Putin prepara el Día de la Victoria perfecto. Ucrania tiene la oportunidad de oro para estropeárselo
Putin conmemora en un gran evento el final de la Segunda Guerra Mundial rodeado de aliados y bajo la amenaza de los drones ucranianos
El rumor ha corrido más rápido que los tanques que desfilarán mañana en la plaza Roja de Moscú. Rusia celebra el Día de la Victoria. El 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, con el mayor apoyo al Kremlin desde que comenzó la invasión. Y un runrún que ya no suena, solo, a provocación: ¿se atreverá Kiev a atacar?
El evento de Putin es un termómetro del estado de la guerra. Para bien y para mal. Y esta vez, la simple duda sobre un posible ataque ucraniano revela que las cosas han cambiado. El viernes 9 de mayo es el día y por primera vez desde 2022, se habla más de lo que podría hacer Ucrania, que dé la enésima llamada de Putin a la conquista para conmemorar el pasado.
Quizás por eso, el Kremlin ha propuesto una tregua. La segunda en tres semanas. O quizá porque, a diferencia de los escasos nueve jefes de Estado que viajaron a la capital rusa en 2024, este año se esperan casi 30. Entre ellos, el presidente chino Xi Jinping, el venezolano Nicolás Maduro, el brasileño Lula da Silva y el esloveno Robert Fico. India se cae a última hora por su conflicto con Pakistán.
Kiev, mientras tanto, ha rechazado la propuesta.
"Nuestra postura es muy sencilla para todos los países que viajen a Rusia: no podemos hacernos responsables de lo que ocurra en el territorio de la Federación Rusa. Ellos son responsables de su seguridad", ha declarado Volodímir Zelenski. "Matan hasta el día 7, hacen una pausa de un par de días placenteros y el día 11 vuelven a atacar".
El Kremlin ha insistido durante la semana que sus soldados respetaran la tregua. Su última experiencia no ayuda a creerlo. El pasado 19-20 de abril, Putin autoproclamó –sin acuerdo previo con Ucrania— la primera pausa de esta guerra: día y medio para celebrar el Domingo de Resurrección. A regañadientes, Ucrania aceptó. No podía negarse "a la paz" en plena negociación con Trump. Los incumplimientos rusos en gran parte del frente dejaron claro que nunca fue real.
"Quizás sea el mayor error de este hijo de puta", decía Ihor, oficial de la 115 brigada en el frente del Donbás, sobre los ataques aquel día. "Todo el mundo ha visto que, cuando él decide parar, se terminan los disparos".
Y ahora, ¿qué debería hacer Kiev?
Aquí empiezan las dudas. El avispero del miedo que agita Ucrania es útil como amenaza, pero cruzar la línea podría ser un error. Un ataque contra líderes internacionales podría ofrecer a países como China la excusa perfecta para apoyar abiertamente a Putin, en lugar de hacerlo en la sombra mientras cuida sus lazos con Occidente. También podría reforzar la imagen del propio Putin dentro del país. Un ataque durante en plena tregua, durante el día más sagrado del relato bélico ruso contra el nazismo. El cóctel perfecto para su propaganda.
El historiador Sergey Radchenko, experto en la Guerra Fría, así lo cree: "Estos ataques sostienen la narrativa interna de que Rusia está ‘bajo ataque’ en una guerra existencial".
We tend to think that it helps Ukraine's cause to have Putin "embarrassed" by his inability to defend Russia. In fact, attacks such as these help him sustain the domestic narrative that Russia is "under attack" in an existential war. Just a thought.
— Sergey Radchenko (@DrRadchenko) April 30, 2025
Al mismo tiempo, es innegable que revelaría la debilidad de un estado ruso exhausto en el campo de batalla, con una economía tambaleándose e incapaz de proteger sus fronteras en Kursk, Belgorod y, de ser el caso, la capital. Esa fragilidad se ha hecho evidente esta semana, con tres días consecutivos de ataques ucranianos sobre Moscú que han forzado el cierre de aeropuertos y retrasos de miles de viajeros.
La tensión y cautela han obligado a reforzar el corazón de Moscú. En mayo de 2023, dos drones —probablemente ucranianos, según la inteligencia estadounidense— ya golpearon la bandera rusa en la cúpula del Kremlin. Y en estos dos años, las capacidades ucranianas se han multiplicado con ataques semanales a depósitos de munición, refinerías de petróleo y bases aéreas. Para garantizar la seguridad de los asistentes, Rusia ha movilizado decenas de unidades antiaéreas por toda la región, incluido el centro de la ciudad. Otro motivo más para descartar que Kiev realice un ataque de cierta envergadura.
"Puede que haya ataques ucranianos contra otras regiones, pero no contra Moscú", reconoce un alto representante de las fuerzas de defensa ucranianas, bajo anonimato, al Washington Post. "Han desplazado todos los sistemas de defensa aérea (…) incluso si hubiera un intento, no tendrá éxito".
