Ni Juan Pablo ni Nicolás: estos son los nombres más usados por los papas y detrás de cada uno hay una explicación
La votación, que puede durar incluso varios días, sigue un proceso que finaliza con una decisión gran decisión: el nombre del nuevo Pontífice
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Este miércoles comienza el cónclave en el Vaticano, una de las ceremonias más solemnes y reservadas de la Iglesia católica. Un total de 133 cardenales están llamados a encerrarse en la Capilla Sixtina para elegir al nuevo Papa, sucesor de Francisco. La votación, que puede durar varios días, sigue un ritual que apenas ha cambiado en siglos y que culmina con una decisión que da la vuelta al mundo: el nombre del nuevo Pontífice.
El nombre no es una elección aleatoria. De hecho, es el primer gesto simbólico del nuevo Papa. Nada más aceptar su elección, se le pregunta: "¿Cómo queréis que os llamen?". La respuesta suele decir mucho sobre sus intenciones, su admiración por figuras del pasado o su visión para el futuro. Y aunque muchos recuerdan a Juan Pablo o a Francisco por ser recientes, los nombres más repetidos no están entre los más contemporáneos: Pío, Gregorio, Juan, Benedicto, Inocencio, León y Clemente lideran esa lista, cada uno con un peso histórico detrás.
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El origen de esta costumbre se remonta a los inicios del cristianismo, cuando Jesús cambió el nombre de Simón por el de Pedro, símbolo de una nueva misión. Desde entonces, salvo rarísimas excepciones, todos los Papas han optado por adoptar un nuevo nombre. La decisión se comunica de inmediato al mundo con el ya célebre “Habemus Papam”, desde el balcón de la basílica de San Pedro, seguido del nombre elegido, normalmente acompañado de un número si ya ha sido usado antes.
Algunos nombres son elegidos en honor a santos. Así lo hizo Pablo VI, quien explicó que se identificaba con san Pablo por ser un incansable evangelizador y un apóstol del amor a Cristo. Otros nombres buscan establecer una continuidad con pontífices anteriores. Es lo que hizo Benedicto XVI, que quiso rendir homenaje a Benedicto XV, Papa durante la Primera Guerra Mundial, y también al fundador del monacato occidental, san Benito de Nursia.
Francisco: la gran novedad de los últimos tiempos
En 2013, Jorge Mario Bergoglio sorprendió al mundo al escoger un nombre jamás usado antes: Francisco. Su elección no fue casual. En palabras del propio Pontífice, lo hizo pensando en “el hombre de la paz, de la pobreza, de la creación”, en clara referencia a san Francisco de Asís. Fue una manera de señalar, desde el primer momento, que su papado estaría centrado en una Iglesia cercana a los pobres, volcada en el cuidado del planeta y abierta a nuevos caminos.
La elección del nombre también puede marcar rupturas. Juan Pablo I fue el primero en combinar dos nombres, un gesto inédito en la historia del papado. En su breve pontificado explicó que lo hacía en homenaje a sus dos predecesores inmediatos, Juan XXIII y Pablo VI. Su sucesor, Juan Pablo II, decidió conservar esa doble denominación, reafirmando su voluntad de continuar ese legado.
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Cada Papa sabe que el nombre que escoja será recordado por siglos. Gregorio, por ejemplo, remite a Gregorio I, el papa que reformó la liturgia e impulsó la música sacra, con los célebres cantos gregorianos. León evoca al gran defensor de la Iglesia frente a los hunos en el siglo V. Y Pío, uno de los más usados en los siglos XVIII y XIX, simboliza una época de defensa férrea de la ortodoxia católica frente a los desafíos del mundo moderno.
Inocencio fue un nombre popular durante la Edad Media, con papas que reforzaron el poder del papado frente a reyes y emperadores. Clemente, por su parte, fue adoptado por varios pontífices que buscaban transmitir un mensaje de reconciliación y templanza. Y Benedicto ha servido para reivindicar tanto la paz como la tradición monástica.
Aunque otros como Nicolás o Esteban han sido usados por papas del pasado, lo cierto es que no han tenido una popularidad sostenida. Nicolás fue elegido por cinco pontífices, pero su uso se detuvo hace siglos. Esteban, aunque estuvo presente en los primeros siglos del cristianismo, cayó en desuso, posiblemente por asociaciones con momentos turbulentos de la historia papal.
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Este miércoles comienza el cónclave en el Vaticano, una de las ceremonias más solemnes y reservadas de la Iglesia católica. Un total de 133 cardenales están llamados a encerrarse en la Capilla Sixtina para elegir al nuevo Papa, sucesor de Francisco. La votación, que puede durar varios días, sigue un ritual que apenas ha cambiado en siglos y que culmina con una decisión que da la vuelta al mundo: el nombre del nuevo Pontífice.