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Desmontando a Bukele: "El éxito del caudillo de hoy es convencernos de que la democracia falló"
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Desmontando a Bukele: "El éxito del caudillo de hoy es convencernos de que la democracia falló"

El periodista salvadoreño Óscar Martínez denuncia cómo, según él, su país ha pasado de ser una fábrica de cadáveres a ser una fábrica de presos en manos de un amado 'dictador'

Foto: Óscar Martínez. (J. B.)
Óscar Martínez. (J. B.)
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El pequeño estado de El Salvador es famoso mediáticamente por fabricar dos cosas: cadáveres y presos. Lo primero es su pasado; lo segundo es ¿su futuro? El presidente Donald Trump, en el marco de su guerra comercial, ha conseguido exportar un producto, los inmigrantes ilegales, a El Salvador. Su mandatario, Nayib Bukele, es una celebridad global. ¿Pero quién es realmente Bukele y cuáles son sus políticas?

El periodista salvadoreño Óscar Martínez concede una entrevista a El Confidencial para dar su versión en el Instituto Cervantes de Nueva York, donde esa tarde interviene en una charla sobre las relaciones entre EEUU y Centroamérica. Es la voz de un periodista que lleva años trabajando entre las catacumbas de El Salvador. Se ha jugado la vida por denunciar crímenes y corruptelas. Y ahora se enfrenta a un gigante que, él cree, le acabará metiendo preso.

PREGUNTA. Quiero empezar esta entrevista contándote una anécdota. Hace tres días fui a comer a un restaurante chino aquí en Manhattan. El camarero, Marlon, un compatriota tuyo, al saber que yo había estado en El Salvador entre 2015 y 2017 (años en que el país encabezó la lista de más homicidios en el mundo), me dijo: "Vuelva ahora a mí país. Yo llevaba 15 años sin ir al Salvador y fui el año pasado y está muy bonito". ¿Está muy bonito ahora El Salvador?

RESPUESTA. Mira, en El Salvador ahora mismo es posible caminar en las calles, es posible entrar a barrios de pandillas donde antes era imposible entrar. Esto es en gran medida porque Bukele acabó con las pandillas. Eso es un hecho. Quien lo quiera negar, está ocupando una posición demagógica, pero no real. La cuestión es, ¿a qué precio?

Foto: El presidente estadounidense, Donald Trump, y el presidente salvadoreño, Nayib Bukele durante su último encuentro en la Casa Blanca. (Reuters/Kevin Lamarque)

P. ¿Y cuál es ese precio?

R. En El Salvador hay un gobierno y un señor que controla todo, no hay un estado. Llevamos tres años bajo un régimen de excepción que ha encarcelado a uno de cada 57 salvadoreños sin debido proceso. La gran mayoría no han visto un juez. Hay más de 350 personas desde que se inició ese régimen que han salido cadáver de las cárceles. Un 9% de los hombres de entre 25 y 29 años están encarcelados. Es decir, ¿El Salvador es seguro para quien vaya de turista y quiere ir a las playas? Sí lo es, mucho más que cuando había pandillas. Pero hay mucha gente pudriéndose en las cárceles de Bukele sin tener ningún antecedente criminal.

P. Eso no ha tenido un coste democrático para él. Bukele tiene un apoyo masivo, así que entiendo que la gente prefiere arriesgarse a perder la libertad a manos del estado y poder salir a la calle más seguros.

R. Había barrios completos donde el control de las pandillas era absoluto. Había fiscales que buscaban a los muertos con 500 casos sobre su escritorio. Había una corrupción rampante de ARENA y el FMLN, los dos grandes partidos de la posguerra, que se robaron todo lo que pudieron en el país. Y Bukele, que proviene del FMLN, se convierte en un publicista que supo venderse como un outsider.

La gente no defendía la democracia porque no lo conocía. Cuando Bukele acabó con la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, la gente no sabía qué era eso, pero sabían perfectamente el apodo del pandillero que estaba en su esquina y decidía si violar o no a sus hijos.