Por si acaso, las autoridades rusas han prohibido a los vecinos el uso de fuegos artificiales bajo amenaza multa. Y han comenzado las restricciones de la red móvil e internet. En otras regiones como Krasnodar o Crimea ni siquiera habrá celebración. La península, por ejemplo, lleva tres años sin desfiles. El último, en mayo de 2022, se celebró durante el tercer mes de la invasión.
Propaganda, Trump o estrategia
Las alternativas a este posible ataque – más propagandístico que eficaz—son escasas. Básicamente, dos. Aprovechar los huecos que deja la defensa al movilizar equipos a Moscú para destruir objetivos de alto valor. O la opción impensable de respaldar el alto al fuego, que algunos creen, contentaría a Washington.
Tras la reunión del Vaticano, las críticas de la Casa Blanca hacia Kiev parecen haberse moderado. Aún no hay un giro claro sobre su postura. Al acuerdo sobre minerales y tierras raras firmado la semana pasada le ha seguido la primera venta de armamento desde que regresó al poder, además del compromiso de enviar una batería Patriot desde Israel. Aun así, el futuro del apoyo estadounidense es incierto y Trump sigue enviando mensajes contradictorios.
"Putin no quiere la paz. Quiere toda Ucrania", dijo en una entrevista con NBC News el 4 de mayo. Para, un día después, calificar la propuesta rusa de alto el fuego como "bastante razonable", por las diferencias con las que empezaron las negociaciones.
Pase lo que pase, el debate alrededor de esta fecha tan señalada en Rusia ya supone un cambio de paradigma. En mayo de 2022, con el frente del Donbás estabilizándose tras la retirada rusa de Kiev, y con las tropas de la ‘Z’ bombardeando Bakhmut desde la distancia, el miedo era otro: qué haría el Kremlin el 9 de mayo.
Un año después, el sacrificio de decenas de miles de soldados y mercenarios de Wagner le permitió a Putin conquistar aquella simbólica ciudad, tal como le había prometido Yevgueni Prigozhin. Aunque llegó con semanas de retraso. Para 2024, el objetivo fue otro: la toma de Chasiv Yar, un pueblo de 12.000 habitantes a tan solo 10 kilómetros de Bajmut. Los combates continúan hoy, 365 días después, a las afueras de este enclave.
Esa es la realidad del lento y costoso avance ruso, pero también de cómo las ambiciones territoriales del Kremlin, tan aireadas a la prensa, están ahora supeditadas a las amenazas ucranianas. Chantajes que, como en su día las de Putin, probablemente, tampoco se cumplirán. Bien por la dificultad ejecutarlas o bien por la 'prudencia' y acuerdos entre bambalinas que se repiten desde 2022.
Los ataques rusos durante las visitas de los líderes occidentales son una constante, aunque nunca han causado incidentes diplomáticos graves. En marzo de 2022, un misil alcanzó un bloque de viviendas horas antes de la llegada de los primeros ministros de Polonia, República Checa y Eslovenia. Un mes más tarde, dos Kalibr alcanzaron un barrio del capital tras la rueda de prensa entre António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, y Volodímir Zelenski. Ese mismo mayo, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, tuvo que refugiarse por un ataque ruso que terminó golpeando el puerto de Odesa.
La excepción fue Joe Biden. Para su única visita a Kiev, Washington y Moscú compartieron información del viaje y no hubo ataques sobre la capital. El riesgo político era demasiado alto. Algo similar podría ocurrir con Xi Jinping, la figura más relevante que visita Rusia esta semana.
Aun así, una excepción rozó la tragedia. Un misil cayó a poco más de cien metros de Zelenski y Kyriakos Mitsotakis, primer ministro griego, en marzo de 2024. El ataque mató a cinco personas y fue un recordatorio de que, en la guerra, como en el clima, nada puede darse por sentado, por más que Rusia aspire a tenerlo bajo control.
El viernes, por ejemplo, parece que no lloverá en Moscú. Pronostican sol y algunas nubes. Pero el Kremlin, desde los tiempos de Stalin, sabe cómo despejar el cielo: hielo seco, aviones y una técnica heredada de la URSS para evitar tormentas en los días importantes. La estrategia ucraniana probablemente no aguará la fiesta pero obligará a Putin y sus invitados a levantar los ojos, aunque no llueva ni vuele un solo dron.
El rumor ha corrido más rápido que los tanques que desfilarán mañana en la plaza Roja de Moscú. Rusia celebra el Día de la Victoria. El 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, con el mayor apoyo al Kremlin desde que comenzó la invasión. Y un runrún que ya no suena, solo, a provocación: ¿se atreverá Kiev a atacar?