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Una noche cazando drones kamizake rusos en el frente de Ucrania
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Aparecieron por primera vez en otoño de 2022

Una noche cazando drones kamizake rusos en el frente de Ucrania

Rusia multiplica el uso de drones de largo alcance desde que comenzaron las conversaciones de paz

Foto: El equipo de la brigada 115, en una misión de derribo de drones Saheds rusos. (Fermín Torrano)
El equipo de la brigada 115, en una misión de derribo de drones Saheds rusos. (Fermín Torrano)
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Cuando Boris apaga las luces del vehículo, la guerra se vuelve oscura. La ametralladora desaparece, los soldados desaparecen. La tenue luz de las estrellas apenas dibuja siluetas sobre un puente. Son militares ucranianos, invisibles bajo un cielo despejado. El día se acaba, pero la misión está a punto de comenzar: esta noche toca cazar drones kamikazes rusos en el este de Ucrania.

El viento obliga a cerrarse los abrigos en este punto huérfano del frente de Donetsk. Los frontales rojos son la única luz. Compañeros del radar, oídos finos y un instinto forjado a base de noches en vela, guían a este grupo de hombres en su lucha contra un enemigo que acecha desde el cielo. En el último mes, derribaron siete.

El pitido de la radio interrumpe el debate sobre si son muchos o pocos.

"¡Atento, tenemos trabajo!", grita Iván, comandante de la batería antiaérea. "Hay un Zala en esta dirección. Vamos a intentar derribarlo".

placeholder Los soldados ucranianos de la brigada 115, patrullando los cielos. (Fermín Torrano)
Los soldados ucranianos de la brigada 115, patrullando los cielos. (Fermín Torrano)

Y entonces, las sombras se aceleran, el crujido de las piedras delata pasos rápidos y un tirador salta a la caja de una pick-up modificada. Le han arrancado los costados y el portón trasero para montar un asiento giratorio. Dos pedales sirven para disparar la ametralladora del calibre 14,5 mm. No es tan diferente a un simulador de carreras de cualquier recreativo, salvo que a la altura de los ojos, una pantalla con visor térmico facilita la caza de blancos en el cielo.

Su alcance permite tumbar objetivos a dos kilómetros y medio de distancia en el aire, algo más si apunta a tierra. Y el Zala es un dron de vigilancia que vuelta alto. Por eso, la mejor opción es llenar el cielo de fuego.

Foto: Soldados ucranianos en el frente de Donetsk (Reuters/Anatolii Stepanov)

A unos pocos metros de distancia, otro soldado ilumina el objetivo con un láser azul, fijando la trayectoria. Las balas persiguen el rastro de luz. Un haz amarillo rasga la noche. Pá-pá-pa-pá-pá-pá-pá. La ametralladora queda cubierta por una gran nube naranja. Las vainas vacías rebotan contra el asfalto. El silencio apenas sobrevive entre los disparos. La violencia atrapa. Hay algo hipnótico en el estallido. Tanto, que parece alargarse en el tiempo, aunque dure 24 segundos escasos.

"¡Moveos!", grita Ihor. "Rápido, rápido, tenemos que cambiar de posición".

Algunos soldados saltan a la furgoneta, otros corren hacia un todoterreno. Parece que no ha habido éxito, porque no hay gritos ni celebraciones. Tampoco hay tiempo para pensarlo. Su servicio a la defensa del país siempre es un regalo para las tropas de Moscú. Acierten o fallen, después de abrir fuego, se convierten en un objetivo fácil de alcanzar. Hay que abandonar la posición sin demora.

placeholder Secuencia del disparo en la 'pick-up'  (F. T.)
Secuencia del disparo en la 'pick-up' (F. T.)

Una amenaza creciente

La noche no se detiene. Los soldados se unen a otra batería con ametralladoras de calibre más alto: 23,5. El propósito, cazar shaheds. Estos drones kamikaze aparecieron por primera vez en otoño de 2022. De origen iraní y más de 3 metros de altura, se han convertido en una de las grandes pesadillas de Kiev. No tanto por su poder destructivo, sino por su capacidad para saturar las defensas antiaéreas cuando Rusia lanza decenas a la vez. Todo se complica más cuando los combinan con misiles balísticos.

"Lo verdaderamente difícil es adaptarse al cambio de velocidad. Si fuera constante podríamos preparar el punto de derribo y disparar un poco antes para asegurar el blanco", reconoce Volodia, al mando de esta segunda batería de la brigada 115. "Pero no es tan sencillo".

Las aeronaves cambian de dirección y velocidad durante el vuelo, dificultando su derribo. El modelo fabricado por el Kremlin en territorio ruso vuela a 200 kilómetros por hora. Pero hay una nueva versión iraní –la 238— que Moscú pretende producir y triplicaría su velocidad punta, dificultando sobremanera el trabajo de hombres como estos.

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El militar enseña la munición utilizada. (F. T.)