"Nunca ha habido tantas presentaciones de 'habeas corpus' como ahora. Las familias buscan a sus hijos secuestrados en cárceles"

P. Parece lógico apoyar una solución, aunque sea radical, para solventar esa anomalía.

R. Evidentemente, no fue un cambio difícil de hacer para la población. Yo cubrí pandillas durante diez años y eran organizaciones criminales cuyos gestos y comportamiento estaban basados en la crueldad extrema para dominar los barrios. Pero ahora, poco a poco, decenas de miles de salvadoreños se han ido dando cuenta de para qué servían esos retazos de democracia que tenía El Salvador. Nunca ha habido tantas presentaciones de habeas corpus como ahora. Las familias buscan a sus hijos secuestrados en cárceles.

P. ¿Bukele es la cura, el síntoma o la enfermedad?

R. Yo creo que Bukele es el resultado. El resultado de una guerra, una paz no cumplida. La peor lección de El Salvador es que el fin de una guerra no es necesariamente el inicio de una paz. Bukele es el resultado de unos partidos que saquearon el estado a manos rotas. Bukele es el resultado de una violencia rampante. Bukele es el resultado de una población desesperada.

Foto: Un militar custodia la estación Radio Canela, a donde llegó el presidente de Ecuador, Daniel Noboa. (EFE/José Jácome)

Y cíclicamente en América Latina, las poblaciones desesperadas han recurrido a caudillos que les prometen una solución mágica. Bukele es un caudillo que prometió una solución rápida, inmediata y mágica a cambio de una cosa: 'denme todo el poder'. Y América Latina ha sido muy elocuente en enseñarnos lo que ocurre cuando le damos todo el poder a una persona.

P. De alguna manera, la situación recuerda al mítico poema de Martin Niemöller de "primero vinieron a por…". ¿Existe ese miedo entre los opositores, o al menos entre los críticos como tú, a pensar que ya es demasiado tarde?

R. Sí. Bukele fue muy votado por los sectores populares de El Salvador. Los presos son de esa gente. Los presos injustos, los cadáveres que han salido de la cárcel sin ningún tatuaje. Las mujeres que eran obligadas a recoger la extorsión en los mercados populares de las calles y que fueron arrestados como cómplices de unas pandillas de las que eran víctimas. Esas mujeres abrieron los ojos cuando les tocó sufrir justamente eso. Los migrantes han recibido el mensaje. Usted, si Donald Trump decide deportarlo a El Salvador, como le pasó a Abreo García, aunque no tenga antecedentes penales, Bukele lo va a convertir en un terrorista y lo va a meter en el saco.

placeholder Presos en el centro de Tecoluca, El Salvador. (Reuters)
Presos en el centro de Tecoluca, El Salvador. (Reuters)

P. Hay una crítica muy global a la izquierda y un cierto progresismo de que está muy preocupada de los derechos de los criminales. ¿Se debe estar preocupado de lo que le pasa a los criminales?

R. Yo creo que esa siempre ha sido una excusa para meter a todos en un mismo cesto. Yo creo que la izquierda cometió muchísimos errores. Si ustedes quieren ver los errores que la izquierda cometió, vayan a Centroamérica, vean lo que hizo el sandinismo para conformar una dictadura, vean lo que hizo el FMLN para destruir una bandera política que históricamente tenía un caudal de casi un millón de votos de salvadoreños que dilapidaron con su corrupción y su ineptitud. Abandonaron a los sectores más populares a su suerte. Pero a la derecha le gusta poner esas etiquetas y etiquetar rápido.

Yo nunca he conocido a ninguna organización de derechos humanos o periodista en El Salvador que defienda a un criminal por una especie de afiliación emocional. Lo que la gente pide es que encarcelen a alguien porque haya cometido un delito y se lo haya comprobado en un juicio donde el juez sea independiente. Que no se le torture en las cárceles como en El Salvador está ocurriendo.

P. ¿Estamos asistiendo a un espectáculo de la violencia al enseñar a a miles de presos medio desnudos como trofeos?

R. Bukele ha trasladado no a los pandilleros más importantes, sino a los más tatuados. Según la selección visual, la que Bukele ha hecho ahí como buen publicista, ahí no está ninguno de los líderes. Bukele ha mostrado hasta niños de escuelas que los arrestaron por dibujar un MS (Mara Salvatrucha) en el cuaderno de colegial, pero Bukele no ha mostrado ni una imagen de ninguno de los líderes con los que negoció (El Faro denunció una negociación secreta entre Bukele y los líderes pandilleros exponiendo documentos y testimonios. Los líderes habrían obtenido beneficios del Gobierno).

