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Secreto absoluto o excomunión inmediata: la Santa Sede se blinda en vísperas del cónclave
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Evitar que el voto sea influenciado

Secreto absoluto o excomunión inmediata: la Santa Sede se blinda en vísperas del cónclave

Ventanas selladas, cristales oscurecidos, inhibidores de móviles:el cónclave arrancará entre fuertes medidas de seguridad para tratar de garantizar que nada de los que ocurra en la Capilla Sixtina pueda filtrarse al exterior

Foto: Preparativos del cónclave papal en el Vaticano. (Oliver Weiken)
Preparativos del cónclave papal en el Vaticano. (Oliver Weiken)

"Prometo y juro observar secreto absoluto con todo aquel que no forme parte del colegio de los cardenales electores, y a perpetuidad, sobre todo aquello que esté relacionado directa o indirectamente con las votaciones y los escrutinios para la elección del sumo pontífice". Ese es el juramento que ayer, en un acto privado en la Capilla Paulina del Vaticano, sin periodistas ni cámaras de televisión, fueron pronunciando uno a uno, algunos médicos, enfermeros, ascensoristas, responsables del servicio de comedor, monjas, limpiadores, encargados del transporte…

Un voto de silencio que también ha jurado respetar el secretario del colegio cardenalicio, el maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, los ceremonieros pontificios, la persona elegida por el cardenal que presidirá el cónclave (léase Pietro Parolin) para que le asista en sus funciones, los religiosos adscritos a la Sacristía Pontificia, los sacerdotes de varias lenguas que estarán disponibles para confesiones, el coronel y un mayor de la Guardia Suiza, el director de los servicios de seguridad del Vaticano y algunos de sus colaboradores.

Se trata en total de unas 50 personas. Ninguna de ellas tomará parte en las votaciones que a partir de mañana mismo se llevarán a cabo en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor de Francisco, pero son necesarias para garantizar el buen desarrollo del cónclave. Ese medio centenar de funcionarios vaticanos se ha comprometido a no revelar absolutamente nada de lo que oiga o vea en los próximos días, ni siquiera a sus familiares más estrechos. Si alguno osara violar ese juramento, será inmediatamente excomulgado.

El secreto es uno de los pilares fundamentales de un cónclave. Por ese motivo, en la residencia Santa Marta (donde se alojarán los 133 cardenales electores), las ventanas que dan al exterior del Vaticano han sido todas ellas debidamente selladas, para evitar que puedan abrirse y que algún indiscreto escuche una conversación que no debe. Además, todas las ventanas de aquellas estancias del Palacio Apostólico por las que pasaran los cardenales al ir o regresar de la Capilla Sixtina han sido oscurecidas para impedir que desde fuera algún curioso pueda ver algo. Y hoy, víspera del inicio del cónclave, se clausurarán con unos 80 precintos de plomo todos los accesos a la zona del cónclave, para asegurar que nadie que no esté autorizado pueda entrar.

Foto: Michael Czerny. (Reuters/Hannah McKay)

Por si acaso, el Vaticano llevará a cabo barridos ambientales que tendrán como objetivo identificar posibles dispositivos de espionaje presentes en el Vaticano. Además, durante la elección del nuevo papa se utilizarán bloqueadores de señales que inhibirán los teléfonos celulares y posibles micrófonos ocultos. Todo el Vaticano, y en particular la Capilla Sixtina, se convertirán en una especie de búnker digital, impenetrable a cualquier intento de intrusión físico o electrónico. Los cardenales, por supuesto, estarán asimismo obligados a mantener el más estricto secreto sobre todo lo que suceda en la Capilla Sixtina.

A riesgo de ser inmediatamente excomulgados también ellos si violasen ese juramento. Para mantener la confidencialidad, y garantizar también que su voto no se verá influenciado por presiones externas, tendrán estrictamente prohibido tener contacto con el exterior durante la duración del cónclave. No podrán realizar llamadas telefónicas, no podrán hacer uso de sus móviles, no podrán utilizar internet, no podrán mandar ni recibir correo, no podrán leer periódicos ni mantener ninguna comunicación con nadie que no forme parte del cónclave.

Solo ante "gravísimas y urgentísimas razones", según consta en el artículo 56 de la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis (la norma de la Santa Sede que regula la sede vacante y la elección del nuevo pontífice), se permitirá que alguno de los cardenales electores pueda comunicarse con alguien del otro lado de la muralla vaticana.

Y ojo, que la prohibición de hablar de lo que suceda en el cónclave no se limita solo a la duración del mismo: "Ordeno a los cardenales electores conservar el secreto sobre estas cosas después también de la elección del nuevo pontífice", dejó escrito Juan Pablo II. Sin embargo, en los últimos años es evidente que hay quien se ha ido de la lengua y ha violado el voto de silencio, porque ha trascendido con absoluta precisión lo ocurrido en varios de los últimos cónclaves, incluido aquel en el que en 2013 salió elegido pontífice Bergoglio o el que en 2005 hizo papa a Joseph Ratzinger.

