hubo caza de brujas en la universidad también antes de la administración Trump sobre profesores que tenían visiones diversas en temas de históricos, género, raciales…? "Parte de lo anterior es que buscábamos una inclusión más representativa de todas las comunidades que forman parte de la nación. Se buscaba una equidad", señala Cabrera. ¿Pero usted entiende que haya gente que crea que eso es una valoración suya ya que hubo profesores que daban sus clases como las daban siempre y se les indicó o penalizó por no cambiar el contenido? ¿Si hay libertad de cátedra no debería defenderse siempre? "Lo que se buscaba era una equidad y contar la historia que no se estaba contando. Se buscaba dar voz a la comunidad LGBT o a otras comunidades que estaban marginalizadas. Con Israel, por ejemplo, no se permite ninguna crítica, a lo que se han opuesto hasta comunidades judías. No había amenazas de recortar fondos", señala Cabrera.

Foto: El presidente ruso, Vladimir Putin, en la rueda de prensa ofrecida la madrugada del domingo. (Reuters)

Esa amenaza global de quitar exenciones fiscales y retirar ayudas, que flota sobre todo el mundo docente americano, ha generado esa desbandada inicial en la que la mayoría de centros educativos buscan no significarse para no verse afectados. Surgen iniciativas para cambiar eso. Dos profesores, Paul Boxer y Camden David, de la Universidad Pública Rutger, han lanzado un manifiesto de unión. Proponen un pacto de defensa mutua entre las escuelas del Big Ten, 18 grandes universidades predominantemente públicas que en conjunto matriculan a unos 600.000 estudiantes cada año. "Una infracción contra una universidad miembro, se considerará una infracción contra todas", dicen los docentes que se han inspirado en la OTAN para lanzar su acuerdo de cooperación. Todo muy a la moda de estos raros tiempos en los que hasta la Defensa Trasatlántica puede acabar siendo un eslogan del progresismo estadounidense.

Trump siente que está ganando la batalla de la educación, pero eso es puro trumpismo, escenificar el triunfo ante cualquiera de sus iniciativas. "El lugar es un caos liberal, que permite a cierto grupo de locos enloquecidos entrar y salir de las aulas y vomitar FALSA IRA Y ODIO. ¡Es verdaderamente horrible! Ahora, desde que empezaron nuestras denuncias, actúan como si todos fueran 'American Apple Pie (inocentes)", ha escrito en sus redes sociales sobre Harvard.

Efectivamente, la universidad estadounidense de hoy no es la de 2024 ni la de 1968. La unidad de respuesta de los diversos College está aún lejos de ser una realidad. Hay mucho en juego, para unos y para otros, que saben que en la educación está la gran batalla del pensamiento crítico. "La libertad sin educación es siempre un peligro; la educación sin libertad resulta vana", dijo John F Kennedy.

No hay mayo del 68 en la universidad en Estados Unidos. No lo hay, por ahora, ni en los centros educativos ni en las calles. Hoy son otros tiempos, otra estética, otra causa. El another brick in the wall de Pink Floyd se tararea con una kufiya (pañuelo palestino). Eso ha facilitado el totum revolutum de una olla a presión a punto de estallar donde la Casa Blanca mezcla el wokismo, el apoyo a terroristas y la inmigración ilegal. La escuela no es escuela, según ellos, es cantera de todos esos virus, y el trumpismo ha entrado con bisturí a sajar heridas.

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