P. ¿Hay culto al líder?

R. En su última reelección, en febrero de 2024, Bukele hizo a la gente desde el balcón del Palacio Nacional hacer una especie de rezo y decir: "Repitan conmigo. Juramos proteger. Juramos no quejarnos…". Es decir, juramos no abrir la boca y obedecer a ciegas. Eso fue aterrador. Era una mezcla de misticismo pseudo neo pentecostal y de descaro político absurdo, pero también una entrega de unas masas que han llegado a creer en Bukele más que por la razón, por la fe.

Foto: Guardias del Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) trasladando a los deportados por Donald Trump. (Presidencia de El Salvador)

P. Tú eres un periodista especializado en la crónica de sucesos. En tus libros narras con crudeza el problema de la violencia. ¿Qué se podía hacer en El Salvador que no sea lo que ha hecho Bukele para acabar con las pandillas?

R. Yo creo que uno de los grandes éxitos de todos los caudillos actuales ha sido convencernos de que la democracia falló. Es decir, ya lo probamos y no sirvió. Mentira. Había fiscales que tenían que con sus manos desenterraban para sacarle un dedo al cadáver y que le prestaran al único criminalista forense que había en El Salvador. Nunca se probó darle justicia a todo ese montón de gente. Nunca se probó tener un cuerpo fiscal fuerte, entrenado, numeroso y una policía capacitada y bien pagada que no tuviera que vivir en los mismos barrios de las pandillas que debía combatir y de noche padecía. Nunca se intentó que las instituciones del Estado tuvieran una real división con el poder. Es decir, desechan una democracia que nunca se intentó.

P. ¿Está convirtiendo Bukele a El Salvador, tras su acuerdo con Trump, en un negocio de cárceles privadas?

R. Una de las esquinas de este pacto con Trump es el negocio. De momento, sólo fue un apretón de manos con Marco Rubio. No hay un documento público que diga cuánto van a pagar por los presos. ¿Cómo van a operativizar los casos donde un preso que esté en el Cecot (cárcel de terroristas en El Salvador), tenga una audiencia abierta en un juzgado estadounidense? ¿Se va a presentar o ya no? ¿De quién depende?

P. Bukele y Trump son fruto de la democracia. Han vencido elecciones con bastante apoyo ambos. Y, sin embargo, sus críticos los califican de antidemocráticos.

R. Yo más bien creo que estos dos señores consideran que la democracia es un obstáculo. Es decir, que todos los rasgos de la democracia son un obstáculo para ellos poder desarrollar su proyecto político. En el caso de Bukele, supongo que en el de Trump también, su anhelo político era la acumulación y la perpetuación. Su plan político es no tener obstáculos en el ejercicio del poder y no tener límite de tiempo.

"Trump y Bukele consideran que la democracia es un obstáculo. Su plan político es no tener obstáculos en el ejercicio del poder"

P. En tus libros eres muy crítico muchas veces con la prensa. ¿Cuánto hay de culpa en todos estos fenómenos políticos que están pasando ahora con unos medios de comunicación que se han financiado de la política y se han prestado a una manipulación ideológica?

R. Yo tengo 42 años, pero empecé a los 17 a ejercer el periodismo y pasé por muchos medios. La prensa tradicional salvadoreña fue muy corrupta en mucho tiempo. Vendieron su página y sus micrófonos a diferentes administraciones políticas de derecha e izquierda. Pero a partir del 2010 empiezan a surgir un montón de medios digitales que han entendido el momento histórico.

Yo creo que ahora mismo en El Salvador hay una prensa que ha comprendido el nivel de responsabilidad y que han decidido padecerlo. Ya hay exilio. Los periodistas ya nos acostumbramos a los exilios preventivos cuando publicamos para ver si no nos van a acusar de algo. A nosotros nos acusó de lavado de dinero en cadena nacional, nos obligó a mudarnos a Costa Rica.

P. ¿Te sientes en riesgo?

R. Sí, yo lo digo con claridad y no quiero que esto suene con matices heroicos ni grandilocuente: creo que Bukele nos va a terminar encarcelado. Nosotros vamos a seguir investigando y denunciando, y creo que Bukele, que se ha tratado de deshacer de cualquier rasgo de la democracia, tarde o temprano se va a hartar. Y me da la impresión de que ahora tal como se han alineado las estrellas. Trump no va a decir nada si meten preso a un periodista salvadoreño. El Gobierno anterior, los demócratas al menos, alzaban la voz y mandaban misiones a El Salvador. Ahora mismo es el mejor momento si Bukele quiere hacerlo.