En el Vaticano ya está todo listo para que el miércoles arranque el cónclave que designará al 267º sucesor de san Pedro. La Capilla Sixtina, que cada año visitan casi siete millones de personas y que es una importante fuente de ingresos para las maltrechas arcas de la Santa Sede, cerró el pasado miércoles 30 de abril sus puertas al público para llevar a cabo los trabajos necesarios para la elección del nuevo papa.

El suelo de la capilla, por ejemplo, se ha elevado 70 centímetros para salvar los escalones que conducen al altar y evitar así que algún cardenal se pueda romper la crisma al acudir a depositar su papeleta. Los cardenales votarán alzando la mirada al Jesús del Juicio Final de Miguel Ángel y recitando la fórmula: "Llamo como testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, que mi voto lo doy a aquel que, según Dios, considero que deba ser elegido". Ya han sido instaladas las dos estufas en las que se quemarán las papeletas después de cada votación, cuyo humo anunciarán al mundo si hay o no nuevo pontífice. Las papeletas se quemarán con perclorato de potasio, antraceno y azufre si no hay papa y la fumata es negra; con clorato de potasio, lactosa y resina si hay papa y la fumata es blanca.

Cuando alguien consiga los al menos 89 votos necesarios para ser elegido papa, el decano del colegio cardenalicio le hará la fatídica pregunta, en latín, aún hoy la lengua oficial de la Iglesia: ¿Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem? (Aceptas tu elección, llevada a cabo canónicamente, a sumo pontífice). Y si el elegido responde que sí, inmediatamente deberá responder a la siguiente cuestión: ¿Con qué nombre quieres ser llamado? El nombre que elija hará las veces de programa de gobierno, proporcionando bastante información sobre lo que cabe esperar de su pontificado.

Foto: El papa Francisco en el Vaticano, el 9 de mayo de 2024. (Reuters/Riccardo Antimiani)
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A continuación, el papa se encerrará en la sacristía de la Capilla Sixtina, popularmente conocida como 'la estancia de las lágrimas'. El nombre hace alusión a los numerosos pontífices que allí han roto a llorar ante el vértigo de tener que llevar a partir de ese momento las riendas de la Iglesia. Fue allí donde el 19 de abril de 2005, al ser elegido papa, Benedicto XVI dijo sentirse como si acabaran de pasarle por la guillotina. Fue allí donde en 1958 Juan XXIII no pudo evitar ponerse a sollozar.

En la estancia de las lágrimas, el nuevo pontífice se vestirá por primera vez con la sotana blanca típica de los papas. Típica desde 1566, cuando el teólogo y predicador dominico Antonio Ghsilieri fue elegido papa y decidió adoptar el nombre de Pío V y mantener el hábito blanco de su orden, una decisión que sus sucesores mantuvieron después hasta convertirla en tradición. Al nuevo papa le estarán esperando sotanas blancas de tres tallas diferentes, para evitar que se pueda repetir lo que le pasó a Juan XXIII quien, bajito y corpulento, no entraba en la sotana de su antecesor, el muy delgado Pío XII, y tuvieron que descoser a toda prisa el hábito y sujetarlo con imperdibles.

Cuando tras el tradicionalHabemus Papamel sucesor de Francisco se asome al balcón central de la Basílica de San Pedro para presentarse ante el mundo, solo con cómo vaya vestido tendremos valiosas pistas de por dónde pueden ir los tiros de su pontificado. Francisco, por ejemplo, fue el primer papa en la historia en presentarse luciendo solo la sotana blanca, sin llevar el manto ni el palio papales, y calzado con sus viejos zapatos negros. De hecho, cuando el maestro del ceremonial pontificio intentó que se pusiera los zapatos de piel roja tradicionales de los papás, Bergoglio lo rechazó cortante: "El carnaval ha terminado, mejor llevo mis zapatos".

Y no solo eso: Francisco también rompió todos los esquemas con las primeras palabras que pronunció desde el balcón de la plaza San Pedro: "Buona sera", dijo al presentarse. El nuevo papa puede optar por seguir el camino trazado por Francisco o volver a la tradición precedente. La respuesta la sabremos en cuestión de días.

"Prometo y juro observar secreto absoluto con todo aquel que no forme parte del colegio de los cardenales electores, y a perpetuidad, sobre todo aquello que esté relacionado directa o indirectamente con las votaciones y los escrutinios para la elección del sumo pontífice". Ese es el juramento que ayer, en un acto privado en la Capilla Paulina del Vaticano, sin periodistas ni cámaras de televisión, fueron pronunciando uno a uno, algunos médicos, enfermeros, ascensoristas, responsables del servicio de comedor, monjas, limpiadores, encargados del transporte…

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