"Rusia redobla su apuesta por los Shahed", alertó este abril el International Institute for Strategic Studies, un think tank con base en Londres. Si en septiembre de 2023 Moscú lanzó 500 aeronaves contra el territorio ucraniano, en marzo de 2025 fueron más de 4.000.

Y los números no dejan de crecer.

A la producción interna, se le suma otra clave: Rusia equipa los drones con motores y sistemas de navegación comprados en China, sorteando las sanciones internacionales. Este respaldo de Pekín al Kremlin ha sido fuertemente señalado por el presidente ucraniano Volodímir Zelenski. Un nuevo argumento apelando a un enemigo común, para intentar recuperar el favor de Donald Trump.

Foto: Soldados ucranianos en el frente de Pokrovsk, el 3 de marzo. (Reuters)

"Nuestra prioridad es la defensa antiaérea", escribió Zelenski el pasado viernes. Ucrania está sufriendo ataques sobre ciudades, causando importantes bajas civiles. Sumy, Krivyi Rih, Járkiv. Más de centenar de muertos en apenas unas semanas.

Kiev necesita urgentemente lanzadores y misiles Patriots. Diez, según el propio presidente ucraniano. Y presiona para comprar sistemas estadounidenses por 15.000 millones de dólares. En caso de no conseguirlos, tendrá que recurrir a baterías de defensa aérea europeas, que necesitan mejorar sus radares para ser efectivos frente a la amenaza rusa.

"Los Samp-T no tienen la misma experiencia de combate, y por lo tanto para llegar a ser igual de útiles en el campo de batalla, se necesitarán décadas de perfeccionamiento", explica George Barros, jefe del equipo de Rusia y GEOINT del Instituto para el Estudio de la guerra, a El Confidencial. "No hay alternativa europea equivalente al Patriot".

placeholder Montados antes de disparar. (F. T.)
Montados antes de disparar. (F. T.)

Por eso son, junto con los aviones, las herramientas utilizadas por Ucrania para contrarrestar las amenazas más peligrosas, mientras que las unidades móviles antiaéreas, como esta, se encargan de interceptar drones.

"Cada uno mejora como puede. Los rusos lo hacen cambiando la ubicación del fuselaje, utilizando nuevos propulsores o pintando los Shahed de negro", explica Volodia. "Nosotros nos adaptamos también. Desde hace varias semanas, por ejemplo, tenemos un visor térmico instalado en la ametralladora".

Esta tecnología no solo permite la detección a dos o tres kilómetros de distancia, también vuelve inútil la ventaja del camuflaje y facilita el disparo en las zonas críticas: motor, sistema electrónico y el tanque de gasolina. Hasta su implementación, las unidades ucranianas utilizaban visores nocturnos convencionales que apenas les permitían ver a 1.000 metros y que, además, sufrían rápidas pérdidas de batería por el frío. El éxito se dividía entre azar y pericia.

"Era casi imposible cazarlos", reconoce Iván mostrando el funcionamiento de la pantalla térmica. En un campo de batalla tan cambiante, las tácticas también evolucionan. A medida que Kiev encuentra respuestas, Rusia prueba nuevas estrategias como lanzar ahora más señuelos, utilizar tarjetas SIM de operadores ucranianos para cambiar la ruta tras cruzar la frontera y equipar los drones con sistemas de guerra electrónica para confundir a los interceptores.

Un nuevo susto

"¡Refugio, refugio!". "¡Repito, refugio, refugio!".

La radio interrumpe la conversación. "Parece que hay una KAB [bomba de precisión rusa] en esta dirección", adelanta Volodia. "Pero no es para nosotros. Nos avisaría el sistema".

Confiado, levanta la cabeza con un ruido que corta el aire. El horizonte no tarda en iluminarse con una enorme bola de luz. Un segundo fogonazo despierta la noche de nuevo. "1-2-3-4-5-6…", se escucha en la oscuridad. Una fuerte explosión vuelve a dejar al grupo en silencio.

–¡Quince! Son quince segundos— grita un soldado, apodado Mer.

–¿Y eso qué significa?

–Que ha caído a 5 o 6 kilómetros de nosotros.

El cálculo es sencillo: si el sonido viaja a unos 320 metros por segundo en las condiciones climatológicas adecuadas, como esta noche, basta con multiplicar la velocidad por el tiempo que pasa entre el resplandor y la detonación.

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Foto. Fermín Torrano.

"Tarde o temprano, estas batallas serán puramente aéreas", opina Volodia, que atendía partos hasta el inicio de la invasión a gran escala. "Ya tenemos drones antiaéreos que son efectivos, pero más caros. Ganará la guerra el que mejor invierta y nosotros sabemos pelear con menos".

Cuando Boris apaga las luces del vehículo, la guerra se vuelve oscura. La ametralladora desaparece, los soldados desaparecen. La tenue luz de las estrellas apenas dibuja siluetas sobre un puente. Son militares ucranianos, invisibles bajo un cielo despejado. El día se acaba, pero la misión está a punto de comenzar: esta noche toca cazar drones kamikazes rusos en el este de Ucrania.

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