P. ¿Y estás preparado para ello?

R. Hemos hecho algunas gestiones con representaciones diplomáticas y organismos de defensa de la prensa para que estén al tanto en el momento en el que pase.

Foto: El CEO de Tesla, Elon Musk, y el presidente de El Salvador, Nayib Bukel, en la gigafactoría de Tesla en Austin, Texas. (Reuters/Secretaría de Prensa de la Presidenci)

P. En tus libros y reportajes has narrado secuencias muy duras que sólo un periodista especializado en sucesos vive. Si piensas en aquella época de los 106 muertos cada 100.000 habitantes y lo comparas con El Salvador de hoy, ¿qué ves?

R. Yo entiendo perfectamente a la señora de un barrio controlado por pandillas que apoye a Bukele. Era una señora completamente abandonada por las instituciones del Estado a la suerte de unas bandas criminales sádicas. Ahora, ¿qué es lo que yo pienso de lo que ocurrió en aquel momento y de lo que ocurre hoy? Pienso que ambos son dos estados inviables. El control de las pandillas del 2015 hacía que el Estado fuera inviable a todos los niveles. Se podía expresar en casos concretos que tuvimos.

El caso de un adolescente a quien le dicen que el día siguiente va a ser violada por la mañana como regalo de cumpleaños de un pandillero. Le exigen que se vaya ese día y camine a la habitación, y ella lo hizo sabiendo que no había otra posibilidad. Eso es un estado que es inviable. No hay forma de sobrevivir, de estar, nadie debería estar en ese estado. Y ahora con unas condiciones muy diferentes, nadie debería estar en un estado donde cualquier policía o soldado te puede meter preso si le da la gana.

P. ¿Qué pasó para que la sociedad aceptara eso como una rutina?

R. La sociedad está muy aterrada desde hace mucho tiempo y su verbo es sobrevivir. Sobrevivir es un verbo bien cruel porque te deja pocas oportunidades de reflexionar. Estás corriendo con un canasto de tomates para que tus hijos cenen. Sobrevivir es un verbo muy jodido que denigra mucho a una sociedad. Además, es una sociedad que siempre ha tenido mucho miedo al otro desde los años de la guerra. El Salvador ha vivido siempre polarizado. Es una sociedad con terror. El terror nos divide y la sobrevivencia inhibe.

P. ¿El fenómeno Bukele se va a repetir en otros lugares de Latinoamérica?

R. Creo que sí. Bukele es uno de los estandartes de la nueva política y de las posibilidades de la nueva política. Yo me bajé una vez de un vuelo en Polonia y descubro que había un periódico local donde un candidato presidencial decía que él era el Bukele polaco. Bukele, como ahora, Trump, ha entrado a tomar la batuta con una palestra mucho más importante. No están demostrando hasta dónde se pueden empujar los límites de la democracia. Podemos dar un paso más, y otro… para destruir este esquema.

P. ¿Hay marcha atrás?

R. Yo estoy convencido, lamentablemente, de que en una sociedad tan segregada como la salvadoreña, la gente más pobre, que es la que más padeció las pandillas, acabará padeciendo las consecuencias de una dictadura que simplemente no ha ejercido todo su poder de crueldad. Bukele aún no lo necesita ejercer, a diferencia de Ortega (presidente nicaragüense), porque él es muy popular. Pero cuando la gente empezó a marchar, cuando crearon el movimiento de víctimas del régimen y marchaban para protestar, los empezaron a reprimir y arrestar. Una gran masa de personas sacrificadas por el régimen de Bukele van a entender el error que cometieron, pero entonces ya va a ser muy tarde.

El pequeño estado de El Salvador es famoso mediáticamente por fabricar dos cosas: cadáveres y presos. Lo primero es su pasado; lo segundo es ¿su futuro? El presidente Donald Trump, en el marco de su guerra comercial, ha conseguido exportar un producto, los inmigrantes ilegales, a El Salvador. Su mandatario, Nayib Bukele, es una celebridad global. ¿Pero quién es realmente Bukele y cuáles son sus políticas?

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